– ¿Que era verdad?

– Lo primero que pensé era que tú lo habías arreglado. Como querías que me quedara y Derek es amigo tuyo…

– No tan amigo.

– Bueno, te ha dejado su avión.

– Pero es de su padre. Y el trabajo es de verdad.

– Maravilloso.

– Tú sí que eres maravillosa. Hueles maravillosamente y sabes increíblemente bien -añadió, besándola en el cuello.

– ¿Sí?

– Entonces -dijo Jake-, ¿quieres empezar a hacer la maleta cuanto antes o…?

La besó en la sien y luego en la boca.

– O… -respondió ella-. Definitivamente prefiero o…

– Robin -susurró él, quitándose la chaqueta.

Luego le quitó a ella la suya, impaciente por hacer desaparecer las barreras entre ellos.

Le desabrochó el botón de la falda y tocó su vientre desnudo ya. Estaba caliente y era firme y precioso. La idea de que hubiera dentro un hijo suyo le pareció maravillosa.

Con su mano libre, agarró a Robin la cabeza y la apretó dulcemente contra su pecho.

– Es tan bonito, Jake…

– Siempre fue bonito -susurró él, sin poder reprimir el deseo-. Lo fue entonces -afirmó, apartándole el pelo de la cara y mirando aquellos ojos verdes de los que se había enamorado quince años atrás-. Y lo es ahora.

Inclinó la cabeza para besar la boca de Robin. Fue un beso ligero, al que siguió otro más prolongado.

Jake agarró la mano de ella y pasó un dedo por el anillo de boda.

– Y lo será siempre.

Barbara Dunlop


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