– Y lo ha sido -contestó la chica.

Su trabajo en Wild Ones había sido todo un éxito.

– Necesitaban pilotos y te hiciste piloto.

– ¿Y qué?

– Necesitaban traductores y aprendiste portugués.

– No entiendo dónde quieres ir a parar. ¿Qué hay de malo en aprender portugués? Las dos cosas son buenas.

– Todo lo que has hecho durante años ha sido enfocado para convertirte en la empleada perfecta de Wild Ones.

– Sigo sin entender dónde está el problema.

El viento despeinó el cabello de Robin.

– En que nunca has pensado en ti.

– ¿Qué?

– Que nunca has confiado en que pueda haber gente alrededor tuyo que puede hacer que te pasen cosas buenas. Cosas buenas que a lo mejor ni siquiera sabes que querías. Te estoy diciendo que te relajes un tiempo y que dejes actuar al destino.

¿Destino? Robin le había dado oportunidad una vez. Hacía quince años en el río Forever. Pero Jacob Bronson la había detenido, afortunadamente.

Todavía se estremecía ante las posibles consecuencias de haber hecho el amor con Jake. Podía haberse quedado embarazada con dieciocho años. O peor aún, podría haberse creído que estaba enamorada de él y haberse quedado allí para siempre.

No. El destino no podía gobernar la vida de uno, pensó, mirando a su hermana.

– ¿Quieres que pase por la vida y deje que el destino me lleve de un lado para otro como una hoja seca?

– Para mí ha funcionado. Nunca habría conocido a Robert si no hubiera perdido aquel avión a Seatle.

– Eso fue suerte.

– Llámalo como quieras.

– No lo sé, Connie. No puedo imaginarme vagando por los aeropuertos, esperando a conocer al hombre de mis sueños.

Connie soltó una carcajada.

– Lo único que te sugiero es que te dejes llevar por la corriente durante un tiempo. Deja que el viento te lleve.

– ¿Igual que a una hoja seca?

– No eres una hoja seca -Connie dio un suspiro mientras abrazaba a su hermana-. No te preocupes tanto por las cosas que dejes pasar la oportunidad que tienes delante de ti.

– Lo intentaré -los ojos de Robin se posaron en las paredes de madera de la casa nueva de Jake.

– Pero decidas lo que decidas, tendrás mi apoyo -afirmó Connie.

Robin sintió un calor repentino en el pecho y parpadeó rápidamente.

– Gracias.

– ¡Mamá! -gritó la voz de Bobby, desde dentro-. Sammy ha roto mi camión.

– No lo he roto.

– Sí que lo has roto.

– No.

– Mientras tanto, piénsate bien lo de tener hijos -concluyó Connie, yendo hacia la casa a toda prisa.


Cuando los niños dejaron de pelear, comenzaron a oírse risas procedentes de la casa de Jake. Robin miró hacia allí y lo vio a él y a otras tres personas, dos hombres y una mujer. Estaban paseando entre los corrales llenos de caballos.

Observó la elegante postura de Jake y pensó en el destino. ¿Habría sido el destino lo que había llevado a Jake hasta ella aquella noche en el río? ¿Habría sido el destino lo que le había hecho desearlo o quien había hecho que él la detuviera?

¿Se habría quedado embarazada? ¿Se habría enamorado?

Se dijo que no. Además, era algo que no tenía importancia, ya que no podían retroceder en el tiempo y descubrirlo.

Jake y sus amigos se detuvieron ante el corral principal, donde había un semental que levantó la cabeza y luego las patas traseras en el aire fresco de la mañana.

Robin sabía que debería ir con su hermana y ayudarla a hacer la comida para los niños, pero no podía apartar los ojos de Jake. Había cumplido sobradamente las expectativas de belleza que ella había vislumbrado entonces. Fuerte y musculoso, se movía con gran agilidad. Si quisiera salir de Forever alguna vez, ella podría encontrarle trabajo en Wild Ones. Podría posar como modelo para los folletos de viajes.

Jake se subió a la valla del corral y se echó el sombrero hacia atrás. Luego se llevó los dedos a la boca y emitió un silbido penetrante. Los caballos de todo el rancho alzaron las orejas y se volvieron hacia él. Robin trató de enfocar la visión para verlo mejor.

El caballo que estaba dentro del corral se puso a dar vueltas frente a Jake, quien, muy despacio, bajó a la arena. La gente que tenía alrededor lo tapó por un momento y Robin no pudo ver qué hacía.

