– Y conoces a Flora -prosiguió Matt.
Venezia dejó caer una mirada olvidadiza desde el lado contrario de la mesa. Era de la clase de chicas que no pierde el tiempo hablando con otras mujeres.
– Me parece que no…
– En la oficina -la ayudó Flora con una espléndida sonrisa que puso a Matt los pelos de punta-. Soy la secretaria temporal de Matt.
– Oh, sí -era obvio que Venezia no entendía que Matt se molestara en presentarla. Se volvió hacia él y puso una mano suave sobre su antebrazo-. Esperaba verte cuando regresé de rodar en Marruecos -murmuró.
Flora no se detuvo a pensar. Tomó la mano de Matt y dijo con entusiasmo:
– Cariño, cuéntale la noticia a Verónica -exclamó y tuvo la satisfacción de observar una mirada furibunda en los ojos hermosos de la joven, aunque no supo decir si era por la interrupción o por la deliberada equivocación con su nombre.
– Es Venezia -dijo inmediatamente-. ¿Qué noticia es esa? ¿Ya has firmado el contrato que te ha ocupado tanto?
– Oh, es algo mucho más emocionante -explicó Flora, reclinándose hacia Matt-. No voy a ser su secretaria temporal mucho más tiempo, ¿verdad, Matt? Nos casamos el año que viene, así que no pisaré más la oficina.
– ¿Te vas a casar? -Venezia no se creía una palabra. Lo miró como esperando que se riera de la broma-. ¿Matt?
Matt tenía un tic en la mejilla y lanzó una mirada a Flora que prometía venganza. Pero, con su madre como divertido espectador, no podía negarlo:
– No queremos anunciarlo públicamente -dijo entre dientes.
– Oh, pero no importa que se lo contemos a una vieja amiga como Verónica… perdón, Venezia, ¿no es cierto, cielo? -Flora ignoró la mirada de Matt y se inclinó hacia la modelo-. Espero que vengas a la boda -añadió con dulzura y le encantó ver el absoluto desconcierto de la mujer-. Fue tan amable por tu parte enseñarle Londres a Matt cuando llegó a la ciudad.
El rostro de Venezia se endureció y retiró la mano del brazo de Matt mientras le decía, bajando la voz como si estuvieran a solas:
– ¿Es eso verdad? Pensé que no querías comprometerte en una relación seria.
Matt estaba furioso con Flora.
– He cambiado de opinión -dijo brevemente. ¿Qué otra cosa podía decir?
– Ya veo -dijo Venezia con una sonrisa triste-. Pues enhorabuena. No te levantes -añadió poniéndose en pie con menos languidez de lo habitual-. Sólo quería saludar, regreso con mis amigos.
Flora la vio marcharse con su caminar soberbio y apenas pudo contener un grito de triunfo. Matt estaba lívido de ira, pero le daba igual. ¿Esperaba que ella se estuviera callada mientras Venezia se pegaba a él de aquel modo?
Hubo una pausa llena de tensión. Matt estaba deseando decirle a Flora lo que pensaba de su intervención, pero su madre se lo impedía.
– ¿Queréis tomar algo más? -preguntó haciendo un esfuerzo.
Nell sugirió que se marcharan, pero Flora no pensaba huir y dejar el campo abierto a Venezia, que en aquel momento le estaba contando a todo el mundo el terrible error que iba a cometer el pobre Matt. Algunas cabezas del grupo del fondo ya se habían vuelto hacia ellos y los miraban con reprobación.
– Yo quiero postre -dijo con alegría.
Matt tardó más de una hora en lograr sacarla del restaurante y para entonces estaba a punto de estallar de ira.
– Madre, debes estar cansada -dijo cuando iban hacia el coche-. ¿Te parece que te deje a dormir la siesta, mientras Flora y yo vamos a su apartamento a por sus cosas?
– Nunca duermo siesta -dijo Nell y su hijo la añadió a su lista de estrangulamientos-. Y no estoy cansada.
– ¿Por qué no vienes con nosotros? -preguntó Flora con gratitud-. Sólo necesito una maleta pequeña, pero podrás ver el apartamento y conocer a mis amigas.
– Me encantará -dijo Nell, ganándose una sonrisa de Flora y una mirada desesperada de su hijo.
De modo que Matt tuvo que ir al piso de Flora y ser amable con Jo y Sarah mientras ésta hacia la maleta. Su madre, para variar, estaba encantadora y antes de que pudiera hacer nada, había aceptado tomar el té. Así pasaron otra hora de animada charla hasta el momento en que Flora estuvo a punto de estropearlo todo cuando Jo le preguntó si debían empezar a buscar otra compañera de piso.
