Él no podía mirarla a los ojos.

– Sólo deberías haberlo sabido, eso es todo.

No dijeron nada más. Abandonaron el edificio y anduvieron atrás a través del aparcamiento del estadio. Una gran aclamación sonó por encima de la grada y el altavoz anunció, "Primer Down. Wynette."

Dallie tomó su mano y se la metió, junto con la suya, en el bolsillo de su cazadora azul marino.

– ¿Estás muy enfadada conmigo por llegar tarde?

Holly Grace se giró hacia la puerta del gimnasio. Por una fracción de segundo se sintió desorientada cuando miró fijamente al Dallie de veintisiete años que se apoyaba contra el poste del centro, pareciendo más alto y más sólido, pero tan hermoso como el niño malhumorado de diecisiete años del que se había enamorado. Ella se recuperó rápidamente.

– Desde luego que estoy enfadada. En realidad, le dije a Bobby Fritchie que saldría con él esta noche para salir con él en vez de esperarte -se colgó el bolso de su hombro y le dejó cogerla de la mano-. ¿Has averiguado algo sobre la pequeña muchachita británica?

– Nadie la ha visto, pero no creo que esté todavía en Wynette. La señorita Sybil le dio el dinero que le dejé, debería estar ya de camino a Londres.

Holly Grace podía ver que él estaba todavía preocupado.

– Pienso que te preocupas más por ella de lo que quieres admitir. Aunque para serte sincera… aparte del hecho que era una chica realmente guapa… No sé exactamente por qué.

– Ella era diferente, eso es todo. Te diré una cosa. Nunca en toda mi vida me había implicado con una mujer tan diferente a mí. Las contraposiciones pueden atraer al principio, pero no se mantienen juntas demasiado tiempo.

Ella le miró, había una tristeza breve en sus ojos.

– A veces las parejas que tienen mucho en común, tampoco se mantienen demasiado tiempo.

Él le agarró, moviéndose de aquel modo lento, atractivo que solía derretir sus huesos. La cogió en sus brazos para bailar, tarareando "You've Lost That Lovin Feelin" en su oído. Incluso con la música improvisada, sus cuerpos se movían juntos perfectamente, como si hubieran estado bailando el uno con el otro durante un millón de años.

– Maldita sea, si que eres alta cuando llevas esos zapatos -se quejó él.

– ¿Eso te pone nervioso, verdad? Que tenga necesidad de ponerme a tu misma altura.

– Si Bobby andara por aquí y te viera llevar esos tacones altos sobre su parquet de baloncesto nuevo, no podría defenderte.

– Es complicado para mí pensar en Bobby Fritchie como el entrenador de baloncesto de Wynette. Recuerdo pasar por la puerta de la oficina mientras los dos estabaís allí detenidos.

– Eres una mentirosa, Holly Grace Beaudine. Nunca me detuvieron por la mañana en mi vida. Solía tener mucho cuidado.

– Lo hiciste, y lo sabes. La señorita Sybil levantaba tanto infierno siempre que cualquiera de los profesores se quejaba de tí que estaban cansados de discutir con ella.

– Tú lo recuerdas a tu manera, y yo a la mía.

Dallie descansó la mejilla contra lo suya.

– Recuerdo nuestro primer baile de principio de temporada. Creo que no he sudado tanto en mi vida. Durante todo el tiempo que estubimos bailándo, seguía teniendo la necesidad de poner más espacio entre nosotros debido al efecto que tenías sobre mí. Todo en lo que podía pensar era como llevarte al asiento trasero de El Dorado que había tomado prestado, excepto que sabía que volvería sólo, no podía tocarle debido al modo en que habíamos hablado. Fue la noche más miserable que he pasado en toda mi vida.

– Según recuerdo, tus noches miserables no duraron demasiado tiempo. Debo haber sido la muchacha más fácil de todo el condado. Maldita sea, me pusiste de tal manera que no podía pensar en nada excepto en tener sexo contigo. Después de que BillyT me hiciera sentir tan mal, estaba dispuesta a ir al infierno para hacerlo…

Holly Grace estaba tumbada encima de la estrecha cama de la lamentable habitación de Dallie, con los ojos entrecerrados cuando él empujó su dedo dentro de ella. Él gimió y se frotó contra su muslo.

Sentía la tela de sus vaqueros contra la piel desnuda de su pierna. Sus bragas estaban tiradas en el suelo de linóleo al lado de la cama con sus zapatos, pero por lo demás más o menos estaba vestida… la blusa blanca desabotonada hasta la cintura, el sostén desatado y empujado a un lado, la modesta falda de lana cubría la mano de Dallie mientras él exploraba entre sus piernas.

