¿Recuerdas cuando éramos jóvenes
y vivíamos cada sueño como si fuera el primero?
Cariño, ¿por qué no sonreír?
No importaba si lo reconocían. Tenía que subir allí. Ésa no era una canción para una niña de once años, y no iba a dejar que la ridiculizaran.
No espero que lo entiendas.
Con todo lo que has visto. No te pido eso…
Su voz suave y cadenciosa era tan diferente al alarido desafinado de la banda que la gente empezó a guardar silencio. Su hija quedaría destrozada si se reían de ella. Apretó el paso y April se acercó a su lado para detenerlo.
– Escucha, Jack. Escúchala.
Y lo hizo.
Sé que la vida es cruel. Y tú lo sabes mejor que yo.
Riley se equivocó en un acorde, pero su voz no falló.
¿ Cariño, por qué no sonreír? ¿ Cariño, por qué no sonreír? ¿ Cariño, por qué no sonreír?
La gente se había quedado en silencio, y las mofas inmaduras de los miembros de la banda se desvanecieron. Escuchar a una niña cantar esas palabras de adulto debería haber resultado gracioso, pero nadie se rió. Cuando Jack cantaba «¿Por qué no sonreír?» sonaba como un duelo fiero y mortal. En la voz de Riley, por el contrario, sonaba pura y enternecedora.
Finalizó la canción con un Fa en vez de Do. Riley había estado tan concentrada en los cambios de acorde que no había mirado al público, y pareció asustada cuando comenzaron a aplaudir. Jack esperaba que se marchara del escenario a toda prisa, pero en vez de eso se acercó más al micrófono y dijo suavemente:
– Esta canción era para mi amiga, la señora Garrison.
La gente comenzó a pedir un bis a gritos. Dean sonrió, y Blue también. Riley sujetó la púa entre los labios y afinó la guitarra de nuevo. Sin pararse a pensar en los derechos de autor o el secretismo que rodeaba a una canción nueva de Patriot, Riley comenzó a tocar «Llora como yo», una de las canciones en las que él había estado trabajando en la casita de invitados. No podría haber estado más orgulloso. Al final, la gente aplaudió y ella se puso con «Sucio y rastrero» de las Moffats. Jack se dio cuenta de que elegía las canciones más por la facilidad de los acordes que por la propia canción. Esta vez, cuando terminó, dio las gracias con sencillez y devolvió la guitarra, ignorando a la gente que le pedía un bis. Pero como todo buen cantante, sabía cuándo debía retirarse.
Dean llegó hasta ella el primero y se pegó a Riley como una lapa cuando la gente la rodeó para felicitarla. A Riley le costaba mucho reconocer a nadie. La señora Garrison parecía tan orgullosa como si hubiera sido ella la que cantara. Blue estaba resplandeciente, y April no paraba de reírse.
Riley no miraba a Jack. Jack recordó el correo electrónico que había enviado a Dean cuando había intentado averiguar por qué ella mantenía en secreto lo bien que cantaba.
«Averígualo por ti mismo», había dicho Dean.
En aquel momento, Jack había pensado que Riley temía que él no la amase si no cantaba lo suficientemente bien, pero ahora comprendía mejor a su hija. Riley sabía de sobra lo bien que cantaba, por lo que no se trataba de eso.
Cuando la multitud comenzó a dispersarse, algunas personas lo miraron con fijeza. Alguien lo reconoció. Una mujer de mediana edad lo miró con ojos perspicaces.
– P-perdón…, pero…, ¿no es usted Jack Patriot?
Dean, que lo había visto venir, se puso inmediatamente a su lado.
– ¿Podría darle un respiro?
La mujer se sonrojó.
– No puedo creer que sea él. Aquí en Garrison. ¿Qué está haciendo aquí, señor Patriot?
– Me gusta este pueblo. -Miró por encima de la mujer para ver cómo Nita y Blue protegían a Riley
– Jack es amigo mío. Se hospeda en la granja-dijo Dean-. Ha venido a Garrison porque aquí puede encontrar privacidad.
– Claro, entiendo.
De alguna manera, Dean logró mantener alejados al resto de los curiosos. Blue y April acompañaron a Nita al coche. Dean le dio un empujón a Riley para que se acercara a su padre y luego desapareció, sin darle más opción que dirigirse hacia Jack. Ella parecía tan ansiosa que a Jack le dolió el corazón. ¿Y si se equivocaba en sus conclusiones? Pero no tenía tiempo de hacer más conjeturas. Le dio un beso rápido en la coronilla. Riley olía a tarta de cumpleaños.
