La camarera rio.
– Es la contribución de la señora Lederman. Afirma que las mujeres pueden estar tan hambrientas como los hombres, y que no tiene sentido ofrecer dos elecciones por una distinción de género.
– Una mujer sensata -le devolvió el menú a la camarera. -Tomaré lo mismo.
– Muy bien.
En cuanto la otra mujer desapareció de vista, Mallory se adelantó y apoyó los brazos en la mesa.
– ¿Te das cuenta de lo que eso significa? -preguntó.
– ¿Que la señora Lederman oculta un lado feminista?
– La señora Lederman tiene voz en el negocio del hotel. Cierto que no es más que una selección de desayuno, pero algo me dice que hay más. Quizá se muestra tan serena en el asunto del divorcio no solo porque no lo quiere, sino porque si la obligan a aceptarlo, sabe que tiene fuerza para aguantar la división de los bienes -cruzó los brazos. -Quizá es más inteligente y está más al mando de las cosas de lo que deja entrever.
La admiró por su percepción y mente aguda.
– Desde luego es algo que vale la pena explorar -bebió un poco de café. La noche anterior ella había querido enseñarle una lección. Decidió que esa noche sería su turno. Bajo ningún concepto había terminado de explorar sus profundidades ocultas. -Después de desayunar, ¿te apetece dar un paseo por la playa conmigo?
– No voy vestida para exteriores.
– Tienes tu habitación cerca -no aceptó la excusa.
– No traje ningún calzado para la arena.
Desvió la vista y él supo que intentaba esquivarlo. Quiso sonreír, pero se contuvo. Al parecer, le gustaba tener el control, y huía cuando no era así.
– Hay una tienda en el vestíbulo -insistió.
– Quizá no tengan mi número.
– Muy bien, Mallory -esa vez sí sonrió. -Has forzado mi mano. Yo he aprendido algo sobre ti en este viaje y a ti no te gustan los insultos ni los desafíos. ¿Tienes miedo de dar un paseo por la playa? ¿Te asusta estar a solas conmigo?
– Eso es ridículo -musitó con rigidez.
Justo en ese momento la camarera llegó con sus platos.
– ¿Desean algo más?
– No. gracias -respondió Mallory.
– Entonces, que lo disfruten -se dirigió hacia la siguiente mesa.
– Será mejor que empecemos -Jack tomó el tenedor. -Y piensa en reunirte conmigo en la playa dentro de una hora.
Mallory abrió la boca, pero volvió a cerrarla, aceptando lo inevitable.
El desayuno de Mallory se enfriaba en el plato mientras Jack había devorado todo. ¿Cómo iba a poder comer cuando la habían arrinconado… para su placer? Pero a pesar de lo mucho que quería estar con él, no podía perder el control de sí misma o de la situación.
Dejó la servilleta sobre la mesa.
– Estoy lista, ¿y tú?
Él enarcó las cejas con evidente sorpresa por su disposición a ir después de los obstáculos que había sembrado antes.
– ¿No quieres cambiarte?
Mallory se levantó y desabrochó el botón superior de la chaqueta; luego se la quitó para quedarse con la blusa.
– Estoy bien.
– Eres obstinada -movió la cabeza-, ¿verdad?
– Forma parte de mi encanto -se encogió de hombros y dejó que firmara la cuenta, que era un gasto del bufete, en todo caso. Se dirigió hacia la salida de atrás del restaurante, que llevaba a la playa.
En cuanto abrió la puerta, la asaltaron la brisa fresca y los olores salados. Parpadeó bajo el severo resplandor del sol y se concentró en la escena delante de ella. El agua azul se extendía hasta el horizonte y desaparecía en un cielo igual de azul. Movió la cabeza. Hacía demasiado tiempo que vivía en una ciudad congestionada. También se había negado el lujo de relajarse en vacaciones en islas y playas tropicales.
Jack la alcanzó en la arena y completó la perfección del entorno que la rodeaba. Aunque jamás se lo diría. En silencio avanzaron hacia donde al agua rompía en la playa. Dejó la chaqueta y los zapatos en un banco vacío y caminaron por la larga y vacía extensión de arena,
– ¿Cuándo se espera de vuelta al señor Lederman? -preguntó ella al romper el silencio.
– En algún momento esta noche, creo.
– Me pregunto cuál será su verdadera historia. Sé que nos falta encajar información crucial.
