– ¿Pero te casarás conmigo?

– ¡Todavía no!

Él comenzó a acariciarla lentamente. Su propio cuerpo estaba tenso y listo para penetrarla y dejarse arrastrar por el deseo y la pasión. Sin embargo, prefirió esperar. Quería aprender a comprenderla en su totalidad y disfrutar del brillo de su piel, del temblor de sus muslos y del sonido de sus gemidos de placer. Y cuando terminó de hacerlo, entró en ella. Después, se estremecieron y disfrutaron en una danza acompasada y llena de rituales mucho más antiguos y fundamentales que los de la realeza de Nabotavia. Aunque por muy primitivos que fueran, Damián no estaba dispuesto a cambiarlos por nada del mundo.

Por fin, cuando estaban a punto de alcanzar el éxtasis, el príncipe le susurró al oído:

– ¿Quieres casarte conmigo?

Ella echó la cabeza hacia atrás y lo miró a los ojos.

– Sí, Damián -respondió, alto y claro-. Me casaré contigo.

La declaración de Sara fue una esperanza y una promesa. Y lo dijo con todo su corazón.

Morgan Raye

  • 1
  • 27
  • 28
  • 29
  • 30
  • 31
  • 32