Molly siguió debatiéndose entre el deseo y el miedo. Trató de concentrarse en lo que hacía, en el calor y la humedad que se intensificaban entre sus muslos. Se dijo que tendría que superar aquello alguna vez y que lo más fácil sería superarlo con Dylan. Entonces, decidió que no le haría daño devolverle el beso. Después de unos momentos, se dio cuenta de que la mano de Dylan seguían deslizándose arriba y abajo entre sus senos, acercándose pero sin llegar a tocarlos. La parte externa de su seno izquierdo estaba todavía un poco dolorido por la intervención, pero el pezón estaba en perfectas condiciones. Como el derecho, estaba contraído, casi de forma incómoda. El suave algodón de su sujetador de deporte le irritaba la piel. Se movió para intentar calmarlo pero aquello no sirvió de nada.

Deseaba… Deseaba que Dylan la tocara allí. Se quedó sin aliento al comprender que sus senos estaban llenos y anhelantes de deseo. Había abierto los puños y en aquellos momentos se agarraba con fuerza a la colcha. Había separado un poco las piernas y volvía a notar el calor entre ellas.

Molly le pasó el brazo por los hombros y le acarició el pelo. Cuando Dylan cortó el beso y levantó la cabeza, ella gimió en señal de protesta y lo siguió. Una vez dentro otra vez de su boca, la exploró y saboreó. La excitación creció entre ellos. Aquello era lo que quería. Dylan, siempre Dylan.

Su mano continuó moviéndose por su pecho, desde el vientre hasta el cuello. Al bajar, deslizó los dedos un poco a un lado y le rodeó el seno derecho con la mano. Lenta, suavemente. Molly hundió los dedos en su pelo.

– Sí -susurró ella junto a sus labios, dándoles a los dos permiso para disfrutar de aquella parte de su cuerpo.

Dylan acarició cada centímetro de sus curvas, descubriendo las posibilidades, enseñándoles a los dos qué le hacía estremecerse y suspirar, y cuando finalmente atormentó el pezón contraído, Molly se aferró a él y gimió su nombre.

Sin previo aviso, Dylan se separó. Antes de que ella pudiera preguntarle qué pasaba, estaba tirando de su camiseta y sacándosela por la cabeza para arrojarla al suelo. Que ella lo viera desnudo de cintura para arriba era una cosa, pero que él la viera a ella, otra muy distinta.

– No es una buena idea -dijo, cruzándose de brazos sobre el sujetador de deporte que impedía que sus senos se movieran demasiado.

Vaya momento para no llevar puesto su modelo de encaje y satén. Dylan la miró a los ojos.

– ¿Por qué?

– No quiero quitarme el sujetador. El corte que me hicieron todavía no ha cicatrizado y no quiero que lo veas -contestó Molly, sintiendo las mejillas ardiendo, y no precisamente de pasión.

– Porque pensaré que es horrible.

Dylan no le estaba haciendo una pregunta, pero Molly asintió de todas formas. Tampoco importaba, el ambiente se había vuelto tenso.

– No ha sido una buena idea -murmuró-. Olvídalo -le dijo, y empezó a levantarse de la cama.

– No -la detuvo Dylan, asiéndola del brazo-. No me dejes así. ¿De verdad crees que me importa que tengas una incisión y unos puntos? No quiero mirar porque tenga una fascinación mórbida por tu herida. Quiero verte desnuda porque la sola idea me excita mucho. Llevo imaginando mucho tiempo que hacíamos esto. Quiero acariciar y saborear todo tu cuerpo.

Realmente tenía facilidad de palabra, y Molly pensó que tal vez el ambiente no estaba tan tenso como había creído.

– ¿No podemos hacerlo aunque no me quite el sujetador?

– Claro. Pero preferiría que te lo quitaras.

– ¿Por qué te importa tanto?

– A mí no, a ti.

Molly apretó los labios. De acuerdo, no necesitaba estudiar psicología para saber qué quería decirle. Si le permitía que la viera desnuda, con cicatriz y todo, le quitaría importancia a su pecho.

– No sabes lo que me pides.

– Lo sé. Nunca creerás que no vaya a rechazarte por tu aspecto hasta que no me pongas a prueba. Si hace falta, haré lo que me pidas, pero preferiría que te fiaras de mí. No te decepcionaré, Molly. Me importas demasiado como para herirte.

¿Cómo podía resistirse?, pensó con tristeza. ¿Por qué un hombre no podía ser un cretino insensible y hacerlo sin preocuparse por su psique o por sus senos? Pero no, tenía que ser atento y afectuoso. Qué horror.