Mallory agradeció que por lo temprano que era la playa estuviera vacía. Sorprendiéndose, comprendió que no se hallaba preparada para compartir al hombre ni el momento.
– El divorcio nunca es fácil ni honesto -explicó él. -Ni entre cónyuges ni entre cliente y abogado. Casi todas las relaciones son iguales. Lo sé por propia experiencia, ya que la viví de pequeño.
– Es muy triste -quizá sus padres no hubieran sido los mejores del mundo, pero se amaban y entre ellos existía honestidad.
Mallory jamás había permitido que sus pensamientos se desviaran hacia el matrimonio y la familia. Primero estaban los objetivos de su carrera. Aunque eso no le impedía creer en la institución o en la posibilidad de una relación verdadera y sincera entre un hombre y una mujer.
– No es triste, es la realidad.
– No, quería decir que tu actitud es triste y también el hecho de que puedas basarla en una experiencia vital. No todas las relaciones son difíciles ni se basan en mentiras, o las estadísticas de divorcio serían aún más altas.
– Quizá deberían subir. ¿Has considerado alguna vez que muchos de aquellos que no se divorcian siguen juntos por conveniencia?
– ¿Has considerado alguna vez el hecho de que las parejas se mantienen juntas por amor y respeto y las vidas que han construido juntos? -de pronto deseó que viera las relaciones con el mismo prisma que ella.
El movió la cabeza. La brisa del océano lo despeinó.
Suponía que la actitud de Jack debería alejarla, pero se sentía cada vez más atraída por él, Ya era constante el nudo que tenía en el estómago. Reconoció el anhelo como deseo sexual, aunque el tirón en su corazón representaba una conexión más emocional.
Era evidente que había sufrido de niño. También ella. Al parecer él había levantado muros y barreras. Bajó la vista a la falda y a la blusa que llevaba y se dio cuenta de que ella había hecho lo mismo. Tenían más cosas en común de las que en un principio había imaginado.
Y su apetito por Jack Latham se había abierto.
– Jamás te habría considerado una optimista o soñadora -comentó él al final.
– Yo tampoco había pensado en mí misma bajo esos términos -sonrió. -Si alguien me lo hubiera preguntado, me habría definido como «realista» -pero al parecer una romántica acechada detrás de la ilusión que había dedicado años a crear.
– La mujer que conocí anoche no era una realista -comentó con voz ronca.
Al recordar la velada sensual, el cuerpo se le aflojó. Se preguntó qué sucedería si liberara a la soñadora que tenía dentro, esa hacia la que él se sentía atraído, al menos durante las fases personales del viaje. ¿Podría controlarla cuando concluyera la excursión?
Movió la cabeza, Aunque deseara más, no podía poner en peligro su trabajo ni su corazón. Respiró el aire salado y la inundó una oleada de pesar.
Llegó a la conclusión de que el momento de intimidad y revelación había llegado a su fin.
– Puede que la mujer de anoche no te pareciera una realista, pero la abogada que te ayuda en este caso desde luego lo es.
– Volvemos al trabajo -la decepción bailó en sus ojos y en el tono de su voz.
Ella asintió.
– Y bien, ¿le plantearás a Lederman tus sospechas?
– Estaba pensando en una búsqueda de información más solapada, en cualquier cosa que tú y yo podamos encontrar antes de interrogar a Paul por los detalles. Si nuestra imaginación se ha desbocado y de verdad lo mantienen ocupado su hijo y un negocio, entonces acusarlo de una aventura o de ocultar algo lo forzará a entregarle el caso a otro bufete.
– Algo que ninguno de los dos queremos.
– ¿Porque tú consideras esto como un peldaño para ser socia? -preguntó con precisión.
– Porque la empresa tiene mi lealtad y sí, porque quiero ser socia -y no quería que su obsesión con Jack pusiera en peligro todo por lo que había trabajado.
El se detuvo sin advertencia previa. Mallory no se dio cuenta de que no lo tenía al lado hasta que la llamó. Se volvió y retrocedió unos pasos.
– ¿Qué pasa?
– No quiero que pienses que haría o diría algo para destruir tus posibilidades de llegar a serlo.
– Eso esperaba. De hecho, supongo que una parte de mí debió de confiar en ti para que no revelaras lo sucedido anoche, porque de lo contrario habría sido una tonta en ejecutar mi plan.
