Le parecía gracioso que se encontrara con Dallie ahora que su madre estaba tan lejos… hasta no sabía si Dallie y su mamá se conocían. Pero si Holly Grace había dicho que Dallie era bueno, él suponía que lo era. De todos modos él deseaba que su mamá estuviera con ellos en este momento.
Dallie habló tan bruscamente que Teddy brincó.
– ¿Siempre llevas esas gafas?
– No siempre -Teddy se las quitó, doblando con cuidado las patillas, las puso sobre la mesa. Tapando con ellas el signo de McDonalds-. Mi mamá dice que lo que importa de una persona es lo que hay en su interior, no si es guapo o si lleva gafas o no.
Dallie hizo una especie de ruido que no pareció muy agradable, y luego señaló la hamburguesa con la cabeza.
– ¿Por qué no comes?
Teddy empujó el paquete con la punta del dedo.
– Dije que quería una hamburguesa sóla -murmuró-. Esta tiene ketchup.
La cara de Dallie hizo una mueca graciosa.
– ¿Y qué? Un poquito de ketchup no hace daño a nadie.
– Soy alérgico.
Dallie resopló, y Teddy comprendió que no le gustaba la gente que no tomaba ketchup o la gente que tenía alergias. Pensó comerse la hamburguesa de todos modos, solamente para mostrarle que podía hacerlo, pero ya sentía el estómago revuelto, y el ketchup le hacía pensar en sangre, tripas y comer globos oculares.
Además, terminaría con una erupción por todas las partes de su cuerpo.
Teddy intentó pensar en algo que decir para ganar la atención de Dallie. No estaba acostumbrado a tener que impresionar a un adulto. Los niños de su propia edad, a veces pensaban que él era un idiota o él pensaba que ellos eran idiotas, pero no con adultos. Se mordió el labio inferior durante un minuto, y luego dijo:
– Tengo un I.Q. de ciento sesenta y ocho. Voy a una clase especial.
Dallie resopló otra vez, y Teddy supo que había cometido otro error. Había sonado jactancioso, pero pensaba que Dallie podría estar interesado.
– ¿Quién te puso este nombre…Teddy? -preguntó Dallie. Dijo el nombre en tono jocoso, como no gustándole mucho.
– Cuando nací, mi mamá leía una historia sobre un niño llamado Teddy, escrito por un escritor famoso…J. R. Salinger. Es el diminutivo de Theodore.
La expresión de Dallie se puso aún más ácida.
– J. D. Salinger. ¿Alguien te llama Ted?
– Oh, sí -mintió-. Casi todos. Todos los niños y creo que todos, más o menos excepto Holly Grace y mamá. Tú puedes llamarme Ted si quieres.
Dallie metió la mano en su bolsillo y sacó la cartera. Teddy vió algo duro y frío en su cara.
– Toma y pídete otra hamburguesa de la manera como te gustan.
Teddy miró el billete de un dólar que Dallie le ofrecía y agarró su hamburguesa.
– Creo que esta estará bien -despacio empezó a desenvolverla de nuevo.
La mano de Dallie se cerró de golpe sobre la hamburguesa.
– Dije que vayas a comprarte otra, ¡maldita sea!
Teddy se sintió enfermo. A veces su mamá le gritaba si él hacía una observación impertinente o no hacía sus tareas, pero nunca hacía que se sintiera como ahora con su estómago moviéndose, porque él sabía que su mamá le amaba y no quería que creciera siendo un tonto. Pero podía jurar que a Dallie no le gustaba. Y a él tampoco le gustaba Dallie. La boca de Teddy era una línea pequeña, rebelde.
– No tengo hambre, y quiero ir a mi casa.
– Bien, pues eso me parece condenadamente mal. Estaremos viajando un rato, como ya te dije.
Teddy lo miró airadamente.
– Quiero ir a mi casa. Tengo que ir al colegio el lunes.
Dallie se levantó de la mesa y señaló con la cabeza hacia la puerta.
– Vamos. Si vas a actuar como un mocoso consentido, puedes hacerlo mientras estamos en la carretera.
Teddy se quedó detrás de él mientras andaban hacía la puerta. Ya no se preocupaba por las viejas historias de Holly Grace. Por lo que estaba preocupado, era que Dallie era una vieja y gran comadreja babosa. Poniéndose de nuevo las gafas, Teddy se metió la mano en el bolsillo.
