– Claro.


Gracias a Mallory, Jake despertó temprano, algo que empezaba a convertirse en costumbre en esas falsas vacaciones. Al abrirle la puerta, se había demorado para darle un beso de despedida antes de obligarse a desaparecer.

Después de unos ejercicios en el gimnasio y de una reparadora ducha, se dirigió al restaurante para encontrarse con Mallory. Ocupó el que se había vuelto su asiento habitual en la cafetería, pidió café solo y se pasó una mano por la cara, preguntándose cuándo iba a regresar la cordura.

Al verla hablando con la camarera, comprendió que la respuesta era un sonoro «jamás». Su destino era vivir en ese infierno desconcertante y excitante creado por Mallory Sinclair.

Esa mañana había cambiado el vestido azul marino por uno gris, y una hebilla le recogía el pelo con severidad.

Movió la cabeza. Su nivel de frustración crecía con la dualidad de ella.

Pocas cabezas masculinas se volvieron mientras avanzaba hacia la mesa de Jack, y aunque le producía placer saber que solo él conocía a Mallory la seductora, una parte perversa quería que otros hombres lo envidiaran por tener a esa mujer increíble a su lado. Deseó que mostrara a la persona sensual que realmente era.

Estaba decidido a descubrir los motivos que había detrás del cambio. Aunque seguía siendo un misterio para él por qué le importaba tanto cómo eligiera llevar sus asuntos, su apariencia y su carrera. Igual que los motivos que podía tener para continuar en ese momento con la charada.

– Hola.

Al sentarse frente a él, fue abrumador el deseo que tuvo de soltarle el pelo para verlo caer por sus hombros.

– Hola.

– Mataría por una taza de café -dejó el bolso a su lado.

Jack deslizó su taza sin tocar por la mesa.

– Adelante. Invito yo.

Le ofreció una sonrisa agradecida.

– ¿Qué has pedido para desayunar?

– Una tortilla francesa. ¿Lo mismo para ti?

– Tortitas con una ración de beicon. Un zumo de naranja. Y café, gracias.

Se presentó La camarera para apuntar sus pedidos y llevarse los menús.

– Lo de anoche te dio apetito, ¿verdad?

Mallory frunció los labios y tuvo ganas de desinflarle el ego.

– Que me lleve en vilo un macho surte ese efecto en mí -fue la respuesta que ofreció. -Y pedí el café para ti.

Él soltó una carcajada.

– ¿Es mi culpa que esa escena que montaste sacara lo peor de mí? -dejó de reír. Los sentimientos de la noche anterior no eran una broma.

– No sabía que ibas a aparecer.

– Pero cuando me viste, te lo pasaste en grande.

– Quizá durante un minuto -se mordió el labio e inclinó el torso. -Y solo porque pensé que los celos eran un montaje.

La confesión lo sorprendió. Su colega inabordable se había convertido en una mujer vulnerable. También él se acercó, hasta que sus labios quedaron a pocos centímetros de distancia y sus alientos se mezclaron.

– No fue un montaje.

– Lo descubrí luego. Pero jamás pensé que reaccionarías de esa manera por mí.

– Desde luego yo tampoco lo esperaba. No a primera vista.

– Gracias por la sinceridad -ladeó la cabeza.

– Aún no he terminado -incapaz de acercarse más ya que ella se había parapetado detrás de la mesa, le tomó la mano. -No estaba celoso solo porque había visto a la seductora que hay en ti. Estaba celoso porque me intrigas. En todas tus facetas.

Ella abrió y cerró la boca. Pero no emitió sonido alguno.

– ¿Te importaría decirme por qué no podrías haber pensado que sería capaz de ponerme celoso? -después de las sensaciones físicas que compartían, no entendía por qué dudaba de su sinceridad y de la fortaleza de esa emoción.

Ella se encogió de hombros.

– Porque nadie, jamás, ha reaccionado de forma posesiva conmigo.

– Entonces tendría que decirte que has tenido una serie de hombres estúpidos en tu vida.

– Y yo tendría que estar de acuerdo contigo -le sonrió.

Le apretó más la mano.

– Esta incapacidad de verte como deberías… ¿de dónde viene? -ninguna mujer minimizaba y ocultaba de esa manera un aspecto tan increíble sin un buen motivo.

Ella cerró los labios como si pudiera contener la verdad solo con simple fuerza de voluntad.

– ¿Una mala relación? -aventuró Jack.

