Él miró fugazmente la bandeja antes de encontrarse con sus ojos.
– Podría dejarme convencer de probarlas.
– Esperaba que dijeras eso -«ahora o nunca», pensó Mallory mientras cerraba la distancia entre ellos y apoyaba los labios sobre los de Jack.
Los ojos de Jack al principio registraron sorpresa, luego se oscurecieron por el deseo. Mallory cerró los suyos para no ahogarse en la profundidad de la mirada de él, le frotó los labios con delicadeza y empleó el zumo de la uva para provocar y excitar. Los labios de él estaban húmedos, y cuando dejó escapar un gemido ronco con sabor a vodka y a hombre, Mallory sintió que una bola de calor estallaba en su interior al descubrir que la pasión era recíproca. Pero eso no bastaba.
– Querías probar las uvas -musitó sobre sus labios. -Ábrete y prueba la fruta, Jack.
Sabía que no era un hombre propenso a recibir órdenes, pero no tuvo que exigírselo dos veces. El abrió los labios e introdujo la lengua en la boca ardiente y húmeda. El gemido que emitió en esa ocasión fue más ronco y notó que le temblaba el cuerpo. Jack alzó las manos, le enmarcó el rostro con ellas y se lo inmovilizó.
En todos sus años de vida, Mallory jamás había experimentado el descontrol de la llama del deseo. Aunque había disfrutado de sensualidad, aún no había encontrado al hombre que desencadenara su «yo» oculto. Jack Latham era ese hombre y no podía negar el anhelo. La enlazó por la cintura y la aproximó más. Ella respondió arqueando la espalda para frotar adrede los pezones dolorosamente erectos contra el torso masculino, buscándolo al tiempo que buscaba alivio.
Sin advertencia previa, la lengua de él se tornó más exigente e insistente. Tomó el control con los mismos movimientos de penetración que ella había probado. Se mostró persistente y la vació de la humedad que poseía. Mallory echó la cabeza hacia atrás y él le recorrió todos los rincones de la boca como un amante que se entregara al olvido carnal.
Una vocecilla en la cabeza le susurró algo acerca de enseñarle una lección y le advirtió que recuperara el control antes de que fuera demasiado tarde. Los labios de él eran tan duros y perfectos, las caricias tan exigentes, que Mallory anheló sucumbir a cada sensación, sabor y matiz. Cuando él frenó y le mordisqueó el labio inferior, tenía todo el cuerpo encendido. Todos sus pensamientos y deseos estaban sincronizados con Jack.
Lo agarró de las muñecas con el fin de anclarse en algo. No pudo decir quién rompió primero el beso, pero cuando se separaron, necesitó el contacto encendido que proporcionaba su piel, que permaneciera la conexión establecida con él.
– Delicioso -la voz ronca de Jack sonó como un gruñido.
– Así que te ha gustado el zumo de las uvas -sus labios sensibilizados esbozaron una sonrisa.
Él asintió. Ella alzó el anillo circular de uvas de la bandeja y se lo pasó de forma provocativa por el cuello.
– Me gustó, pero creo que necesito cerciorarme -musitó Jack.
Inclinó la cabeza y mordisqueó del collar que había creado, Mallory creyó haber muerto y subido al Cielo. La cabeza oscura se inclinó sobre su pecho y el cabello sedoso le acarició el cuello. El poderoso aroma masculino era embriagador y líquido como el deseo. Y los labios en ese momento no solo se dedicaron a mordisquear la fruta, sino también a probar su piel.
Tembló y gimió. Echó la cabeza atrás para ofrecerle mejor acceso, tanto a la fruta suculenta como al valle entre sus pechos. Suspiró cuando el aliento la provocó, pero él no la tocó.
Al final alzó la cabeza con una sonrisa perversa.
– Una fruta dulce y generosa -ella volvió a sentir la boca llena-. Húmeda, no seca -el calor se apiñó en su estómago. -Sorprendentemente caliente al tacto.
La humedad goteó entre sus piernas, aunque logró formar un pensamiento coherente y hablar.
– ¿Caliente? -la palabra escapó de su garganta.
– Echa humo.
– ¿Como lo opuesto a helado? -preguntó.
– Desde luego -sonrió.
Con más pesar del que dejó entrever, se adelantó para rozarle los labios con un último beso. Antes de obligarse a ponerse de pie sobre piernas inseguras.
