– ¿Podrías empezar por desnudarte? -Blue arqueó las cejas con rapidez. Ella no se lo iba a poner fácil, y Dean cambió rápidamente de tema-. ¿De dónde has sacado esa ropa?
– April me la ha enviado. Sabe que no puedo perder el tiempo en tonterías. -Sus rizos se balancearon-. ¡Y estoy demasiado disgustada y furiosa para desnudarme!
– Entiendo. Estás cabreada conmigo. -Una sensación de paz absoluta lo atravesó, tan sólo rota por la enorme erección que ni siquiera la toalla fría había podido refrenar-.
– Hablame de Atlanta, cariño.
Una sabia maniobra por su parte porque ella se olvidó por el momento de que él se había comportado como un imbécil inseguro y enamorado.
– Oh, Dean, fue maravilloso. Es el representante de arte más prestigioso del Sur. Nita no cerraba la boca sobre mis cuadros, y me dio tanto la lata que al final le envié unas fotos. Me llamó al día siguiente. Quería verlo todo.
– ¿Y no podías llamarme al móvil y contarme algo así de importante?
– Tienes demasiadas cosas en qué pensar ahora mismo. Con sinceridad, Dean, si ese desagradable línea ofensiva tuyo no te protege mejor, yo…
– Blue… -Dean ya había llegado al límite de su paciencia.
– El caso es que… ¡le encantó todo! -añadió-. Me va a montar una exposición. Y no te vas a creer lo que quiere cobrar por los cuadros.
Ya era suficiente.
– Pagaremos la boda con eso. -Acortó la distancia entre ellos en dos zancadas, la tomó en brazos, y la besó como había soñado hacer durante esos dos meses. Ella le devolvió el beso. ¡Caramba si lo hizo!-. Definitivamente nos vamos a casar, Blue. En cuanto se acabe la temporada.
– De acuerdo.
– ¿Así como así?
Blue sonrió y le acarició la mandíbula.
– Tú eres mi hombre, Dean Robillard. Cuanto más pintaba, más evidente se hacía para mí. ¿Y sabes qué más se me hizo evidente? -Le pasó el dedo por el labio inferior-. Yo soy tu mujer. Puedes confiar en mí, y soy tan fuerte como parezco. -Él la apretó contra sí. Ella descansó la mejilla contra su pecho-. Me dijiste que tenía que echar raíces, y tenías razón. Era fácil ser feliz cuando estábamos juntos. Y tenía que probarme a mí misma. Saber que tengo una familia me ayudó bastante. Eso, y que dejé de tener miedo.
– Me alegro. April es…
– Oh, no April -ella levantó la boca hacia él-. April es una de mis más queridas amigas, pero, no te equivoques, tú siempre estarás antes que ella. -Blue puso cara de disculpa-. Lo cierto es que Nita me quiere para bien o para mal. Y, créeme, seguirá formando parte de nuestras vidas hasta que alguien le clave una estaca en el corazón. -Sonrió cuando le preguntó-: ¿Te parece bien que le pidamos a April que nos organice la boda? Yo soy un desastre para esas cosas, y francamente, prefiero aprovechar el tiempo pintando.
– ¿No quieres planear tu propia boda?
– Pues no demasiado. Las bodas no me interesan. -Lo miró con la mirada más tierna y soñadora que él jamás le había visto-. Por otro lado, casarme con el hombre que amo me interesa muchísimo.
El la besó con ferocidad hasta dejarla sin aliento y Blue lo apartó con fuerza.
– No resisto más. Espera aquí un momento.
Blue subió, y a pesar de que Dean estaba próximo a sufrir una hipotermia, se sentía más que dispuesto a esperarla. Dio unas vueltas para calentarse y vio que habían aparecido más criaturas mágicas en las paredes del comedor, incluyendo un dragón con pinta de bueno. También se percató de que en la puerta de la caravana había pintado una ventana abierta con dos diminutas siluetas.
Oyó un ruido de pasos a sus espaldas y se volvió. A parte de las botas militares negras, Blue sólo llevaba puesto un sujetador rosa de encaje y unas bragas diminutas a juego. Su Blue con ropa interior rosa. Apenas se lo podía creer. Había encontrado valor para ponerse ropa femenina y pintar cuadros mágicos.
