– Es una pena. Porque tengo la impresión de que si te soltaras, encontrarías un caudal enorme de sueños intactos en tu interior.
Lo miró.
– Quizá me equivoqué -puso expresión pensativa. -Creo que nadie puede cerrarse a los sueños -musitó. -Incluido tú.
Antes de ese viaje, él se habría mostrado en desacuerdo. Siempre había asociado a las mujeres con su madre y el matrimonio con el desastre de unión de sus padres.
Pero en ese momento… ¿Por qué se permitía verse atrapado en consideraciones tan serias como las relaciones, el matrimonio y el futuro?
Vio un punto desierto que les ofrecía una vista perfecta del agua. Aparcó y antes de que pudiera parpadear, Mallory pasó por el respaldo del coche al asiento de atrás y le indicó que se uniera a ella.
La estudió y miró alrededor.
– ¿Estás segura?
– ¿Tienes miedo de que nos sorprendan? Se unió a ella.
– Eres mala, Mallory. Y también olvidas quién extendió esta invitación -la tomó en brazos y le dio el beso que había tenido ganas de darle toda la tarde.
Ella no se resistió. Abrió los labios y le ofreció acceso, más profundamente de lo que Jack habría creído posible. Probó sus labios exuberantes antes de besarle la mejilla y bajar por el cuello.
– Qué bien hueles.
– Entonces no pares -ladeó la cabeza para facilitarle la tarea mientras él le pasaba la lengua húmeda por la clavícula. Luego, le bajó el cuello de la blusa y posó besos ligeros sobre la piel blanca del inicio del pecho.
Ella tembló y soltó un suspiro trémulo, pero lo sorprendió cuando deslizó las manos a la cremallera de sus bermudas. El cerebro de Jack le advirtió que parara, tal como había hecho la noche anterior, pero en esa ocasión no pudo. Llevaba conteniéndose demasiado tiempo y necesitaba desesperadamente la liberación de manos de ella.
El sonido de los dientes metálicos al pasar por encima de su tensa erección le provocó un torrente renovado de deseo por las venas.
– Cariño, nuestra primera vez no va a ser en la parte de atrás de un descapotable -dijo. Ella abrió la boca para responder, pero la silenció con un dedo sobre los labios. -Sssss. Porque nada de lo que digas ahora va a hacerme cambiar de idea.
Le lamió el dedo y una corriente eléctrica viajó de su boca ardiente hasta la entrepierna de Jack, quien cerró los puños y ladeó la cabeza.
– Muy bien. Puedo jugar con igual facilidad de otro modo -le abrió las piernas en una «V» amplia y se acomodó entre ellas antes de apoyarse sobre las rodillas delante de él. Llevó las manos a la cintura elástica de los calzoncillos y Jack soltó un gemido estrangulado. -Levanta las caderas.
A Jack le gustó la orden y elevó la cintura en respuesta involuntaria. Mallory rio. -No me refería a eso.
– Sé a qué te referías. Lo que no puedo creerme es que quieras hacerlo aquí.
– Oh, pero quiero -buscó la manta que había en el suelo a su lado. -Buena planificación, ¿no te parece?
– No es el motivo por el que la compré.
– No pasa nada -se encogió de hombros. -No te tendré en cuenta que mi imaginación sea mejor que la tuya. Supongo que es una cuestión femenina -movió las cejas. -Y ahora levanta esas caderas.
– Eres mandona.
– Sí, y te encanta.
Tenía toda la razón. Miró alrededor. No se veía a ninguna persona ni vehículo alguno en lo que parecían kilómetros a la redonda. Pero, por las dudas, extendió la manta por encima del respaldo del asiento delantero. -Por si acaso.
– Puedes taparme a mí y tu tronco inferior si es necesario -rio entre dientes.
El puso los ojos en blanco.
– Y explicar lo que hago solo en la parte de atrás de un coche cubierto con una manta con el calor que hace.
– Eres un hombre inteligente. Estoy segura de que se te ocurrirá algo.
Supuso que en un minuto ya no sería capaz de manifestar una palabra coherente. Levantó las caderas y la ayudó a que le bajara los bermudas hasta los tobillos y liberara su dureza.
Mallory no perdió ni un minuto. Mientras Jack la observaba, tomó su erección entre los dedos delicados, que eran más cálidos y fuertes de lo que parecían. A Jack le tembló el cuerpo, echó la cabeza atrás y soltó un gemido.
– Mírame, Jack.