El la observó con cautela y Mallory percibió que sabía exactamente qué era lo que pasaba por su cabeza. Sus palabras demostraron que no se equivocaba.
– Has demostrado tu punto.
– Supongo que sí -sabía que esa noche también ella había aprendido una lección valiosa.
Bajo ningún concepto quería que acabara la velada, pero había conseguido su objetivo y una buena estratega se marchaba en el momento óptimo… antes de perder lo ganado.
– Creo que podemos dar por concluida la sesión.
– Supongo que sí -se puso de pie. Inició unos pasos sexys y perezosos hacia la puerta, pero se volvió y se aproximó otra vez a ella. -Eres una oponente extraordinaria, Mallory Sinclair.
Le dio un beso muy breve y se marchó, dejándola sola, sexualmente cargada y, por algún extraño motivo que no entendía, emocionalmente insatisfecha.
Al quitarse el anillo de uvas, se preguntó quién había sido el maestro y quién el alumno. Y quién había aprendido la mayor lección de todas. Porque aunque le había dado a Jack la lección que tan merecida tenía, sabía que jamás podría repetirla sin sucumbir ante él.
CAPITULO 05
Jack se puso de costado y quedó cara a cara con el destello cegador del sol de la mañana, que entraba por las ventanas. Las cortinas que había olvidado echar al llegar por la noche le recordaron lo distraído que había estado.
La fuente de dicha distracción aún lo atormentaba.
No habían llegado a cenar. Aunque no había saciado el apetito que despertaba en él, no había querido forzar el tema. Había dejado que ella pusiera fin a la velada y había escapado mientras todavía podía pensar con claridad. Antes de haber llevado la situación con su colega demasiado lejos.
Se preguntó si alguna vez sería capaz de volver a pensar en Mallory solo como en una compañera de trabajo. Aún era capaz de sentir las uñas al clavárselas en la muñeca mientras lo besaba y lo sumía en un abandono sensual y sexual. Se sentó y pasó las piernas por el borde de la cama. La cabeza le martilleó por la combinación de vodka, ya que rara vez bebía, y sorpresa. Sabía que Mallory era su rival intelectual; siempre había respetado su capacidad. Lo que desconocía es que fuera una mujer capaz de excitarlo sexualmente.
Por eso había querido ella enseñarle una lección, para que no se precipitara en sacar conclusiones y castigarlo por su insulto. Una vez expuesto a la dualidad que existía en ella, ¿podrían regresar a una apacible relación de trabajo?
Movió la cabeza. Las barreras que ella había mantenido se habían desvanecido para siempre junto con la ilusión de frialdad. Era una mujer hermosa con una sensualidad que anhelaba explorar.
Miró el teléfono y por primera vez notó una luz roja que parpadeaba. Marcó el buzón de voz, una comodidad del hotel de lujo de Lederman, y escuchó el mensaje. Su anfitrión había cancelado todas las reuniones de ese día, ya que había tenido que marcharse de forma inesperada.
No le gustó la desaparición del hombre ni la llamada personal extraña y súbita que había recibido. No confiaba en ella, Jack jamás aceptaba un caso que no estuviera convencido de que podía ganar. No era que los ganase todos, pero debía tener fe en la batalla que libraba. Antes de comprometerse con ese caso o que Lederman lo hiciera con ellos, tenía que descubrir qué diablos les ocultaba.
Y debía poner a Mallory al corriente del cambio de planes para ese día. Después de una ducha rápida para despejar la cabeza, no tendría más elección que enfrentarse a su hermosa y ya no reprimida colega.
– Contesta -dijo mientras martilleaba un lápiz sobre la mesita.
¿Dónde estaba Julia y por qué no respondía? Justo cuando necesitaba su consejo, no estaba en casa.
Mallory podía disfrutar de accesorios femeninos, lencería y otros toques sensuales, pero le faltaba experiencia con el sexo opuesto. Necesitaba hablar con su prima, su mejor amiga desde la infancia. La única persona que podía ayudarla a situar en la perspectiva adecuada la noche anterior. En cuanto superara la sorpresa.
Nadie respondía al otro lado de la línea. Al parecer iba a tener que confiar en sí misma, algo que había hecho toda su vida, de modo que no había motivo para no hacerlo en ese momento. Colgó el auricular y se irguió, más segura.
