Philippa asintió.

– Milord, necesito un tiempo para reflexionar sobre todo lo que ocurrió en estos días. Nuestra unión es evidentemente una buena idea. Solo quiero pedirte un favor.

– ¿Qué puedo hacer por ti, querida?

– Milord, todavía no tuve la oportunidad de conocerte. Aunque reconozco las ventajas de esta boda, soy muy inexperta en los asuntos amorosos. No puedo entregarme a ti simplemente porque seamos marido y mujer. No es que quiera privarte de tus derechos, milord. Solo necesito un poco más de tiempo para conocerte antes de unir nuestros cuerpos. ¿Me entiendes? -Philippa lo miraba a los ojos mientras le hablaba.

– Entiendo perfectamente. Te cortejaré y consumaremos nuestro amor en la noche de bodas.

– Lo que no entiendo es lo del cortejo -dijo la joven. -Tiene que ver con besarse y acariciarse.

– Eso ya lo oí, pero qué más implica el cortejo -insistió. La muchacha trataba de ignorar a propósito su comentario sobre la consumación del matrimonio.

– Ni siquiera yo lo sé bien -reconoció el conde-. Nunca cortejé seriamente a ninguna mujer. Deberemos aprender juntos. Entonces, ¿cuándo será la fecha de nuestra boda? Quiero que tú elijas el día.

– El sobrino de la reina, el emperador Carlos V, viene a Inglaterra a fines de mayo y luego, a principios de junio, partiremos a Francia. MÍ cumpleaños es el 29 de abril. Casémonos al día siguiente, milord. Así tendré tiempo para prepararme como corresponde. ¿Te parece bien?

– Tom asegura que tu madre no podrá venir. ¿Preferirías casarte en Cumbria?

– No, no hay tiempo. Mamá pronto dará a luz y conociendo a mi padrastro no la dejará viajar con el recién nacido ni siquiera a Friarsgate. Ella suele amamantar a sus niños -aclaró Philippa-. Si estás de acuerdo, me gustaría ir al norte para la boda de mi hermana Banon en el otoño. ¿Estás conforme con estos planes?

– Estoy muy conforme.

– Antes debo decirte una cosa más: soy la heredera de Friarsgate, pero le dije a mi madre que no quería ser la dueña de esa propiedad. Aunque sus tierras y sus rebaños sean magníficos no quiero asumir esa responsabilidad. Debes saberlo antes de que se formalice nuestro compromiso.

– Me parece muy bien. No podría ocuparme de una propiedad en el norte. Ya verás que Brierewode es más que suficiente para mí.

– ¿Tienes ovejas?

– Solo vacas y caballos.

– ¡Gracias a Dios! Porque no puedo soportar el hedor de las ovejas.

CAPÍTULO 09

Antes del almuerzo, lord Cambridge había logrado ver a la reina para comunicarle el inminente compromiso de Philippa Meredith y pedirle su bendición. Catalina se había alegrado por la noticia y le había dicho que anunciara al rey el feliz acontecimiento.

Thomas Bolton pudo entrevistarse con Enrique mientras el rey cenaba. De pie, frente a uno de los extremos de la mesa real, le contó la buena nueva.

– ¿Rosamund estará de acuerdo? -preguntó el soberano.

– Sí, milord, ella me dio su permiso para hallarle un esposo a Philippa.

– ¿Cómo logró conseguir un candidato tan interesante, sir? Un conde soltero lo bastante joven y vigoroso para engendrar hijos saludables. Me sorprende; es usted tan inteligente como afirma Wolsey. -El rey dio un mordiscón a la pata de venado que aferraba con el puño.

Thomas le relató el plan estratégico que había ideado para lograr el compromiso.

– Wolsey siempre tiene razón -opinó el rey y tomó un trago de la fastuosa copa de vino-. ¿Y la reina aprueba el compromiso?

– Sí, milord.

– Entonces, yo también lo apruebo. ¿Cuándo se celebrará la boda?

– Cuanto antes, Su Majestad.

– Seré testigo de la ceremonia, como lo fui del compromiso de su madre con nuestro leal sirviente, sir Owein Meredith.

– Philippa y el conde de Witton se sentirán muy honrados por su presencia -agradeció Thomas Bolton, y se retiró para ir en busca de su sobrina y de Crispin St. Claire. Los encontró caminando por la galería, cerca de la capilla real.

– Hemos coincidido en todo, tío Tom -manifestó Philippa.

– ¿Y qué es todo? -preguntó lord Cambridge tras besarla en ambas mejillas.

