– Él me toma en serio.

– Sabes exactamente a qué me refiero. Podría haberse enamorado de ti. Igual que tú lo estás de él.

– Estoy loca por él, pero no enamorada. Hay una gran diferencia. Yo no me enamoro. -Nita no lo entendía. Toda esa charada era la manera que Blue tenía de salir con la cabeza bien alta. Tenía que asegurarse de que Dean jamás volviera a sentir por ella ni la más leve pizca de piedad.

Blue condujo a la anciana hasta el coche. Nita se miró el lápiz de labios en el espejo retrovisor mientras Blue salía marcha atrás del garaje.

– Deberías avergonzarte de huir por culpa de ese jugador de fútbol americano. Deberías quedarte en Garrison, y dejar de dar tumbos por la vida.

– No puedo ganarme la vida en Garrison.

– Ya te dije que yo te pagaría si te quedabas. Bastante más de lo que puedes ganar pintando esos estúpidos cuadros.

– A mí me gusta pintar esos estúpidos cuadros. Lo que no me gusta es pasarme la vida siendo una sirvienta.

– Yo soy aquí la única sirvienta -la contradijo Nita- por la manera en que me mangoneas. Eres tan terca que le estás dando la espalda a una oportunidad de oro. No viviré para siempre, y sabes que no tengo a nadie a quien dejar mi dinero…

– Vamos, usted es un vampiro. Nos sobrevivirá a todos.

– Haz todos los chistes que quieras, pero valgo millones, y cada uno de ellos podría ser tuyo algún día.

– No quiero sus millones. Si tuviera un poco de decencia, se lo dejaría todo al pueblo. Lo que quiero es irme de Garrison. -Blue frenó en un stop antes de tomar la calle de la iglesia. Había llegado justo a tiempo-. Recuerde -dijo-. Sea amable.

– Trabajé en Arthur Murray. Sé comportarme.

– Pensándolo bien, limítese a mover los labios y yo seré la que hable por usted. Será más seguro de ese modo.

El bufido de Nita sonó parecido a una carcajada, y Blue supo en ese momento que echaría de menos a ese viejo murciélago. Con Nita, Blue podía ser ella misma.

Igual que con Dean.


La pancarta adornada con globos cruzaba la calle de la iglesia y en ella se podía leer FELIZ 73 CUMPLEAÑOS SEÑORA GARRISON. Dean sabía que Nita tenía setenta y seis, y no le cabía duda de que Blue había contribuido a esa mentirijilla.

En el parque se habían reunido cerca de cien personas. Había más globos entre los árboles, que se mezclaban con las serpentinas rojas, azules y blancas que habían quedado de la celebración del Cuatro de Julio de la semana anterior. Un grupo de adolescentes con camisetas negras y lápiz de ojos a juego terminó de cantar una versión punk del «Cumpleaños feliz». Riley le había dicho a Dean que era la banda de rock del sobrino de Syl, los únicos que cantarían ese día.

En la parte delantera del parque, cerca de una pequeña rosaleda, Nita había comenzado a cortar una tarta de cumpleaños del tamaño de un campo de minigolf. Dean se había perdido todos los discursos de la celebración, pero a juzgar por las caras de todo el mundo, no habían sido memorables. Había más serpentinas en las largas mesas donde estaban las jarras de ponche y té helado. Divisó a April y a Riley cerca de la mesa del pastel, hablando con una mujer con un vestido amarillo. Algunos de los habitantes del pueblo lo llamaron a gritos, y él los saludó con la mano, pero lo único que quería era encontrar a Blue.

El día anterior había sido uno de los peores y mejores días de su vida. Primero estaba aquel desagradable encuentro con Blue; luego su dolorosa y liberadora conversación con Jack; y finalmente el maratónico baile con April. Después, April y él no habían hablado demasiado, y no había habido ningún «jodido abrazo», como Jack había dicho, pero los dos sabían que las cosas habían cambiado. Él no sabía cómo sería exactamente esa nueva relación, sólo que era el momento adecuado para que madurara y conociera a la mujer en la que se había convertido su madre.

Escudriñó el parque de nuevo, pero seguía sin ver a Blue, y quería hablar con ella. Tenía que arreglar las cosas de alguna manera. Nita se llevó un plato a la silla reservada para ella justo cuando Syl y Penny Winters comenzaba a repartir el resto del pastel entre la gente. Nita comenzó a señalar al cantante de la banda, que estaba imitando a Paul McCartney con un demencial «Tú dices que es tu cumpleaños…». Riley y la mujer del vestido amarillo seguían de espaldas a él, April señaló hacia la banda de rock, y Riley se fue con ella para acercarse más.

