Jo se había mudado a Fool’s Gold unos tres años atrás y había comprado un bar en ruinas. Había transformado el negocio en un refugio para mujeres que ofrecía fantásticas bebidas, grandes televisores que emitían más programas y canales de compras que deportes, y muchos snacks que no te generaban sentimiento de culpabilidad. Los hombres eran bienvenidos, siempre que supieran cuál era su lugar.
Jo era alta, guapa, bien musculada y soltera. Pia diría que tenía treinta y tantos. Hasta el momento no la habían visto con ningún hombre, ni se sabía nada sobre alguno de su pasado. Los rumores oscilaban entre ésos que decían que era una princesa de la mafia hasta una mujer huyendo de un novio maltratador. Lo único que Pia sabía con seguridad era que Jo tenía una pistola detrás de la barra y que parecía más que capaz de utilizarla.
Pia entró en la casa de Jo y cerró la puerta delantera. La casa era vieja, construida en los años veinte, con mucha madera y una enorme chimenea. Todas las puertas que salían del salón estaban cerradas y una sábana bloqueaba el acceso a las escaleras.
– Por ahora estoy dándole acceso limitado -le explicó Jo mientras cruzaba la puerta de la cocina-. La sábana no servirán para siempre, pero sí que lo mantendrá en esta planta durante unas cuantas horas.
Pia fue tras ella.
Jo dejó el transportador sobre el suelo de la cocina y abrió la puerta. Jake salió cautelosamente olfateando.
– La casa es grandísima -explicó Jo-. Eso podría asustarlo. Una vez que conozca el lugar, estará bien.
– Debía de encantarle mi apartamento -murmuró Pia pensando en lo pequeño que era.
– Seguro que sí. A los gatos les gustan las ventanas de las plantas de arriba; desde ahí pueden ver el mundo.
Pia dejó la bolsa sobre la encimera.
– Sabes mucho de gatos.
– Crecí con ellos -dijo Jo antes de agacharse y acariciar el lomo de Jake.
Pia medio se esperaba que el gato le arrancara un dedo a Jo con las garras. Pero en lugar de eso, Jake se detuvo para olfatearle los dedos y frotar su cabeza contra ellos.
Él nunca le había hecho eso a ella, pensó mientras intentaba no sentirse ofendida. Al parecer, ser una persona de gatos ayudaba.
Jo colocó agua y pienso en una esquina de la cocina y Jake desapareció dentro del cuarto de la colada. Un minuto después, aproximadamente, se oyó el característico sonido de unas uñas removiendo la arena del cajón.
– Ha encontrado su cuarto de baño -dijo Jo alegremente-. Vamos. Vamos a sentamos en el salón mientras lo explora todo. He estado trabajando en una nueva receta de martini de hierbabuena. Me gustaría que estuviera listo para Navidad. Puedes decirme lo que te parece.
Un martini era un plan excelente, pensó Pia mientras seguía a su amiga.
Se sentaron en un cómodo sofá delante de la enorme chimenea. Jo vertió un líquido de una jarra en un mezclador y lo sacudió antes de servir el líquido rosa resultante en dos vasos de martini.
– Sé sincera. ¿Es demasiado dulce?
Pia dio un sorbo. El líquido estaba frío como el hielo y sabía a hierbabuena. Era más refrescante que dulce, con un toque de algo que no podía identificar. ¿Miel? ¿Almendra?
– Peligrosamente bueno -admitió-. Y tengo que conducir.
– Puedes ir a casa caminando y venir a recoger el coche por la mañana -le dijo Jo-. ¿Estás bien?
– Estoy muy bien -dio otro sorbo-. Aunque me siento extraña, por dejar a Jake y todo eso.
– Lo siento -dijo Jo-. No pretendía robarte al gato.
– No lo has hecho. No es mi gato. Creía que nos llevábamos genial, pero has tenido más contacto con él en los últimos quince minutos que yo en el último mes. Creo que no le caigo bien.
– Los gatos pueden ser muy divertidos.
Y como para demostrar lo que estaba diciendo Jo, Jake saltó sobre el respaldo del sofá y se quedó mirando a Pia un momento antes de darle la espalda. Saltó elegantemente sobre el cojín del sofá, se posó sobre el regazo de Jo, se acurrucó y cerró los ojos. Después, comenzó a ronronear.
Pia se sintió menospreciada, y eso le dolió más de lo que se habría imaginado.
– Nunca ha ronroneado conmigo.
Jo había empezado a acariciar al gato y la mano se le quedó paralizada.
