Aquellas decisiones habían cambiado por completo su vida. Entonces, ¿por qué diablos no era capaz de decidir lo que hacer sobre Vanessa?
Iba a regresar al pueblo. Si ella no le abría la puerta, subiría por el desagüe hasta llegar a su dormitorio. De un modo u otro, iban a aclararlo todo aquella misma noche.
Acababa de darse la vuelta para dirigirse a su coche cuando la puerta de su casa se abrió.
– Brady -le dijo Vanessa desde la puerta-. ¿Es que no vas a entrar?
Él se detuvo en seco y la miró fijamente. En aquel momento, Kong salió corriendo de la casa, ladrando, para abalanzarse sobre él.
– Nos trajeron Jack y Joanie -añadió-. Espero que no te importe.
– Claro que no -afirmó Brady. Con el perro saltando a su alrededor, se dirigió hacia la puerta. Vanessa dio un paso atrás.
– He traído algunas sobras del picnic. No sabía si habrías tenido oportunidad de cenar algo.
– No, no he cenado.
– ¿Qué tal el señor Benson?
– Estable. Estuvo grave durante un rato, pero es fuerte.
– Me alegro. Me alegro mucho. Annie estaba muy asustada. Debes de estar agotado… y hambriento. Hay mucha comida en el frigorífico. Por cierto, la cocina es preciosa -añadió-. Los armarios, las encimeras…Todo.
– Voy avanzando poco a poco. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
– Sólo un par de horas -mintió. Llevaba cinco-. He estado leyendo algunos de tus libros.
– ¿Por qué?
– Bueno, para pasar el tiempo.
– ¿Por qué estás aquí, Van?
Muy nerviosa, ella se inclinó para acariciar al perro.
– Por esa conversación inacabada que tú mencionaste. Ha sido un día muy largo y he tenido mucho tiempo para pensar.
– ¿Y?
¿Por qué no la tomaba en brazos y se la llevaba al dormitorio?
– Y yo… Sobre lo que dijiste esta tarde…
– Te dije que estoy enamorado de ti.
Vanessa se incorporó aclarándose la garganta al mismo tiempo.
– Sí, sobre eso. Yo no estoy segura de lo que siento… Ni tampoco lo estoy de lo que tú sientes.
– Ya te he explicado cuáles son mis sentimientos hacia ti.
– Sí, pero es muy posible que creas que es eso lo que sientes porque solías… porque estamos cayendo en la misma rutina, en la misma relación de entonces. Te resulta familiar, cómoda…
– Ni hablar. Te aseguro que no he tenido ni un solo momento de comodidad desde que te vi tocando el piano.
– En ese caso familiar -susurró ella, mientras se retorcía la cadena que llevaba colgada del cuello-, pero yo he cambiado, Brady. No soy la misma persona que era entonces, cuando me marché de aquí. No podemos fingir que esos años no han pasado. Por eso, por muy atraídos que nos sintamos el uno por el otro, sería un error ir más allá.
Brady se acercó a ella muy lentamente. Estaba dispuesto a cometer ese error. Más que dispuesto.
– ¿Es eso lo que has venido a decirme?
– En parte sí.
– Entonces, ahora me toca a mí.
– Me gustaría terminar primero -dijo Vanessa, sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos-. He venido aquí esta noche porque nunca he conseguido sacarte de mis pensamientos… ni de mi… -se interrumpió. Quería decir corazón, pero no podía-… cuerpo. Yo nunca he dejado de apreciarte ni de hacerme preguntas. Algo sobre lo que no teníamos control evitó que maduráramos lo suficiente como para tomar la decisión de separarnos o de ser amantes. He venido aquí esta noche porque me he dado cuenta de que quiero lo que nos arrebataron. Te deseo a ti -concluyó. Se acercó a él y lo estrechó entre sus brazos-. ¿Está claro?
– Sí -susurró Brady. La besó dulcemente-. Muy claro.
Vanessa sonrió.
– Hazme el amor, Brady. Nunca he dejado de desearte…
Con las manos entrelazadas, subieron juntos al dormitorio.
Capítulo IX
Vanessa ya había estado en el dormitorio mientras esperaba la llegada de Brady, estirando y alisando las sábanas, ahuecando las almohadas y preguntándose cómo sería estar allí con él.
Brady encendió la lámpara de la mesilla de noche, que estaba colocada sobre una caja. El suelo aún estaba sin terminar y las paredes sin rematar. La cama consistía en tan sólo un colchón sobre el suelo. A pesar de todo, a Vanessa le pareció el dormitorio más hermoso que había visto nunca.