– Por favor…-susurró ella. Se arqueó contra su palma. Su respiración parecía pesada y estrangulada en su oído, sus caderas se movían rítmicamente contra su muslo. Ella pensaba que no podría soportarlo más.

Durante los dos meses pasados, sus sesiones de toqueteos se habían puesto más calientes y más calientes hasta que no pudieron pensar en nada más. Pero de todos modos se contuvieron… Holly Grace porque no quería que él pensara que ella era fácil, Dallie porque no quería que ella pensara que él se parecía a BillyT.

De repente ella arrugó su mano en un puño y le golpeó detrás del hombro. Él se separó, sus labios mojados, hinchados de besarla, su barbilla roja.

– ¿Por qué haces eso?

– ¡Porque no puedo soportar esto más! -exclamó-. ¡Quiero hacerlo! Sé que es un error. Sé que no debería dejarte, pero no puedo soportarlo más. Me consume el fuego.

Ella intentó hacerlo entender.

– Todos aquellos meses, BillyT me obligaba a hacerlo. Todos aquellos meses me hacía daño. ¿No tengo derecho, por una vez, de escoger por mí?

Dallie la miró durante un largo rato para asegurarse que hablaba en serio.

– Quiero que sepas que te amo, Holly Grace. Te amo más que a mi vida entera. Todavía te amaré incluso si dices que no.

Sentándose encima de él, se quitó la blusa y dejó caer el sostén sobre sus hombros.

– Estoy harta de decirte que no.

Incluso aunque ellos se habían tocado por todas partes, habían puesto una regla de mantener la mayor parte de su ropa puesta, así que esta era la primera vez que él la veía desnuda de cintura para arriba. Él la miró con temor y luego extendió la mano y acarició con un dedo apacible su pecho.

– Eres tan hermosa, nena -le dijo, con voz ahogada.

Una oleada de felicidad la inundó al ver la emoción en su expresión y comprendió que quería dar todo lo que tenía a este muchacho que la trataba con tanta ternura. Se inclinó hacía delante, empujando sus pulgares en los bordes de sus calcetines hasta la rodilla, y se los quitó.

Después desató la cinturilla de su falda, levantando sus caderas para quitársela hacía abajo. Él se quitó su camiseta y sus vaqueros, deslizando luego sus calzoncillos hacía abajo. Ella bebió de la belleza de su cuerpo jóven delgado como se ponía al lado de ella y tiernamente enrollaba sus dedos por su pelo. Ella levantó la cabeza de la almohada arrugada para besarlo y deslizó la lengua en su boca. Él gimió y la aceptó.

Sus besos crecieron más profundo hasta que gimieron y chuparon sobre los labios de cada uno y como las lenguas, sus largas piernas que retorcieron juntas, sus cabellos rubios humedecidos con el sudor.

– No quiero que te quedes embarazada -susurró él en su boca-. Voy a… voy a ponérmelo en un ratito.

Pero desde luego no hizo, y esta era la mejor cosa que ella alguna vez había sentido. Ella pronunció un gemido bajo profundamente en su garganta cuando llegó al orgasmo, y él rápidamente la siguió, estremeciéndose en sus brazos como si le hubieran pegado un tiro con una pistola.

Habían terminado en menos de un minuto.

El día de la graduación usaron condón, pero en aquel tiempo, ella estaba ya embarazada y él rechazó dárle el dinero para un aborto.

– El aborto es un error cuando dos personas están enamoradas -gritó él, señalándola con el dedo. Y luego su voz se había ablandado-. Sé que planeamos esperar hasta que yo me graduara de A &M, pero nos casaremos ahora. Excepto Skeet, tú eres la única cosa buena que alguna vez me ha pasado en mi vida.

– No puedo tener un bebé ahora -le gritó-. ¡Sólo tengo diecisiete años! Voy a San Antonio a conseguir un trabajo. Quiero hacer algo de mí vida. Tener un bebé ahora arruinará mi vida entera.

– ¿Cómo puedes decir eso? ¿No me amas, Holly Grace?

– Desde luego que te amo. Pero el amor no siempre es suficiente.

Cuando ella vio la agonía en sus ojos, un sentimiento familiar desvalido se cerró alrededor de ella. Así que se casaron en el estudio del Pastor Leary.

Dallie dejó de tararear en medio del coro "Good Vibrations" y se paró justo en la linea de tiro libre.

– ¿Realmente le dijiste a Bobby Fritchie que saldrías con él esta noche?