Syl lo divisó cuando dejó caer un trozo de pastel en un plato de plástico.

– Ven aquí, Dean. Las rosas de azúcar no tardarán en desaparecer. Blue, acompáñalo hasta aquí. Tengo un pedazo de pastel con su nombre.

Dean miró a su alrededor, pero no vio a Blue por ningún lado. Luego, la mujercita del vestido amarillo se giró, y él se quedó sin aliento como cuando le hacían el primer placaje de la temporada.

– ¿Blue?

Por un momento, ella pareció tan vulnerable como la niña que la había acusado de ser. Luego, alzó la barbilla.

– Lo sé. Estoy de miedo. Por favor, ahórrate el cumplido.

Ella estaba más que guapa. April había convertido a la pastorcilla en un figurín. El vestido era perfecto. Tenía el largo justo y realzaba los pequeños encantos de Blue. El bustier se pegaba a sus curvas, y las modernas sandalias de color púrpura enfatizaban sus delgados tobillos. La había imaginado así. Ese alocado corte de pelo acentuaba la delicada estructura ósea de Blue y el maquillaje la favorecía, haciéndola parecer muy femenina. Dean siempre había sabido que no hacía falta hacer mucho para que ella estuviera increíble. Y así era. Bella, elegante, sexy. No demasiado diferente de las demás mujeres bellas, elegantes y sexys que él conocía. Y odiaba eso. Quería recuperar a su Blue. Cuando por fin recobró el habla, sólo dijo:

– ¿Por qué?

– Me cansé de que todo el mundo me dijera que eres el más guapo.

Ni siquiera pudo esbozar una sonrisa. Quería verla de nuevo con sus ropas desarregladas y que tirara esas frágiles sandalias a la basura. Blue era Blue, y no había ninguna otra como ella. No necesitaba todo eso. Pero si se lo decía, ella pensaría que él se había vuelto loco, así que sólo se limitó a pasarle el pulgar por el estrecho tirante del vestido.

– April estará encantada.

– Es gracioso. Eso fue lo que me dijo de ti cuando me vio. Pensó que esto era cosa tuya.

– ¿Te has arreglado tú sola?

– Soy artista, Boo. No soy más que otra tela en blanco, y una no muy interesante, por cierto. Ahora me voy a darle coba a Nita. Hasta ahora no ha apuñalado a nadie, pero la tarde es joven.

– Antes tenemos que hablar. De lo que pasó ayer.

Ella se puso tensa.

– No puedo dejarla sola. Ya sabes cómo es.

– Una hora, y luego vendré a buscarte.

Pero Blue ya se alejaba.

April lo saludó con la mano por encima de la cabeza de Riley. La familiar carga de los viejos resentimientos rechinó en su mente, pero cuando se asomó a su interior, sólo vio polvo. Si quería, podía pararse con su madre para charlar. Que fue exactamente lo que hizo.

April se había vestido para la celebración con unos vaqueros, un sombrero vaquero de paja y un top ceñido al cuerpo que parecía de Pucci. Señaló con la cabeza hacia la banda de rock.

– Con un poco de práctica, podrían llegar a ser mediocres.

Riley se unió a la conversación.

– ¿Has visto a Blue? Al principio no sabía que era ella. Parece una auténtica adulta y todo.


– Simple apariencia -contestó Dean con firmeza.

– Pues yo no opino igual. -April lo miró con fijeza desde debajo del sombrero-. Y dudo que todos esos hombres que han estado intentando llamar su atención estén de acuerdo contigo. Ella hace como que no los ve, pero nada pasa desapercibido para nuestra Blue.

– Mi Blue -se oyó decir Dean.

April encontró eso muy interesante.

– ¿Tu Blue? ¿La mujer que va a dejar el pueblo dentro de dos días?

– Ella no se irá a ningún lado.

April pareció preocupada.

– Entonces te queda un arduo trabajo por delante.

Un hombre con una gorra de béisbol calada hasta las cejas y grandes gafas plateadas ocultándole los ojos se acercó hasta ellos. Riley dio un pequeño salto de alegría.

– ¡Papá! Pensé que no ibas a venir.

– Te dije que lo haría.

– Lo sé, pero…

– Pero te he decepcionado tantas veces que no me creíste.

