Aterrada, Lorna corrió directamente hacia Jens, pues necesitaba sentir la tranquilidad de sus brazos rodeándola, pero sólo encontró allí a dos amigos de su padre, miembros del club, que observaban el molde y hacían preguntas sobre el diseño. En el camino, compuso una expresión de circunstancias y corrió al encuentro de la tía Agnes. Pero, por desgracia, Agnes estaba en su cuarto, durmiendo la siesta envuelta en una colcha de estambre, y la muchacha no tuvo corazón para despertarla. Corrió abajo y estaba cerrando de un golpe la puerta principal cuando Levinia la llamó desde la entrada del salón pequeño:
– Lorna, ¿a dónde vas?
– ¡A casa de Phoebe! gritó, saliendo como si la persiguiera un tornado.
Phoebe, ¡bendita sea su alma!, estaba en la casa, tocando el piano cuando Lorna irrumpió.
– Phoebe, te necesito.
– Lorna, hola… Oh, ¿qué sucede?
Lorna se deslizó en el asiento del piano y cayó en brazos de su amiga.
– Estoy asustada y enfadada, y quisiera atar a mi madre a su estúpido mirador junto con las enredaderas de clemátides y dejarla allí todo el invierno!
– ¿Qué pasó?
– Aunque le dije que no quería casarme con Taylor, dijo que, de todos modos, fijaría una fecha. ¡Phoebe, no quiero casarme con él, no quiero!
Phoebe abrazó con fuerza a su amiga y pensó en una respuesta que no sonara como un intento de aplacarla pero, como no la halló, la reservó y dejó que despotricara.
– No quiero terminar como mi madre. No podría vivir así. Phoebe, le pregunté si amaba a mi padre, y ni aun pudo mentirme al respecto. Simplemente, no me contestó. Se escapó por la tangente con los planes para la boda, parloteando de Smythe y de f…frambuesas y j… junio en el mi… mirador…
Rompió a llorar.
– No llores. Oh, por favor, querida, no llores.
– No lloro. Bueno, sí, pero estoy tan furiosa como perturbada. -Lorna se sentó y contrajo los puños-. No somos nada, Phoebe, ¿te das cuenta? Lo que queremos, lo que sentimos, a quién amamos, se desecha sólo porque somos mujeres y, peor aun, mujeres que pertenecemos a hombres ricos. Si yo llevara los pantalones, podría decir cásate conmigo o no te cases, y nadie podría mover una pestaña. Sin embargo, mira lo que nos hacen: nos entregan como esclavas sociales. ¡Bueno, no pienso permitir que me vendan como esclava! ¡Ya verás, no lo permitiré!.
Phoebe se esforzaba por contener la risa mordiéndose el labio, porque Lorna aparecía furiosa y bella al mismo tiempo.
– ¡Está bien, ríete si quieres! -la reprendió Lorna.
Phoebe lo hizo. Soltó una carcajada que alivió la tensión en la sala.
– No pude evitarlo. Tendrías que verte. Tendrías que oírte. Si estuviera en el lugar de tus padres, tendría un miedo mortal de enfrentarme contigo. ¿Acaso este Jens sabe la arpía que se lleva?
Phoebe acertó en la elección de la réplica, pues Lorna sucumbió a la broma.
– Por supuesto, adivinaste. Me pidió que me casara con él… ¿o no? Ahora que te lo cuento, no sé quién de los dos lo pidió: sencillamente, nos pusimos de acuerdo como si fuese inevitable. Pero antes tiene que terminar el Lorna D, y tiene que ganar la regata para que pueda conquistar reputación. Entonces, mi padre verá que Jens será alguien. Oh, lo es, Phoebe, yo lo sé.
– Pero tu madre habla de una boda en junio.
Phoebe pensó un rato, y dijo:
– Podrías proponerle que sea en agosto.
– No puedo mentir más. Ya mentí una vez. Tiré el reloj de Taylor al lago y le dije que lo había perdido.
– Olvida mi sugerencia.
Lorna suspiró. Se dio la vuelta hacia el teclado del piano y tocó un acorde menor, dejando que sonara por el salón hasta que se convirtió en un recuerdo.
– La vida es tan complicada? -se lamentó, dejando caer la mano sobre el regazo y contemplando las notas blancas que bailoteaban sobre una hoja de papel, en el atril del piano.
– Y crecer es tan duro…
Cuando Lorna y Phoebe eran niñas, en ocasiones tocaban a dúo y las tías aplaudían y pedían otra pieza, y los padres se jactaban de lo brillantes y talentosas que eran sus hijas. En aquel entonces, la vida era tan simple…
– A veces quisiera tener doce años otra vez -comentó Lorna.