Lo absurdo de sus protestas le hizo reír.

– Dylan, no tengo remedio.

Antes de poder cambiar de idea, Molly deslizó las manos por la espalda para soltarse el sujetador. Saco los tirantes por los brazos y volvió a caer sobre la cama, dejando la prenda suelta pero todavía en su sitio. No podía terminar de quitársela. Dylan tendría que hacerlo por sí mismo.

Cerró los ojos para no ver la expresión de desagrado en su cara y se preparó para lo inevitable. No ocurrió nada. Luego sintió un cálido aliento sobre su estómago, y un tirón. Comprendió que le estaba bajando la cremallera de los vaqueros. Genial. Tendría que preocuparse por meter la tripa. Y luego la gente hablaba de romanticismo.

Un calor húmedo se concentró por encima de su ombligo. Molly abrió de golpe los ojos y miró para ver qué estaba haciendo. Su garganta se cerró cuando la imagen combinada con el placer sensual le hicieron casi desmayarse. Utilizando la lengua, Dylan dibujaba círculos alrededor de su ombligo, luego la introdujo en el centro. Sus músculos se contrajeron y Molly soltó una carcajada.

– Me haces cosquillas.

Dylan sonrió junto a su vientre pero no se detuvo y subió hacia arriba, dejando un rastro húmedo a su paso. Molly se estremeció de placer y de expectación. Dylan siguió ascendiendo más y más hasta llegar a su pecho. Molly se puso tensa e intentó relajarse, pero no pudo. ¿Qué diría Dylan? ¿Fingiría interés?

Cambió de rumbo. Se movió un poco hacia su seno derecho y Molly se relajó. No le importaba que la tocara allí, aunque el sujetador era un estorbo. Podía introducirse por debajo o…

Dylan lamió la parte inferior de su pecho, apartando la prenda lo suficiente para tener acceso a su piel sensible. Su lengua cálida y húmeda se movía de un lado a otro, deslizándose poco a poco hacia el pezón. Molly casi gemía de placer. Elevó las caderas ligeramente, como si la acción lo animara a continuar. Quería que siguiera subiendo, que tomara el pezón en la boca y lo chupara. Quería…

Dylan le leyó los pensamientos, y Molly se deleitó sintiendo cómo rodeaba la punta contraída y la atraía al interior de su boca. Levantó los brazos para deslizar los dedos por su pelo, acariciándolo al tiempo que le sujetaba la cabeza para que no se moviera.

La humedad empapó sus braguitas. También quería que la tocara allí. Quería sentirlo dentro, llenándola, haciéndole sentirse plena y especial. Dylan besó el valle entre sus senos. Mientras ascendía por su seno izquierdo, sus dedos continuaron dándole los cuidados que había iniciado con la lengua en el seno derecho, acariciando su pezón tenso, deslizándolo entre el pulgar y el índice, haciéndole gemir y suplicar que no parara nunca.

Dylan besó la curva inferior de su pecho izquierdo y luego ascendió hacia el pezón. De nuevo lo introdujo en su boca y lo lamió. El placer se dobló mientras la lengua y los dedos trabajaban de forma acompasada. Incapaz de soportarlo, Molly dejó caer los brazos a los lados y los dedos se enredaron en la tela del sujetador. El sujetador estaba sobre la cama y no sobre su pecho. Molly lo agarró de los hombros.

– ¿Dylan?

Dylan levantó la cabeza y la miró a la cara. Ni por un instante bajó la mirada a su seno izquierdo ni a su herida.

– No intentes decirme que no te gusta, tu cuerpo te delata.

Por sorprendente que pareciera, todavía podía hacerle sonreír.

– No me atrevería a decirte eso. No es más que…

– ¿Qué?

– Mira -susurró-. Adelante, mira. Pero es horrible.

– Ya lo he visto y no lo es.

– ¿Ya lo has visto? -Molly lo miró fijamente.

– Sí -se encogió de hombros y se incorporó hasta arrodillarse a su lado-. Cuando volviste a echarte sobre la cama el sujetador se subió y pude ver la herida.

– ¿La has visto y todavía quieres tocarme?

Dylan movió la cabeza.

– Y yo que pensaba que eras tan inteligente -acto seguido, se bajó la cremallera de los pantalones, la abrió y metió la mano para sacar su erección-. Quiero hacer algo más que tocarte, Molly. Quiero hacer el amor contigo -su expresión se volvió fiera-. Y no pienses ni por un momento que va a ser otra cosa. Tú y yo estamos haciendo el amor.

Era hermoso. Molly lo tocó y acarició toda su longitud. Él se movió en su mano. Estaba excitado, realmente excitado. Tenía la prueba.