Jack alzó una mano y le acarició la mejilla.
– No eres una tonta.
– Tampoco lo eres tú.
– Cierto. Y teniendo en cuenta que no me marché nada más darme cuenta de que eras tú, supongo que ambos confiamos en que el otro no revele el hecho de que estamos quebrando la regla del bufete que prohíbe los romances entre los empleados de la firma.
Había utilizado el presente. ¿Solicitaba más tiempo o proyectaba sus propios deseos en las palabras de él?
Ladeó la cabeza y provocó que la mano de él le hiciera una caricia suave.
– ¿Me estás diciendo que Jack Latham confía en una mujer? -preguntó con ironía.
– La confianza es más fácil de dar cuando es mutua y ambas partes tienen algo en juego -sonrió.
– Entonces deja de ser confianza y se parece más a un juego.
El soltó una carcajada.
– De verdad te admiro -los ojos le brillaron de deseo.
– Lo mismo digo -con el corazón desbocado, pensó que también lo deseaba, con una intensidad que la asustaba.
Volver a ceder a sus fantasías, nada menos que a plena luz del día, haría que le costara mucho dejarlas atrás una vez terminado ese viaje. A Mallory la soñadora no le importaba.
Pero Mallory la realista sabía que no podía cruzar un límite sin una red de seguridad. Y esa red era la distancia y el control.
CAPITULO 06
Besarla en ese momento destruiría cualquier posibilidad de sorprenderla luego con la guardia baja. De modo que se contuvo.
– ¿Lista para volver? -preguntó.
Parpadeó, evidentemente sorprendida por ese cambio. No lo molestó desconcertarla para variar. Ella se lo había hecho muy a menudo.
Mallory movió la cabeza.
– Ve tú. Creo que yo me quedaré en la playa un rato más. Al menos hasta que el sol esté demasiado caliente.
Los dos habían retrocedido a rincones neutrales. Sin necesidad de explicárselo, Jack entendía muy bien qué pasaba por esa mente analítica. La dicotomía en su personalidad se manifestaba con claridad a la luz del día, con unas consecuencias que ella no estaba dispuesta a encarar.
Besarse bajo el sol de la mañana significaría reconocer que había cruzado la línea entre demostrarle una cosa concreta la noche anterior a aceptar que había algo entre los dos. Jack estaba de acuerdo.
Experimentó una profunda decepción, pero aceptó los parámetros. Era el único modo que tenía de ver otra vez a Mallory, la sexy seductora.
– Ten cuidado de no quemarte -aconsejó.
Un destello de consternación cruzó por las facciones de ella y le oscureció los ojos azules. «Bueno, algo es algo», pensó Jack al alejarse.
El deseo de regresar era fuerte, pero sabía reconocer que separarse en ese momento era lo mejor. Aunque su mente aceptaba la necesidad de irse, el cuerpo no era tan comprensivo y en él vibraba un deseo palpitante y no satisfecho.
La dejó de pie en la playa. La imagen del viento agitándole el cabello y de los grandes ojos azules mirándolo mientras se iba estaba grabada en su memoria. Temía que se abriera paso hasta su corazón si no tenía cuidado.
Pero cuando se trataba de mujeres siempre era cuidadoso, y Mallory no representaba ninguna excepción. No podía permitir que se convirtiera en algo más que una aventura.
Aceleró el paso y entró por la puerta de atrás del restaurante… el modo más rápido de salir de la playa y de la línea de visión de ella. Atravesó el comedor y luego pasó por delante de la recepción. Giró la esquina hacia los ascensores, pero de camino se detuvo en el gimnasio.
Lo habían impresionado las instalaciones cuando Lederman se las mostró antes de ir a la sauna. Todo estaba supervisado por varios instructores y médicos.
Se asomó por la ventana y vio la instalación casi vacía. No había mejor manera de aliviar la tensión que sudando un poco, y ningún modo mejor de obtener información que hablando con los empleados del hotel. Con un poco de suerte, ambas cosas lo distraerían de Mallory y harían que volviera a concentrarse en el trabajo.
Firmó en el registro y sacó una toalla del anaquel.
– ¿Puedo ayudarlo en algo? -una mujer de pelo oscuro y con músculos que estaría orgullosa de poseer se acercó a él.
Se pasó la toalla alrededor del cuello.
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