– ¿El que? -preguntó Claudia, con mirada ausente. Lucy estaba hablando como si llevaran meses sin verse, en vez de una sola noche, pero ella no la estaba prestando demasiada atención.
– ¡Justin va a llevarte a Menesset! -anunció Lucy excitada.
– ¿Qué? -preguntó Claudia, volviendo a la realidad.
– He cancelado tu billete -explicó Lucy.
– ¿Qué? -preguntó asombrada Claudia, que estaba en ese momento soñando que David había cancelado su billete para que no se marchara.
– He estado pensando mucho en lo que me dijiste y me pareció la oportunidad perfecta de arreglar las cosas.
– ¿Qué dije?
– Ya lo sabes, lo de que no habías podido estar a solas con Justin ni tener la oportunidad de saber cómo habrían sido las cosas en otras circunstancias. Me sentí fatal por no darme cuenta de que estabas enamorada de él y no pude evitar pensar que volverías a Inglaterra más triste de lo que habías venido. Así que, Justin me prometió que te llevaría a Menesset mañana y yo pensé que de ese modo tendrías dos días y una noche para conoceros el uno al otro mejor.
– Lucy… -comenzó Claudia, desesperada.
– Dije a Justin que te daba miedo viajar después de lo que había pasado y que si te podía llevar él. Te diré, Claudia, que le encantó la idea -continuó excitada Lucy-. Es más, se puso tan contento que yo creo que siente lo mismo que tú por él. Lo único que tienes que hacer es decirle que no estás realmente casada. A David no creo que le importe que te vayas antes. ¡Ha salido todo tan bien al final, que después de todo, casi me creo la predicción!
– Pero… -dijo Claudia, mirando aturdida a su prima.
No quería hablarle de la noche anterior, de su amor por David. No después de la frialdad de éste aquella misma mañana. Pero hablaría con Justin y le explicaría que no podía irse con él. Y esa noche… esa noche arreglaría todo con David.
Más tarde se arrepintió de no haberle contado a Lucy la verdad, pero en ese momento fue más fácil sonreír y dejar que su prima siguiera hablando sin parar. Después, por supuesto, fue demasiado tarde.
Estaban en el club cuando David y Patrick aparecieron. No había señales de Justin todavía y Claudia estaba sentada al lado de la piscina, mirando el agua y preguntándose cuánto tiempo faltaba para tener a David sólo para ella. Fue Lucy quien lo vio aparecer y, para evitar a Claudia la difícil situación con Justin, decidió contárselo ella misma.
– ¡David! ¡Justo a quien quería ver! Escucha, te da igual que Claudia se vaya mañana o el domingo, ¿no?
– ¿Mañana? ¿Por qué?
– Justin va a llevarla a Menesset mañana -dijo Lucy, bajando la voz-. A Claudia le resultaba difícil contártelo, pero está enamorada de Justin y ésta es la única oportunidad que tiene de estar a solas con él.
– ¿Estás segura de que Claudia quiere? -preguntó aturdido, como bajo el efecto de una pesadilla.
– Absolutamente segura. Claudia nunca habla de sí misma, pero está muy triste porque piensa que nunca va a saber lo que Justin podría sentir por ella. Ha sido muy duro desear estar con él y tener que fingir ser tu esposa.
Lucy vaciló unos segundos al ver el rostro de David, pero continuó suplicante.
– Ha hecho todo lo que le has pedido, David, y sé que ha sido porque no quiere poner las cosas más difíciles para Patrick, pero ya tienes el contrato y Claudia merece luchar por su felicidad. Deja que le diga a Justin que no está realmente casada. Ya no hace falta que disimule por más tiempo que está casada contigo, ¿no es así?
– Sí -dijo David, sorprendido de ver que podía aparentar tranquilidad cuando lo único que le apetecía era ponerse a romper todos los muebles de su alrededor. ¿Por qué Claudia no habría dicho nada la noche anterior? ¿Estaría tan preocupada por Patrick?
Claudia notó que algo había pasado al ver aparecer a David en la entrada. Su corazón dio un vuelco al verlo, y sonrió cuando vio que él y Lucy se acercaban. Pero los ojos de él eran fríos y expresaban dureza.
– Le he dicho a David que te vas mañana con Justin -anunció Lucy.
– ¡Oh! Pero…
– Por lo menos no tendrás que aguantar el vuelo hasta Menesset de nuevo -dijo él, con voz controlada, casi complacida-. Me parece una buena idea.
