– ¿No lo sabes?

– No tengo ni idea -la frustración y el deseo oscurecían sus ojos-. Llevo intentando encontrarla desde que empezamos en la cocina. Me siento como un adolescente en su primera cita sexual.

– Nada de eso. Si fuéramos adolescentes no te habría dejado llegar tan lejos -le acarició los labios.

– Te gustó que llegara tan lejos -sonrió él.

– ¡Oh, sí!

– Me alegro -la besó-. A mí también. Pero ahora mismo te quiero desnuda. Agradecería una pista. -Ella giró, le mostró el costado izquierdo y alzó el brazo-. ¡Diablos! Menudo escondite -llevó la mano a la cremallera mientras la empujaba hacia la cama. El vestido cayó al suelo cuando ya estaba junto al colchón.

Cualquier vergüenza que pudiera haber sentido respecto a su embarazo desapareció al ver la mirada apreciativa de Eric sobre su cuerpo. Se quitó las braguitas y se tumbó en la cama, mientras él se desnudaba. Poco después, estuvo desnudo junto a ella, besándola.

Mientras la besaba tocó todo su cuerpo. Sus manos, fuertes y seguras, acariciaron sus senos, estómago y piernas. Ella abrió los muslos, volvía a sentir deseo. Esa vez él frotó con el pulgar e introdujo dos dedos en su interior. Cuando estuvo tensa y jadeante, se situó entre sus piernas y la penetró lentamente.

Sintió el grosor y tamaño que la obligaban a ensancharse para él. Apoyado en los brazos para soportar su cuerpo, la miró y la penetró una y otra vez, haciendo que el placer se disparara con cada embestida.

El alzó el cuerpo, sin salir de su interior e introdujo una mano entre ellos, para acariciar su punto más sensible. Eso hizo que ella se disparase; las contracciones la atenazaron y no pudo detenerse.

Mientras se debatía en su éxtasis fue consciente de que Eric recuperaba la posición anterior y se movía cada vez más rápido, hasta que gritó su nombre y se detuvo. Después, se dejó caer de costado, girándola hacia sí.

Cuando volvió a la realidad, Hannah comprendió que incluso en el momento de mayor pasión, él se había preocupado tanto por no poner demasiado peso sobre ella como por darle placer. Eric era un hombre fantástico y era muy afortunada al tenerlo a su lado.


Eric se despertó poco después de las cinco de la mañana. No había pensado pasar la noche allí, pero después de hacer el amor dos veces más, quedarse en la cama le había parecido una gran idea.

Sus ojos se abrieron de repente y sintió terror por lo que había hecho. Miró a Hannah y supo que si les había hecho daño a ella o al bebé, nunca se lo perdonaría. Según los libros, hacer el amor no era peligroso para la madre ni para el niño. Pero sabía que esos autores hablaban de encuentros íntimos suaves y poco frecuentes. No se referían a experiencias erótica, intensas y apasionadas que provocaban orgasmos múltiples a la madre.

Sintió pánico. Había actuado sin pensarlo y todos tendrían que pagar el precio. Sin saber qué hacer, salió de la cama y se vistió.

Sólo conocía a una persona que podía darle todas las respuestas. Incluso si saber la verdad sobre él hacía que le odiara el resto de su vida.

Capítulo 11

LA mañana seguía siendo fría y oscura cuando Eric aparcó ante la casa de CeeCee. Se quedó en el coche unos minutos, planteándose la posibilidad de esperar hasta las seis, pero la idea le resultó insoportable. Finalmente, sacó el teléfono móvil y marcó su número.

– ¿Hola? -respondió una voz adormilada.

– Hola, siento despertarte. Soy yo.

– ¿Eric? -él oyó movimiento, como si su hermana estuviera dándose la vuelta o sentándose en la cama-. ¿Eres tú? ¿Qué ocurre? Son… -gruñó suavemente- Dime que no son las cinco y cuarto de la mañana.

– Mi reloj marca las 5:16.

– Ah, eso lo cambia todo. ¿Por qué me llamas? -su tono molesto cambió a uno de preocupación-. ¿Pasa algo malo? ¿Has tenido un accidente?

– No. No exactamente. Necesito hablar contigo. ¿Puedes dejarme entrar?

– ¿Dejarte entrar? -hizo una pausa-. ¿Estás aquí?

– En el coche, delante de la puerta.

– Dame un par de minutos -CeeCee colgó.

Él vio las luces encenderse, la oyó descorrer el cerrojo y fue hacia la puerta delantera. Cuando entró, CeeCee ya iba hacia la cocina.

– Estoy intentando reducir el consumo de cafeína -farfulló ella, llenando la cafetera-. Recibir llamadas al amanecer no favorece mi objetivo.