Jack se había quitado los pendientes y las pulseras y se había vestido de manera anodina con unos vaqueros cortos y una camiseta de color verde oliva, pero nada podía enmascarar ese perfil famoso, y una mujer con un bebé lo miró con curiosidad.

April parecía haber desarrollado un súbito interés por la banda de rock y Dean ya tenía suficientes líos en la cabeza para intentar averiguar lo que estaba ocurriendo entre ellos.

– ¿Es Blue la que viene hacia nosotros? -preguntó Jack.

– ¿A que está magnifica? -dijo Riley con admiración-. Es una gran artista. ¿Sabías que Dean aún no ha visto los murales del comedor? Díselo, papá. Dile lo bonitos que son.

– Son diferentes.

Blue regresó antes de que Dean pudiera preguntar a qué se refería.

– Vaya -dijo Jack-. Si eres una mujer, después de todo.

Blue se sonrojó como siempre que Jack se dirigía a ella.

– Es algo temporal. Requiere mucho esfuerzo y no soy de las que pierden el tiempo. -Jack sonrió ampliamente, y Blue miró a Riley-. Siento ser portadora de tan malas noticias, poro Nita quiere hablar contigo. -A través de un hueco en la multitud, Dean vio cómo Nita señalaba furiosamente su silla. Blue frunció el ceño-. Le dará un ataque si no vas. Voto por que no nos apresuremos con los primeros auxilios.

– Blue siempre dice cosas así -le confió Riley a los demás-. Pero en realidad adora a la señora Garrison.

– ¿Ha estado bebiendo otra vez, señorita? Pensé que ya habíamos hablado sobre eso. -Blue cogió a Riley por el brazo y se la llevó.

– Veo que llega compañía – dijo Jack-. Será mejor que me esfume.

Cuando él se marchó, el juez Haskins y Tim Taylor, el director del instituto, llegaron junto a Dean.

– Hola, Boo. -El juez no podía apartar la mirada de April-. Es agradable verte por aquí asumiendo tus responsabilidades cívicas.

– Por muy desagradables que éstas sean -dijo Tim-. Tengo que pasar la mañana del sábado con alumnos de cuarto. -Los dos hombres contemplaron a April. Cuando nadie dijo nada, Tim le tendió la mano-. Soy Tim Taylor.

Dean debería haberlo visto venir. Como April se había mantenido apartada de lugares como el Barn Grill, no los había conocido. Ella le tendió la mano.

– Encantada, soy Susan…

– Es mi madre -dijo Dean-. April Robillard.

Los dedos de April perdieron fuerza. Les estrechó la mano a los dos hombres, pero bajo el ala del sombrero, comenzaron a llenársele los ojos de lágrimas.

– Lo siento. -Agitó los dedos delante de la cara-. Es la alergia.

Dean posó la mano sobre el hombro de April. No había pensado hacer eso -no había pensado nada-, pero se sintió como si hubiera ganado el partido más importante de la temporada.

– Mi madre ha trabajado para mí de encubierto, utilizando el nombre de Susan O'Hara.

El tema requería algunas explicaciones, que Dean fue inventando sobre la marcha mientras April parpadeaba y tosía como si de verdad tuviera alergia. Cuando los hombres se marcharon, April se volvió hacia él.

– No digas nada o perderé la compostura.

– Como quieras -dijo él-. Vayamos a por un trozo de tarta. Una vez que consiguieron el pastel, él tosió y se golpeó el pecho como si también hubiera desarrollado una repentina alergia.

April logró al fin apartarse del gentío. Encontró un lugar protegido tras unos arbustos en la zona más alejada del parque, se sentó en el césped contra la cerca, y se permitió a sí misma llorar a lágrima viva. Había recuperado a su hijo. Aún tenían que ir con pies de plomo, ya que ambos eran tercos como mulas, pero tenía fe en que lo resolverían todo con el tiempo.

A lo lejos, el cantante de la banda de rock se atrevió con un rap de chico blanco que sonaba de pena. Jack apareció por una esquina de los arbustos, invadiendo su santuario privado.

– Detén a ese chico antes de que ios niños de este parque sufran daños emocionales. -Al sentarse a su lado, fingió no darse cuenta de sus ojos rojos por el llanto.

– Prométeme que nunca cantarás algo como eso -dijo ella.

– Sólo en la ducha. Aunque ahora que lo dices…

– Prométemelo.