Kane estaba equivocado, pensó ella con tristeza. A pesar de negarlo, Kane se fiaba de ella; de lo contrario, nunca le habría dado las llaves de su casa.

Y luego estaba lo del regalo de Nueva York y la comida en la nevera. ¿Y no estaba dispuesto a cambiar? Lo estaba haciendo.

Pero en vez de decirle eso, Willow murmuró:

– No te preocupes, salir conmigo es algo muy simple. Sólo hay unas cuantas condiciones y tú, siendo un tipo listo, las entenderás sin problema alguno.

Kane se la quedó mirando fijamente.

– ¿Qué condiciones?

– En primer lugar, si dices que me vas a llamar, quiero que me llames. También que seas puntual y que no salgas con ninguna otra.

Kane, que tenía las manos de ella en las suyas, las acarició.

– No tengo interés en salir con otra.

Willow casi se deshizo.

– Me alegro. Bueno, a ver qué más… Ah, sí, halagos. Siempre me han gustado los halagos.

– ¿Y los regalos? -preguntó Kane.

– No son necesarios. Pero no diría que no a un regalo -Willow sonrió traviesamente-. En realidad, no creo que diga que no a nada que venga de ti.

Los ojos de Kane se ensombrecieron de emoción.

– No se me dan bien estas cosas, Willow. Estás pidiendo demasiado.

– Tengo fe en ti.

– ¿Y si sale mal?

– ¿Por qué pensar lo peor? ¿Y si sale bien?

Kane le soltó las manos y le acarició el rostro.

– Eres una optimista.

– Es parte de mi encanto.

– Sí, lo es -Kane la besó-. Quédate aquí, no te muevas.

Kane salió de la cocina. Willow sirvió dos tazas de café y se quedó esperando a que volviera.

Cuando Kane regresó a la cocina, tenía en la mano una tarjeta.

– Este es mi teléfono en el trabajo. Te he escrito el número del móvil en la parte de atrás de la tarjeta.

Willow sabía lo que Kane le estaba ofreciendo: acceso a su mundo. Acceso a él. Era un gran paso por parte de Kane.

A cambio, ella le entregaba su corazón.


A última hora de la mañana del domingo, Willow se encontró delante de la segunda casa más grande que había visto en su vida. Al menos tenía que haber tres jardineros.

Marina la tomó del brazo.

– Bueno, ¿qué te parece?

– Es maravillosa. No puedo creer que alguien de mi familia viva aquí. La casa de Todd es más grande, pero como no es familia, no cuenta. ¿Crees que tiene criados?

– Estoy segura de ello.

– Creo que no me gustaría tener criados. Me gusta ir y venir sin que nadie me controle.

Julie apareció en ese momento.

– Perdonad que llegue tarde. Estaba ocupada… y he perdido la noción del tiempo.

Willow miró a Marina.

– Creo que estaba con Ryan, haciendo… ya sabes.

– Sí, claro.

Julie se alisó la falda del vestido.

– No os estoy oyendo. Bueno, vamos a ver qué quiere nuestra abuela.

Mientras se acercaban a la puerta, Marina suspiró.

– Estás viendo a Kane, ¿verdad?

Willow sonrió.

– Sí. Es oficial. Somos una pareja.

– Estupendo. Así que la única que está sola soy yo. Es algo deprimente.

Julie dio a Marina una palmada en el brazo.

– Tienes a Todd.

– Vayas, gracias.

Las tres se echaron a reír. Por fin, Willow llamó al timbre.

– ¿Tiene criada? -preguntó Marina en voz baja.

– Y con uniforme -contestó Julie en un susurro-. Te va a encantar.

No había sólo una criada, había todo un equipo. Una persona para abrirles la puerta y acompañarlas, otra para llevarles bebidas y una tercera para servirles la comida.

Willow hizo lo posible por centrarse en la comida y en la conversación, pero la belleza del «desayunador» lo estaba distrayendo.

– Este cuarto tiene más luz y es menos formal que el comedor -dijo su abuela Ruth al conducirlas a la estancia.

Seis ventanales daban a un hermoso jardín estilo inglés. Había tres candelabros de cristal, una mesa y dos muebles de bufé a lo largo de una pared. La alfombra era antigua y, probablemente, china.

– ¿Qué tal los preparativos para la boda? -preguntó Ruth mientras una criada servía los platos de la ensalada.

Julie pareció sorprendida.

– Ah, bien. Bueno, la verdad es que no hemos hecho demasiados planes.

– ¿Vais a esperar a que nazca el niño? -preguntó Ruth.

– No, pero el trabajo me ha tenido muy ocupada -contestó Ruth acariciándose el vientre.

– Y también Ryan -bromeó Marina.