Pero en seguida volvió a verlo. Jake se había subido al caballo. Llevaba el sombrero bien calado en la cabeza y la camiseta se ceñía a sus musculosos bíceps. Picó espuelas al animal y este se arrojó hacia delante.

Robin sintió el impulso de correr hacia allá.

El cuerpo del caballo se arqueó y bajó al suelo bruscamente, provocando una nube de polvo. Entonces alzó las patas traseras e hizo un movimiento furioso.

¿Se había vuelto loco Jake?

Los músculos del hombre guardaban perfecta sintonía con el enfadado animal. Se echó hacia atrás y acomodó el cuerpo al del caballo. Robin, sin darse cuenta, también estiró los músculos con los de él. Jake levantó un brazo y lo balanceó, armonizando sus movimientos con los del animal.

Éste apenas tocó el suelo antes de arrojarse de nuevo hacia delante.

Luego el caballo cambió de táctica y fue hacia la valla como si intentara tirar a Jake. Robin se acercó un poco, juntando las piernas como si pudiera ayudar a Jake con la fuerza de su mente.

Jake se mantuvo firmemente en la silla. Parecía formar una unidad cósmica con el caballo.

Éste dio un giro repentino y varios de sus compañeros gruñeron excitados cuando el sombrero de Jake golpeó el suelo. Las piernas de Robin se murieron como por voluntad propia hasta llegar a la valla que separaba las dos propiedades. Se agarró a ella con las dos manos y miró el espectáculo con los ojos muy abiertos, preparada para saltar por encima y usar sus técnicas de primeros auxilios si hacía falta.

Se encogió cuando el caballo volvió a girarse. Justo cuando pensó que Jake había ganado, el animal se fue a un lado y Jake se acomodó un segundo más tarde de lo necesario. Cayó al suelo boca abajo, levantando una densa nube de polvo marrón.

¿Se habría golpeado la cabeza? Parecía como si así hubiera sido.

Robin saltó la cerca y el caballo retrocedió. Tenía la boca llena de sudor. Robin cruzó la pista y se dirigió hacia Jake.

Pero antes de que llegara, éste se levantó y fue hacia el nervioso caballo. Se detuvo un momento a recoger su sombrero, que sacudió contra la pierna antes de ponérselo.

Robin siguió acercándose, pero él iba en dirección contraria, hacia el salvaje animal. Jake empezó a hablarle con voz suave. Aquel hombre estaba verdaderamente loco. El caballo no pareció tranquilizarse, sino que, amenazante, golpeó el suelo con las patas traseras al tiempo que relinchaba.

Pero Jake continuó acercándose. Robin no podía dejar de pensar en cuándo había sido la última vez que había colocado un hueso roto o en si habría un médico de guardia en el hospital de Forever.

Cuando Jake llegó al lado del animal, este se quedó totalmente quieto y alzó las orejas. Robin se encogió, preparada para una nueva sacudida del caballo.

Las tres personas, al otro lado de la cuadra, vieron a Robin y esbozaron una sonrisa. Se comportaban como si les diera todo igual. Robin tomó aire y se detuvo.

Para su sorpresa, el animal no atacó a Jake. Al contrario, acercó el morro a la camisa de Jake hasta que este sacó algo del bolsillo que el caballo se metió en la boca rápidamente.

Robin se balanceó sobre las piernas. Era evidente que había algo que no había entendido, ya que era la única que parecía enfadada. Y eso incluía al animal.

La audiencia estalló en un espontáneo aplauso y Jake se volvió hacia ellos. Se quitó el sombrero e hizo una reverencia. Ese gesto, desde luego, no era el de alguien que había desafiado a la muerte. Finalmente se echó el pelo hacia atrás y se puso el sombrero.

Robin miró hacia ambos lados y deseó haberse quedado en su jardín. Jake había estado representando un espectáculo para aquellas personas.

El más joven y alto de ellos fue hacia Robin. Se detuvo y extendió la mano.

– Soy Derek Sullivan, un amigo de Jake.

– Robin Medford -contestó ella, estrechando la mano del desconocido.

Era lo único que podía hacer. Quizá creyeran así que también ella se había acercado para ver a Jake.

El hombre parecía de su misma edad, pero estaba claro que no se había criado en Forever.

– Es un bonito caballo -dijo Robin, haciendo un gesto hacia el animal.

Jake fue entonces hacia ellos y sus botas de cuero se hundían en el suelo polvoriento a cada paso.

– Sí, de los mejores.