– ¡No vais a alquilar mi habitación! -murmuró Flora con repentino pánico.
Jo miró la maleta preparada.
– ¿No te vas a vivir con Matt?
– No… no es permanente -Flora miró a Nell, pero por fortuna la madre de Matt estaba concentrada en la conversación con Sarah. Le hubiera gustado contarles a sus amigas la verdad, pero no podía arriesgarse con Matt y su madre tan cerca-. Quiero decir… igual no sale bien.
Jo la miró y miró a su presunto novio y dijo con convencimiento:
– Claro que saldrá bien.
Y ella qué sabía, pensó Matt con rabia. La tarde prosiguió y Matt no se encontró a solas con Flora hasta la noche. Su madre y Flora no se habían separado en todo el día y si al fin lo hicieron fue porque su madre no pudo inventar ninguna excusa para dormir con ellos. De manera que al fin pudo tomar a su futura esposa por el brazo y meterla en el cuarto con brusquedad, cerrando la puerta tras ellos.
– No puedes seguir escondiéndote detrás de mi madre -le dijo con furia-. ¿Así que quizás podrás explicarme qué mosca te ha picado hoy? Te dije que no se lo contaras a Venezia, pero ni caso. ¡Antes de que abriera la boca ya estabas diciendo «cariño, dile a Venezia la noticia»!
– No pude evitarlo -se defendió Flora acariciándose la muñeca con gesto resentido-. No hay derecho a que una mujer se comporte así con un hombre delante de su novia. Parecía que te iba a comer.
– ¿Comerme? ¡Si sólo me estaba tocando el brazo!
– No es verdad. Se sentó acariciándote y mirándote con esos ojos enormes y el mensaje era que te iba a llevar a la cama en la primera ocasión -Flora empezaba a estar tan enfadada como Matt-. ¡Tu madre jamás se hubiera creído que estábamos comprometidos si me hubiera quedado callada! Por supuesto, tú no hiciste el menor gesto para detenerla.
Matt se había sentado sobre la cama y se estaba quitando los zapatos con algo similar a una rabia fría.
– ¿Y no podías limitarte a parecer herida o algo así? Ahora el mundo entero sabe que estamos comprometidos. No va a ser lo mejor para mi reputación, ¿sabes?
– Haberlo pensado antes de engañar a tu madre -replicó Flora. Demasiado agitada por la discusión como para sentirse intimidada, entró en el baño y buscó su cepillo de dientes.
– Teníamos un trato -dijo Matt desde la puerta mientras se desabrochaba la camisa-. Quedamos en que el numerito era para mi madre y nadie más.
Flora puso demasiada pasta en su cepillo.
– ¿Y qué debo hacer? ¿Decirles a tus novias que por favor se peguen a ti todo cuanto quieran? A tu madre le encantaría.
– ¿Por qué tienes que exagerarlo todo? -se apenó Matt-. Hay un punto intermedio entre las cosas, pero ese nunca lo encuentras -añadió con tono amargo-. No creo que conozcas el concepto de equilibrio.
– No entiendo qué te molesta tanto -dijo Flora escupiendo el agua en el lavabo-. Querías convencer a tu madre y mi escena la convenció más que nada, aunque está desolada porque le parece evidente que aún sientes algo por Venezia.
– ¡No siento nada por Venezia!
– ¡Pues hoy parecía evidente!
– Quizás deba recordarte que te estoy pagando por hacer este teatro -dijo Matt con rigidez.
– No creas que se me olvida -Flora se retiró el pelo de la cara con furia-. ¡No estaría compartiendo esta habitación contigo si no fuera porque me pagas!
– ¡Pues recuérdalo la próxima vez que decidas ponerme en ridículo! -replicó Matt y salió del cuarto del baño.
Esperó de mal humor a que Flora terminara. Debía estar contento porque la joven le hubiera recordado todos los motivos por los que no podía aguantarla. De otro modo, hubiera empezado a encontrarla demasiado atractiva. Odiaba sentirse como si hubiera perdido el control de su vida. Y odiaba que Flora le replicara a todo. La vida sería mucho más fácil si le obedeciera, como hacían los demás.
Ni siquiera parecía molesta cuando al fin salió del baño. Se había lavado la cara y sus ojos estaban muy azules y la mandíbula tenía el habitual gesto de orgullo. Llevaba un camisón azul de seda. Tenía mangas cortas y llegaba hasta la rodilla, pero aún así, ponía en evidencia los grandes senos y las caderas de la joven.
– Todo tuyo -dijo.
– ¿Qué?
