Él no necesitaba que lo animaran para devolverle el beso, y antes de que pasara mucho tiempo, estaban detrás del granero, ocultos entre la maleza y fuera de la vista de la casa.
Dean no sabía qué había hecho que Blue cambiara de opinión, pero como ella tenía la mano dentro de la cinturilla de sus pantalones, no pensaba preguntar.
– No quiero hacerlo -dijo ella abriéndole el botón de los vaqueros.
– A veces, uno debe asumir la responsabilidad en nombre del equipo. -Le bajó los pantalones cortos y las bragas hasta los tobillos, se puso de rodillas para acariciarla con la nariz. Ella era dulce y cálida, un perfume embriagador para los sentidos. Mucho antes da que él hubiera tenido suficiente de ella, Blue se separó. Dean la sujetó y
Blue le sujetó la cabeza entre las manos, y rechinando los dientes, le dijo con ferocidad:
– ¡Ni se te ocurra apurarte!
Él la comprendía, pero ella estaba demasiado excitada, demasiado húmeda, y él había llegado demasiado lejos para contenerse; le hundió los dedos en las caderas, la acercó hacia su erección y la penetró.
Luego, Dean, temiendo que ella tomara el control, la levantó contra su cuerpo y enganchó una de las piernas de Blue sobre su propia cadera. Besándola profundamente, penetró en su cuerpo. Ella se arqueó y tembló entre sus brazos. Sintió la necesidad de protegerla. Movió la mano y la hizo volar libremente.
Cuando terminaron, él le acarició el pelo que se le había soltado de la coleta.
– Sólo para refrescarte la memoria… -Le rozó el trasero bajo la camiseta-. Dijiste que yo no te excitaba.
Ella le mordió la clavícula,
– Y no me excitas… por lo menos no excitas a mi parte racional. Por desgracia, también tengo una parte de mujerzuela. Y a esa parte de mí, la vuelves loca.
Él no pensaba discutírselo, sino que se propuso acceder a esa parte de mujerzuela una vez más, pero ella rodó sobre él entre la maleza.
– No podemos quedarnos aquí fuera fornicando toda la noche.
Él sonrió ampliamente. Fornicando, no cabía duda.
Blue aún llevaba puesta la camiseta, pero por lo demás estaba desnuda. Se inclinó para buscar las bragas, y Dean tuvo una magnífica vista de su trasero mientras le hablaba.
– Riley es la única persona de esa casa que no sabe lo que hemos estado haciendo.
Blue encontró las bragas, se incorporó para ponérselas y tuvo el descaro de sonreírle con desdén.
– Boo, voy a dejarte las cosas bien claras. He decidido que tú y yo vamos a tener un rollo… breve y lujurioso. Te voy a utilizar, simple y llanamente, así que no te cuelgues demasiado por mí. No me importa lo que pienses. No me voy a preocupar por tus sentimientos. Todo lo que me va a importar es tu cuerpo; ¿estás de acuerdo o no?
Era la mujer más pirada que había conocido nunca. Cogió los pantalones cortos de Blue antes que ella.
– ¿Y qué consigo yo a cambio de la humillación de ser utilizado?
La sonrisa desdeñosa reapareció.
– Me consigues a mí. El objeto de tus deseos.
Él fingió considerar la idea.
– Añade más cenas como la de hoy, y cerramos el trato. -Metió un dedo bajo el borde de las bragas-. En todos los sentidos.
Jack se sentó en una silla de la cocina de la casita de invitados y comenzó a afinar su vieja Martin. Había compuesto «Nacido en pecado» con ella, y en ese momento deseaba no haber sido tan impulsivo como para regalarla. Esos sonidos y rasgueos representaban los últimos veinticinco años de su vida. Pero saber que Marli no había dejado que Riley se acercara a sus guitarras lo había sacado de qui cio. Debería haberse dado cuenta de cosas así, pero se había mantenido deliberadamente al margen.
Riley cogió otra silla, sentándose tan cerca que sus rodillas casi se tocaban. Con los ojos llenos de admiración miró el desafinado instrumento.
– ¿Es mía de verdad?
El pesar se evaporó.
– Es tuya.
– Es el mejor regalo que me hayan hecho nunca.
La expresión soñadora de la cara de Riley le puso un nudo en la garganta.
– Deberías haberme dicho que querías una guitarra. Te habría enviado una.
Ella masculló algo que él no pudo entender.
– ¿Qué?
– Te lo dije -dijo ella-. Pero estabas de gira y no me hiciste ni caso.