– ¿Querías quedártelo?
– No. Diría que me odia, aunque tampoco creo que ni siquiera gastara demasiada energía en eso. Lo que pasa es que tampoco me imaginaba que yo desprendiera tantas vibraciones antigato.
– Nunca has criado animales.
– Supongo que será por eso.
Al parecer, Crystal había hecho la elección correcta al dejarle el gato a Jo. La única pregunta era por qué su amiga no le había dado el gato a Jo desde el principio. «No», se recordó. Ésa no era la única pregunta.
Sintió un repentino escozor en los ojos y, antes de poder saber qué estaba pasando, las lágrimas la cegaron. Dejó la copa y miró a otro lado.
– ¿Pia?
– No pasa nada.
– Estás llorando.
Pia intentaba mantener el control y se secó las mejillas.
– Lo siento. No era mi intención. Me siento confundida por dentro.
– Puedo devolverte a Jake. Lamento haberte molestado.
Pia apreció lo cariñosa y comprensiva que se mostró Jo.
– No es por el gato. Bueno, sí, en parte es porque está claro que piensa que soy una idiota. Es que…
Los embriones. Sabía que era por eso, por el hecho de que si no lograba gustarle al gato de Crystal, ¿qué esperanzas tenía con unos niños de verdad? Cada vez que pensaba en dar a luz a los hijos de su amiga, comenzaba a entrarle el pánico.
Era la persona equivocada. No tenía experiencia, ni habilidades maternales. Ni siquiera podía estrechar lazos con un gato.
Pero no estaba preparada para hablar de ello. No, hasta que hubiera decidido qué hacer.
– La echo de menos -dijo, principalmente porque era verdad-. Echo de menos a Crystal.
– Yo también -contestó Jo, acercándose a ella.
Se abrazaron.
Pia se echó a llorar y Jo le dio palmaditas en la espalda sin decirle nada… simplemente siendo una amiga. Mientras, Jake siguió donde estaba. Su cálido cuerpo y la vibración de su ronroneo le ofrecieron también consuelo, pero aunque empezaba a sentirse mejor, algo en su interior oyó la llamada de tres niños que aún no habían nacido.
Capítulo 3
Pia estaba en la calle intentando respirar. La sensación de pánico estaba volviéndose familiar, al igual que la sensación de ver que el mundo se desdibujaba a su alrededor. Decidida a no desmayarse, respiró hondo mientras se sujetaba apoyándose en el edificio de ladrillo.
«Piensa en otra cosa», se ordenó. Galletas. Brownies. Helado.
Helado de brownie con pepitas de chocolate.
Tras unos segundos, su visión se aclaró y ya no tuvo la sensación de ir a desmayarse… ni de salir corriendo hacia la cálida y luminosa tarde. Todo estaba bien, se dijo. Y si no lo estaba… bueno, fingiría hasta que lo estuviera.
Se puso recta, decidida a volver a su yo profesional. Tenía una reunión y esa vez no haría nada que la avergonzara. Nadie sabría que acababa de…
– ¿Estás bien?
Alzó la mirada hacia los cálidos y oscuros ojos de Raúl. Él estaba junto a una puerta lateral que ella no había visto y su expresión oscilaba entre la cautela y la preocupación, independientemente de que estaba guapísimo. Y a ella eso le parecía muy grosero por su parte ya que, estando ella tan vulnerable, lo mínimo que él podía hacer era ser un hombre absolutamente olvidable.
Lentamente se giró hacia las ventanas que había a su lado y gruñó.
– ¿Has visto eso? -preguntó con cautela.
– ¿Esa parte en la que te has apretado el pecho, te has agachado y has estado a punto de desmayarte?
Oh, Dios. Le ardían las mejillas.
– Em… sí, me refiero a eso.
– Pues sí, lo he visto.
Quería cerrar los ojos y desaparecer, pero eso violaría su mandato de madurez. Por el contrario, se puso derecha, tomó aire y curvó los labios en lo que esperaba que fuera una sonrisa.
– Lo siento. Estaba distraída.
Él le indicó que entrara a su oficina.
– A mí me ha parecido más que eso.
– No ha sido… -mintió, aferrándose con firmeza a su gran bolso-. Bueno, como puedes ver, estoy aquí y estoy preparada para nuestra reunión. Tengo varias ideas para enlazar el campamento con los festivales existentes mediante algún patrocinador que no pague. Obligamos a nuestros amigos con empresas a soltar pasta para poner sus nombres en una pancarta, pero somos más indulgentes con los que actúan sin fines lucrativos.