El abrió los ojos y miró.
Justo cuando ella bajaba la cabeza y lo lamía.
– Cielos -la palabra salió de sus labios al tiempo que adelantaba las caderas y estaba a punto de llegar al orgasmo.
– ¿He de suponer que te gusta? -preguntó al alzar la cabeza.
Pero él percibió la importancia que le daba a sus palabras.
Que no lo hiciera a menudo lo llenó de un ridículo orgullo masculino. Que lo hiciera en ese momento, para él, lo llenó de una emoción tan fuerte que no se atrevió a darle un nombre. Aunque tampoco hubiera podido, porque en ese momento Mallory lo tomó en su boca cálida, húmeda y acogedora, y Jack se perdió.
Con las manos realizó un movimiento vertical en ritmo sincronizado con la boca hábil. Si él era un experimento, había encontrado la fórmula del éxito. Jack comenzó a realizar un movimiento giratorio con las caderas que no pudo controlar, subiendo y bajando ajeno al ataque sensual.
Ella lamió y succionó, proporcionando fricción con la lengua. Tiró y empujó con las manos lubricadas, lo llevó hasta la cima y lo bajó sin permitirle el placer de la liberación.
– Mallory, por favor… -gimió. Nunca antes le había suplicado a una mujer.
Sin advertencia previa, la posición de la mano de ella cambió y lo presionó en la base, en un punto bajo y profundo.
– Cielos, no pares.
No lo hizo, y unos dardos de fuego estallaron en todos los puntos nerviosos de Jack.
Segundos antes de alcanzar el orgasmo, se adelantó y la incorporó sobre él hasta que el calor femenino de ella quedó alineado con su erección volcánica y lista.
Mallory presionó los muslos contra los de Jack e introdujo la pelvis en su miembro. El levantó las caderas una última vez y encontró la liberación más caliente y dulce que jamás había experimentado.
Cuando logró el orgasmo, ella estaba donde tenía que estar, sentada en su regazo y retorciéndose contra él mientras buscaba el propio orgasmo y ayudaba a que los temblores continuaran mucho después de que hubieran tenido que cesar.
Jack cerró la boca sobre la suya y pegó la palma de la mano con fuerza entre la unión de sus muslos. Mallory gimió y se arqueó hacia él.
– Eso es, cariño. Deja que lo sienta -con los dedos, la excitó lo mejor que pudo a través de la barrera de los vaqueros mientras las caderas de ella giraban al ritmo del movimiento de su mano.
– Más fuerte, más, Jack, por favor… por favor…
Las palabras jadeantes provocaron una agitación renovada en su entrepierna y cuando comenzó a experimentar convulsiones contra su mano, los sonidos y las sensaciones fueron tan fuertes e intensos como su propio orgasmo.
Se derrumbó contra él, con la cabeza apoyada en su hombro y el aliento cálido y pesado contra su oído.
Mallory trató de moverse pero no pudo. -No logro recuperar el aliento. Jack le acarició el pelo.
– No puedo decir que sea un problema si tenemos en cuenta la causa.
– Bien dicho -rio entre dientes. Su intención había sido satisfacerlo, y evidentemente lo había hecho. También él le había dado placer, pero en su cuerpo permanecía un vacío palpitante, y conocía muy bien el motivo. No había experimentado nada que él tuviera que dar.
Había pensado lo mismo al cambiarse el simple vestido gris por los pantalones cortos y camiseta que llevaba en ese momento.
– ¿Jack? -se echó atrás para poder mirarlo a La cara.
Nublados aún por el deseo residual, los ojos oscuros la observaron. ¿Qué?
– Espero que comprendas que todavía no hemos terminado.
Riendo, él se reclinó en el asiento de cuero y se mesó el pelo.
– Yo estoy extenuado.
Le dio un golpe ligero en el hombro.
– No me refería a eso.
Aunque no tenía intención de emocionarse con un hombre que solo se tomaba el compromiso en serio cuando se trataba de huir de uno, pensaba dejar las cosas claras.
Buscó el bolso en el asiento delantero y del interior sacó un pañuelo de seda. Se lo pasó alrededor del cuello y tiró de los extremos hasta que Jack se adelantó y sus labios quedaron a unos centímetros.
– Traérmelo esta noche a mi habitación -ordenó.
La expresión de él adquirió un deje de perversidad.
– ¿No a la cabaña?