Él no recordaba que hubiera mencionado nunca una guitarra, pero rara vez prestaba atención a esas tensas conversaciones telefónicas. Aunque enviaba a Riley regalos con frecuencia -ordenadores, juegos, libros, CD's-, jamás había escogido personalmente ninguno de ellos.
– Lo siento, Riley. Supongo que se me pasó.
– No importa.
Riley tenía la costumbre de decir que no importaba cuando en realidad sí lo hacía, algo en lo que no se había fijado hasta ahora. Ésa era una de las muchas cosas que había pasado por alto. Con pagar las facturas y asegurarse de que asistía a una buena escuela, había creído que cumplía con su parte. No había querido ver más allá porque involucrarse más a fondo habría interferido en su vida.
– Sé algo más que los acordes básicos -dijo ella-. Pero el acorde de Fa es muy difícil de tocar. -Observó con fijeza cómo Jack afinaba la guitarra, memorizando todo lo que él hacía-. Busqué en Internet, y, durante un tiempo, Trinity me dejó practicar con su guitarra. Pero luego me hizo devolvérsela.
– ¿Trinity tiene guitarra?
– Una Larrivee. Sólo fue a cinco clases antes de dejarlo. Piensa que tocar la guitarra es aburrido. Pero te apuesto lo que quieras a que la tía Gayle la obliga a ir de nuevo. Ahora que mamá ha muerto, tía Gayle necesitará una nueva pareja, y le dijo a Trinity que podían ser algún día como las Judd, sólo que más guapas.
Jack había visto a Trinity en el entierro de Marli. Incluso cuando era bebé, había sido irresistible, un querubín de mejillas sonrosadas con tirabuzones rubios y grandes ojos azules. Por lo que él recordaba, rara vez lloraba, dormía cuando debía y mantenía la leche en el estómago en lugar de expulsarla como un proyectil como hacía Riley. Cuando Riley tenía un mes, Jack había salido de gira, feliz de tener una excusa para alejarse de un bebé con cara de luna que no paraba de llorar y un matrimonio que era un craso error. Durante años llegó a pensar que él habría sido mejor padre si hubiera tenido una niña tan encantadora como Trinity, pero los últimos diez días le habían abierto los ojos.
– Un detalle por su parte dejarte su guitarra -dijo él-, pero apuesto cualquier cosa que fue a cambio de algo.
– Hicimos un trato.
– Me gustaría oírlo.
– Mejor no.
– Cuéntamelo, Riley.
– ¿Tengo que hacerlo?
– Depende de si quieres que te enseñe una manera más fácil de tocar el acorde de Fa.
Ella clavó los ojos en el traste de la guitarra donde Jack tenía los dedos.
– Le dije a tía Gayle que Trinity estaba conmigo cuando estaba con su novio. Y tuve que comprarles tabaco.
– ¡Si tiene once años!
– Pero su novio tiene catorce y Trinity es muy adulta para su edad.
– Ah, ya veo, muy adulta. Gayle debería vigilar a esa niña, se lo diré en cuanto tenga ocasión.
– No puedes hacer eso. Si lo haces, Trinity me odiará todavía más.
– Genial. Así se mantendrá apartada de ti. -Como aún no había resuelto los detalles, se contuvo de decirle a Riley que no vería demasiado a la princesita Trinity. Había decidido que no iba a dejar a Riley bajo el dudoso cuidado de Gayle. A Riley no le gustaría ir a un internado, pero planificaría las fechas de sus conciertos para pasar las vacaciones con ella, así no se sentiría abandonada.
– ¿Cómo conseguiste los cigarrillos? -le preguntó.
– Por un tío que trabajaba en casa. El me los compró.
Riley, por lo que él había observado, había convertido el soborno en una técnica de supervivencia. Se sentía avergonzado.
– ¿Alguien ha estado pendiente de ti en algún momento?
– Sé cuidarme sola.
– No deberías tener que hacerlo. -Él no podía creer que Marli y él le hubieran negado algo tan básico como una guitarra-. ¿Le dijiste a tu madre que querías aprender a tocar la guitarra?
– Lo intenté.
De la misma manera que había intentado decírselo a él. Pero, ¿cómo podía culpar a Marli de que no prestara atención a su hija cuando él se había comportado mucho peor con ella?
– ¿Me enseñas ahora el acorde de Fa? -dijo ella.
Y él le enseñó cómo tocar el acorde con las dos cuerdas superiores, algo que era más fácil para unas manos pequeñas. Al final, le ofreció la guitarra. Ella se secó las manos en los pantalones cortos.
– ¿Es mía de verdad?
