¿Seguía enamorada de Seb? ¿Era aquello el motivo de tanta comedia?
Bruscamente, Matt se puso en pie y le ofreció su mano.
– ¿Quieres bailar? -dijo secamente.
Pero se sintió mejor cuando la tuvo contra él en la pista de baile. Estaba llena de parejas lo que le dio una excusa perfecta para apretarla entre sus brazos, lo que había deseado durante toda la cena interminable.
Flora estaba tensa al principio y mantenía el cuerpo rígido y apartado de él. Había sido más fácil estar en su presencia durante la cena, con la suficiente distancia entre ellos. Sin la distracción de su roce, se había recuperado y había logrado recordar qué estaba haciendo Matt con ella: un trato, un acuerdo absurdo que terminaría tras la visita de su madre. Y ella volvería a ser su secretaria hasta que Paige regresara. Y luego nada. O más bien, todo, el mundo esperándola.
Flora no iba a comprometerse emocionalmente. ¿No era esa la frase de Matt? Lo último que él quería era una mujer enamorada, y en eso coincidía plenamente con ella. Sería un completo desastre. Oh, no, se dijo Flora, no pensaba hacer algo tan idiota. Si fuera lista, saldría corriendo para evitar al tentación de echarle los brazos al cuello y apretarse contra él.
Pero su pecho era tan sólido y acogedor. Y las luces eran suaves y la música lenta. Y sus manos tan calientes sobre su espalda desnuda, y si se relajaba, sólo un poco, quizás la abrazaría un poco más. Seb podía seguir sospechando un fraude y debía observarlos con atención. Y además, tenía las piernas débiles y necesitaba cierto apoyo…
Con un suspiro de pesar, Flora cerró los ojos y se dejó ir contra él.
Matt sintió su cuerpo relajarse, tanto que el aliento de Flora le rozaba el cuello y sin pensarlo, la abrazó con más fuerza. Sus manos recorrían la espalda de la chica, como dotadas de voluntad propia. Apoyó la mejilla en el cabello dorado y sintió su dulzura, respiró su perfume y la abrazó más, sintiendo que Flora se pegaba a él hasta que sus labios rozaron su cuello.
Tragó saliva. Aquello no era una buena idea. Era pésima. No quería comprometerse con una mujer. Las emociones complejas le ponían nervioso y no quería que todo acabara en lágrimas. Cuando no estaba insoportable, Flora era una chica encantadora y lo que era más importante, una buena secretaria.
Y de momento, prosiguió su voz racional, necesitaba una secretaria eficaz mucho más que una amante. El acuerdo en Europa era vital para la expansión futura de Elexx y no podía permitirse perder a Flora en esa etapa del negocio. ¿No era más importante su compañía que el deseo que sentía por una mujer, sin duda pasajero?
Claro que lo era. Bastaba que dejara de abrazarla como si no quisiera dejarla marchar. Tenía que soltarla. Pero su piel era tan suave y la sentía tan cálida entre sus brazos, y el aroma de su piel le embriagaba y no era más que un hombre, al fin y al cabo.
– Vámonos -susurró en el oído de Flora.
Más tarde, Flora no podría recordar cómo salieron del salón. Sin duda se despidieron de los amigos, pero sólo era consciente de la mano de Matt apretando la suya mientras salían a la calle. Había mandado a su chofer que se retirara, de manera que tomaron un taxi al hotel. Recordaba la luz amarillenta del taxi, el sonido del motor, el olor de los asientos de cuero. Recordaba el rostro de Matt iluminado a ráfagas por las luces de la calle, severo y distante tras haber soltado su mano.
Mientras esperaban el taxi, el aire fresco había despertado el sentido común de Matt. ¿Acaso no había decidido conservar una relación estrictamente profesional con Flora? De momento, eso significaba soltar su mano. Y sobre todo no tocarla en el taxi, llegar al hotel, enseñarle su habitación y darle las buenas noches.
Fácil.
Caminaron por el vestíbulo del hotel a más distancia de la necesaria y esperaron el ascensor envueltos en un silencio agónico. Cuando llegó, entraron, siempre con cuidado de no rozarse y miraron los números de los pisos, rodeados de una tensión casi audible.
Flora había estado tan segura de que Matt la deseaba cuando la hizo salir del baile con tanta urgencia que se sentía atónita y ofendida por su actitud. Apenas la miraba. Quizás se estaba aburriendo en el baile, idea aterradora cuando ella estaba a punto de derretirse de placer. Suplicó mentalmente no haberse equivocado tanto, mientras una parte más lógica de su cerebro le recordaba que la distancia era lo mejor que podía suceder entre ellos.