Por su parte, a Brady le habría gustado obsequiarle con velas y rosas, una cama con dosel y sábanas de raso. Lo único que podía ofrecerle era a sí mismo.
De repente, se sintió tan nervioso como un muchacho en su primera cita.
– No hay mucho ambiente aquí -dijo.
– Es perfecto.
Brady le tomó las manos y se las llevó a los labios.
– No te haré daño, Van.
– Lo sé -replicó ella. Le besó a él también las manos-. Esto va a parecer una estupidez, pero no sé lo que hacer.
Él bajo la boca, poniéndola a prueba, tentándola…
– Ya aprenderás…
Vanessa esbozó una sonrisa mientras le acariciaba suavemente la espalda.
– Creo que tienes razón -susurró.
Con un instinto que era tan potente como la experiencia, echó la cabeza hacia atrás y dejó que las manos exploraran a placer. Separó los labios para él y saboreó el pequeño gemido de placer que Brady emitió. Entonces, tembló con un gozo propio al notar que las manos de él le acariciaban los pechos, la cintura, las caderas y se deslizaban hacia los muslos antes de emprender de nuevo el viaje de vuelta.
Se apretó contra él, disfrutando plenamente con aquella lluvia de sensaciones. Cuando Brady le mordisqueó suavemente la garganta, murmuró su nombre. Como el viento entre los árboles, suspiró por él y se plegó a sus caricias como si esperara que él la moldeara.
La absoluta confianza que ella le demostró lo dejo completamente atónito. Por muy apasionada que se mostrara, era virgen. Su cuerpo era el de una mujer, pero aún seguía siendo tan inocente como la muchacha que había amado y perdido. No lo olvidaría. Cuando el deseo prendió dentro de él, lo aparto. Aquella vez debía ser ella quien disfrutara. Todo sería para ella.
Con suavidad, le bajó el corpiño hasta la cintura. La besó, tranquilizándola con murmullos al tiempo que sus manos provocaban en la piel de Vanessa pequeñas explosiones de placer.
Por fin, el vestido cayó al suelo. La ropa interior de Vanessa era una red de encaje blanco que parecía hacerse más tupida justo encima de los pechos antes de hundirse para ceñirle la cintura. Durante un momento, Brady se contentó con mirarla.
– Me dejas sin palabras…
Con torpes manos, Vanessa comenzó a desabrocharle la camisa. Aunque ya tenía la respiración entrecortada, no dejó de mirarlo mientras le quitaba la prenda y dejaba que ésta se uniera con su propio vestido en el suelo. Entonces, con el corazón latiéndole salvajemente, le rodeó el cuello con los brazos.
– Tócame… Muéstrame lo que tengo que hacer…
Aunque la besó con pasión, Brady se obligó a acariciarla con delicadeza. Las manos de Vanessa se movían rápidamente por su piel y lo empujaban desesperadamente al abismo del deseo. Cuando la dejó en la cama, observó que ella cerraba los ojos y que cuando los volvía a abrir, éstos estaban nublados por la lujuria.
Inclinó la cabeza para saborearle todo el cuerpo. Deslizó la lengua por debajo del encaje para torturarle los tensos pezones. Cuando el placer se apoderó por completo de ella, Vanessa sintió un profundo anhelo entre las caderas que la empujó a clavarle las uñas en la espalda.
Con un rápido giro de la muñeca, Brady le desabrochó las ligas. Le deslizó las medias suavemente e hizo que le ardiera la piel, encendiéndola aún mas con las caricias que le aplicaba con los labios. Parecía que no pasaba por alto ningún detalle de la piel de Vanessa, ninguna curva. Con suavidad, los dedos jugueteaban encima de ella, por todas partes…
Era tan paciente como insaciable, por lo que la fue acercando cada vez más a un abismo que ella nunca había vislumbrado. Vanessa tenía el cuerpo como un horno que no dejaba nunca de emitir calor y que vibraba con necesidades tan potentes como las de él. Se volvió loco observándola, viendo el modo en el que sentía cada nueva sensación que él le provocaba y que se le reflejaba en los ojos, en el rostro…
Deseo… Pasión… Placer… Excitación… Todas estas sensaciones parecían fluir de él para adentrarse en ella y viceversa. Todo resultaba familiar. Se reconocían perfectamente el uno al otro. Aquello los reconfortaba. Sin embargo, todo era único, nuevo, gloriosamente fresco. Aquélla era precisamente la aventura.
