El anochecer llegó, se fue y Tom le enseñó varios métodos para no golpearse con el yeso. Emily se levantó, encontró en un cajón del tocador la tarjeta con el corazón de flores y el poema, y lo apoyó contra la base de la lámpara para que fuese lo primero que vieran al despertarse a la mañana.

El pueblo estaba en silencio y el viento había cesado. Las ventanas estaban quietas. Emily se quedó de pie mirando a través del encaje, sintiendo el aire fresco de la noche. Tom se acercó por detrás y le rodeó el pecho con los antebrazos. Se mecieron, apacibles.

Emily apoyó sus manos en los brazos de él y habló por primera vez de los que estuvieron ausentes de la ceremonia nupcial.

– Los eché de menos.

– Yo también -comentó él, con la boca contra el pelo de ella.

– Incluso a Tarsy. Pensé que ya no sentía nada hacia ella, pero no es así.

– No creo que lo acepte pronto, tal vez nunca.

Por unos minutos, reflexionaron, mirando por la ventana hacia el Norte, aún meciéndose, hasta que Emily preguntó:

– ¿Crees que Charles ya estará en Montana?

– No, todavía no.

– ¿Piensas que volverá alguna vez?

Tom suspiró, cerró la ventana, y pasándole un brazo por los hombros, caminaron hasta la cama.

– El mundo no es perfecto, marimacho. A veces sufrimos incendios, nos peleamos a puñetazos y perdemos amigos.

– Ya lo sé.

Se metieron bajo las mantas y se acurrucaron, espalda contra frente, de cara a la tarjeta.

Emily le tomó la mano y la apoyó sobre uno de sus pechos. Sintió el aliento cálido en la parte posterior de la cabeza y preguntó, con gracia:

– ¿No te molesta si sigo queriéndolo, sólo un poco?

Tom la besó en la coronilla y respondió:

– Algún día volverá. Estamos nosotros que lo esperamos, por eso volverá.

LaVyrle Spencer

Nació en 1943 y comenzó trabajando como profesora, pero su pasión por la novela le hizo volcarse por entero en su trabajo como escritora. Publicó su primera novela en 1979 y desde entonces ha cosechado éxito tras éxito.