– ¿No te importa? -preguntó incrédula.
– ¿Por qué iba a importarme? Como Lucy ha dicho, no hace falta que sigas aquí más tiempo. Todo el mundo sabía que ibas a estar durante dos semanas, así que no les sorprenderá que te vayas un día antes. Y mereces estar algún tiempo sola -se volvió hacia Lucy-¿Por qué no pasa la última noche contigo? Para Justin será más fácil recogerla en tu casa y no importa ya lo que piense el jeque. Sabe que ibas a volver pronto a Inglaterra.
– Es una idea estupenda -gritó alborozada Lucy, mientras que Claudia mantenía la mirada fija en David.
¿Por qué se comportaba así? ¡No le iba a dar ni siquiera oportunidad de explicarse!
– ¿Y mi maleta? -dijo, con voz llorosa.
– Quizá Patrick pueda llevarte al palacio a recogerla -dijo David, mirando al hombre que asentía y se guardaba para sí su opinión-. Tengo que volver al despacho. Estoy esperando un fax desde Londres.
Claudia no podía creer lo que estaba ocurriendo. ¿De verdad prefería ir a esperar un fax que quedarse con ella? ¿Iba de verdad a dejarla sin más que una fría despedida después de la noche anterior?
¡Así parecía!
– Así que nos diremos adiós ahora -continuó David, con voz indiferente-. Gracias por tu ayuda con el jeque. Sin duda, te alegrarás de volver a ser una mujer soltera de nuevo.
Claudia no pudo evitar que la rabia la invadiera. ¿Cómo era posible que hiciera el amor con ella y luego la tratara como a una desconocida? ¿Cómo se atrevía a salir de su vida sin escuchar lo que pensaba ella?
Pero si David creía que era el tipo de mujer que podía acostarse con un hombre una noche y marcharse con otro al día siguiente, no podía enamorarse de él de ninguna manera. Lo abandonaría porque sólo era un hombre estúpido y arrogante. ¡No le importaba!
– Adiós -dijo ella, con una risa artificial-. ¡Ha sido muy interesante conocerte!
Por unos segundos sus ojos se encontraron, reflejando amargura y enfado, luego David se dio la vuelta, hizo un breve saludo a Patrick y Lucy y salió.
– ¿Llegó Claudia a tiempo? -preguntó David a Lucy, después de varios días intentando evitarla. Sabía que tendría que preguntarle en algún momento por ella.
– Me imagino que sí. Llegaron bien al aeropuerto, pero el viaje no fue tan maravilloso como había pensado. Cuando Justin apareció a recogerla, iba con él Fiona Phillips y la pobre Claudia se sintió un estorbo todo el tiempo. Pobre Claudia, nada le sale bien.
David estaba furioso consigo mismo por el vuelco involuntario de su corazón. Había pasado los últimos días intentando olvidarse de Claudia, pero no lo conseguía. Su perfume seguía prendido en las sábanas y su presencia suspendida en el aire, como si en cualquier momento pudiera aparecer.
– ¿Claudia se… enfadó mucho?
– No me contó los detalles, pero creo que estaba a punto de echarse a llorar. De hecho, no creo haber visto a Claudia nunca tan triste -continuó con pena-. Fue horrible. Sonreía y decía lo que tenía que decir, pero sus ojos estaba desolados. Lo único que quería era estar a solas con Justin y ni eso consiguió.
Claudia no había pasado la noche a solas con Justin. Eso fue lo único que le importaba a David en aquel momento, y por un instante, las garras que se habían clavado en su corazón se soltaron, antes de volver con nuevas fuerzas pidiendo venganza. Lucy era la persona que conocía mejor a Claudia y, si pensaba que ella estaba enamorada de Justin, sería cierto.
Y Claudia no había sabido que Fiona iba a ir con ellos cuando decidió ir a Menesset con Justin. Debió de pensar que iba a pasar a solas con él aquella noche. ¿Si no, por qué no se había negado a hacer el viaje? ¿Por qué no le había dicho a Lucy que prefería quedarse una noche más?
Porque no lo había deseado. David pensó que era hora de enfrentarse a la verdad. ¿Por qué había esperado otra cosa diferente? ¿Pensaba que ella iba a dejar todo y quedarse alegremente con él? La vida real no era así, había dicho Claudia, y tenía razón. Habían pasado una noche estupenda juntos, una maravillosa noche, pero no había nada más profundo entre ellos.