De ser eso cierto, Robin prefería no ver a ninguno de los malos.

– ¿Suele hacer esto para entretenerse?

– ¿Dyanamo?

– No, Jake.

Derek sonrió.

– No, lo ha hecho solo por mí.

¿Derek quería que a Jake lo tirara un animal salvaje? ¡Vaya amistades! Robin miró a la otra pareja, que se habían alejado un poco para observar de cerca una yegua y su potrillo.

– Hola, Robin -la saludó Jake, entornando los ojos y poniendo una bota sobre la valla.

Posiblemente se estaba preguntando qué estaba haciendo ella allí, ya que la noche anterior no había hecho ningún intento por hablar con él.

También ella se estaba preguntando qué demonios estaba haciendo allí. Los recuerdos de su encuentro en la adolescencia estaban tan vivos, que le daba vergüenza hasta mirarlo a los ojos. Y se seguía sintiendo atraída hacia él igual que lo había estado quince años antes.

– Hola -contestó después de aclararse la garganta.

Normalmente el polvo no le agradaba, ni tampoco el sudor, ni los vaqueros gastados o las botas de cuero viejas.

Jake ladeó la cabeza y su expresión se hizo más insegura.

– ¿Qué te ha parecido?

«Increíble, muy sexy».

– El caballo parecía un poco… juguetón -contestó sin embargo.

Ambos hombres se echaron a reír.

– Pero a nosotros nos gustan así.

– Claro, en gustos no hay nada escrito -dijo Robin, deseando que su pulso volviera a la normalidad.

– Sabes en qué trabajo, ¿verdad? -preguntó Jake.

– No exactamente -respondió ella, tratando de concentrarse en la nube que coronaba una lejana montaña.

Sabía que él criaba caballos, pero nunca se había preocupado por lo que hacía con ellos. Se imaginaba que daría paseos con los turistas. Con turistas que tuvieran mucho dinero.

– Entreno caballos para rodeos.

– ¿Caballos para rodeos? ¿En Forever? -los ojos de Robin volaron desde la montaña al rostro de Jake.

– Sí, aquí mismo.

– Gracias por la demostración -dijo Derek, dando una palmada en el hombro de Jake-. Nos vemos por la noche. Encantado de conocerte. Robin.

Derek se dirigió hacia la pareja.

Jake hizo una señal de despedida a su amigo. Luego, se quedó mirando a Robin con dulzura. Esta sintió que se le aceleraba el pulso.

– Entonces, ¿qué puedo hacer por ti?

A Robin se le ocurrieron varias respuestas, pero no las expresó en voz alta.

Capítulo Tres

– Nada -fue lo que dijo rápidamente-. Quiero decir, yo…

No quería que él pensara que estaba allí para reavivar la vieja llama. Pero tampoco quería comportarse como una estúpida.

– Te has hecho una casa muy bonita -añadió, mirando hacia el rancho.

La verdad es que estaba verdaderamente asombrada por lo que Jake había hecho con el terreno de su padre.

Connie le había hablado con entusiasmo de lo mucho que trabajaba y de sus buenas ideas. Pero solo en ese momento, al ver el granero, los cobertizos y las cuadras. Robin entendió perfectamente por qué. Era evidente que había tenido que trabajar mucho durante aquellos quince años.

Jake la miró desde debajo del ala del sombrero.

– ¿Así que has venido a admirar la casa?

– Sí -dijo, sintiendo que se ponía colorada.

Jake miró hacia su camisa abierta y luego la miró de nuevo a los ojos.

– ¿Has venido a ver cómo montaba?

– Sí.

Jake entornó los ojos y agarró el cuello de su camisa.

– ¿Quieres que te haga una pregunta de verdad incómoda?

– ¡No!

Jake soltó la tela sin rozar su piel. Ella no pudo evitar sentir cierto disgusto. Aquellas manos fuertes eran una verdadera tentación. Por supuesto, todo en él lo era.

Jake soltó una carcajada y movió la cabeza.

– Cuéntame exactamente para qué has venido.

Robin dio un suspiro. Odiaba ese interrogatorio. Desde luego, era un fastidio estar con gente que la conocía desde niña.

– Creí que a lo mejor podías necesitar atención médica.

Jake dio un paso hacia atrás.

– Pero tú no eres doctora.

– Tengo un título de Medicina.

– ¿Estás de broma?

– ¿Por qué iba a estarlo?

El caballo pasó trotando al lado de ellos, pero era evidente que no era lo más peligroso para Robin en ese momento.