– ¡Pues, nuestro matrimonio! Decidimos casarnos el 30 de abril, un día después de mi cumpleaños. Debes preparar los papeles de inmediato.

– ¿Entonces no irán a Francia?

– Sí que hemos. Catalina necesita que la acompañe y estoy segura de que permitirá que mi esposo viaje conmigo. Ella tiene un gran corazón y no querrá separar a una pareja de recién casados. Será el verano más glorioso de mi vida. Al regresar, viajaremos al norte para asistir a la boda de Bannie con Neville.

Lord Cambridge miró al conde.

– ¿Estás de acuerdo, milord?

– No me atrevo a disentir. Philippa ha planificado todo hasta el último detalle y con una eficiencia asombrosa. Sus habilidades serán muy útiles en Brierewode cuando se convierta en mi esposa. Será una perfecta castellana.

– Creo que les agradará saber que el rey aprueba su matrimonio y ofrece ser testigo de los esponsales.

– ¡Ohh! -exclamó Philippa aplaudiendo-. Él y la reina Margarita fueron testigos del compromiso de mis padres. ¡Cuando mamá se entere! Iré a escribirle ya mismo.

Hizo una reverencia a los dos caballeros y se alejó presurosa por la galería.

Los hombres caminaron juntos.

– ¿Cómo es que todo salió tan bien, querido Crispin? -preguntó lord Cambridge.

– Es un misterio, Tom -respondió encogiéndose de hombros-. Cuando pedí permiso a la reina para dar un paseo con Philippa, ya estaba enterada de nuestro inminente compromiso. Se mostró muy amable. -Crispin le contó lo que él y Philippa habían discutido en la capilla y agregó-: Es una muchacha muy práctica. Ya no tendremos necesidad de ir a Oxford este invierno.

– Práctica. Una forma agradable de decir mandona. Pero así es Philippa. Cuando toma una decisión, la ejecuta sin vacilar. ¿Estás de acuerdo con ella, entonces?

– Sí. Prepara los papeles.

– Querido Crispin, estarán listos antes de que termine la semana prometió lord Cambridge.

Los dos hombres se separaron. Thomas Bolton abordó su barca para llegar a su casa lo antes posible. La superficie del río parecía tan lisa como el cristal. Mientras se deslizaba por el Támesis, sintió la frescura primaveral en el aire. Al llegar a su casa, se encontró con un mensaje procedente del norte. Lo leyó de inmediato. En un momento, abrió grandes los ojos y una amplia sonrisa apareció en su rostro. El último día de febrero, Rosamund había dado a luz a dos gemelos: Thomas Andrew y Edmund Richard. Eran saludables, fuertes y se alimentaban bien. Lord Cambridge sería el padrino de su tocayo junto con John Hepburn, y los tíos de la madre serían los padrinos del otro gemelo. Los niños ya habían sido bautizados. Rosamund lo reprendía por haber estado lejos de Otterly y no haber participado de la ceremonia. ¿Cómo estaban sus hijas? ¿Cuándo regresaría al norte?

– ¿El mensajero sigue aquí? -preguntó Thomas Bolton a su mayordomo.

– Sí, milord, está comiendo en la cocina. Llegó hace una hora. Es uno de los hombres del clan de lord Hepburn.

– Dile que venga a verme cuando termine de comer. No hay prisa. Le escribiré una carta a su señora.

– A sus órdenes, milord. -El sirviente se retiró.

Thomas Bolton se sentó a escribir: empezó por contarle las novedades sobre el compromiso de Banon. Cuando terminó de referirle todos los detalles, hizo una pausa. Prefería explicarle personalmente la situación de Philippa, pero sabía que era imposible. Volvió a tomar la pluma y prosiguió con su crónica. Lord Cambridge prometió a su prima contarle todos los detalles restantes cuando regresara a casa.

Continuó diciendo que estaba sorprendido y feliz por el nacimiento de los gemelos, y que se sentía orgulloso de que uno de ellos llevara su nombre. No obstante, recalcó, esperaba que el señor de Claven's Carn estuviera más que satisfecho con sus cinco hijos legítimos y que Rosamund tomara sus precauciones para no quedar embarazada. También le comentó que había contratado a un secretario de la corte llamado William Smythe para que los ayudara en su empresa comercial. Por último, escribió que estaba ansioso por regresar a casa, pues la corte ya no lo seducía como en los viejos tiempos.

Dejando a un lado la pluma, Thomas Bolton se aseguró de no haber omitido ningún asunto importante. Luego, dobló el pergamino y lo selló, estampando el escudo de su anillo en la cera caliente.