– Una mala educación -replicó, comprendiendo que ya no podría ocultar la verdad entre ellos.

– Continúa -se echó para atrás y esperó, pero no le soltó la mano, ya que sabía que su conexión emocional solo se podía fortalecer con el contacto físico.

– Primero fui un accidente, luego una decepción. Mi padre quería un varón. A cambio me tuvo a mí -al hablar, la luz de sus ojos expresivos se apagó. -Con el tiempo aprendí a no esperar mucho.

– Y tus padres jamás estuvieron a la altura.

– Exacto.

El movió la cabeza en una mezcla de ira y frustración ante dos personas que habían creado a una niña para luego dedicarse a negarle la autoestima. Al menos él había tenido el apoyo de su padre.

Mallory solo se había tenido a sí misma… y había logrado establecer la ruta de su propio destino.

Para Jack, había tomado el camino equivocado. Ocultarse no podía hacerla feliz durante mucho tiempo, pero solo ella podría comprender esa verdad.

– Sabes que tus padres estaban equivocados.

Mallory se encogió de hombros, pero la expresión intensa le reveló a Jack que escuchaba.

– Y ellos se lo perdieron.

Los ojos de Mallory se llenaron de humedad con obvia gratitud. Respiró hondo.

– Gracias otra vez. La verdad es maravillosa y no la oigo a menudo.

A Jack se le formó un nudo emocional en la garganta.

– Cuando estoy contigo, mi cuerpo te dice lo que siento exactamente. ¿Qué sentido tendría mentirte ahora?

– ¿Te han comentado alguna vez que eres un tipo agradable? -sonrió.

El negó con la cabeza.

– Nunca antes había dado motivos para ello.

Mallory luchó por calmar su corazón desbocado. Sentía que la conexión que había entre ellos se hacía más fuerte.

Quería huir pero no se atrevía.

– En cuanto a lo de los celos -cambió el tema hacia lo sucedido la noche anterior. -No disfruté de la representación -solo la búsqueda de información la había mantenido en el asiento del bar y la había impulsado a permitir la atención no deseada del camarero. -No quería que me tocara -lo miró a los ojos. -Deseaba que fueras tú.

– Agradezco que me devuelvas el favor.

Mallory sabía que se refería a su sinceridad en la respuesta y asintió. Más tarde le daría más sinceridad.

– Y ahora, ¿te importaría decirme qué has descubierto sobre Lederman? -continuó Jack en voz baja.

– Ojalá pudiera -suspiró al mirar a su alrededor-pero Alicia Lederman está haciendo la ronda por las mesas, charlando con los clientes.

– Aquí tienen -la camarera llegó con sus platos y les dio otro motivo para postergar la charla de trabajo.

– Supongo que tendremos que esperar -convino él con tono de frustración.

Mallory asintió y tomó el tenedor. Terminó de desayunar en un tiempo récord, satisfaciendo con el apetito de comida otra clase de apetito, mientras la necesidad que tenía de Jack no hacía más que crecer.


Jack había prometido despertar a Mallory de la siesta, pero unas llamadas a su secretaria y a otro cliente lo ocuparon más tiempo del previsto. Cuando abandonó la sala de conferencias que Lederman le había dado para realizar su trabajo y subió a su planta, supuso que ella ya se habría despertado para ir a dar un paseo, pero decidió pasar ante la duda.

– Despierta, Bella Durmiente -llamó a la puerta.

– ¿Busca a la señorita de la habitación? Se volvió.

Detrás de él había una camarera con unas toallas en el brazo.

– La vi salir hace un rato.

Su decepción fue grande, a pesar de no tener ningún plan concreto, solo el ardiente deseo de volver a verla.

– ¿Está segura de que era ella? Pelo oscuro, ojos azules.

– Estoy segura. Solicitó unas toallas y… -movió la cabeza. -Olvídelo. Los pedidos extraños de otras personas no son asunto mío.

– Le agradezco la información -no siguió interrogándola.

– De nada -sonrió-. Que tenga un buen día -entró en la habitación de Mallory con las toallas. Jack retrocedió hacia su cuarto. -Espere -él se volvió. -No sabía que usted era el caballero del otro lado del pasillo. Ella… -señaló la puerta de Mallory. -Dejó algo para usted. Iba a depositarlo en su cama cuando terminara aquí. Espere -fue hacia su carrito de la limpieza y regresó con una hoja blanca en una mano y una bolsa de papel marrón en la otra. -Son para usted.