Ruth se aclaró la garganta.

– Para mí, sería un honor que consideraseis la posibilidad de celebrar la boda aquí. El jardín es muy bonito, incluso en esta época del año, y es lo suficientemente grande para montar una o dos carpas. O, dependiendo del número de invitados, se podría celebrar dentro de la casa. Hay un salón de fiestas enorme en el tercer piso; aunque nunca subo, es muy bonito. Sé de unas cuantas empresas que organizaban bodas que tiene muy buena reputación.

Willow sabía que aquella casa no era del estilo de Julie, pero que a su hermana podría gustarle la invitación. Además, era una oportunidad que sólo se presentaba una vez en la vida.

Julie sonrió a su abuela.

– Tendría que consultarlo con Ryan. Si a él le parece bien, podríamos celebrar la boda aquí.

– Maravilloso. Tú te encargarías de todo. Te prometo que no interferiré para nada, a excepción de pagar los costes.

– No, no es necesario que hagas eso -dijo Julie rápidamente-. Queremos pagar nosotros.

– Eres mi nieta y él es mi sobrino-nieto. Somos de la familia, querida. Será mi regalo de boda.

Marina se inclinó sobre Willow.

– ¿Crees que nos compraría un coche nuevo a cada una? -preguntó Marina en un susurro.

Willow sonrió maliciosamente.

– Pregúntaselo.

Ruth miró a Willow.

– ¿Qué tal tu novio, Kane?

– Ah, bien -Willow no comprendía cómo su abuela sabía de Kane. Quizá Todd o Ryan lo hubieran mencionado.

– Un joven interesante -dijo Ruth-. Peligroso, pero excitante y atractivo.

Willow estuvo a punto de atragantarse con la lechuga. ¿Había dicho su abuela, una mujer de sesenta y tantos años, que Kane era atractivo?

– Y tiene bastante dinero -añadió Ruth-. Muchas e inteligentes inversiones.

Willow agrandó los ojos.

– ¿Cómo lo sabes?

– Me lo ha dicho Todd. No me ha dicho exactamente cuánto, pero sí que no necesita trabajar, lo hace porque quiere.

Willow no estaba de acuerdo. Al margen del dinero que tuviera, Kane no pensaba que fuera suficiente.

– Parece un hombre muy responsable -continuó Ruth-. Una excelente cualidad. Aunque es algo individualista y solitario. Tendrás que tenerlo en cuenta. Algunos hombres pueden cambiar, otros no. Asegúrate de que te entrega el corazón antes de entregárselo tú a él.

«Un consejo excelente», pensó Willow. Desgraciadamente, lo recibía con un mes de retraso. Kane ya estaba en posesión de su corazón, lo estuvo desde el momento en que ella se rompió el tobillo.

Julie se inclinó hacia su abuela.

– ¿Así es como te mantienes al margen de las vidas de los demás? -preguntó Julie con una sonrisa.

– Oh, no. Me estoy metiendo en vuestras vidas, ¿verdad? -Ruth suspiró-. Es una mala costumbre mía. Dejaré de hacerlo después de una cosa más que aún me queda por hacer.

– ¿Qué es? -preguntó Julie tras lanzar una carcajada.

Ruth se volvió a Marina.

– Me gustaría que conocieras a Todd. Sé que tienes motivos para no estar entusiasmada con la idea; por lo tanto, incluso estoy dispuesta a retirar la oferta de dinero, pero… hazme ese favor.

Marina miró a sus hermanas; después, clavó los ojos en Ruth de nuevo.

– Está bien, lo conoceré; pero sólo si la oferta de dinero sigue en pie. La promesa de una fortuna lo hace todo más interesante.

– ¿Estás segura de eso? -preguntó Julie-. ¿Y si te gustara? El dinero sería un impedimento. Créeme, es una complicación.

– Vamos, por favor. No te ofendas, abuela, pero… ¿qué posibilidades hay de que eso ocurra? Dudo que Todd sea mi tipo. Lo conoceré por darte el gusto, pero no te hagas ilusiones.

– Estás tentando al destino -murmuró Willow.

– Me arriesgaré -dijo Marina-. ¿Qué posibilidades hay de que Todd Aston III sea el hombre de mi vida?

– Desgraciadamente, Marina tiene razón -dijo Ruth-. No obstante, quiero seguir soñando. Es una cuestión de familia. Ah, y hablando de familia, voy a conocer a vuestro padre la semana que viene. Tengo muchas ganas.

– Yo también -dijo Marina.

Julie pareció disgustada; por su parte, Willow se preguntó qué tendría que decirle esta vez.


Más tarde, después del almuerzo, las tres hermanas se marcharon. Cuando llegaron a sus respectivos coches, Marina se volvió hacia Julie.

