Flora sabía por instinto que de nada valdría luchar contra el sentimiento. Iba a terminar con el corazón roto, pero lo único en lo que podía pensar era en aprovechar el momento y relegar el futuro como si tuviera todo el tiempo del mundo. Besó el pelo de Matt y éste se estiró y murmuró su nombre, antes de erguirse sobre un codo para mirarla.
– Ha sido increíble -dijo suavemente, apartándole un mechón de pelo de la mejilla. Sus ojos brillaban con una ternura que atenazó el corazón de Flora-. Eres increíble.
– ¿No te arrepientes de no haber leído el informe comercial? -bromeó ella.
La mano de Matt acarició su seno desnudo y sonrió de una manera que hacía correr champán por las venas de Flora.
– ¿Qué crees?
– Siempre puedes recuperarlo ahora.
– Podría, pero siento que mi mente no está del todo en la lectura -respondió Matt junto a su boca.
– ¿Es demasiado tarde para empezar a ser sensatos? -preguntó Flora con una sonrisa feliz.
– Desde luego -Matt asintió mientras Flora se estremecía bajo su boca y sus manos-. Demasiado tarde.
Cuando despertó horas después, Flora dormía dulcemente contra él, con una sonrisa soñadora en los labios. Ojalá estuviera soñando con él, pensó Matt mientras la contemplaba sintiéndose feliz. Normalmente su mente saltaba a las acciones del día en cuanto abría los ojos, pero esa mañana sólo deseaba permanecer junto a ella, viéndola dormir.
Tomó entre sus dedos un mechón y lo acarició para sentir la seda dorada hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo y dejó de sonreír. Cualquiera que lo viera pensaría que era un hombre enamorado.
Se separó de Flora y se sentó en el borde de la cama, frunciendo el ceño en dirección a la alfombra. Lo último que quería era complicarse la vida enamorándose de alguien. El amor era demasiado confuso, demasiado exigente, algo que escapaba a su control. El amor era un lujo para gente con tiempo. Él tenía que ocuparse de un negocio y el amor estaba completamente fuera de lugar.
¿Era así?
Por primera vez en su vida, Matt no estaba seguro de la respuesta. Desconcertado por su propia vacilación, se puso los pantalones y se inclinó para reunir la ropa que había distribuido por el suelo la noche anterior. Después, aún sin camisa, se sentó de nuevo para mirar a Flora.
No era hermosa, se dijo. La boca era demasiado grande, la nariz tenía demasiada personalidad, la barbilla era demasiado fuerte y orgullosa y la figura demasiado curvilínea. Había conocido a muchas mujeres guapas, pero ninguna le había hecho sentir como Flora. Había algo en ella que hacía que su pecho se contrajera cada vez que la miraba.
Matt miró su reloj. Eran las ocho y media. Tenía que marcharse a la oficina, pero dejaría a Flora durmiendo. Le costaba irse sin decirle adiós. Comprendió con ansiedad que no quería marcharse de su lado.
Se inclinó sobre ella para besarla.
Flora salió de un sueño de sensaciones sensuales para descubrir que Matt la estaba besando realmente. Se estiró con voluptuosa alegría y le sonrió, y Matt tuvo que contener el aliento al ver de nuevo sus brillantes ojos azules.
– Hay que despertar -dijo y se sentó junto a ella para evitar tomarla entre sus brazos.
De pronto, Flora recordó todo lo sucedido y se sintió levemente avergonzada por su desnudez.
– ¿He dormido demasiado?
– Sí -dijo Matt, pero al mirarlo Flora se dio cuenta de que sonreía y su timidez se evaporó. Volvió a estirarse con placer.
– Me levanto en seguida.
– ¿Por qué? -Matt sucumbió a la tentación y le tomó la mano para besar la muñeca caliente.
Flora sintió un escalofrío por su brazo.
– Tengo un jefe tiránico -dijo-. Me monta un número si no llego al alba a trabajar.
– Parece horrible -dijo Matt y besó su brazo hasta el codo-. ¿Por qué sigues con él?
– Oh, no es tan malo cuando lo conoces -bromeó Flora mientras Matt llegaba a su hombro.
– ¿En serio? -preguntó él, alzando la cabeza.
– En serio.
Flora sonrió, le echó los brazos al cuello y lo besó.
Al verla así, sonriente y despeinada, tan deseable, algo atenazó el corazón de Matt y sintió una urgente necesidad de decirle cómo se sentía.
– Flora… -dijo secamente y se detuvo. ¿Qué iba a decirle si él mismo no lo comprendía?
Flora vio la mirada incierta en sus ojos y sonrió con calma:
– Ya sé lo que vas a decir.