Sentía el interruptor tibio y tranquilizador cuando lo colocó contra su palma. Deseó que fuera un arma de verdad. Si Lasher el Grande estuviera aquí, podría cuidarse de Dallie "comadreja babosa" Beaudine.
En cuanto el coche entró en la interestatal, Dallie apretó el acelerador y se movió al carril izquierdo. Sabía que actuaba como un verdadero hijo de puta. Lo sabía, pero no podía detenerse. La rabia no lo abandonaba, y quería golpear algo y destrozarlo como no había querido hacer nada en su vida. Su cólera seguía devorándole, haciéndose más grande y más fuerte hasta que apenas podía contenerla. Sentía como si un poco de su virilidad hubiera sido cortada.
Tenía treinta y siete años y no tenía una maldita cosa que mostrarle a nadie. Era un golfista profesional de segunda fila. Había sido un fracaso como marido, un maldito criminal como padre. Y ahora esto.
Esa ramera. Esa pequeña ramera, egoísta y maldita niña rica. Dio a luz a su hijo y nunca dijo una palabra. Todas esas historias que le contó a Holly Grace… todas mentira.
Se las habían creido. Cristo, se había vengado pero bien, como dijo que haría aquella noche en la pelea del aparcamiento. Con un chasquido de sus dedos, había dado el más despectivo "que te jodan" que una mujer podía dar a un hombre. Le había privado del derecho de conocer a su propio hijo.
Dallie echó un vistazo al niño sentado en el asiento del pasajero a su lado, el hijo que era la carne de su carne tan seguramente como Danny había sido. Francesca debía haber descubierto ya que él había desaparecido. Pensarlo le dio una satisfacción amarga en ese momento.
Esperaba que ella sufriera de verdad.
Wynette estaba igual como Francesca lo recordaba, aunque algunas tiendas habían cambiado. Cuando observaba el pueblo por el parabrisas de su coche alquilado, comprendió que la vida la había llevado en un círculo enorme hacía el punto donde todo había comenzado realmente para ella.
Encorvó sus hombros en una tentativa vana de aliviar un poco de la tensión en su cuello. Todavía no sabía si había hecho lo correcto abandonando Manhattan para volar a Texas, pero después de tres insoportables días de espera que sonara el teléfono y de esquivar a los reporteros que querían entrevistarla sobre su relación con Stefan, había llegado el momento de ponerse a hacer algo.
Holly Grace había sugerido que volara a Wynette.
– Ahí es donde Dallie siempre se dirige cuando está dolido -había dicho -y adivino que él está bastante dolido ahora mismo.
Francesca había intentado no hacer caso a la acusación de la voz de Holly Grace, pero eso era difícil. Después de diez años de amistad, su relación estaba seriamente en peligro. El día que Francesca había vuelto de Londres, Holly Grace había anunciado:
– No te voy a dar la espalda, Francesca, aunque esa es la manera que lo siento, pero va a pasar mucho tiempo antes de que vuelva a confiar en tí.
Francesca había intentado hacerla entender.
– Yo no podía decirte la verdad. No sabiendo lo cercana que estás de Dallie.
– ¿Entonces me mentiste? Me contaste ese estúpido cuento sobre el padre de Teddy en Inglaterra, y yo lo creí todos estos años -la cara de Holly Grace se había oscurecido con la cólera-. ¿No entiendes que la familia significa todo para Dallie? Con otros hombres esto no podría importar, pero Dallie no se parece a otros hombres. Él ha pasado toda su vida intentando crear una familia alrededor de él… Skeet, la Señorita Sybil, yo, todos aquellos a los que ha ido recogiendo en estos años. Esto va más o menos a matarlo. Su primer hijo murió, y tú le robaste el segundo.
Una ola de cólera se había disparado por Francesca, más grande porque había sentido un pinchazo de culpa.
– ¡No te atrevas a juzgarme, Holly Grace Beaudine! Tú y Dallie teneís unas ideas terriblemente irresponsables de moralidad, y no tendré a ninguno de vosotros sacudiendo su dedo ante mí. No sabes lo que es odiar lo que eres… tener que rehacerte. Hice lo que tenía que hacer entonces y si atravesara ahora por la misma situación, haría exactamente lo mismo.
Holly Grace había sido impasible.
– ¿Entonces serías una ramera dos veces, verdad?