– Me gustaría decir que está alquilada, aunque la verdad es que me he quedado sin blanca. Pero, créeme, no necesitas la cabaña para lo que he planeado -lo besó para provocarlo, pero su lengua jamás entró en los espacios cálidos de la boca de él.
– Me matas -movió los labios sobre los de Mallory.
– ¿Porqué iba a hacerlo antes de haber recorrido todo el camino? -movió las caderas y sintió que empezaba a crecer debajo de ella.
– Qué contacto agradable.
– Hay mucho más de donde viene este. Y recuerda, el control es una ilusión. Preséntate en mi habitación a las ocho -se cambió al asiento delantero antes de que el deseo y los sentimientos por ese hombre la abrumaran demasiado pronto.
CAPITULO 12
Mallory estaba en la cama con la vista clavada en el vacío. Al satisfacer ese día a Jack, lo había hecho sabiendo que lo amaba. Cuando esa noche hiciera el amor con él, sabría lo mismo. Y con cada paso, le resultaría más duro alejarse.
Lo que había empezado como un juego, en ese momento era una parte importante de su vida… recuerdos que guardaría y atesoraría para siempre. Y también quería crear esos mismos recuerdos para él.
No quería que olvidara nunca a Mallory Sinclair.
Disponía de apenas unas horas para preparar la habitación y prepararse ella. La recorrió un temblor de excitación mientras se desvestía. Una ducha caliente, una cena rápida y unos arreglos de último minuto y estaría preparada para Jack.
Una llamada a la puerta la sobresaltó.
– Voy -se puso la bata y observó por la mirilla. -¿Jack? -quitó la cadena pensando que algo tenía que ir mal. No había planeado verlo hasta la noche. -¿Qué sucede? -inquirió al abrir.
– Necesito realizar un viaje rápido a la ciudad -informó con la mandíbula tensa.
– ¿Va todo bien? -con el brazo le indicó que pasara. Cerró a su espalda.
– Emergencia familiar -se apoyó en la pared con las manos en los bolsillos.
Le dolió la actitud distante que mostraba. En ese momento no parecía receptivo a un gesto íntimo, y teniendo en cuenta el modo en que le martilleaba el corazón en el pecho, no creía poder soportar un rechazo.
No cuando lo que anhelaba era mitigar su angustia. Enamorarse tenía la particularidad de destrozar la objetividad, Juntó más la parte delantera de la bata.
– Gracias por comunicármelo.
– No quería desaparecer sin una explicación.
Aunque se sentía decepcionada, también la preocupada lo sucedido. Fuera cual fuere la emergencia familiar, le había cambiado el estado de ánimo y afectado de forma profunda.
Pensó si tendría que ver con sus padres, pero se contuvo de preguntarlo. Si quisiera confiárselo, ya lo haría.
– ¿Cuándo tienes que irte?
Miró el reloj de pulsera.
– Un coche me recogerá en quince minutos.
Sin saber muy bien qué decir a continuación, cerró las manos en la bata.
– ¿Hay algo que yo pueda hacer? -preguntó al final.
– No, simplemente mantente atenta por aquí.
– Espero tener noticias de Rogers pronto.
– Me informarás de todo cuando vuelva.
Percibía que estaba demasiado distraído para concentrarse en el trabajo.
– ¿Cuándo crees que será?
– Espero tomar al último avión de hoy -se dio la vuelta y apoyó una mano en el pomo de la puerta.
No sabía por qué sentía como si fuera un adiós definitivo, pero la posibilidad la liberó para actuar siguiendo un impulso. Alargó la mano y le tocó el hombro.
– Jack, aguarda -se detuvo. -Estaré aquí cuando vuelvas -no sintió la necesidad de explayarse.
El se volvió y le tomó la mano.
– En mi experiencia, las mujeres siempre quieren algo.
Ella se puso rígida, pero se obligó a ver el lado de él. Ser testigo de una constante infidelidad lo había vuelto cínico y comprendió por qué se mantenía alejado de las relaciones y la confianza.
– Me preguntó qué es lo que quieres tú -añadió.
Aunque se había preparado para el ataque verbal, de todos modos le dolió. El corazón que había perdido ante ese hombre deseaba que pudiera ver dentro de ella y no tuviera que preguntarlo. Había compartido lo suficiente como para que dispusiera de una visión clara… si le importaba mirar.
Se irguió y lo miró a los ojos.
– Nada. Y menos ser socia del bufete, si estás pensando en eso. Podría haber conseguido tu apoyo con menos riesgos si no te hubiera hecho aquella primera invitación.
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