Se quedaron calladas, meditando en las dificultades de los dieciocho, hasta que Phoebe preguntó:
– ¿Hablaste con tu tía Agnes?
– No. Estaba durmiendo.
– Habla con ella. Confía en ella. Puede ser que interceda por ti ante tu madre.
La perspectiva aterró a Lorna. Hundió la cabeza en las manos y sus codos sobre el piano hicieron, ¡Dangl se sintió muy desdichada. ¿Y si la tía Agnes lo hacía, y la madre le contaba al padre, y este echaba a Jens? "Supongamos que voy yo misma a decirle que estoy enamorada de Jens Harken", pensó. "No me sorprendería que adelantara aún más la fecha de la boda."
A Phoebe se le ocurrieron cosas parecidas: estaba saliendo con Jack Lawles a pesar de que sólo tenía ojos pan Taylor Du Val. Era muy probable que llegara el día en que los padres diesen la orden de con quién tendría que casarse y. casi seguro, sería Jack.
– Te diré una cosa… -dijo, frotando con cariño la espalda agobiada de Lorna-. ¿Qué te parece si voy a decirle a tu madre que me casaré con Taylor y, cuanto antes, mejor. ¿La desatarías del mirador y la dejarías planificar mi fiesta de boda? Creo que no existe en White Bear Lake una mujer que pudiera hacerlo mejor.
Lorna rió, abrazó a su amiga y se quedaron sentadas en el banco del piano sin más soluciones que las que tenían cuando llegó.
Esa noche, para evitar la cena, le dijo a su madre que no se sentía bien. Alrededor de las ocho, Theron asomó la cabeza en el dormitorio de Lorna y preguntó:
– ¿Estás enferma, Lorna?
Estaba sentada en el asiento junto a la ventana con el camisón y las rodillas contra el pecho.
– Ah, hola, Theron. Entra. No, en realidad no estoy enferma.
– Entonces, ¿por qué no vienes a la fiesta?
Fue a sentarse a los pies de su hermana con una nalga apoyada en el asiento acolchado.
– Estoy triste, eso es todo.
– ¿Por qué?
– Cosas de mayores.
– Ah. -El niño se puso pensativo, y lanzó una conjetura-: Por ejemplo, ¿encontrar buenos criados y el precio de la compra?
Sonriendo a pesar de sí misma, Lorna le revolvió el cabello:
– Sí, algo así.
– ¡Eh, ya sé! -exclamó, animándose de pronto-. ¡Espera aquí!
Se levantó y corrió hacia la puerta. Lorna oyó los pasos que sonaban por el pasillo hasta el dormitorio de Theron, una pausa, y la puerta que se cerraba antes de que volvieran los pasos. Entró agitado, sin aliento, y se precipitó hacia el asiento de la ventana:
– Ten. -Le tiró los prismáticos en las manos-. Puedes usarlos un rato. Nadie puede sentirse triste cuando puede tener a los pájaros en su propia habitación, dormir en los árboles y navegar en un gran navío. Toma, los sacaré para ti. -Los sacó del estuche y se los dio-. No tienes más que ponértelos en los ojos. ¡Ya verás!
Lorna siguió las indicaciones y el muelle iluminado por la luna pareció saltar hacia ella.
– Tiemblan las cuadernas! -exclamó, y enfocó la cara de Theron-. Hay un pirata en mi cuarto. Creo que es el capitán Kid.
Al oírlo reír, se sintió mejor.
– Gracias, Theron -le dijo con sinceridad, bajando los prismáticos de bronce y sonriendo a su hermano con afecto-. Esto es lo que yo necesitaba.
Entonces, el niño sintió pudor y no supo qué hacer. Se rascó la cabeza con las uñas carcomidas hasta que el cabello le quedó erizado como melcocha cristalizada.
– Bueno, creo que tengo que irme a la cama.
– Sí, yo también. Hasta mañana. Que duermas bien…, y no dejes que te piquen los chinches.
Theron hizo una mueca de disgusto.
– ¡Aj, vamos, Lorna, esa es una expresión para niños pequeños!
– Oh, lo siento.
Se encaminó hacia su cuarto.
– Otra vez, gracias, Theron.
Al llegar a la puerta, se volvió y le lanzó una última mirada amorosa a sus prismáticos:
– Eh, Lorna, no los dejes afuera durante la noche ni nada parecido. Y que no les entre arena.
– No lo haré.
– ¿Cuántas noches crees que los necesitarás?
"Hasta la regata del verano próximo", pensó.
– ¡Oh!, creo que con dos o tres será suficiente.
– Está bien. Volveré a buscarlos, pero no los dejes al alcance de Jenny ni de Daph.
– No lo haré.
Lo saludó con los prismáticos.
– Hasta mañana -dijo el niño, y se marchó.