Francesca parpadeó contra las lágrimas cuando giró en la calle dónde estaba la casa de huevos de Pascua de Dallie. Estaba desanimada ante la incapacidad de Holly Grace para entender que para Dallie el asunto con ella no había sido nada más que una pequeña diversión sexual en su vida… seguramente nada para justificar el secuestro de un niño de nueve años.
¿Por qué Holly Grace tomaba partido contra ella? Francesca se preguntaba si hacía lo correcto por no implicar a la policía, pero no podía soportar la idea de ver el nombre de Teddy por todas partes en los tabloides.
"El Querido Hijo de la Famosa Presentadora de Televisión secuestrado por su Padre Golfista Profesional."
Podía verlo… las fotografías de todos ellos. Su relación con Stefan se haría más pública, y desenterrarían todas las viejas historias sobre Dallie y Holly Grace.
Francesca recordaba demasiado bien que había pasado después de que " China Colt" hubiera hecho famosa a Holly Grace. Cada detalle de su insólito matrimonio con uno de los jugadores más atractivos del golf profesional de repente se había sido carnaza para los medios de comunicación, y una historia seguía a otra, ningúno de ellos podía ir a ningún sitio sin ser perseguidos por paparazzis.
Holly Grace lo manejaba mejor que Dallie, quien estaba acostumbrado a reporteros deportivos, pero no a la prensa sensacionalista. No le había llevado mucho tiempo comenzar a lanzar sus puños, que eventualmente habían atraído la atención del comisionado de la PGA.
Después de un altercado especialmente repugnante en Albuquerque, Dallie había sido suspendido para jugar torneos durante varios meses. Holly Grace se había divorciado de él poco después para intentar hacer sus vidas más pacíficas.
La casa todavía era color lavanda y tenía la cadena de liebres saltando, aunque la pintura de mandarina había sido retocada por una mano menos experta que la de la Señorita Sybil.
La vieja maestra encontró a Francesca en la puerta. Habían pasado diez años desde que se habían visto por última vez. La Señorita Sybil se había encogido en el tamaño y sus hombros estaban más inclinados, pero su voz no había perdido su autoridad.
– Entra, querida, entra y quítate el frío. Yo, yo, pensaría que esto es Boston en vez de Texas, por la manera que han bajado las temperaturas. Querida, me has tenido en ascuas desde que me llamaste.
Francesca le dio un abrazo apacible.
– Gracias por permitirme venir. Después que todo lo que dije por teléfono, no estaba segura que quisieras verme.
– ¿No querer verte? Mi cielo, he estado contando las horas -la Señorita Sybil abrió el camino hacia la cocina y mientras le preguntaba si le apetecía un café-. No me gusta quejarme, pero la vida no ha sido muy interesante últimamente. No puedo moverme alrededor del modo que lo hacía, y Dallas andaba en compañía de una jóven tan terrible. No pude interesarla ni en Danielle Steel, sin hablar de los clásicos.
Hizo gestos a Francesca para que se sentara en una silla enfrente de ella en la mesa de la cocina.
– Yo, yo, no puedo decirte lo orgullosa que estoy de tí. Cuando pienso lo lejos que has llegado… -de pronto taladró a Francesca con su intimidante mirada de maestra-. Ahora cuéntame todo sobre esta terrible situación.
Francesca se lo contó, con todos los detalles. Para su alivio, la Señorita Sybil no fue casi tan condenatoria como Holly Grace había sido. Ella parecía entender la necesidad de Francesca de establecer su independencia; sin embargo, estaba claramente preocupada por la reacción de Dallie al descubrir que tenía un hijo.
– Creo que Holly Grace tiene razón -dijo finalmente-. Dallas debe estar en camino hacía Wynette, y podemos estar completamente seguras que no se ha tomado esto bien. Te quedarás en el cuarto de huéspedes, Francesca, hasta que él venga.
Francesca había planeado quedarse en el hotel, pero aceptó la invitación con gratitud. Mientras permaneciera en la casa, sentiría que de algún modo estaba más cerca de Teddy.
Media hora más tarde, Francesca se encontró acostada bajo un viejo edredón remendado mientras la luz del sol de invierno goteaba por las cortinas caladas y el radiador viejo silbaba con un flujo consolador de calor. Se durmió casi al instante.
A mediodía del día siguiente, Dallie todavía no había aparecido y ella estaba casi frenética con la ansiedad.
¿Tal vez debería haberse quedado en Nueva York? ¿Y si él no venía a Wynette?
Más tarde llamó Holly Grace y le dijo que Skeet había desaparecido.
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