– Se te ve emocionada.
– Lo estoy. Me gusta la idea de trabajar con los perros y de ayudar a la gente, pero no sé si éste trabajo es el correcto. Dakota y Nevada sabían lo que querían hacer con sus vidas y yo soy su trilliza, ¿no debería saberlo también?
– Tú tienes que seguir tu propio camino y descubrir que es lo mejor para ti. Puede que lo hayas encontrado ya.
– Eso espero. Estoy cansada de meter la pata.
– Montana, no te tortures. ¿Cuándo has metido la pata.
Su amiga se encogió de hombros.
– Acabo de rechazar un trabajo a tiempo completo y con buen sueldo. ¿Quién hace eso?
– Alguien que está pensando con vistas al futuro.
– Quiero ser buena en algo. Mírate. Tú eres genial en tu trabajo.
– Organizo festivales, no es que esté salvando el mundo.
– Eres parte fundamental de la comunidad. Lo que haces marca el paso del tiempo y genera recuerdos. Los padres desean llevar a sus hijos a su primer Festival del Otoño o al Sábado de Donaciones. La gente planea sus viajes para coincidir con los festivales y están en sus favoritos. Lo que haces cambia la forma de vivir de las personas.
Pia la miró.
– ¡Vaya! Debería pedir un aumento.
Montana se rio.
– Lo digo en serio.
– Y yo también -siempre había adorado su trabajo, pero nunca le había parecido tan importante-. Siempre me había centrado en el hecho de que traigo turistas al pueblo, lo cual significa más dinero para los negocios locales.
– No se trata solo del dinero.
– Tienes razón. Y por eso mismo no deberías sentirte mal rechazando el trabajo en la biblioteca. Tienes que pensar en lo que es verdaderamente importante para ti.
– Quiero hacer algo que signifique algo. He visto algunos vídeos sobre esos perros y son maravillosos. Yo podría formar parte de ello.
– En ese caso, espero que te den el trabajo.
– Yo también. Me gustaría encontrar mi lugar. Quiero ser más que mi apellido.
– No infravalores ser un Hendrix. Con eso ya estás formando parte de algo maravilloso.
– Lo sé, pero son familia, nada más.
Pia pensó en la vida relativamente solitaria que tenía y en cómo ahora sería responsable de tres niños… o eso esperaba.
– La familia puede ser lo más importante -dijo pensando lo triste que era que Keith y Crystal solo se hubieran tenido el uno y al otro y que ahora los niños solo la tuvieran a ella.
Montana volteó los ojos.
– Ahora hablas como mi madre.
– Denise es maravillosa, así que gracias por el cumplido.
– De nada.
– No necesito cortarme el pelo -le dijo Raúl mientras caminaban por la calle.
– Hablas como un crío y me espero un poco más de madurez de mi compañero de embarazo. No me decepciones.
– ¿Cuándo te has vuelto tan mandona?
– Siempre lo he sido -dijo ella con una carcajada-. Creía que te habrías dado cuenta.
El día era frío. Pia se había puesto una chaqueta roja con los vaqueros y un jersey. Sus botas la hacían parecer un poco más alta, lo cual significaba que tenia la estatura perfecta para besar, pensó él.
Le gustaba besar a Pia. También le había gustado hacer más cosas con ella, pero dadas las circunstancias, eso no era posible. Era posible que estuviera embarazada y ninguno haría nada que pudiera hacer daño a los bebés por mucho que quisieran repetir lo que habían hecho la última vez que estuvieron juntos.
Aun así, tenía un propósito más alto: cuidar de Pia igual que ella cuidaba de los embriones de Crystal.
– Es una regla sencilla -le dijo Pia-. Vas alternando entre las hermanas. Hoy vamos a ver a Bella, así que la próxima vez irás a la peluquería de Julia.
– Sigo pensando que debería cortarme el pelo fuera de aquí.
– Cobarde.
– El fútbol americano me enseñó cuándo dejar que mis compañeros me cubrieran.
Ella se detuvo junto al escaparte del salón de belleza.
– Da igual que te lo cortes fuera del pueblo, Raúl. Aun así estarán enfadadas contigo. No hay modo de ganar esta pelea, así que ¿por qué no tomar un asiento de primera fila y disfrutar del espectáculo?
– ¿Es que hay un espectáculo?
Ella sonrió.
– Ahora mismo tú eres el espectáculo.
Entró y él vaciló un segundo antes de seguirla.
Era mediodía, mitad de semana y aun así todo estaba lleno. Cuando entró en el moderno y bien iluminado establecimiento, todo el mundo… o sea, todas las mujeres… se giraron para mirarlo.