– ¿En serio vas a considerar la posibilidad de celebrar tu boda aquí?

Julie sonrió traviesamente.

– Sí, claro. Ryan adora a Ruth, le gustará la idea. Y estoy segura de que Ruth conoce a las mejores empresas para organizar bodas de la zona, lo que facilitará las cosas. No voy a dejarle que se encargue de todos los gastos; pero, por lo demás, me parece una buena idea. ¿A ti no?

– Me gusta la idea -admitió Marina-. La casa es maravillosa y, además, a la abuela le haría feliz. Sí, ¿por qué no?

– Willow, ¿tú qué opinas? -preguntó Julie.

– A mí también me parece una buena idea.

– Hablando de otra osa -dijo Marina mirando a Julie-. ¿Te molesta que papá vuelva a casa?

Julie se encogió de hombros.

– No lo sé, supongo que no importa. He hablado de eso con Ryan y me ha ayudado bastante. Mamá lo quiere. Puede que yo no comprenda por qué, pero tengo que respetarlos. Papá es su marido y es nuestro padre; y aunque nos parezca un egoísta, es parte de la familia.

Marina sonrió.

– Yo, personalmente, estoy deseando verlo.

– Porque siempre fuiste su preferida -dijo Julie.

– Nos llevamos bien. Estoy de acuerdo en que la vida habría sido más fácil si hubiera sido un padre normal que estuviera en casa, pero no es así. Yo he aceptado siempre cómo es papá y disfruto su compañía cuando está aquí.

– En ese caso, debes de ser mejor persona que yo -dijo Julie con un suspiro-. Bueno, tengo que marcharme ya, Ryan me está esperando.

Julie se despidió de sus hermanas y se dirigió a su coche. Marina se volvió hacia Willow.

– Supongo que querrás ir a ver a Kane.

– Sí.

– Bueno, ahora las dos tenéis novio. Supongo que tendré que buscarme uno también.

– Tienes a Todd.

Marina se echó a reír.

– Sí, claro -Marina dio un abrazo a su hermana-. Bueno, te veré en casa de mamá.

– Ahí estaré.

Marina se marchó.

Willow se subió en su coche y lo puso en marcha.

Ahora que estaba sola, no tenía por qué seguir fingiendo que le hacía ilusión ver a su padre. Lo cierto era que, en secreto, siempre había temido las visitas de su progenitor. Por mucho que hiciera ella, su padre siempre la había considerado una fracasada. Y aún seguía doliéndole.

Capítulo 10

Por la tarde, Willow cambió de postura en el asiento del Mercedes de Kane, tratando de combatir el ataque de náuseas y preguntándose si desaparecería alguna vez el nudo que sentía en el estómago.

– Estás muy callada -comentó él mientras llevaba el coche al carril de la izquierda-. ¿Te pasa algo?

– No, estoy bien. Es decir, no estoy bien, pero tampoco estoy fatal. Medio fatal. Esto es un error. ¿Por qué vamos a hacerlo? No deberíamos hacerlo. Debería haber dicho que no o que los dos teníamos cosas que hacer o que tú estabas ocupado. Pedirte que vinieras conmigo ha sido un error.

Willow se mordió el labio, suspiró y añadió:

– No lo digo en plan mal.

– No, claro que no. Lo tomaré como un cumplido.

Eso la hizo sonreír.

– No lo digo por ti, sino por mí. Estoy nerviosa. Además, a ti no te gusta esto de las familias. ¿Por qué has dicho que sí?

Kane tomó la salida de la autopista.

– Porque me lo pediste y para ti es importante.

En otras circunstancias, las palabras de Kane le habrían hecho mucha ilusión. Pero no ese día. Iba a ser un desastre.

– Se trata de mi padre -admitió Willow-. Ha vuelto, lo que es bueno, pero también es… no sé, estoy algo confusa.

– Los padres tienen ese efecto en los hijos.

– ¿Te acuerdas tú del tuyo? -preguntó ella.

Kane se encogió de hombros.

– A mí padre no lo conocí. No sé si mi madre sabía quién era. De ella me acuerdo algo, pero casi siempre estaba fuera de casa. Murió cuando yo tenía ocho años.

– ¿Dónde estaban los de los Servicios Sociales? -preguntó Willow-. ¿Por qué no se encargaron de ti?

– Creo que no sabían nada de mí. Cuando mi madre murió, me quedé en la calle. En realidad, había vivido en la calle la mayor parte del tiempo, ya era una especie de mascota para algunos miembros de la banda. No me costó mucho que me aceptaran. Además, les era útil; les hacía recados, como llevar drogas de un sitio a otro y cobrar.