Era él quien se había enamorado de ella, a pesar de que su experiencia con Alix le tendría que haber advertido. Claudia no era su tipo de mujer, igual que él no era el tipo de hombre para ella. Debía de olvidarse de aquellas dos semanas de una vez por todas.
Fue inútil. Claudia había hecho todo lo posible para olvidarse de David. Se había concentrado en el trabajo con todas sus fuerzas, con la esperanza de llegar a casa demasiado cansada para pensar. Cuando podía, quedaba con amigos después del trabajo para ir a conciertos, al cine, al teatro… a cualquier sitio donde no tuviera posibilidad de hablar.
No podía explicar lo de David. Ni siquiera ella entendía por qué lo amaba. Todo lo que sabía era que él permanecía en una parte profunda de ella. Sin él, no era una mujer completa.
No había sido así cuando Michael se había marchado. Se había sentido dolida y triste, pero por orgullo. No había sentido esa sensación de angustia o pérdida, ni ese terrible vacío, esa sensación de que respirar era un esfuerzo. La imagen de David estaba siempre con ella. Su recuerdo la hacía estremecerse.
No podía seguir así, decidió tres semanas después de que hubiera vuelto a Londres, al borde de la desesperación. Quizá David la había herido cuando se había despedido tan fríamente aquel último día, pero puede que tuviera sus razones. Y puede también que cambiara de opinión si ella dejaba a un lado su estúpido orgullo y le decía claramente lo que sentía por él. El se asombraría, se avergonzaría, pero si había alguna posibilidad de arreglar las cosas, tendría que intentarlo. ¿No merecía la pena luchar por lo que ella y David habían descubierto bajo las estrellas?
David estaría ya en Londres. Lo único que tenía que hacer era llamarlo y decirle que quería hablar con él. Claudia alcanzó la guía de teléfonos y buscó GKS Engineering Associates.
David estaba cansado. Se pasó una mano por el rostro y trató de esforzarse por concentrarse en la propuesta que tenía que hacer aquella tarde, pero le resultaba imposible. Era el diecisiete de septiembre, su cuarenta cumpleaños y nunca en su vida se había sentido más solo y vacío. Claudia habría dicho que estaba en crisis.
Claudia… Sólo pensar en ella destrozaba su corazón. Había esperado que las cosas le resultaran más fáciles una vez en Londres, donde no había recuerdos de ella, pero la memoria se negaba a dejar a un lado Shofrar. Los recuerdos le acompañaron, se escondieron en los rincones de su mente listos para acorralarlo en cualquier instante. Recordaba su barbilla, el humo de sus ojos, la expresión intensa cuando se ponía los pendientes…
Claudia nunca había estado en su casa, pero David seguía estando hasta tarde en el despacho para no tener que estar a solas con su recuerdo. Parecía además estar volviéndose más huraño e irritable cada día. Incluso sus empleados comenzaban a evitarlo.
Dio un suspiro, dejó a un lado el proyecto y abrió el cajón de la mesa. El collar que el jeque le había dado a Claudia aquella noche estaba allí guardado. Jugó con las cuentas de plata y recordó cómo él se lo había puesto alrededor del cuello. Era lo único que Claudia no se había llevado.
David acarició la caja de terciopelo y finalmente se decidió. No podía seguir así. Tenía que ver a Claudia. No sabía qué iba a decirle o qué iba a hacer, pero tenía que verla una vez más. Alcanzó el teléfono y marcó un número, antes de tener la posibilidad de cambiar de opinión.
– ¿Patrick? -soy David, dijo, aclarándose la garganta-. Escucha, siento llamarte a casa, pero Claudia se dejó un collar en Telama'an y quiero devolvérselo. No tengo su dirección…
Claudia estaba en pie enfrente del edificio principal de GKS y miró hacia la fachada de cristal con respeto. Hasta aquel momento no se había dado cuenta del poder que tenía David y sus nervios estuvieron a punto de abandonarla. ¿Por qué alguien con tanto dinero iba a perder el tiempo con ella?
Entonces, le vino a la mente la imagen de David bajo las estrellas, donde ninguno de los dos tenía nada. Pensó entonces que tenía que confiar en que, el hombre que estaba en aquel prestigioso edificio y el que le había hecho té en el desierto, eran la misma persona.
Claudia había agarrado el teléfono varias veces, sólo una de ellas llegó a marcar el número, aunque colgó de inmediato. ¿Y si decía algo equivocado? ¿O si estaba ocupado o se negaba a escucharla? ¿Y si la escuchaba, pero se negaba a verla?
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