– Estuviste genial allí arriba-le dijo-. Pero no quiero que mi hija se convierta en una estrella de rock para adolescentes.
Ella levantó la cabeza con rapidez. Él contuvo el aliento. Los ojos de Riley se convirtieron en grandes charcos de incredulidad.
– ¿De veras? -dijo, soltando un largo suspiro.
Había hecho muchos avances con ella ese verano, y el más leve paso en falso podría estropearlo todo.
– No estoy diciendo que me niegue a que vayas a clases de canto, eso es decisión tuya, pero tienes que mantener la cabeza en su sitio. Tienes una voz asombrosa, pero tus verdaderos amigos son aquellos que te quieren por ser quien eres y no porque seas buena cantando. -Hizo una pausa-. Como yo.
Los ojos castaños de Riley -tan parecidos a los de él- se agrandaron.
– O Dean y April -añadió él-. O Blue. Incluso la señora Garrison. -Estaba pasándose un poco, pero necesitaba asegurarse de que ella lo comprendía-. No tienes que cantar para conseguir la amistad ni el amor de nadie.
– Lo comprendes -susurró ella.
Él fingió no oírla.
– Llevo muchos años en este negocio. Y he visto de todo.
Ahora ella comenzó a preocuparse.
– Pero aún puedo cantar para alguna gente, ¿no? Además quiero aprender a tocar bien la guitarra.
– Eso es cosa tuya. Pero nunca dejes que nadie te juzgue sólo por tu voz.
– Te lo prometo.
Él le pasó el brazo por los hombros y la atrajo hacia él.
– Te quiero, Riley.
Ella apoyó la mejilla contra su pecho.
– Yo también te quiero, papá.
Era la primera vez que ella se lo decía.
Se dirigieron hacia el coche agarrados por la cintura. Pero antes de llegar, ella le dijo:
– ¿Podemos hablar de mi futuro? No me refiero al canto, sino a la escuela, dónde voy a vivir y todo eso.
En ese mismo momento, él supo con exactitud cómo iban a ser las cosas de ahora en adelante.
– Demasiado tarde -dijo Jack-. Ya he tomado una decisión.
La vieja mirada de precaución apareció en los ojos de Riley.
– No es justo.
– Yo soy el padre, y yo tomo las decisiones. Odio ser el portador de malas noticias, estrellita, pero no pienso dejar que te vayas a vivir con tu tía Gayle y Trinity por más que me lo pidas.
– ¿De veras? -Las palabras surgieron en un ahogado susurro.
– Aún no he resuelto todos los detalles, pero nos iremos a vivir a Los Ángeles. Buscaremos allí un buen colegio para ti. Y ya te aviso de que no será un internado. Te quiero lo suficientemente cerca de mi para poder vigilarte. Contrataremos a un ama de llaves que nos guste a los dos para que se quede contigo cuando tenga que viajar. Y por supuesto, verás a April… pero aún estoy trabajando en esa parte. ¿Qué te parece?
– ¡Creo… creo que es lo mejor que podía pasarme!
– Eso mismo opino yo.
Cuando se subió al coche, Jack sonrió. El rock'n'roll podía mantenerte joven, pero había algo maravilloso en madurar.
24
Blue llegó a la granja una hora más tarde de lo acordado. Se había cambiado el vestido amarillo por un top blanco y unos pantalones cortos de color caqui que le quedaban como un guante. Dean esperaba que Jack y Riley no los interrumpieran tal como les había pedido.
– No quiero hacer esto -dijo Blue cuando entró en el vestíbulo.
Para no caer en la tentación de besarla, Dean cerró la puerta principal.
– Lo mejor es hacerlo de una vez. Entra tú primero en el comedor y enciende todas las luces, así me llevaré el susto de golpe.
No consiguió arrancarle ni la más leve sombra de una sonrisa. Era extraño ver a Blue tan deshecha.
– Será lo mejor. -Ella y sus nuevas sandalias color púrpura entraron con rapidez en el comedor delante de él. Dean quería tirar esos zapatos a la basura para hacerle poner esas horrorosas botas negras militares. Blue encendió las luces del comedor.
– Vas a odiar estos murales -dijo ella desde dentro.
– Creo que ya lo has mencionado antes. -Dean esbozó una sonrisa-. Tal vez deberías beber un trago para relajarte. -Él se acercó y entró en el comedor. Su sonrisa se desvaneció.