– ¿En serio? -una extraña expresión recorrió los ojos verdes de Matt.
– Eso creo -Flora tomó aire-. Creo que intentas decirme que no malinterprete lo sucedido anoche. Creo que pretendes recordarme que nuestro noviazgo es una farsa y que temes que me ponga exigente. Pues no lo haré -siguió al ver que Matt no hablaba-. Soy mayorcita y no espero nada más. Aún después de una noche fabulosa.
– Ya entiendo -dijo Matt con la voz vacía de expresión.
Flora se sintió confundida por su tono.
– Ya sabes -prosiguió-, los dos queremos diferentes cosas en la vida -no sabía por dónde seguir-. Tu prioridad es la empresa y la mía…
– Ver el mundo -terminó Matt.
Flora miró las sábanas revueltas. No podía decirle que lo único que quería hacer ahora era estar a su lado.
– Sí -dijo con cierta tristeza.
Hubo un silencio.
– Sólo quiero decir que lo ocurrido no cambia nada -terminó Flora, sintiendo que no se estaba explicando muy bien.
– ¿De verdad crees eso? -Matt tenía una expresión irónica.
– Sí -repitió Flora deseando convencerse-. Puedo seguir siendo tu secretaria hasta que vuelva Paige y seguiremos trabajando como si no hubiera pasado nada.
– ¿Y cuando no estemos en la oficina?
– Bueno -Flora seguía mirando el edredón color crema-… Tendremos que seguir con el teatro hasta que se marche tu madre. Son pocos días, pero puesto que tenemos que compartir la cama… -miró de reojo a Matt esperando que la ayudara en lugar de dejarla hablar.
Pero Matt se limitaba a mirarla con su expresión enigmática.
– ¿Y bien? -la presionó para que siguiera.
Flora luchó por parecer frívola y natural.
– Pues… ya que ninguno de los dos espera nada del otro… Bueno, ya que hemos empezado… podríamos pasarlo lo mejor posible. Si es que quieres, claro -terminó Flora.
¿Querer?, se dijo Matt con ironía. Estaba claro que Flora sólo deseaba una aventura pasajera. Tanto mejor. Él no estaba preparado para otra cosa.
– Me parece estupendo -y por si no se había explicado, se inclinó a besarla-. Ya tenemos otro trato.
A pesar de su declaración de que trabajarían como si nada hubiera sucedido, Flora pensaba que sería duro estar juntos en la oficina sin tocarse. Pero lo cierto era que había tanto trabajo que sus noches no interferían con sus días.
Matt no la tocaba en la oficina y ninguno hacía referencia a las largas y doradas horas que pasaban juntos, pero a veces sus ojos se encontraban a su pesar. Entonces ninguno sonreía, pero los dos sabían que estaban pensando en la noche de felicidad que les esperaba.
Con cierta perversidad, Flora reconocía que encontraba excitante discutir fríamente de documentos de trabajo con Matt cuando todo su cuerpo temblaba al verlo y cuando le bastaba contemplarlo escribiendo o sujetando un lápiz para revivir la sensación de aquellas manos sobre su piel.
Los días pasaban velozmente entre compromisos y tareas, y de noche el tiempo se detenía y sólo contaba la delicia de estar juntos, explorando con pasión el cuerpo del otro.
Flora sabía que cada vez estaba más enamorada y que nada podía hacer por evitarlo. Nunca hablaban del futuro, temerosos de romper el tiempo mágico de su aventura. Flora no pensaba en qué sucedería cuando Nell se marchara y ya no hubiera necesidad de simular. Sólo pensaba en el final del día, cuando Matt cerraba la puerta del dormitorio y se volvía hacia ella, sonriendo, con los brazos extendidos.
No salían mucho, salvo que Matt tuviera que aparecer en algún acto oficial, y pasaban largas horas en el hotel, riendo, hablando y haciendo el amor.
Para ser alguien con tanto empeño en pasar tiempo con ellos, Nell estuvo particularmente ausente durante aquellos días. Debía ser la persona más sociable del mundo, pues cada noche tenía un compromiso o una invitación y apenas pisaba el hotel, salvo para tomarse una copa con ellos cuando regresaban de la oficina.
Matt y Flora eran demasiado felices como para preguntarse dónde iba cada noche, y casi habían olvidado la naturaleza temporal de su pasión, cuando Nell les recordó la realidad.
– Me marcho mañana, ¿podrás llevarme al aeropuerto, Matt? -preguntó-. El avión sale a las tres.
– Podemos comer juntos -dijo Matt-, y luego te llevaré -vaciló-. Perdona, madre, tendría que haberme acordado. Siento que no me he portado muy bien contigo.