– Gracias -se le aceleró el pulso al levantar el papel e inhalar la fragancia. La excitación lo golpeó con más fuerza que nunca.

Una parte de él sabía que ella respondía al desafío de la noche anterior. Otra percibía que respondía a la nueva intimidad que habían descubierto ese día. Jamás había experimentado unos sentimientos tan intensos por otra persona hasta conocer a Mallory.

El pensamiento lo aterró, de modo que se concentró en la invitación. Esperó hasta quedar a solas en su cuarto, miró en la bolsa y sacó la mitad inferior de un biquini tanga, demasiado escueto para cubrir algo.

Se le resecó la boca y abrió la hoja para leer en voz alta:

– En nuestra cabaña a las ocho -acarició el biquini de nylon.

Tuvo una visión de Mallory luciendo la mitad superior sin nada debajo. Se puso a sudar. Movió la cabeza. No tendría valor. Las siguientes horas se extendían demasiado largas ante él. Sin duda la intención de Mallory era dejarlo con el ínfimo traje de baño en las manos y un montón de tiempo para pensar.

Y fantasear.

A las ocho de la tarde, Jack se hallaba en un estado acalorado de necesidad. Y cuando llegó a la puerta de la cabaña, las manos le temblaron al llamar.

CAPITULO 09

Mallory respondió con celeridad y lo saludó con una sonrisa relajada.

– Hola.

– Hola -en ese momento bebió de ella como un hombre privado de agua. Se había preparado para la playa. Quería pensar que se había preparado para él.

La parte superior, si se la podía llamar de esa manera, era el equivalente del tanga. Dos triángulos de color agua que apenas le cubrían los pechos y revelaban una piel suave y el valle intermedio. Fuera lo que fuere lo que él había imaginado, la realidad resultó más dulce. Bajó la vista.

Vio un pareo a juego atado a un lado de la cintura y terminado en la mitad del muslo. No tenía ni idea de lo que llevaría debajo, y la idea de que estuviera sin braguitas lo volvió loco de curiosidad y anticipación. Sin duda esa había sido su intención, Como si ella pudiera leerle la mente, esbozó una sonrisa provocativa.

Se apoyó en el marco de la puerta con la cabeza ladeada.

– Eres puntual. Me gusta eso en un hombre.

– ¿Qué más te gusta? -preguntó cuando recordó respirar.

– Pasa a averiguarlo -se dio la vuelta y entró en la habitación con un contoneo marcado, dejándolo para que la siguiera.

En ese momento, iría a cualquier parte conducido por ella y no lo avergonzaba reconocerlo.

Atravesó la zona del salón donde habían cenado la vez anterior y continuó hasta un pasillo corto. Se preguntó cuál sería su destino final y llegó a la conclusión de que le gustaba esa clase de misterio y suspense.

– Hemos llegado -Mallory se detuvo ante la última puerta al final del pasillo. Jack paró a centímetros de distancia. -Tendrás que quitarte los zapatos.

– ¿Porque…? -encaró su expresión risueña.

– Porque iremos a la playa y no querrás que se te meta arena en los zapatos, Vamos, Jack -ronroneó. -Usa tu imaginación.

Alargó la mano y tocó el extremo del pareo.

– Créeme, mi imaginación funciona muy bien -igual que otras partes estratégicas de su cuerpo. Preguntarse qué diablos llevaría debajo de ese pareo lo mantendría con una erección toda la noche. Se quitó las zapatillas. -Adelante. Sé mi guía.

Ella abrió la puerta y entró. Lo primero que lo impactó fue el olor a coco, un aroma cálido que le recordó veranos en la playa. Luego, notó la temperatura, un aumento concentrado de calor por las luces de neón que había en una esquina. Cuatro palmeras flanqueaban la cama, y la puerta corredera que llevaba a la playa estaba abierta, lo que permitía que entrara una brisa suave y húmeda.

– ¿Te gusta? -preguntó con voz titubeante.

Era evidente que había dedicado mucha concentración y esfuerzo a establecer esa fantasía, Jack supo que ya había dejado de ser una lección para convertirse en placer.

Ninguna otra mujer se había esforzado jamás en hacer algo por él. Que a ella le importara y le interesara lo suficiente como para aportar ilusión a la vida podía ser su perdición.

Prefería disfrutar.