– Si me lo hubieras dicho…
– ¿Si te hubiera dicho lo del bebé? ¿Habría cambiado algo? Si te marchaste con Sue Ellen fue porque querías estar con ella. ¿Insinúas que habrías seguido conmigo de haber sabido que estaba embarazada?
Slade alcanzó su ropa y se empezó a vestir. Su cara se había enrojecido por la rabia y el disgusto.
– Cometí un error, Jamie.
– Los dos lo cometimos, y acabamos de repetirlo hace un momento. Pero será mejor que lo olvidemos y que volvamos a nuestras vidas -declaró ella.
Jamie se vistió a toda prisa y bajó por la escalerilla. El frío exterior la golpeó con la fuerza de una galerna. No podía creer que le hubiera dicho la verdad a Slade. Se arrepentía de haberlo hecho.
Caminó hacia su coche, intentando abrirse camino entre la nieve, y cayó en la cuenta de que su maletín y su bolso estaban en la casa. Subió al porche y miró por la ventana, hacia el salón. Las niñas estaban jugando junto al árbol de Navidad, y Thorne miraba a su esposa con tanto cariño que el corazón de Jamie se partió en mil pedazos.
Se mordió el labio e intentó contener las lágrimas. Por el rabillo del ojo, vio que Matt llevaba a General hacia el establo. Él y Kelly se casarían pronto, y seguramente darían más niños a la familia McCafferty.
Tenía que marcharse de allí.
Tenía que irse enseguida.
No soportaba otro minuto con aquella familia perfecta.
– ¡Jamie, espera!
Era Slade. Caminaba hacia ella a toda prisa.
Jamie entró en la casa sin llamar. Se oía música navideña y las voces de las niñas.
– Quiero poner los adornos… -dijo Molly en ese momento.
– Todavía no puedes. Deja que ponga antes las luces -declaró Nicole.
– Tened paciencia -intervino Thorne-. Tengo una idea… ¿por qué no comprobáis si las luces funcionan y dejáis los adornos para después? Os echaré una mano.
Jamie pensó en el bebé que había perdido y estuvo a punto de romper a llorar otra vez. Alcanzó el bolso y el maletín y volvió a mirar hacia el salón.
Thorne encendió las luces de Navidad en ese momento.
– Oh… -dijo una de las pequeñas.
– Es precioso… -declaró la otra.
Jamie ya no pudo soportarlo más.
Se giró hacia la salida con intención de marcharse, pero la puerta se abrió de golpe en ese instante y se encontró ante el metro ochenta de Slade McCafferty.
– Discúlpame…
Jamie intentó salir, pero él la agarró y se lo impidió.
– Todavía no te vas.
– Suéltame, McCafferty.
Justo entonces oyeron el motor de un coche, que frenó en seco y se detuvo.
– Y ahora, ¿qué pasa? -dijo Slade.
Jamie pudo ver al hombre que bajaba del vehículo. Y el corazón se le encogió.
Chuck Jansen había llegado.
Capítulo 11
– Supuse que te encontraría aquí.
Chuck sonrió de forma afable cuando subió los escalones del porche. Alto y delgado, moreno en invierno por el esquí y en verano por el golf, Chuck se inclinó para abrazar a Jamie; pero se detuvo en seco y su sonrisa desapareció cuando vio que Slade la tenía agarrada por el brazo.
Jamie se apartó a toda prisa y explicó:
– Estaba a punto de marcharme. Chuck, te presento a Slade McCafferty.
Los dos hombres se estrecharon la mano y se miraron con desconfianza. Randi salió entonces al porche, con su hijo entre los brazos.
– Por Dios, Slade, a ver si cierras la puerta de una vez. Entra un frío que…
La expresión de Randi cambió de la irritación a la preocupación cuando vio al desconocido. Incluso abrazó a su niño con más fuerza.
– Randi, permíteme que te presente a Chuck Jansen, mi jefe y socio de Jansen, Monteith y Stone -declaró Jamie.
Las presentaciones se repitieron poco después, cuando pasaron al salón de la casa, y Jamie comprendió que su fuga del rancho Flying M se iba a retrasar un poco.
Thorne apareció enseguida y se alegró al ver al recién llegado.
– ¡Chuck!
El abogado, ya recuperado de la sorpresa de haber visto a Jamie con otro hombre, sonrió.
– Hola, Thorne. Nunca imaginé que fueras un hombre de familia…
– Últimamente he cambiado.
– Ya lo veo…
Chuck lo dijo con un tono extraño, entre divertido y sorprendido, como si no creyera que un McCafferty pudiera sentar la cabeza.