Nell le dedicó una sonrisa amante. Nunca había visto tan feliz a su hijo.
– Te has portado muy bien -dijo-. Hacía tiempo que no me divertía tanto.
Los besó a los dos y salió hacia su reunión, dejándolos silenciosos ante la perspectiva de su partida.
Flora miró el anillo de zafiros de su dedo. Las piedras preciosas parecían hacerle burla.
– Va a ser raro no tener que seguir con la farsa -dijo con torpeza.
– Sí -Matt sentía un repentino dolor en la nuca y fue hasta la ventana para mirar fuera. ¿Por qué tenía que marcharse su madre en aquel momento? Por primera vez desde que era un niño, Matt no tenía ni idea de qué iba a suceder con su vida.
– Deberíamos acordar cómo vamos a romper -insistió Flora con un nudo en la garganta-. Por si alguien lo pregunta.
– Supongo que sí -reconoció Matt sin entusiasmo. ¿Por qué se empeñaba Flora en recordar continuamente su acuerdo? Tenían tiempo hasta el día siguiente.
Flora miró la espalda rígida de Matt con resentimiento creciente. No la estaba ayudando en absoluto.
– Podemos decir que conociste a otra mujer -sugirió-. A nadie le sorprenderá.
– ¡No! -la reacción de Matt fue puramente instintiva y tuvo que darse la vuelta-. ¿Por qué no podemos decir simplemente que cambiamos de opinión?
– Eso no bastará -opinó Flora con lo que Matt consideró un espíritu práctico descorazonador-. Lo primero que preguntará tu madre y el resto del mundo es por qué -hizo una pausa-. Quizás debamos decir que ambos estábamos asustados por la idea del compromiso -era más o menos la verdad, pensó Flora con tristeza.
Matt no contestó. Sólo podía pensar en que Flora volvería a su piso y él se quedaría solo en aquel hotel.
– Hay una alternativa -dijo de pronto.
– ¿Qué quieres decir? -el corazón de Flora dio un brinco.
– Ya sé que acordamos que esto sólo duraría mientras estuviera mi madre, pero tampoco tenemos que anunciar la ruptura. Sería muy raro que siguieras trabajando para mí si nos peleamos -la voz de Matt se resentía del esfuerzo por no parecer demasiado ansioso-. ¿Por qué no esperamos hasta que vuelva Paige y tú te marches a Australia? Sería un momento mucho más lógico.
– ¿Y mientras tanto? -preguntó Flora.
Matt fue hasta ella y le puso las manos en los hombros.
– Mientras tanto, estarás aquí y no tendremos que dar explicaciones. Podemos seguir como hasta ahora -acarició posesivamente la piel desnuda de sus hombros-. Han sido dos semanas buenas, ¿verdad?
– Claro que sí -dijo Flora sin poder negarlo.
– ¿Qué dices entonces? -las manos de Matt acariciaron su cuello-. No quiero atarte, Flora -dijo al verla vacilar-. Tú eres un espíritu libre, ya lo sé. Es una de las cosas que…
Se contuvo a tiempo. ¿Iba a decir realmente «amo en ti»? Seguro que no. Él nunca utilizaba esa clase de palabras vagas y sentimentales.
– Es una de las cosas que más me gusta de ti -siguió-. No nos interesa el compromiso a largo plazo, pero estamos bien juntos y no quiero que termine tan pronto. Pero si tú quieres que lo dejemos ahora -propuso-, haré lo que quieras. Te daré tu dinero y podrás marcharte cuando quieras.
– ¿Y si no quiero marcharme? -había una temblorosa sonrisa en los labios de Flora y al verla Matt sintió que el alivio lo inundaba.
– Quédate conmigo cuando se marche mi madre -pidió.
El tono de urgencia de su voz, apenas encubierto, emocionó a Flora.
– ¿Sin bonificación especial? -dijo, ladeando la cabeza.
– Ni un duro -sonrió Matt-. Quiero que te quedes porque quieres quedarte, no por el viaje.
Flora sabía que cuanto más se quedara, más difícil sería marcharse luego. Pero sabía que iba a ser muy desgraciada cuando se separaran, ¿cómo negarse a unas semanas más de felicidad?
– ¿Hasta que vuelva Paige? -preguntó para estar segura de no alimentar falsas esperanzas.
– Hasta que vuelva Paige.
Flora lo miró y supo que se quedaría tanto tiempo como él le pidiera.
– ¿Qué dices? -la voz de Matt era tranquila, pero Flora sentía su tensión y la seguridad de que la quería con él, aunque fuera sólo un tiempo, le bastaba.
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