– Es bueno saberlo.
Su despacho era grande y con muchas ventanas; tenía cuatro mesas y mucho espacio abierto. Ella miró a su alrededor, hacia las paredes desnudas, las pocas cajas apiladas junto a una fotocopiadora y una única silla.
– Supongo que la decoración no entra en el presupuesto.
– Aún estamos instalándonos. Estamos solo Dakota y yo. En verano hemos tenido a más gente trabajando, pero estaban en el campamento principalmente. Quería espacio para expandirme.
– Me habría esperado unos cuantos pósters de fútbol americano en la pared.
– Aún no los he desembalado.
– Cuando los saques, le añadirán mucho color a este sitio.
Él señaló una mesa plegable cuadrada que había en una esquina y una vez que estuvieron allí sentados en unas sencillas sillas, ella sacó una carpeta de su bolso y la dejó sobre la mesa. Era consciente de la presencia de él a su lado, pero no quería dejar que eso se notara. Cada crisis a su tiempo.
– Por si no te has enterado -comenzó a decir -, Fool’s Gold es la capital del festival de California. Tenemos un gran evento cada mes. Y con «gran» quiero decir que atraemos hasta aquí a casi cinco mil personas y que llenamos por lo menos el cincuenta por ciento de las habitaciones de hotel. El resultado es una buena inyección de dinero a nuestro pueblo.
Se detuvo.
– ¿Quieres tantos detalles?
– Claro. La información nunca viene mal.
Pia pensó en algunas de las tan tediosas reuniones del consejo a las que había asistido… sobre todo las de presupuesto… y supo que él se equivocaba, aunque eso se lo guardó.
– En este momento, el turismo es nuestra mayor fuente de ingresos y empleo, pero estamos trabajando para cambiar eso. Además del existente hospital, pronto tendremos unas nuevas instalaciones que incluirán un centro de rehabilitación. Además, tenemos el campus de la universidad. Esos tres sectores generan mucho empleo, pero en este pueblo, los empleos de servicios lo rigen todo. Uno de los objetivos a largo plazo del pueblo es traer más empleos de manufacturación con altos precios para que no estemos intercambiando el mismo dólar semana tras semana. Pero hasta que eso pase, los festivales nos dan dinero y trabajo.
Abrió la carpeta que había llevado.
– Además de los festivales principales, tenemos eventos de menor importancia que atraen a multitudes de la zona. Nadie de esas personas se queda a pasar la noche, lo cual supone menos dinero para el pueblo, pero también menos trabajo.
Raúl agarró la lista de los festivales y la leyó. Ella había marcado los que despertarían mayor interés familiar.
– Si se nos ocurre algo como que un famoso jugador de fútbol americano presente el evento, podemos atraer la atención de la prensa. Supongo que podemos traer a la televisión local, pero estaría bien encontrar un buen vínculo y tal vez conseguir uno de los programas de la mañana.
– ¿Traerle dinero al pueblo y donaciones y patrocinio para el campamento?
– Exacto.
Estaba bien. Centrarse en el trabajo la ayudaba a mantenerse calmada, porque si pensaba en lo sucedido esa mañana…
Sin previo aviso, los temblores empezaron otra vez. El pecho se le encogió y tuvo que respirar hondo.
Raúl la miró por encima de los papeles.
– ¿Estás bien?
Ella asintió porque hablar le resultaba imposible.
Él soltó las hojas.
– ¿Qué está pasando?
– ¿Podría beber un poco de agua? -logró decir.
Raúl se levantó y fue hacia un pequeño frigorífico. Después de sacar una botella, volvió a la mesa y se la dio.
– Gracias.
– ¿Qué está pasando? -le volvió a preguntar mientras se sentaba. Le agarró la mano que tenía libre y le apretó los dedos.
El contacto fue ligero, pero aun así cálido. Ella sintió algo, un pequeño cosquilleo. Bien.
– Tienes el pulso demasiado acelerado -le dijo-. Estás disgustada por algo.
El cosquilleo desapareció. Ella apartó la mano y abrió el agua.
– Estoy bien. No es nada.
Pero Raúl no estaba muy convencido.
– ¿Es por lo de los embriones?
Pia cerró los ojos y asintió.
– He ido a verlos esta mañana.
"Simplemente perfecto" отзывы
Отзывы читателей о книге "Simplemente perfecto". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Simplemente perfecto" друзьям в соцсетях.