Habían matado a Jessie, pero se juró que no dejaría que nada le sucediera a Roanna. No importa lo que tuviera que hacer, la mantendría a salvo.
Aparcó la camioneta a un lado de la carretera, junto a la sección derribada del cercado y esperó a que llegara el sheriff. No pasó mucho tiempo antes de que Beshearhs llegara, y Booley iba sentado junto a él. Los dos los hombres salieron y se unieron a Webb, y juntos caminaron por la zona aplastada del sembrado hasta donde el coche estaba detenido. Iban serios y silenciosos. Tras los dos anteriores incidentes, costaba mucho creer que los frenos de Roanna hubieran fallado solos, y todos lo sabían.
Webb se tumbo de espaldas y se deslizó bajo el coche. Los tallos rotos de cereal le rasparon la espalda, y diminutos insectos zumbaban alrededor de sus oídos. El olor a grasa y líquido de freno saturó sus fosas nasales.-Carl, dame tu linterna-, dijo, y la enorme herramienta apareció bajo el coche junto a él.
La encendió y dirigió el haz de luz hacia los cables de los frenos. Se dio cuenta de que habían sido cortados casi de inmediato. -¿Queréis echarle un vistazo a esto?- los invitó.
Carl se tumbó y gruñó mientras se retorció bajo el coche para unirse a Webb, maldiciendo mientras los tallos arañaban su piel. -Soy demasiado viejo para esto-, refunfuñó-¡.Ouch!-. Booley declinó unírseles, ya que el peso que había ganado desde su retiro hacía que estuviera un poco demasiado estrecho para él.
Carl se arrastró hasta quedar tumbado junto a Webb y frunció el ceño cuando vio el corte.-Hijo de puta-, gruñó, levantando la cabeza para examinar el tajo tan de cerca como podía sin tocarlo. -Cortado casi por entero. Un corte limpio y reciente. Incluso si hubiera podido circular por la autopista sin problemas, se habría estrellado al llegar al stop de la 157. Supongo que ha sido pura suerte que acabara en este sembrado como lo hizo.
– Ha sido habilidad, no suerte-, dijo Webb. -Hizo un curso de conducción en la universidad.
– No es ninguna tontería. Ojalá que más gente lo hiciera, y así nosotros no tendríamos que recogerlos a pedazos de la carretera-. Echo un vistazo a Webb, vio como apretaba la boca, y dijo,-Lo siento.
Cuidadosamente salieron de debajo del coche, aunque Carl maldijo de nuevo cuando un tallo se enganchó en su camisa y le hizo un desgarrón.
– ¿Has comprobado el resto de los coches de la casa?-, le preguntó Booley.
– Eché un vistazo rápido bajo todos ellos. El de Roanna era el único manipulado. Por lo general aparca en el garaje, pero anoche dejó su coche fuera.
– Vaya, qué coincidencia-. Carl se rascó la barbilla, señal de que estaba pensando. -¿Por qué no aparcó en el garaje?
– Corliss había aparcado en su plaza. Hemos tenido algunos problemas con Corliss últimamente, y le dije que tenía que mudarse. Iba a mover su coche, pero Ro me dijo que lo dejara para no causar un alboroto y no trastornar a Lucinda.
– Tal vez deberías haber alborotado de todos modos. ¿Crees que Corliss podría haber hecho algo así?
– Me sorprendería que distinguiera unos cables de frenos de un sedal.
– ¿Tiene algún amigo que lo haya podido hacer por ella?
– He estado fuera durante diez años-, contestó Webb.-No sé con quién anda. Pero si hubiera querido estrellar a alguien cortándole los frenos del coche, sería a mí, no Roanna.
– Pero tu coche estaba en el garaje.
– Corliss tiene mando a distancia para la puerta. Todos lo tenemos. Si fuera ella quien estuviera detrás de esto, daría igual que el coche hubiera estado dentro del garaje o no.
Carl se rascó la barbilla de nuevo.-Nada de esto tiene sentido, ¿verdad? Es como si tuviéramos piezas de diez rompecabezas diferentes, y ninguna encajara. No tiene ni pies ni cabeza.
– Oh, todo encaja-, dijo Booley en tono grave.-Es sólo que no sabemos cómo.
Capítulo 22
La casa estaba tranquila esa noche cuando finalmente Webb entró en la habitación de Roanna. Como de costumbre, ella estaba acurrucada en su sillón con un libro en el regazo, pero levantó la mirada con una cálida bienvenida en sus ojos. -¿Qué te ha retrasado tanto?
– Tenía papeleo de última hora que hacer. Con todo el jaleo de hoy, me había olvidado de ello-. Se arrodilló delante de ella, buscando sus ojos con los suyos.- ¿Estás bien de verdad? ¿No me ocultas nada?
– Estoy bien. Ni una marca. ¿Quieres que me quite la ropa y te lo demuestre?
Sus ojos se nublaron, y su mirada se clavó en sus pechos. -Sí.