Holly Grace había estado realizando una melodía intrincada, y siguió cantando unas estrofas sin él.

– No exactamente. Pero pensé en ello. Me siento tan agravada cuando llegas tarde.

Dallie le dejó ir y le dirigió una mirada larga.

– Si realmente quieres el divorcio, sabes que lo aceptaré.

– Lo sé -caminó hacía las gradas y se sentó, estirándo las piernas delante de ella y haciendo un pequeño rasguño en el parquet nuevo del entrenador Fritchie con el tacón de su zapato-. Ya que no tengo ningún proyecto para casarme otra vez, estoy feliz con las cosas justo como están.

Dallie sonrió y anduvo a lo largo de la línea de jueces de centro para sentarse sobre la grada al lado de ella.

– Espero que tengas mucha suerte en Nueva York, nena. Realmente lo espero. Sabes que verte feliz es lo que más deseo en el mundo.

– También lo sé. Yo siento lo mismo por tí.

Ella comenzó a hablar sobre Winona y Ed, sobre la Señorita Sybil y otras cosas de las que ellos por lo general hablaban siempre que estaban juntos en Wynette.

Él sólo escuchó con la mitad de su mente. Otra mitad recordaba a dos adolescentes preocupados, un bebé, y ningún dinero. Ahora él comprendió que no habían tenido ninguna posibilidad, pero estaban enamorados, y habían presentado una buena pelea…

Skeet cogió un trabajo de albañil en Austin para echar una mano tanto como podía, pero no era un trabajo que se pagara demasiado bien. Dallie trabajaba en un taller cuando no estaba en clase o intentando ganar algún dinero en efectivo suplementario en el campo de golf.

También tenían que enviar dinero a Winona, y nunca había suficiente.

Dallie había vivido en la pobreza durante tanto tiempo que esto no le molestaba demasiado, pero era diferente para Holly Grace. Ella se veía desvalida, con tristeza en la mirada algo que le llegaba a las venas y congelaba su sangre. Esto le hizo sentir que la fallaba, y comenzaron amargas peleas donde él la acusaba de no hacer su parte. Él dijo que ella no mantenía la casa limpia, o le decía que era demasiado perezosa para cocinar una buena comida.

Ella contestaba acusándolo de no ganar suficiente para mantener una familia, insistiendo en que dejara de jugar al golf y estudiara en serio una ingeniería.

– ¡No quiero ser ingeniero! -dijo en una de las peores peleas. Golpeando uno de sus libros abajo sobre la superficie rasguñada de la mesa de cocina-. ¡Quiero estudiar literatura, y quiero jugar al golf!

Ella le lanzó el paño de cocina.

– ¿Si quieres seguir jugando tan mal al golf, por qué pierdes tiempo y dinero estudiando literatura?

Él le devolvió el paño de cocina.

– ¡Nadie en mi familia jamás se graduó en el colegio! Voy a ser el primero.

Danny comenzó a llorar ante el sonido enfadado de la voz de su padre. Dallie lo cogió, enterrando su cara en los rizos rubios del bebé, y rechazando mirar a Holly Grace. ¿Cómo le podría explicar que tenía algo que demostrar cuando hasta él mismo no sabía que era?

Tan iguales como parecían ser, en cambio querían cosas diferentes de la vida. Sus peleas comenzaron a intensificarse hasta que atacaban los puntos más vulnerables de cada uno, y luego se sentían enfermos por dentro debido al modo en que se hacían daño el uno al otro.

Skeet dijo que luchaban porque eran ambos tan jóvenes que no sabían como criar a un niño como Danny. Eso era verdad.

– Me gustaría que dejaras de tener esa mirada hosca en tu cara todo el tiempo -le dijo Holly Grace un día mientras le aplicaba Clearasil sobre una de las espinillas que todavía de vez en cuando aparecían en la barbilla de Dallie-. Parece que no entiendes que el primer paso para ser un hombre es dejar de fingir que ya lo eres.

– ¿Qué sabes tú acerca de ser un hombre? -contestó, agarrándola de la cintura y sentándola sobre su regazo. Hicieron el amor, pero unas horas más tarde él la regañaba para que se andara erguida.

– Andas siempre con los hombros encorvados sólo porque piensas que tus pechos son demasiado grandes.

– No es cierto -replicó Holly Grace con vehemencia.

– Sí, lo haces y lo sabes -le levantó la barbilla para que ella lo miraba directamente a los ojos-. Nena, ¿cuándo vas a dejar de culparte por lo que el viejo BillyT te hizo?