– ¡Tonto el último! -Con una sonrisa de desafío, ella tomó ventaja con rapidez mientras atravesaba la cocina y salía por la puerta lateral; sus pequeñas nalgas asomaban por debajo de las bragas como si fuera un melocotón partido en dos. El perdió unos segundos recreándose en la vista, pero incluso así logró alcanzarla a mitad de camino. Comenzaba a caer aguanieve otra vez, y había perdido la toalla, lo que lo convertía en un machote desnudo y descalzo, y muerto de frío. Ella corrió por delante de él y llegó primero a la caravana. Se rió, tan traviesa como cualquiera de los duendecillos que pintaba. Los copos de nieve centelleaban en su pelo, y las sombras de los pezones se revelaban a través de la seda mojada de su sujetador. La siguió al interior.
En la caravana hacía mucho frío. Ella se quitó las botas militares. El le quitó las bragas húmedas. Mientras se abrazaban, cayeron en la litera fría. Él cogió la manta para cubrir sus cuerpos mojados y temblorosos, y la subió hasta quedar ocultos bajo ella. En esa oscura caverna, se calentaron el uno al otro con caricias, con besos apasionados, con el calor de sus cuerpos, y con promesas de amor.
La cellisca golpeaba en el tejado de la caravana, en las pequeñas ventanas y en la puerta azul. Pero ellos yacieron juntos perfectamente protegidos.
Epílogo
Ciertamente, los esmóquines debían haber sido diseñados en honor a Dean Robillard, pensó Blue a su lado en el altar. Estaba tan arrebatador que tuvo que desnudarle mentalmente para no sentirse intimidada, aunque ella también estaba muy guapa gracias al vestido de novia de Vera Wang que April había escogido para ella. Dejar la organización de la boda en manos de April había sido la segunda mejor decisión que había tomado Blue; la primera había sido casarse con ese hombre que había resultado tener tantas inseguridades como ella.
Centenares de orquídeas blancas llegadas de todas partes del mundo adornaban la iglesia. Pedrería cosida a mano centelleaba en los pálidos lazos azules que adornaban los bancos de la iglesia y los pedestales de flores. Sobre el arco del pasillo central, más pedrería formaba las iniciales de los novios. La iglesia estaba abarrotada con los amigos de Dean, sus compañeros de equipo, y los nuevos amigos que habían hecho en Garrison. Gracias a Dean, los Stars sólo habían perdido un partido de la Copa AFC, una hazaña increíble considerando el mal comienzo de temporada que habían tenido.
Jack, que actuaba de padrino, estaba de pie al lado de Dean. El esmoquin le quedaba tan impecable como a su hijo, pero a diferencia de éste, llevaba además unos pendientes plateados y negros. Como madrina de la boda, April había elegido un vestido largo de color azul hielo mucho más formal que el vestido veraniego que ya había elegido para su propia boda que tendría lugar en Hawai. Esa otra boda se celebraría en la intimidad familiar, aunque April y Jack iban a dejar que Riley llevara a su mejor amiga del colegio para que tuviera a alguien de su edad con quien estar. Dean ya había regalado a sus padres las tierras del estanque y pronto derribarían la casita de invitados para construir su propia casa de vacaciones.
– ¿Quién entrega a la novia?
Nita se levantó del banco delantero. Estaba majestuosa con un caftán suelto en tonos azules.
– Yo -dijo con una voz que no daba lugar a dudas. Nita había acompañado a Blue por el pasillo, algo que les había parecido perfecto a las dos. Virginia todavía estaba en Colombia, defendiendo a los que no tenían ni voz ni voto. Dean le había enviado un móvil, y Blue y ella habían hablado con más frecuencia, pero Blue sabía que el móvil no tardaría en acabar en algún orfanato o en el bolsillo de algún médico.
Riley se levantó del banco delantero de la iglesia. Estaba muy hermosa y parecía muy feliz con su vestido de color azul pastel y los capullos de rosa blancos adornando su pelo oscuro. Jack cogió la guitarra para hacer los acompañamientos en la balada que habían compuesto juntos para la ceremonia. La asombrosa voz de Riley resonó en la iglesia, y cuando Jack se le unió en los coros, los pañuelos aparecieron por todas partes.
Era el momento de pronunciar sus votos. Dean bajó la mirada hacia ella, sus ojos brillaban con ternura tal como Blue sospechaba que brillaban los suyos. A su alrededor todo era perfecto: la luz de las velas, las orquídeas, su familia y sus amigos.