Brady gozó con el modo en el que la piel de Vanessa le fluía entre las manos, en la manera en la que el cuerpo se le tensaba y se arqueaba bajo sus caricias. Por fin, bajo la tenue luz de la lámpara, retiró la barrera que suponía el encaje.
Ya desnuda, Vanessa extendió las manos y le tiró frenéticamente de los pantalones. Como él sabía que sus propias necesidades le estaban volviendo loco, la cubrió con la mano y la empujó hacia el abismo del deseo.
Vanessa gritó, atónita, indefensa… Suavemente dejo que la mano se le cayera del hombro de Brady. Entre los temblores del placer, él se deslizó dentro de ella, lenta, suavemente, murmurando su nombre una y otra vez. El amor requería ternura.
Vanessa perdió su inocencia dulce e indoloramente, plena de gozo.
Estaba tumbada sobre la cama de Brady, enredada entre sus sábanas. Un gorrión anunció la llegada del nuevo día. Durante la noche, el perro se había metido en la habitación para ocupar su lugar a los pies de la cama. Perezosamente, Vanessa abrió los ojos.
El rostro de Brady estaba a poco más de un centímetro del de ella. Estaba profundamente dormido, rodeándole a ella la cintura con el brazo, y una respiración lenta y pausada. En aquellos momentos, se parecía mucho más al muchacho que recordaba que al hombre que estaba empezando a conocer.
Lo amaba. Ya no le quedaba ninguna duda de ello. Su corazón casi podía estallar del amor ingente que sentía. Sin embargo, ¿amaba al muchacho o al hombre?
Con mucha suavidad, le apartó el cabello que le cubría la frente. De lo único de lo que estaba segura era de que era feliz. Por el momento, le bastaba.
Se estiró lentamente. Durante la noche, Brady le había mostrado lo hermoso que hacer el amor podría resultar cuando dos personas se querían y lo excitante que podía llegar a ser cuando se cubrían las necesidades y los deseos. Fuera lo que fuera lo que ocurriera después, al día o al año siguiente, jamás olvidaría lo que habían compartido.
Como no quería despertarlo, le tocó los labios con los suyos muy suavemente. Incluso aquel breve contacto despertó su deseo. Llena de curiosidad, le acarició suavemente los hombros con el dedo. La necesidad creció y se extendió aún más.
En lo que se refería a los sueños, a Brady le pareció que aquél era uno de los mejores. Estaba debajo de un cálido edredón mientras amanecía. Vanessa estaba en la cama a su lado. Su cuerpo estaba apretado con fuerza contra el de él y se movía suavemente, excitándolo con rapidez. Aquellos hermosos dedos tan llenos de talento le acariciaban la piel. Su hermosa boca jugaba con la de él. Cuando la abrazó, ella suspiró y se arqueó bajo sus manos.
Por donde tocaba, sólo encontraba piel cálida y suave. Ella lo había abrazado y lo tenía atrapado contra su cuerpo. Cuando dijo su nombre una, dos veces, las palabras se deslizaron por fin bajo la cortina de su fantasía. Abrió los ojos y la vio.
No era un sueño. Vanessa sonreía. Sus hermosos ojos verdes vibraban de pasión. Su cuerpo esbelto y suave se curvaba contra el de él.
– Buenos días -murmuró ella-. No estaba segura si tú…
Brady la besó. Los sueños y la realidad se mezclaron en uno cuando se deslizó dentro de ella.
La luz del sol era mucho más fuerte cuando Vanessa se tumbó encima de él, colocando la cabeza sobre su corazón. El cuerpo aún le vibraba de gozo.
– ¿Qué decías?
– Mmm… -susurró ella. El esfuerzo que le suponía abrir los ojos era ingente, por lo que los mantuvo cerrados-. ¿Yo?
– ¿Que no estabas segura de si yo qué?
– Ah… Que no estaba segura de si tenías alguna cita esta mañana.
Brady siguió acariciándole el cabello.
– Es domingo -le recordó-. La consulta está cerrada, pero tengo que ir al hospital para ver cómo está el señor Benson y un par de pacientes más. ¿Y tú?
– No mucho. Preparar las clases, ahora que tengo diez alumnos.
– ¿Diez? -preguntó Brady, muy sorprendido.
– Ayer, durante el picnic, me sometieron a una emboscada -confesó ella, tras abrir los ojos.
– Diez alumnos… ¡Vaya! Menudo compromiso. ¿Significa eso que estás pensando en volver a instalarte aquí?
– Al menos durante el verano. Todavía no he decidido si accederé a hacer una gira de conciertos en el otoño.
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