Por fin llegaron a la puerta de la suite. Matt miró a Flora que parecía aturdida y temblorosa y se dijo que no debía tocarla. Abrió la puerta y entraron a la habitación principal, mientras Flora agradecía la penumbra para disimular su deseo.
Matt cerró la puerta con precaución innecesaria y se volvió hacia el rostro pálido y luminoso de la joven. Había llegado el momento de enseñarle su habitación.
– Flora -dijo en lugar de lo previsto y alargó las manos hacia ella-. Flora -repitió, abrazando su cintura, con la voz temblando de deseo.
Flora sintió que su corazón saltaba y su cuerpo ardía de anticipación y resistió el deseo contradictorio de besarlo y salir corriendo para siempre. Al día siguiente se arrepentiría, pero aquella noche tomaría cualquier cosa que Matt le diera, con tal de volver a besarlo. La tensión iba a volverla loca si no lo hacía pronto.
Matt tomó su rostro con las manos e inclinó la cabeza mientras Flora cerraba los ojos, aliviada.
Y en aquel instante, justo cuando los deseados labios iban a rozar los suyos, una voz risueña y juvenil exclamó:
– Matt, ¿eres tú, cariño?
Y un instante más tarde, las luces se encendían y una mujer asomaba por la puerta opuesta de la suite.
Las manos de Matt se habían congelado en el aire y miró a los ojos de Flora, enormes y muy oscuros, antes de reprimir un gemido y darse la vuelta.
– Madre -dijo con un esfuerzo audible-. ¿Cómo has entrado?
– Me dejaron entrar, por supuesto, cariño. Ya sabes que siempre me hospedo aquí cuando estoy en Londres y no estaban nada sorprendidos de verme.
Nell Davenport avanzó hacia ellos, radiante. Por lo que Matt le había contado, Flora había imaginado una altiva y dura mujer de sociedad, aterradoramente perfecta y egoísta. Nell no era así en absoluto. Sin duda llevaba un traje caro, pero era pequeña y frágil, con un hermoso pelo plateado y una sonrisa amable.
– Y no me digas que no me esperabas -dijo a su hijo que no se había movido-. Ya sabías que no podría esperar para conocer a Flora.
Alzó el rostro hacia él y Matt, que la hubiera estrangulado sin arrepentimiento, la besó en la mejilla.
– Y tú debes ser Flora -afirmó, moviéndose con gracia hacia la joven que se había quedado petrificada ante la aparición y que seguía mareada por la anticipación del beso.
Logró sonreír sin embargo y se dejó abrazar por la madre de Matt.
– No te pareces nada a lo que imaginaba -dijo ésta sin pudor mientras la observaba-, pero no puedes imaginarte lo contenta que estoy.
– ¡Madre! -la interrumpió Matt-. No te esperaba hasta el miércoles -no pudo evitar hablar con tono acusatorio.
– Ya lo sé, cielo, pero estaba comiendo con Leonie Greenberg ayer, ¿o ha sido hoy? Tengo un lío tremendo con el tiempo. En fin, le estaba contando lo feliz que era por tu boda y todo eso, y ella dijo que no sabía cómo podía esperar a conocer a Flora y entonces me di cuenta de que por supuesto no podía esperar, así que me fui a casa, recogí tres cosas para venirme y salté al primer avión. ¡Y aquí estoy! -terminó triunfalmente.
– Pero, ¿no tenías un viaje a Italia?
– Me iré de aquí a Roma, como estaba previsto. Eso significa que tenemos cuatro días para estar juntos, nada de una noche -sonrió a ambos y ante sus expresiones asustadas, preguntó-: ¿Hay algún problema?
Matt tenía un tic muscular en la mejilla. Aquello era típico de su madre, se dijo con rabia, no respetar ningún acuerdo ni horario. En aquel momento podría estar besando a Flora y tendría toda una noche para romper con ella todas sus severas resoluciones.
– No es muy conveniente -dijo con sequedad.
– Oh, qué tontería -dijo su madre-. ¿Cómo va a ser inconveniente si vives en un hotel con un cuarto libre? ¿O vas a decirme que Flora iba a dormir en el dormitorio de invitados?
Y al oír su nombre, Flora logró al fin recuperar el habla.
– Será mejor que yo me vaya a casa -dijo tímidamente-. Querrás estar a solas con Matt.
– No, ni hablar -dijo Nell con franqueza, con los ojos llenos de chispas-. Matt se pondrá insoportable, sobre todo si cree que te he obligado a marcharte. No hace falta que te vayas del cuarto de Matt por que yo haya llegado -le aseguró con una palmadita-. No soy tan anticuada. Además, así estaremos los tres juntos y tú y yo tendremos más oportunidades de llegar a conocernos, ¿no crees?