– Claro que sí, y no conozco a nadie mejor para dársela. -Y era cierto.
Ella colocó la guitarra contra su cuerpo. Él la animó. Venga. Prueba.
Jack sonrió cuando ella se colocó la púa entre los labios, del mismo modo que él hacía, mientras recolocaba el instrumento. Cuando se sintió satisfecha, cogió la púa de la boca y, mirando hacia la izquierda, colocó los dedos para tocar el acorde de Fa como él le había enseñado. Lo aprendió de inmediato, luego tocó otros acordes básicos.
– Lo haces bastante bien -dijo Jack.
Ella sonrió radiante.
– He estado practicando.
– ¿Con qué? Creía que le habías tenido que devolver a Trinity la guitarra.
– Sí. Pero me hice una de cartón para poder practicar las posiciones de los dedos.
Jack se quedó helado. Se levantó de la silla.
– Ahora vuelvo.
Cuando cerró la puerta del baño, se sentó en el borde de la bañera y se cogió la cabeza entre las manos. Tenía dinero, coches, casas, habitaciones repletas de discos de platino. Tenía de todo y su hija había tenido que practicar con una guitarra de cartón.
Tenía que hablar con April. La mujer que antaño lo había vuelto loco parecía ser ahora la única persona a la que podía pedir consejo.
20
Junio, con todo su calor y humedad, llegó al este de Tennessee. Todas las noches, Blue recibía a Dean en el balcón para sus citas secretas; algunas veces aparecía sólo unos minutos después de haberse despedido de ella formalmente en la puerta principal tras haber cenado en el Barn Grill. Resistirse a él había resultado imposible, aunque sabía que jugaba con fuego. Pero ahora que ya no dependía de él para trabajar, tener dinero o un techo sobre la cabeza, había decidido que podía correr el riesgo. Después de todo, ella se iría en unas semanas. Se recreó la vista en él, desnudo contra las almohadas apiladas.
– No irás a ponerte a hablar, ¿verdad?
– Sólo iba a decir…
– Nada de conversaciones, ¿recuerdas? Todo lo que quiero de ti es sexo. -Ella comenzó a rodar hacia un lado, llevándose la sábana con ella-. Soy la mujer con la que sueñan todos los hombres.
– Más bien eres una pesadilla de proporciones bíblicas. -Con un rápido movimiento, le arrancó la sábana y la atrajo hasta su regazo para darle un cachete en el trasero-. Te has olvidado de que yo soy más grande y fuerte que tú. -Otro cachete, seguido por una suave caricia-. Y de que siempre desayuno niñitas como tú.
Lo miró por encima del hombro.
– Aún faltan ocho horas para el desayuno.
La tendió de espaldas.
– ¿Qué te parece un tentempié nocturno?
– Deberías pensártelo dos veces antes de contrariarme, señorita Blue Bailey -decía Nita unos días más tarde cuando Blue le anunció que tenía intención de terminar el retrato en vez de hacer el pastel de chocolate que su patrona exigía-. ¿Recuerdas ese carpintero? Te crees que soy estúpida, pero supe quién era nada más verlo. Es Jack Patriot. Y en lo que respecta al ama de llaves de Dean, cualquier tonto puede darse cuenta de que es su madre. Si no quieres que llame a mis amigos de la prensa, te sugiero que entres en la cocina y te pongas con el pastel de chocolate.
– Usted no tiene amigos en la prensa -dijo Blue-, ni en ninguna otra parte si a eso vamos, excepto Riley, y sólo Dios sabe por qué ella la aprecia tanto. El chantaje es algo que puede volverse contra uno. Si no mantiene la boca cerrada, le contaré a todo el mundo lo de esos recibos que encontré cuando quiso que le limpiara el escritorio.
– ¿De qué recibos hablas?
– De los recibos del dinero anónimo que le envió a la familia Olson después de que perdieran todas sus pertenencias en el incendio, o los del coche nuevo que apareció misteriosamente delante de la casa de esa mujer cuando murió su marido y ella tenía que mantener a todos esos niños, o lo de las medicinas gratis que reciben al menos una docena de familias necesitadas y que están siendo pagadas por cierta alma caritativa de la que nadie sabe nada. Podría seguir con la lista, pero no lo haré. ¿De veras quiere que todo el mundo sepa que la bruja malvada de Garrison, Tennessee, tiene el corazón más blando que un malvavisco quemado?
"Nacida Para Seducir" отзывы
Отзывы читателей о книге "Nacida Para Seducir". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Nacida Para Seducir" друзьям в соцсетях.