– Ya basta -le dijo, echándose hacia atrás-. Empezarás algo que todavía no quiero terminar.

Se sentó en el borde de la cama y se quitó las botas y los calcetines. Luego se bajó los pantalones y los calzoncillos. Cuando se quedó completamente desnudo, le quitó a Molly el resto de la ropa y se acomodó junto a ella.

– ¿Dónde estábamos? -preguntó.

Molly lo rodeó con fuerza con los brazos.

– ¿Cómo has hecho eso? Me has hecho sentirme muy bien. No sólo por cómo me tocabas, si no por cómo me has hecho sentirme conmigo misma.

– Te deseo, Molly. No estoy haciendo nada especial.

Si Dylan supiera la verdad. Desearla era el regalo más preciado que podría haberle hecho nunca. Al margen de lo que ocurriera después, recordaría aquello el resto de su vida.

Dylan la besó y ella lo recibió con la boca abierta y el cuerpo dispuesto para él. Cuando deslizó la mano entre sus senos se volvió hacia él, dándole espacio, deseando que la acariciara allí. Sabía que tendría cuidado en la zona de la herida. Había visto los puntos y la parte amoratada. Era un hombre afectuoso y sensible, no sabía qué había hecho para merecerlo.

Dylan abrazaba a Molly con instinto protector. Aunque se alegraba de haberla convencido por fin de que la deseaba de verdad, quitarse la ropa había sido una ocurrencia muy estúpida. Ya estaba listo para poseerla, para colocarse entre sus muslos y entrar en el paraíso. Pensaba hacerlo, pero todavía no. No hasta estar seguro de que Molly había tenido su placer y estaba completamente dispuesta para su penetración.

Se colocó sobre ella y empezó a deslizar besos por su cuello y su pecho. Se limitó a acariciar la parte interna de su seno izquierdo, teniendo cuidado de no rozar la herida. No había sabido qué esperar, pero desde luego no era desagradable. Había una pequeña línea roja donde le habían hecho la incisión, y la piel estaba amoratada a su alrededor. La forma del pecho había cambiado un poco, pero no lo había visto antes de la operación, así que no podía estar seguro. No le importaba. Estaba preciosa.

Se movió hasta arrodillarse entre sus piernas, y luego continuó besándola, bajando por su cuerpo. Era suave y dulce. Tanto su sabor como su aroma lo atraían. Colocó las manos en sus caderas y le gustó sentir la redondez de su cuerpo. Molly era todo curvas femeninas, no como sus anteriores amantes, y le gustaba la diferencia.

Llegó a su ombligo. Ya había probado su dulzura y le había gustado, así que introdujo de nuevo la lengua allí. Molly se estremeció. Dylan sonrió y volvió a hacerlo. Al retorcerse, sus senos se movieron y rodeó con su mano el izquierdo para que no se hiciera daño. El seno derecho se movía de un lado a otro, y a Dylan le encantaba mirarlo.

Deslizó la lengua más abajo, lamiendo la piel suave por encima del triángulo de vello protector que escondía sus secretos femeninos. Podía sentir su calor allí. Quería darse prisa, acariciarla y descubrir su sabor, sentir lo húmeda que estaba. Sólo la idea lo excitó aún más. Todo su cuerpo vibraba de deseo.

– Dylan -dijo Molly en un susurro.

Dylan le separó los muslos, luego se inclinó y lamió su lugar más secreto. Las piernas se tensaron y arqueó la espalda. Molly gimió y movió la cabeza de un lado a otro. Sabía tan dulce como había imaginado. Estaba ardiente y resbaladiza.

La exploró y rápidamente encontró los lugares que le hacían querer más. Atormentó su pequeña protuberancia prácticamente oculta. La acarició de lado a lado y alrededor, haciendo que se inflamara y saliera más a la superficie. Dylan escuchó la respiración de Molly, sintió su tensión y prosiguió de manera acorde. Quería que fuera especial para ella, no sólo el orgasmo, sino todo el acto. Quería que recordara aquella noche para siempre.

Se movió más deprisa, y Molly arqueó las caderas, indicándole que cada vez estaba más cerca. Lentamente, deslizó un dedo en su interior.

Al instante sus músculos se cerraron alrededor. Empezó a moverlo, preparándola para lo que en pocos minutos estarían haciendo. Trató de no pensar en penetrarla para no perder el control.

A medida que su respiración se aceleraba, Dylan la lamió con más suavidad y más rápidamente, urgiéndola a que siguiera, exigiéndole en silencio que le entregara todo.