Después repasó las tareas que lo aguardaban. Debía concertar con los reyes la fecha de la firma de los esponsales. Philippa necesitaría dos trajes nuevos: uno para la ceremonia de compromiso y otro para la boda. Comenzó a pensar en posibles géneros y colores. La puerta de la biblioteca se abrió y entro William Smythe.

– Me acaban de informar sobre su regreso, milord -dijo, y espiando la carta doblada sobre el escritorio, agregó-: ¿En qué puedo servirle?

– Es para Rosamund, Will, y prefiero escribirle sin intermediarios.

– El mensajero está aguardando afuera, milord.

El hombre del clan Hepburn saludó con una reverencia y esperó instrucciones. Thomas lo reconoció de inmediato.

– Permanecerás aquí hasta mañana, Tam. Come hasta hartarte y duerme. El cocinero te preparará comida para llevar en el viaje. Le darás este mensaje a mi prima, lady Rosamund de Claven's Carn. ¿Tu amo se encuentra bien?

– Sí, y muy feliz por los gemelos. Dios ha bendecido a milady.

– Cinco hijos son más que suficientes -se limitó a contestar lord Cambridge.

– ¡No, milord! Un hombre debe tener todos los hijos varones que pueda -replicó Tam y con una ceremoniosa inclinación añadió-: Gracias por su hospitalidad. Me ocuparé de que el mensaje llegue a las manos de lady Rosamund. -Volvió a hacer una reverencia y se retiró del cuarto.

– Will, llama a la costurera. Quiero elegir algunas telas para el traje de novia de mi sobrina.

– Con su permiso, milord.

Cuando el secretario abandonó la biblioteca, Thomas Bolton se reclinó en su silla y cerró los ojos. Estaba extenuado y aún faltaba bastante para finalizar el día. La corte era para gente joven como Philippa ¿Qué estaría haciendo esa muchacha?

Philippa conversaba con su hermana.

– ¿Ya besaste a Neville?

– Así es, y debo confesar que lo hace muy bien. ¿Y tú? ¿Has besado al conde de Witton? -replicó Banon.

– ¡Sí! ¡Y te juro que me flaquearon las piernas!

Banon soltó una risita y dijo:

– Imagínate, Philippa, dentro de un año las dos seremos mujeres casadas luciendo barrigas. Tal vez hasta hayas parido para entonces. ¡Seremos madres! ¿No te parece increíble?

– El hecho de estar casadas no significa que tengamos que embarazarnos de inmediato.

– Mamá dice que cada vez que Logan se quita las calzas, la preña. Nuestro padrastro es muy atractivo, no entiendo por qué tardó tanto en desposarse con él.

– Porque amaba con locura a otro hombre. Creo que nadie podrá superar el amor que ellos sintieron.

Los días se alargaban y el aire era cálido. Los jardines comenzaban a reverdecer y la corte esperaba ansiosa la llegada de mayo para trasladarse a Greenwkh. Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano y sobrino de la reina, visitaría Inglaterra antes de reunirse con el rey Francisco de Francia. Regresaría a España luego de ser coronado emperador en Aquisgrán, en Alemania. Catalina quería estrechar los lazos entre su esposo y su sobrino, prefería una fuerte alianza con España y el Imperio a una coalición con Francia. Sin embargo, sospechaba que sus esperanzas se verían frustradas.

Notó con irritación que Enrique se estaba dejando crecer la barba porque le habían contado que Francisco tenía una barba tupida de la que estaba muy orgulloso. Pero ella odiaba esas mejillas velludas.

– Lo hago en honor del rey de Francia. Recuerda que su hijo se casará algún día con nuestra hija. María será reina de Francia y de Inglaterra. ¡Qué idea magistral! ¡Imagínate a nuestra pequeña reina de dos naciones tan poderosas!

– Desde luego -admitió Catalina sin entusiasmo.


Los papeles del compromiso se firmarían el 28 de abril y la boda se celebraría el 30.

La reina accedió a prescindir de los servicios de Philippa para que la muchacha pudiera prepararse para tan importantes eventos. También le permitieron encontrarse con el conde de Witton más a menudo. Philippa aún lo consideraba arrogante, pero lord Cambridge se burlaba de su opinión.

– La dificultad, a mi entender, es que son demasiado parecidos.

– ¡De ninguna manera! -declaró Philippa con vehemencia.

– Vamos, querida, olvídate de eso y elige las telas para el vestido de compromiso.

– Me gusta el brocado de seda violeta, combina con el color de mi cabello. Para el traje de novia usaré el brocado de seda marfil, y mandaré hacer una enagua con terciopelo marfil y oro. Y también quiero cofias y velos al tono. ¡Soy demasiado codiciosa?