– Deja que cuelgue tu abrigo -intervino Nicole.
Jamie deseó estar en cualquier otro sitio, pero no tuvo más remedio que quedarse allí mientras charlaban, consciente de que Slade la estaba observando. Para empeorar la situación, supuso que su abrigo estaría lleno de paja y que tendría el pelo algo revuelto; a fin de cuentas, acababan de volver del granero.
Si sólo hubiera estado ella, se habría ido enseguida; pero Chuck tenía otros planes y la obligó a sentarse cuando se puso a hablar sobre el traspaso de la propiedad. Thorne y él bebieron y contaron anécdotas de la época memorable en que habían trabajado juntos; después, todos se marcharon a la mesa del comedor y se sirvieron unos cafés.
Jamie se sentía completamente fuera de lugar. Chuck se comportaba como si él fuera el único responsable en lo tocante a los negocios de los McCafferty, y su relación especial con Thorne, con quien hablaba como si formaran parte de un club de viejos amigos, le resultó particularmente irritante.
Jamie no intervino demasiado. Explicó lo sucedido con el traspaso y con la venta de las propiedades, pero no mencionó haber llamado a Felicia Reynolds para consultarle lo de la custodia del niño ni comentó que Thorne le había pedido que el bufete se encargara de localizar al padre de Joshua.
Curiosamente, Chuck cometió un par de errores sobre el traspaso del rancho, que ella corrigió con delicadeza. A Jamie le extrañó, pero pensó que tal vez la estaba poniendo a prueba.
Mientras tomaban café, Chuck mencionó que J.M.S, las siglas con las que solía referirse al bufete, podía hacer mucho por Thorne y sus familiares.
Jamie no logró marcharse hasta después de las siete. Chuck prometió dejarla en su casa y propuso que fuera a cenar con él para que lo informara de lo sucedido. Slade, sentado frente a ella, escuchó el intercambio con sumo interés, pero en silencio.
Fue la hora más larga de la vida de Jamie. Cuando Thorne les ofreció unos puros y unas copas, Chuck aceptó y ella dijo que tenía que marcharse. Nadie se opuso, ni siquiera Slade, y Jamie se llevó una sorpresa cuando se dirigió al coche y oyó pasos a su espalda.
– No estarás considerando seriamente la posibilidad de casarte con ese cretino, ¿verdad?
Era Slade.
Jamie apretó los dientes, abrió la portezuela del vehículo y se giró hacia él.
– Pues sí, lo estaba pensando -admitió.
Slade la miró con seriedad.
– Te aburrirías en menos de un mes.
– No conoces a Chuck.
– Es verdad. Y no estoy seguro de querer conocerlo. Ese tipo está más seco que un hueso en mitad del desierto.
– Gracias por el consejo -dijo con sarcasmo-. Lo recordaré.
– Hazlo.
Jamie dejó su maletín en el asiento del copiloto.
– Hay otra cosa que también deberías recordar-continuo él.
– ¿Ah, sí?
Slade se acercó a ella y apoyó los brazos en el coche, a ambos lados de su cuerpo, atrapándola.
– Slade, espera un momento…
– No, no voy a esperar.
La besó larga y apasionadamente; tan apasionadamente, que el corazón de Jamie latió con desenfreno absoluto. Adoraba su aroma y su contacto. Todo lo de Slade le gustaba, y no sabía por qué; tal vez fuera una cuestión de química, o la emoción de la fruta prohibida, o el peligro de coquetear con el diablo.
O quizá se había vuelto loca.
Quizá era una masoquista que disfrutaba cuando le rompían el corazón.
Slade alzó la cabeza y la miró con sus ojos azules.
– Esto es lo que quiero que recuerdes, Jamie.
Dicho eso, se alejó hacia el establo, con zancadas largas y firmes, y ella se apoyó en el coche sin aliento. Entonces, notó olor a tabaco y vio que los tres hombres habían salido al porche delantero. Thorne, Matt y Chuck estaban bebiendo y fumando puros.
– Maravilloso -murmuró ella.
Subió al vehículo, metió la llave y arrancó. Después, miró por el retrovisor, vio a Slade y se puso en marcha. Las ruedas levantaron una nube de nieve; y mientras se alejaba por el camino del Flying M, se preguntó cómo podía romper la relación con su jefe.
Estaban sentados en un apartado de un pequeño restaurante de Grand Hope. Habían estado hablando del bufete, de las reparaciones de la casa de Jamie y de los asuntos de los McCafferty, incluido lo del niño de Randi, los derechos de custodia y la identidad del padre. Pero la conversación se mantuvo lejos de Slade hasta que Chuck la sacó.