Cuando se hubo ido, Lorna dejó los prismáticos sobre el regazo hasta que los sintió tibios contra la palma. Examinó esa prueba de amor y sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas. "Encontrar buenos criados y el precio de la compra…" Sonrió para sí. ¿Acaso sabía qué era la compra? ¡Querido, dulce Theron! Algún día crecería, y se convertiría en un hombre: esperaba que fuese más parecido a Jens que a su padre. Se sintió abrumada por el amor más tierno y conmovedor que había sentido nunca hacia su hermano. Acongojada, se sentó un buen rato en el asiento junto a la ventana, y descubrió algo que hasta entonces no sabía: que el amor se alimenta a sí mismo y se multiplica cuanto más se da. Del mismo modo que el amor por Jens le había abierto los sentidos hacia el ambiente físico que la rodeaba, le había abierto el corazón al amor más genuino de los que la rodeaban. Hasta por mamá, con sus prioridades confundidas, y papá, con ese rostro hinchado y carente de afecto. En verdad los amaba, pero estaban equivocados. Por supuesto, su padre apoyaría a su madre cuando esta dijese que era hora de fijar la fecha para la boda de Lorna. Y hablarían al respecto en el club y en los tés de la tarde, con los padres de Taylor, y se referirían al hecho de que Lorna sería la esposa de Taylor como algo predeterminado.
¿Cómo podría hacerles cambiar de parecer? Aunque fuese difícil, sabía que tendría que intentarlo, y pensaba hacerlo esa noche.
Cuando terminó la cena, todavía estaba despierta, acostada en la cama, oyendo a sus padres subir la escalera, usar el cuarto de baño y retirarse al dormitorio. Salió de la cama, se puso la bata y fue al cuarto de sus padres.
A la llamada de Lorna en la puerta siguió un silencio sorprendido, y luego la voz de su padre:
– Sí, ¿quién es?
– Soy yo, papá, Lorna. ¿Puedo entrar?
El mismo Gideon le abrió la puerta, con los pantalones sobre un traje de dormir de una pieza de manga corta, con los tirantes colgando. Vio que Levinia ya estaba acostada. En el cuarto se percibía el intenso olor del cigarro.
– Tengo que hablar con vosotros.
Rara vez había entrado en ese cuarto, siendo mayor y, hasta ese momento, nunca había entendido por qué. Aunque estaba cubierta de tela de algodón blanco hasta las orejas, Levinia se apretaba las mantas contra el pecho.
Lorna cerró la puerta y apoyé la espalda en el picaporte, sosteniéndose detrás de sí misma.
– Lamento no haber bajado a cenar esta noche, y lamento haber mentido. No estaba enferma: lo que sucedía era que no quería estar con Taylor.
Gideon dijo:
– Tu madre me contó la absurda declaración que hiciste de que no querías casarte con él. Muchacha, ¿qué diablos te sucede?
– No lo amo, padre.
Con los ojos reducidos a ranuras, Gideon la miró con aire burlón y resopló, al tiempo que le daba la espalda:
– Esa es la afirmación más estúpida que oí jamás.
– ¿Por qué?
– ¡Por qué! -Giró hacia ella-. ¡Muchacha, si quieres que te diga, eres más tonta de lo que pensaba! Estoy totalmente de acuerdo con tu madre. Taylor Du Val adora el suelo que pisas. Es ambicioso, brillante, y ganará su propia fortuna para cuando llegue a los treinta, tal como hizo el padre en su momento. Pertenece a nuestro círculo social, y los padres están tan satisfechos como nosotros de que estéis juntos. ¡Asunto concluido! ¡Te casarás con él en junio, cuando tu madre lo disponga!
Lorna lo miró impotente, furiosa, temblando por dentro.
– Papá, por favor…, no…
– ¡Dije que era asunto concluido!
Lorna apretó los labios con fuerza. Asomaron las lágrimas. Brotaron. Girando con brusquedad, abrió la puerta y la cerró con tal fuerza que la ceniza del cigarro de Gideon cayó en el cenicero. Todos los habitantes de la casa oyeron los pasos de Lorna andando por el pasillo y la puerta de la habitación que golpeaba cuando entró, se arrojó en la cama y se hundió, boca abajo, sollozando como si se le rompiera el corazón.
Diez minutos después, todavía lloraba cuando Jenny entró y se acercó a la cama, vacilante. Lorna no advirtió la presencia de su hermana hasta que le acarició el pelo con suavidad.
– Lorna… Lorna, ¿qué ha pasado?
– Oh, Jennneeee… -gimió.
Jenny se subió a la cama y Lorna se acurrucó en brazos de su hermana.
– Quieren casarme con Taylor, y yo no quiero.
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