La noche anterior había tenido a Jack comiendo de la palma de su mano. Tembló al le vivir el ataque sensorial al que la había sometido su lengua. Cerró los ojos y permitió que las sensaciones recordadas la invadieran, antes de obligarse a regresar a la realidad de ese día. Si podía controlarlo entre las oleadas de la pasión, desde luego podría lograrlo mientras desayunaban.
Una vez expuesto su punto de vista, podrían regresar a la normalidad. Se repitió ese mantra durante la ducha y al bajar a la cafetería del hotel donde habían quedado con el señor Lederman. Al menos, la presencia del hombre excéntrico podría desterrar cualquier tensión inicial.
Siguió a la camareta a una mesa vacía y eligió el asiento que daba hacia el restaurante. No quería que nada la distrajera de lo profesional.
Y entonces vio a Jack entrando.
Creía haber estado preparada. Pero verlo con un bañador azul marino y un polo blanco que revelaba una piel muy bronceada amenazó con ser su perdición, ya que la dejó sin aliento y sin palabras.
No era una buena combinación para una mujer que se había convencido de que retenía el control.
– Buenos días, Jack -esbozó su sonrisa más brillante y lo miró a los ojos.
– Mallory -respondió con voz hosca, recordándole todo lo que había pasado entre ellos la noche anterior.
La observó ceñudo. Sin necesidad de que él dijera una sola palabra, ella sabía que sus ropas y peinado lo sorprendían y decepcionaban. La elección había sido deliberada para devolver las cosas a la normalidad entre los dos.
Pero el corazón se puso a palpitarle con frenesí, y llegó a la conclusión de que la normalidad no se podría conseguir únicamente con el aspecto exterior. Ya no. Suspiró. Otro indicio de que había pasado a un territorio que daba miedo.
Decidida a retener el control, mantuvo su mirada y se negó a bajarla hasta que él finalmente la desvió con un gruñido. Se sentó, no frente a ella como había esperado Mallory, sino a su lado. Demasiado cerca.
El calor de su cuerpo, superior al sol de la mañana, la desequilibró aún más. Solo una observación mordaz podría mantener la distancia entre los dos en ese momento.
– Empezaba a creer que tendría que recurrir a la Guardia Nacional para que fuera a buscarte -comentó. -¿Una noche dura?
Él desplegó la servilleta y la colocó sobre el regazo.
– No. Dormí bien. ¿Y tú?
– Sin ningún problema -se encogió de hombros.
Una camarera pasó para entregarles los menos.
– ¿Café mientras esperan a la tercera persona? -preguntó.
– Sí, por favor -aceptó Jack. -Pero ha habido un cambio y solo seremos nosotros dos para desayunar.
Mallory lo miró asombrada y él experimentó un placer perverso al ser capaz de sorprenderla también.
– Entonces les daré unos minutos para que decidan -la camarera se marchó.
– ¿Qué le ha pasado al señor Lederman? -quiso saber Mallory.
– Ha tenido que salir de la ciudad por una llamada.
– ¿En un fin de semana? -preguntó con incredulidad. -¿Después de haber venido para hablar de la posibilidad de llevar su divorcio?
Jack asintió.
– A mí tampoco me parece muy lógico. Vamos a tener que descubrir qué sucede.
– ¿Crees que tiene una aventura?
– Es una buena posibilidad.
Mallory ladeó la cabeza y él imaginó que el pelo negro le caía por los hombros.
– Después de que ayer mencionaras su desaparición en la sauna, intenté pensar en lo único que le ocultaría a su abogado potencial. Era una aventura. Quiero decir, con cualquier otra cosa saldría limpio.
– Es posible. Hablaré con él en cuanto llegue. Si vamos a representarlo, no quiero ninguna sorpresa. Cuanto más sepamos, más podremos preparar con antelación.
– Parece un buen plan. Mientras tanto, yo me concentraré en obtener información de la señora Lederman.
– ¿Han decidido? -preguntó la camarera al regresar.
– ¿Mallory?
– Pide tú. Yo aún no lo tengo claro.
– Yo quiero el Desayuno para la Persona Hambrienta -le entregó el menú. -Anoche no cené y me muero de hambre -se dirigía a la camarera, pero en ningún momento dejó de mirar a Mallory. Al mencionar la noche anterior, ella se ruborizó, en contradicción con la calma exterior que aparentaba.
– ¿Qué ha sido del Hombre Hambriento o de la Mujer Hambrienta? -preguntó Mallory.
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