Blue se puso de puntillas.
– Gracias a April -susurró ella-, tienes la boda con la que soñabas desde que eras una niñita.
La explosión de risa de Dean era una razón más para que Blue amara a ese hombre con todo su corazón.
Pasaron la noche de bodas a solas en la casa de la granja. Por la mañana tomarían el avión privado de Jack para pasar la luna de miel en la casa que éste poseía en el sur de Francia, pero esa noche se conformaban con estar desnudos y saciados en la confortable cama que habían colocado delante de la chimenea de la sala.
Ella deslizó una rodilla entre los muslos de Dean.
– Pues para ser dos tíos que se burlan de los hombres que se abrazan, Jack y tú habéis dado hoy un buen espectáculo.
Dean apretó los labios contra su pelo.
– Al menos no nos hemos peleado, que es más de lo que tú puedes decir.
– No fue culpa mía. ¿Cómo iba a saber que Karen Ann tenía intención de colarse en el banquete?
– Apuesto lo que quieras a que jamás amenazará a otro pastel de boda. Pasaste por encima de dos linebackers para llegar hasta ella.
Blue sonrió.
– Mi parte favorita es cuando April empezó a gritar «¡No, Blue! ¡Te cargarás el Vera Wang!»
Dean se rió entre dientes.
– La mía es cuando Annabelle se acercó corriendo para echarte una mano.
Comenzaron a rozarse las narices. Una cosa llevó a la otra, y pasó algún tiempo antes de que reanudasen la conversación.
– Todavía estoy tratando de acostumbrarme a tener una esposa rica-dijo él.
– Es duro. -Bueno, era cierto que sus cuadros se estaban vendiendo como churros. La gente normal, que no sabía nada de arte, pero sabía muy bien lo que le gustaba, se los quitaba de la mano en cuanto los terminaba. Su trabajo también le había dado a Dean una orientación sobre a qué se dedicaría en el futuro. April y él iban a dedicarse a los negocios, y comenzarían por comercializar una línea de ropa basada en los fantásticos diseños de Blue. April creía que para el año siguiente tendría a la venta los primeros artículos. Para cuando Dean se retirara, y si la cosa marchaba bien, esperaban ampliar la línea con muebles y decoración para el hogar. Considerando el impecable gusto y la perspicacia comercial de Dean, Blue no dudaba del éxito que tendrían.
Dean observó el enorme lienzo que dominaba la pared más larga de la sala, era la razón de que celebraran allí la noche de bodas y no arriba, en el dormitorio. Acarició el hombro de Blue.
– No creo que ningún novio haya tenido un regalo de boda mejor.
– Lo vi en un sueño. -Blue acomodó la cabeza en el hueco del cuello de Dean-. Es exactamente como va a ser nuestra vida. Apenas dormí mientras lo pintaba.
Blue había pintado la granja, pero como en todas sus creaciones, ése era un mundo mágico donde el verano daba paso al invierno, la primavera al otoño. Había abierto las paredes de la casa de la granja para mostrar qué ocurría en el interior. En una habitación, todos estaban sentados alrededor de un árbol de Navidad. En otra, rodeaban a una anciana que apagaba la vela de una tarta de cumpleaños. Los perritos retozaban en la cocina. Había una fiesta por la victoria de la Superbowl en el patio trasero, y la celebración del Cuatro de Julio se desarrollaba en el patio lateral. En el porche delantero, una diminuta figura vestida con un traje de castor, pero sin cabeza, estaba sentada sobre una calabaza de Halloween. Un camino llevaba al estanque, donde un padre y su hija tocaban la guitarra al lado del agua y una mujer con una larga melena rubia levantaba los brazos al cielo. Había caballos pastando. Unos pájaros de fantasía estaban posados en el tejado del granero. Y muy por encima de la granja, descendía un globo con un par de bebés sonrientes en la canasta, cada cuál más encantador.
El anillo de boda de Dean brilló bajo la tenue luz de las llamas cuando señaló hacia el lado izquierdo de la tela.
– Después del globo, esa parte es la que más me gusta.
Blue no tuvo problema en adivinar a qué parte se refería.
– Sabía que sería así.
La caravana gitana, que tanto amaba, estaba asentada bajo un manto de árboles. Gruesas vides sujetaban las ruedas firmemente en su lugar. Dean y ella estaban de pie al lado, y todos sus seres queridos bailaban a su alrededor.
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