Dean estaba preparado para un montón de cosas, pero no para lo que vio. Blue había creado un bosque lleno de luz y fantasía. Pálidos rayos de sol asomaban entre las hojas de los árboles. Un columpio hecho de vides en flor colgaba de una rama curva. Un montón de flores imaginarias crecían como si fueran una brillante alfombra alrededor de un carromato gitano asentado al lado de un estanque de fantasía. No se le ocurría nada que decir. Salvo lo que no debía.
– ¿Eso es un hada?
– S… sólo una pequeñita. -Ella levantó la vista para observar la diminuta criatura que los miraba con atención desde encima de la ventana principal. Luego enterró la cara entre las manos-. ¡Lo sé! ¡Está fatal! No debería haberla pintado, pero el pincel se movió solo, cobró vida. Debería haberla borrado. A ella y… y a todas las demás.
– ¿Hay más?
– Lleva un rato verlas. -Se dejó caer en una silla entre las ventanas y dijo con un tono bajo y afligido-: Lo siento. No tenía intención de hacerlo. Esto es un comedor. Estos murales son para el dormitorio de… de un niño… o una niña. Pero las paredes eran perfectas, y la luz era exquisita, y no sabía que en realidad quería pintar algo así.
Parecía que Dean no lograba asimilarlo. Donde quiera que mirara, veía algo nuevo. Un pájaro con una cestilla colgando del pico volaba por el cielo. Un arco iris por encima del marco de la puerta, y una nube con la cara de un anciana de mejillas sonrosadas mirando hacia el carromato gitano. En la pared más larga, un unicornio metía el hocico en el agua de la orilla del estanque. No era extraño que a Riley le encantaran esos murales. Y no era extraño que April pareciera tan preocupada cuando él le había preguntado por ellos. ¿Cómo podía Blue, que era famosa por su dureza y testarudez, haber creado algo tan tierno y mágico?
Tal vez porque ella no era dura en absoluto. La dureza de Blue era sólo una armadura que se había construido para poder sobrevivir. Por dentro era tan delicada y frágil como las gotas de rocío que había pintado sobre unas campanillas.
Blue enterró la cara entre las manos, entrelazando los dedos en los rizos.
– Son terribles. Sabía que lo estaba haciendo mal mientras los pintaba, pero no podía detenerme. Fue como si algo se liberase en mi interior, y tuviera que plasmarlo. Te devolveré el cheque, y si me das unos meses, te reembolsaré lo que te cueste repintar el comedor.
Él se arrodilló delante de ella y le apartó las manos de la cara.
– Nadie va a repintar nada -dijo Dean mirándola a los ojos-. Lo quiero así.
«Y también te quiero a ti.»
La certeza de amarla lo atravesó como un soplo de aire fresco,
Había encontrado su destino cuando se detuvo en esa carretera a las afueras de Denver. Blue lo desafiaba, lo fascinaba, lo volvía loco… Dios, lo volvía loco siempre. Pero, sobre todo, ambos se comprendían mutuamente. Esos murales dejaban al descubierto a la soñadora que llevaba dentro, la mujer que estaba decidida a alejarse de él el lunes por la mañana.
– No tienes por qué fingir-dijo ella-. Te he dicho muchas veces cuánto odio que te hagas el simpático. Cuando tus amigos vean esto…
– Cuando mis amigos vean esto, no tendré que preocuparme por que nos quedemos sin tema de conversación en la cena, eso seguro.
– Pensarán que has perdido el juicio.
«No después de que te conozcan.»
Con una mirada seria que él nunca le había visto antes, Blue le pasó una mano por el pelo.
– Tú tienes estilo, Dean. Esta casa es masculina. Todo en ella lo es. Sabes lo poco que pegan aquí esos murales.
– Cierto, no pegan nada, pero son increíblemente hermosos. -«Igual que tú»-. ¿Te he dicho ya lo asombrosa que eres?
Ella le escrutó la cara. Siempre había tenido habilidad para calarlo, y la expresión de Blue se volvió gradualmente interrogativa.
– Te gustan de verdad, ¿no? No lo dices sólo porque tengas buen corazón.
– Jamás te mentiría sobre una cosa tan importante. Son maravillosos. Tú eres maravillosa. -Comenzó a besarla… en los ojos, en la curva de la mejilla, en los labios. Los murales lanzaron un hechizo sobre ellos, y pronto la apretó contra su cuerpo. La tomó en brazos y la llevó fuera, moviéndose de un mundo mágico a otro… hacia el refugio que era la caravana gitana. Bajo las vides y las flores de fantasía, hicieron el amor. En silencio. Con ternura. Todo era perfecto. Finalmente, Blue era suya.
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