– El baño -aclaró Flora fríamente y se metió en la cama, dispuesta a demostrarle a Matt que no tenía problemas en dormirse a pocos centímetros de él. Sería mucho más fácil ahora que había recordado lo egoísta y estúpido que podía ser.
En todo caso, eso esperaba.
Matt estaba de un humor de perros al día siguiente. En cuanto a Flora, la había despertado a las siete para decirle que la quería en la oficina a las ocho para recuperar el tiempo que estaban perdiendo con «la farsa», y no estaba de mejor humor. No había ni rastro de Nell y desayunaron en silencio. Nada de champán, pensó Flora bebiendo pensativamente su café.
Durante toda la mañana apenas hablaron, pero la tensión en la oficina se cortaba. Cuando una voz lánguida de mujer pidió que la pasara con Matt, declarando ser una tal Jinx, Flora decidió que estaba harta. Al menos podía dejar de salir con sus amantes mientras simulaban estar juntos.
Si quería mostrar que su vida continuaba como siempre, Flora haría lo mismo. Así que tomó el teléfono, llamó a su agencia de viajes, y pidió información sobre el visado para Australia y los precios de un viaje alrededor del mundo.
Matt entró en el despacho cuando estaba comparando precios de varias líneas aéreas. Con una tranquilidad provocativa, Flora dejó el auricular y lo miró:
– ¿Necesitas algo?
– Necesito la carpeta de ese nuevo esponsor -Matt habló con irritación-. Pero no te molestes, ya lo busco yo.
– Si esperas un minuto, te lo llevo -Matt ya había empezado a revolver en los papeles, pero Flora no perdió la calma, buscó la carpeta y se la tendió-: ¿Necesitas algo más? -dijo con su sonrisa más dulce.
Matt le arrancó la carpeta de la mano.
– Sí, si has terminado de perder el tiempo de la compañía haciendo tus planes de viaje, reserva una mesa para la una en ese nuevo restaurante japonés.
– ¿Mesa para dos? -preguntó Flora intentando parecer indiferente. No pensaba interesarse por su maldita comida y su estúpida compañía.
– Sí -exclamó Matt que no pensaba explicarle que tenía una cita con el director financiero de un banco-. Y será mejor que lleves a mi madre al teatro o algo así esta noche -añadió-. Consigue entradas para cualquier cosa que esté de moda.
¿Y qué sería eso? se preguntó Flora mientras reservaba mesa a regañadientes. ¿A quién podía preguntarle qué se llevaba en Londres?
¡Seb! La inspiración la hizo sonreír mientras marcaba. Podía ser un hombre insoportable, pero como reportero era un genio para saber qué pasaba en la ciudad.
Pareció encantado al oírla.
– Estaba pensando en ti -dijo después de ofrecerle a Flora una descripción detallada de los espectáculos adecuados para una dama americana-. Tengo que contarte algo. ¿Hay alguna posibilidad de que nos veamos a la hora de comer?
Flora pensó en Matt comiendo con una espléndida rubia llamada Jinx y dijo:
– Claro que sí, ningún problema.
– ¿Ya has conocido a su madre? -preguntó Seb mientras dejaba el vaso de Flora en la mesa y se sentaba junto a ella. El jardín del pub estaba lleno de bebedores que querían disfrutar del sol y Flora había cedido la mitad de su mesa a otra pareja-. ¡Así que va en serio!
– Ya te dije que era serio -declaró Flora. No pensaba decirle la verdad a Seb, de momento.
– Ya me di cuenta el sábado por la noche -admitió su amigo-. Al principio no podía creérmelo, pero la forma en que os mirabais en el baile era muy convincente -sonrió y lanzó a Flora una mirada de soslayo-. A mí nunca me miraste así. Me extraña que no le haya molestado a tu novio que comas conmigo.
– Matt confía en mí -dijo Flora y decidió cambiar de tema-. ¿Qué querías decirme?
Seb había pedido un puesto en Singapur, como corresponsal de su periódico, y al parecer tenía posibilidades de que se lo concedieran.
– Estoy cansado de cubrir sucesos. Quiero algo más serio.
– ¡Creí que querías quedarte en Londres! -Flora acusó la noticia, recordando sus interminables discusiones al respecto.
– Porque pensé que sería mejor para mi carrera. Pero ahora creo que es bueno que me marche.
– Pues buena suerte -dijo Flora y tendió su vaso para brindar con Seb que la miró con aire pensativo.
– Tiene gracia que rompiéramos porque querías marcharte a conocer mundo y que al final sea yo el que se marcha -comentó-. ¿Supongo que te quedarás aquí con Matt?
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