Él se apoyó en la puerta con las manos en los bolsillos de los pantalones, sin saber qué decir. En el momento de pánico inicial, su hermana le había parecido la única persona a la que podía consultar; pero no sabía cómo empezar ni qué explicar.

CeeCee acabó con la cafetera y pulsó el botón. Se dejó caer en una silla y se pasó la mano por el pelo.

– Habla -exigió-. Y más vale que sea algo bueno.

Eric dio un paso hacia la mesa y tomó aire. Quería saber si podía hacer daño a Hannah o al bebé. El bebé. Cerró los ojos, intentando no ver la diminuta vida que había observado en la ecografía. Era perfecta, inocente…

– ¡Eric! -exclamó su hermana. Él abrió los ojos-. ¿Qué? Dime qué ocurre -frunció los ojos-. Tienes aspecto de no haber dormido. ¿Has estado trabajando toda la noche? ¿Hay alguna crisis en el hospital? Porque algo así podría haber esperado hasta mañana.

Él se frotó la barbilla. No se había duchado ni afeitado. Lo había vencido su ataque de pánico.

– No es de trabajo -dijo, sentándose frente a ella-. Es… personal -deseó que el café se hiciera más rápido, el aroma llenaba la cocina, pero aún no había suficiente para una taza-. No sabía con quién hablar.

– Bueno -escrutó su rostro-. Estoy despierta y dispuesta a escucharte. ¿Qué ocurre?

Él se sintió mejor al percibir la preocupación de su voz. Siempre había sabido, que ocurriera lo que ocurriera, podía contar con su hermana. Sólo esperaba que no le diese la espalda al enterarse de que…

– ¡Deja de pensar y dilo! -gritó ella-. Suéltalo.

– Hannah está embarazada y pasé la noche con ella.

CeeCee lo miró fijamente unos segundos. Movió la cabeza de lado a lado, apoyó los codos en la mesa y dejó caer el rostro entre las manos.

– ¿Puedes repetirme eso?

– Te comenté que salía con Hannah Bingham.

– Sí. Y te advertí que te traería problemas. ¿Me escuchaste? No.

– ¿Quieres contar tú la historia, o lo hago yo?

– Adelante -lo miró por entre el flequillo y suspiró-. Me quedaré callada y escucharé.

– Empezamos a salir juntos -dijo Eric, tras explicar que Hannah había comprado una casa al hospital-. Todo iba bien hasta que me dijo que estaba embarazada.

– De otro hombre.

– Sí.

– Por fin -exclamó CeeCee, mirando la cafetera y poniéndose en pie-. Bueno, ¿y cuál es el problema? ¿Te preocupa la responsabilidad? Te advierto que asumir una familia ya iniciada podría ser todo un reto. Pero no necesariamente negativo para ti. Aunque creciste sin un padre, creo que lo harías bien. Pero con los objetivos profesionales que te has marcado, una familia…

– ¿CeeCee?

– ¿Qué?

– Cállate.

– De acuerdo -sirvió dos tazas de café-. Habla y escucharé.

– Gracias -aceptó el café-. Al principio, me impactó que estuviese embarazada. Además, no quería hacer nada que pusiera en peligro su salud, así que me reprimí.

– Eric -su hermana hizo una mueca-. Si vamos a hablar de tu vida sexual, necesito tomarme el resto de la cafetera antes de empezar.

– Lo digo en serio. No sabía si estaba bien tener relaciones íntimas.

– No es problema -dijo ella agitando la mano-. De hecho, es encantador que te resulte atractiva. ¿De cuántos meses está?

– De cuatro y es atractiva, pero ése no el tema -se puso en pie y paseó por la cocina-. No lo entiendes. Sé que está bien que las parejas tengan relaciones maritales.

– ¿Desde cuándo llamas así al sexo? -rezongó CeeCee-. Di «hacerlo», te sentirás más cómodo.

– Esto no tiene gracia -se volvió hacia ella-. Anoche, cuando estuvimos juntos… -tragó saliva-. Temo que fuera excesivo, haberle hecho daño a ella o al bebé -sintió una opresión en el pecho-. ¿Y si ocurriese algo malo? No me lo perdonaría. Hannah adora al bebé…

Se quedó sin habla. Se volvió hacia los armarios y apoyó las manos en la encimera. No habría castigo suficiente para él si… Oyó la silla de su hermana moverse y unos pasos. Un brazo rodeó su cintura.

– Siento no estar tomándomelo en serio -dijo ella con voz queda-. Es obvio que estás muy preocupado, pero no debes estarlo.

– Tú no sabes lo que ocurrió.

– Tengo una idea razonable. ¿Puedo suponer que mantuvisteis parámetros normales en cuanto a postura? ¿Tú encima o ella encima?