– De modo que Slade y tú…
– Slade y yo salimos juntos hace años -explicó.
Jamie apartó su plato. Apenas había probado su solomillo.
– ¿En serio? Nunca lo habías mencionado.
– Porque no vi la necesidad.
Una camarera esbelta y rubia se llevó los platos. Sonaba música de fondo.
– ¿Y qué vas a hacer al respecto? El pasado es una cosa, pero el futuro es algo bien distinto -dijo Chuck, echándose hacia delante-. Sabes lo que siento por ti, Jamie. Esperaba que tú y yo…
Chuck la tomó de la mano y le acarició los nudillos.
– No creo que eso sea posible -dijo ella-. Nuestros mundos son muy distintos.
– ¿Y el de McCafferty no lo es?
– Slade no tiene nada que ver con esto.
– Te amo, Jamie.
Ella sacudió la cabeza.
– Pero me ridiculizas…
– No, eso no es cierto.
– Claro que es cierto, Chuck. Lo has hecho hace un par de horas, con tu amigo Thorne. Has hablado de mí con condescendencia, burlándote, y ambos sabemos que lo has hecho porque soy una mujer -declaró.
– ¿Cómo? -preguntó, sinceramente sorprendido-. ¿De qué demonios estás hablando?
– Deberías haberme apoyado, Chuck; pero en lugar de eso, te has dedicado a buscar mis posibles equivocaciones y a enfatizarlas delante de los demás. Ha sido insoportable. Como si Thorne y tú compartierais una broma privada sobre una mujer estúpida.
– Eso es totalmente ridículo, Jamie. Yo nunca he contratado a nadie por su sexo, su credo o su grupo étnico. Lo sabes de sobra. Si trabajo contigo, es porque eres una gran profesional.
– Sí, no lo dudo, pero me has tratado con condescendencia, como siempre.
– Yo no he hecho eso…
– Por supuesto que lo has hecho. Si Frank Kepler, Morty Freeman o Scott Chávez hubieran estado en esa habitación, habrías apoyado todas sus decisiones aunque hubieran cometido alguna equivocación. Pero conmigo es distinto.
– No es así, Jamie…
– Lo es, Chuck. Y me he sentido muy mal.
Chuck la miró con desconcierto.
– Puede que estés demasiado sensible, Jamie. Como intentas impresionar a los McCafferty y especialmente a ese niñato…
– Eso es un golpe bajo, Chuck.
– Pero es verdad.
Jamie no se lo discutió. Tenía parte de razón. En el fondo, intentaba impresionar a Slade para demostrarle que ya no era una adolescente, sino una abogada de éxito, una mujer adulta, con encanto y dinero, a quien él había abandonado años atrás.
Tomó un poco de café, dejó la taza a un lado y miró a su jefe.
– Al margen de lo que sienta por Slade McCafferty, o de lo que haga al respecto, lo nuestro no tiene futuro, Chuck. Lo sabes tan bien como yo.
Chuck arqueó una ceja, pero la dejó hablar.
– Pedimos cosas distintas a la vida. Estamos en momentos distintos de nuestras vidas.
– Y además, soy un cerdo arrogante.
Jamie estuvo a punto de atragantarse con el café. Pero se limpió los labios con la servilleta y asintió.
– Bueno… sí, a veces.
– Puede que necesite una mujer fuerte que me ponga en mi sitio.
– Estoy segura. Pero esa mujer no soy yo.
Chuck suspiró, se cruzó de brazos y se recostó en el asiento.
– No te das cuenta de cuánto te quiero y de cuánto me gustas. Y eso es importante, aunque no lo sepas -afirmó-. Nunca has estado casada, Jamie… la pasión es fundamental, no lo dudo, pero tienes que ser compatible con la persona que elijas. No puedes estar con alguien que te disgusta.
Jamie no se lo discutió.
– Y tienes razón al suponer que no quiero más hijos. Tres son suficientes para mí; y no desde un punto de vista económico, sino también personal y emocional. Ya he sufrido toda mi ración de cambios de pañales, piernas magulladas, corazones rotos y coches destrozados… cosas que no son nada fáciles.
Chuck se detuvo un momento y concluyó;
– Ahora les estoy pagando la universidad, y cuando el último termine la carrera, ya casi estaré en edad de jubilarme. No quiero empezar con eso otra vez. Quiero tiempo para mí, y dedicarles el resto de mi vida a ellos y a los nietos que vendrán inevitablemente. Mis hijos se lo merecen.
"Seducción Y Conquista" отзывы
Отзывы читателей о книге "Seducción Y Conquista". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Seducción Y Conquista" друзьям в соцсетях.