Una mujer de mediana edad con el pelo oscuro y unos preciosos ojos marrones lo observaba como dándole el visto bueno.
– Pia, ¿qué me has traído?
Pia lo agarró del brazo.
– Bella, puedo compartirlo contigo, pero no puedes quedártelo. Es Raúl Moreno. Raúl, te presento a Bella Gionni.
Bella se acercó a él con la mano extendida.
– Un placer -susurró-. Qué fuerte y qué guapo. Josh es mi favorito porque lo conozco desde que era pequeño, pero tú… te acercas mucho.
Raúl se mostró incómodo y estrechó la mano de a mujer.
– Ah, gracias.
– De nada. Estoy lista para ti.
Él se inclinó hacia Pia.
– No te marcharás, ¿verdad?
– No, me quedo aquí para protegerte.
– Bien.
Era consciente de que todas las mujeres estaban mirándolo. Estaba acostumbrado a recibir atención, pero no de un modo tan descarado.
Bella lo sentó en una silla y lo cubrió con una capa de plástico. Después se situó tras él, posó las manos sobre sus hombros y lo miró desde el espejo.
– ¿Qué quieres?
– Un corte, nada más -dijo Pia con los ojos resplandecientes de diversión-. Es su primer corte de pelo en el pueblo.
Bella sonrió.
– Y has venido a mí…
– ¿Adonde si no íbamos a ir? -preguntó Pia.
– Exacto -Bella le humedeció el pelo y se lo peino-. ¿Estáis juntos?
– No -se apresuró a responder Pia.
– Sí -insistió Raúl igual de deprisa.
Bella enarcó las cejas.
– Creo que eso deberíais aclararlo entre los dos.
Pia lo miró.
– No estamos saliendo.
– Estamos juntos.
– De acuerdo, pero no de ese modo. Solo porque… -se detuvo y miró a su alrededor, consciente de que estaban escuchándola.
Él se había referido a lo de ser su compañero de embarazo, pero obviamente ella había estado pensando en la noche que habían pasado juntos.
– Hombres -murmuró ella antes de comenzar a hablar con otra de las peluqueras.
Bella cortaba el pelo con eficiencia y seguridad.
– Así que te gusta nuestra Pia, ¿eh?
– Mucho.
– ¿Como amiga o como algo más?
– Somos amigos.
– Entonces eres tonto.
Él contuvo una sonrisa. Siempre le había hecho gracia las mujeres que decían lo que pensaban.
– ¿Por qué?
– Pia vale diez veces más que cualquier mujer con la que hayas salido. Es una buena chica. Inteligente, atenta y preciosa.
Él se giró para poder ver a Pia por el espejo. Se había quitado la chaqueta y podía ver cómo su jersey se ceñía a sus curvas. Se reía por algo que él no pudo oír, pero el sonido resultó maravilloso y lo hizo sonreír.
Era todo lo que había dicho Bella y más. Tenía corazón y carácter. Nadie sabía lo de los embriones; podría haberse olvidado de ellos y haberlos donado a la ciencia o haberse deshecho de ellos sin más, pero no había pensado en ninguna de esas dos cosas. No admiraba a mucha gente, pero ella era una de esas personas.
– Lo que le sucedió fue muy triste -continuó Bella-. Perder a su padre de aquel modo y después ver cómo su madre se marchaba a Florida. Ahí estaba Pia, en su último año de instituto y lo había perdido todo. Tuvo que pasar a cuidados adoptivos.
– Lo he oído -murmuró él, preguntándose qué clase de madre abandonaba a su hija sin pensarlo. Pia tuvo que enfrentarse a todo sola.
Se vio queriendo solucionar el problema, a pesar de que todo había sucedido hacía como una década. Aun así, era necesario hacer algo. Actuar.
– Ha tenido novios -anunció Bella.
– Seguro que sí.
– Pero nunca se han quedado a su lado, pobre Pia. No sé qué pasa, pero se marchan.
No era una conversación que quisiera tener con Bella, pensó. Su mirada volvió a Pia. Había tenido una vida difícil que estaba a punto de complicársele tres veces más. ¿Quién cuidaría de ella? ¿Quién estaría a su lado cuando necesitara ayuda?
Sabía que tenía amigas y que el pueblo se volcaría en ella, ya que Fool’s Gold parecía esa clase de lugar, pero durante el día a día, Pia estaría sola.
