Jo se colocó a horcajadas sobre él, que la sujetaba por las caderas. Jo estaba tan dispuesta que Dean se deslizó por completo dentro de ella, entre sus pliegues cálidos y húmedos, de modo que quedaron perfectamente ajustados y gimieron al unísono.

Dean colocó las manos en la espalda de Jo para atraerla más hacia sí y ella murmuró contra sus labios:

– Feliz cumpleaños, Dean -y movió las caderas rítmicamente contra las de él, enviándolos a ambos a un mundo de estáticas sensaciones.

Cuando Dean y ella hubieron recobrado el aliento, él alzó la cabeza y le dirigió una sonrisa, de la que Jo pensaba que jamás se cansaría.

– Es usted culpable de un delito de robo, señorita Sommers -le dijo en un tono juguetón-. Por ello, tendré que detenerla y mantenerla presa.

Jo sonrió también.

– ¿Cómo es eso?

Dean la besó suavemente.

– Porque me has robado el corazón. Y tu condena será… Ser para siempre mi esposa.

Y esa era una condena quejo estaba más que dispuesta a cumplir.

Janelle Denison

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