Flora, incapaz de pensar con rectitud, se limitó a sonreír débilmente y mirar a Matt de reojo. Éste miraba a su madre como si pensara que tortura aplicarle.
– ¿Por qué estamos aquí de pie? -dijo Nell con alegría-. ¡Tenemos tanto qué celebrar! Matt, corazón, pide que traigan una botella de champán.
– Es la una de la mañana, madre -dijo Matt sin despegar los dientes. Flora parecía desencajada por el encuentro y no se lo reprochaba-. A lo mejor tú no estás cansada, pero Flora sí lo está.
– Oh, querida, y yo que me moría por charlar un buen rato.
Su idea de charla era sin duda un interrogatorio sobre la vida de Flora, su encuentro y sus planes de boda, pensó Matt con rencor.
– Podéis hablar por la mañana -dijo Matt y tomó del brazo a Flora-. Ahora, Flora se va a la cama.
Flora sintió una inmensa gratitud hacia Matt. Nell la besó a su pesar y prometió que por la mañana hablarían largo y tendido, aunque su promesa sonó como una amenaza a oídos de la joven.
Su alivio por haber escapado al empeño de Nell de celebrar su falso compromiso duró hasta que Matt la llevó al lado opuesto de la suite, dónde él dormía. Hubieran terminado allí de todos modos, se dijo Flora, pero de forma muy distinta, si todo hubiera seguido su curso.
Pero la magia del momento se había roto y volvían a la realidad de su simulacro. Matt le señaló su bolsa, con un aire tan frío y distante que Flora de nuevo tuvo que preguntarse si no había interpretado mal la escena anterior.
Hubo un silencio incómodo.
– Siento todo esto -dijo Matt por fin-. No quería que saliera así.
– No es culpa tuya -comentó Flora con la misma rigidez.
Estaba junto a la puerta y parecía muy vulnerable. Matt deseó tomarla en brazos, pero de pronto temió que Flora pensara que se estaba aprovechando de ella. En realidad había deseado aprovecharse de ella, reconoció con cierta culpa. Al fin y al cabo, él era el jefe. Quizás Flora se había sentido forzada a seguirle el juego.
– Dormiré en el sofá -dijo bruscamente.
Herida por su actitud casi hostil, Flora decidió mostrar que le daba lo mismo dónde durmiera.
– No hace falta -dijo fríamente, señalando la cama inmensa que dominaba el cuarto-. Es lo bastante grande para los dos, y sé que eres un caballero -logró sonreír aunque le dolió hacerlo-. No me molesta compartir la cama.
Matt estaba seguro de que iba a volverse loco, pero no podía decirlo cuando Flora estaba mostrando tan a las claras que había decidido olvidar el curso que estaban tomando los acontecimientos antes de la aparición de su querida madre.
– Muy bien -dijo-. Pues te dejo que te cambies -antes de salir, añadió-: El baño es esa puerta. Voy a visitar a mi madre, a ver si consigo convencerla de que se acueste.
Salió, cerrando la puerta y Flora se encontró sola en la suite. Mientras se lavaba la cara y los dientes se intentó convencer de que no era peligroso compartir la cama y que no iban a lanzarse el uno en brazos del otro. Cada uno se quedaría quietecito en su lado. Eso era todo.
No iba a suceder nada.
Capítulo 6
Por supuesto, estaba sucediendo de todo. De hecho, prometía ser una de las peores noches de su vida.
Matt tardó una eternidad en regresar, sin duda haciendo tiempo para asegurarse de que ella durmiera y no pudiera lanzarse sobre él. Cuanto más tiempo pasaba, tumbada en la oscuridad, más se convencía Flora de que había malinterpretado las acciones de Matt. Este se había limitado a cumplir con su parte del trato, simulando estar enamorado de ella, y Flora había respondido colgándose de su cuello, pegándose a él sin ningún pudor y prácticamente rogándole que la besara.
Menos mal que les había interrumpido Nell, se dijo Flora, cada vez más humillada y más insomne. Al menos la madre de su jefe le había recordado que estaban simulando ser amantes.
Flora deseaba dormir, pero su corazón saltaba ante cada sonido y cuando la puerta se abrió por fin, se paralizó de horror. Rígida bajo el edredón, escuchó cómo Matt entraba en el baño sin hacer ruido, y luego se acercaba a la cama. El sonido del edredón al abrirse le pareció como un disparo en la quietud enervante de la noche.
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