Se preguntó si ella habría pensado en eso, si sabía donde se estaba metiendo. Pia se giró y se topó con su mirada en el espejo. Él le guiñó un ojo y ella volvió a la conversación que estaba manteniendo.
Había estado enamorado dos veces en su vida. Su primera novia y él se habían separado y después Caro había traicionado parte de sus votos matrimoniales. No quería volver a vivir eso. Era más seguro no implicarse, pero por otro lado existía la realidad de querer una familia, de necesitar esa conexión. No podía tener una cosa sin la otra… o eso había creído siempre.
– Puedo oírte -gritó Pia por la puerta cerrada del baño.
– Estoy sentado, no hay nada que puedas oír.
Aun así, ella estaba segura de que había ruidos. O tal vez el problema era que no los había. Eso sí que era sentirse presionada, pensó mientras se levantaba y se subía las braguitas y los vaqueros.
Abrió la puerta del baño.
– No puedo hacerlo estando tú aquí -alzó las manos-. Y no me digas que no estamos en la misma habitación porque es prácticamente lo mismo.
Raúl sacudió la cabeza y se levantó.
– ¿No puedes soportar el calor, eh? -dijo con humor.
– El calor no es el problema.
– ¿Has probado a abrir el grifo del agua? El sonido podría ayudarte.
– No voy a quedarme aquí hablando contigo sobre mi incapacidad para hacer pis.
– Ya lo estás haciendo.
Ella volteó los ojos y señaló a la puerta.
– Ve al vestíbulo hasta que haya terminado.
– He metido mi lengua en tu boca.
– Ésa no es la cuestión.
– ¿Podemos tener sexo, pero no puedo estar en la habitación de al lado mientras vas al baño?
– Exacto.
– Bien -cruzó la habitación y salió, aunque asomó la cabeza-. ¿Qué le digo a los vecinos si me preguntan qué hago merodeando por aquí?
– No hagas que te mate.
Él se rio y cerró la puerta.
– Hombres -murmuró Pia antes de volver al cuarto de baño.
Después de sentarse, abrió el grifo y agarró el palito de plástico. Todo iría bien, se dijo. Hacía pis varias veces al día, tampoco era tanto esfuerzo. Era algo natural. Sencillo.
Pero en ese momento, no le parecía nada sencillo. Le parecía imposible. Cerró el agua e intentó canturrear mientras respiraba lentamente. Su vejiga se negaba a vaciarse.
«Nunca más», se dijo. El embarazo era algo muy duro. Cuando por fin lograra hacer pis en el palito, iría a comprar un helado, por mucho frío que hiciera fuera. Quería uno de nata con chocolate caliente…
– ¡Oh, no!
Cuando había dejado de prestar atención, su cuerpo había respondido. Empapó el palito, lo posó sobre un pañuelo de papel, se levantó, se sonrojó y se subió la ropa interior. Después de lavarse las manos, salió a buscar a Raúl.
– Por fin -dijo él cuando ella abrió la puerta-. ¿Lo has logrado?
– He hecho pis.
– Estoy orgulloso de ti.
– Sé simpático o te haré tocarlo.
Ella volvió a entrar en el cuarto de baño y sacó el palito envuelto para dejarlo sobre la encimera de la cocina.
– ¿Cuánto hay que esperar?
– Unos minutos.
Miraron la pequeña pantalla mientras ella podía oír el tic tac de un reloj y sentir los latidos de su corazón. Según la prueba, el resultado diría «embarazada» o «no embarazada». Tan sencillo como todo eso.
No se dio pie a especular. Una parte de ella temía haber perdido a los bebés de Crystal, pero otra parte estaba aterrorizada de que hubieran sobrevivido.
Raúl le echó un brazo por encima y ella se apoyó contra él.
La pantalla cambió y vio una única palabra: embarazada.
No había manera de malinterpretarlo.
Se quedó congelada, le dio un vuelco el estómago y tuvo la sensación de ir a vomitar. El peso de la realidad se cernía sobre ella, como una gran tormenta, pero no podía asumirlo. Embarazada. Estaba embarazada.
– ¡Lo has conseguido! -exclamó Raúl antes de agarrarla por la cintura y darle vueltas-. Vas a ser mamá.
Él parecía encantado y ella tuvo la sensación de ir a desmayarse.
¿Mamá? ¿Ella?
– No puedo -susurró.
Él la dejó en el suelo.
– Claro que puedes. Esto es genial, Pia. Los embriones se han implantado. Es una gran noticia.
Podía estar de acuerdo con él porque eso era lo que Crystal deseaba, pero por dentro estaba aterrorizada de estropearlo todo.
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