A Eric lo avergonzaba hablar de eso, pero se obligó hacer un gesto de asentimiento.

– Bueno -apoyó la cabeza en su brazo-. ¿Y supongo que estuvo bien para los dos?

– Sí. Las tres veces.

– Con eso vale -gruñó CeeCee-. El siguiente hombre de mi vida será lo suficientemente joven como para crear un escándalo. Rebosante de energía y hormonas.

– Hermana, ¿podrías no decir esas cosas?

– Disculpa -agarró sus brazos y le dio la vuelta, para que la mirase-. Eric, hacer el amor es una parte importante de la vida, incluso para una mujer embarazada. A no ser que sea un embarazo de riesgo, no hay por qué evitarlo. Con el paso de los meses, hay que hacer ciertos cambios, pero el acto en sí mismo es perfectamente seguro. Incluso tres veces por noche.

– Pero…, ejem, Hannah disfrutó mucho.

– Así que tuvo unos cuantos orgasmos, pues mejor para ella. Eso es parte de la vida. Es natural y seguro.

– ¿Sí?

– Te lo prometo.

Él escrutó su rostro, buscando verdades ocultas, pero sólo vio amor y afecto. Su miedo se difuminó.

– No quería hacerles daño a ella o al bebé.

– Lo sé -le dijo CeeCee-. Gracias por ser uno de esos tipos buenos, en nombre de todas las mujeres. Siento una envida repugnante de tu vida sexual, pero me enorgullezco de ti.

Ya que tenía la respuesta a su pregunta, Eric no quería hablar de sexo con su hermana. De hecho, no quería hablar de nada. Quería regresar junto a Hannah antes de que se despertara. Fue hacia la puerta.

– ¡Oh, no, de eso nada! -CeeCee lo paralizó con la mirada-. Me has despertado, lo menos que puedes hacer es quedarte a hablar conmigo.

– No tengo nada de qué hablar.

– Claro, ahora que te sientes mejor -le lanzó una mirada especuladora-. Me sorprende que te interese una mujer embarazada. Siempre has evitado las relaciones serias y un bebé es algo muy serio.

– No es mío. Sólo salgo con la madre.

– ¿Qué ocurrirá cuando nazca el niño?

Él no había pensado tan allá. Su relación con Hannah no seguía las pautas normales. Ni siquiera sabía si ella se conformaría con pasarlo bien y nada más.

– Sólo está de cuatro meses -apuntó.

– El tiempo pasa muy deprisa -sonrió ella-. Esto podría ponerse muy interesante.

– No le ha dicho a su familia que está embarazada -recordó él de repente-. ¿Podrías mantener el secreto?

– ¡Yo pensaba pasar la mañana hablando con mis compañeras de la vida sexual de mi hermano! -CeeCee soltó un suspiro-. Vale. No diré nada.

– Gracias, hermanita -la abrazó-. Eres la mejor.

– Adulador. Vamos. Largo de aquí.

Él corrió hacia la puerta antes de que a ella se le ocurriesen más preguntas embarazosas.


Eric llegó a casa de Hannah poco antes de las seis. Fue al dormitorio y dudó entre volver a la cama y despertarla para decirle que se iba a trabajar.

Si le hubieran preguntado el día anterior, habría dicho que su trabajo era lo primero y que ninguna tentación era suficiente para desviarlo de sus objetivos.

Pero esas ideas se diluyeron al enfrentarse a una bellísima y desnuda Hannah dormida. La melena rubia estaba desparramada sobre la almohada y tenía un brazo encima de la manta, bajo la que se adivinaba la forma de su cuerpo. Eric tuvo una reacción física inmediata y la idea de irse perdió todo atractivo.

Se desnudó y se tumbó a su lado. Ella se movió y se acercó a él, despertándose al sentir su piel fría.

– ¿Eric? -los ojos verdes lo miraron adormilados-. ¿Qué ocurre?

– Nada -replicó él, abrazándola.

– Estás helado. ¿Qué ha pasado? -se apoyó en un codo y lo miró.

– Salí un rato y se me olvidó la chaqueta -aunque era primavera, seguía haciendo frío al amanecer.

– ¿Saliste? -echó una ojeada al reloj y se tumbó de nuevo-. ¿Tan temprano? ¿Va todo bien?

– Perfectamente -acarició su mejilla-. Estaba preocupado por ti. Por lo que hicimos.

– ¿Te refieres a hacer el amor? -se arrebujó contra él y apoyó el brazo en su pecho-. ¿Por eso has salido en mitad de la noche? -preguntó, entre confusa y divertida.

– No exactamente -hizo una pausa-. Bueno, sí. Fuimos muy activos y estás embarazada. Quería asegurarme de que no había hecho daño al bebé.