Ella sintió en su interior comenzaba a calentarse y ablandarse, y sus pezones se endurecieron de la forma en que siempre lo hacían cuando él la miraba. Él se rió suavemente, al mismo tiempo que la ponía de pie y cociéndola de las manos, tiraba de ella. -Ven.
Ella pensó que iban a la cama, pero en cambio se dirigió hacia la puerta. Ella lo miró confusa. -¿Dónde vamos?
– A otro dormitorio.
– ¿Por qué? – preguntó ella, aturdida. -¿Qué le pasa a este?
– Porque quiero probar otra cama.
– ¿La tuya?
– No-, dijo él, sucinto.
Roanna se resistió a la presión que hacía sobre su espalda mientras la empujaba hacia la puerta. Se dio la vuelta y lo observó fija y largamente. -Algo va mal-. Lo dijo como una declaración, no como una pregunta. Conocía a Webb demasiado bien; lo había visto enojado y lo había visto divertido. Sabía cuando estaba cansado, cuando preocupado y cuando furioso como el infierno. Creía que conocía todos sus estados de ánimo, pero éste era nuevo. Sus mirada era dura y fría, con una expresión vigilante que la hizo pensar en un felino acechando a su presa.
– Digamos que me sentiría mejor si pasas la noche en otra habitación.
– ¿Si lo hago, me dirás por qué?
Su mirada afilada se intensificó. -Oh, lo harás-, dijo él suavemente.
Ella se tensó y lo afrontó, sin ceder un centímetro. -Puedes razonar conmigo, Webb Tallant, pero no puedes darme órdenes. No soy retrasada ni una niña. Dime lo que pasa-. Sólo porque estuviera enamorada de él hasta los huesos no significaba que no pudiera pensar por si misma.
Él pareció momentáneamente frustrado, porque por una vez ella no había claudicado haciendo lo que él le decía. Pero había sido una niña entonces, y ahora era una mujer; tenía que recordarlo continuamente. Tomó una decisión rápida.-De acuerdo, pero vamos. Y sé tan silenciosa como puedas; no quiero despertar a nadie. Cuando lleguemos a la otra habitación, no enciendas la luz.
– La cama no tendrá sábanas-, le advirtió.
– Entonces coge algo para taparte por si te da frío.
Ella tomó su manta afgana y lo siguió silenciosamente por el pasillo hasta uno de los dormitorios vacíos, el último del lado izquierdo. Las cortinas estaban abiertas, dejando entrar la suficiente luz de luna para que pudieran moverse sin tropezar. Webb se acercó a las puertaventanas y miró afuera, mientras Roanna se sentaba en la cama.
– Cuéntame-, dijo ella.
Él no se apartó del sitio. -Sospecho que puede que tengamos un invitado esta noche.
Ella lo meditó durante unos segundos, y se le encogió el estomago ante la obvia respuesta. -¿Crees que el ladrón va a volver?
Él la miró un instante. -Eres rápida, ¿lo sabías? No creo que fuera un ladrón. Pero, sí, creo que vendrá.
Desde esta habitación él podía ver también la zona del costado de la casa, comprendió ella, mientras que desde cualquiera de las otras habitaciones tan solo se veía la parte de atrás. -Si no es un ladrón, ¿por qué va a volver?
Webb permaneció en silencio un momento, luego dijo, -Nunca atraparon al asesino de Jessie.
Ella se quedó súbitamente helada, y tiró de la manta alrededor de sus hombros. -¿Crees… crees que quienquiera que mató a Jessie estaba en la casa otra vez esa noche, y me golpeó?
– Creo que es posible. Tu accidente hoy no ha sido tal, Ro. Los frenos de tu coche habían sido cortados. Y alguien me disparó un par de veces el otro día cuando yo venía hacia acá corriendo porque llegaba tarde a la fiesta. No tuve ningún problema con el coche; mi parabrisas quedó destrozado por las balas.
Roanna inspiró profunda y sobresaltadamente, la cabeza le daba vueltas. Quiso ponerse en pie de golpe y gritarle por no habérselo contado antes, quiso tirarle algo, quiso poner sus manos sobre quienquiera que hubiera intentado pegarle un tiro. No pudo hacer nada de ello, sin embargo. Si quería que él terminara de contarle el resto, no le quedaba más remedio que permanecer allí sentada y no hacer ningún ruido. Se obligó a calmarse y trató de razonarlo. -¿Pero… por qué quienquiera que mató a Jessie quiere matarte a ti? ¿Y a mí?
– No lo sé-, dijo él, frustrado. -He repasado una y mil veces todo lo que sucedió antes de que Jessie muriera, y no puedo pensar en nada. Ni siquiera sabia que tenía un amante hasta que Booley me dijo que estaba embarazada cuando murió, pero ¿por qué mató a Jessie? Habría tenido sentido que tratara de matarme a mi, pero no a Jessie. Y si mataron a Jessie por cualquier otra razón, entonces no tiene sentido que el asesino venga después a por ti o a por mi. No sabemos quién es, y después de diez años debería sentirse seguro de no ser descubierto, a si que ¿por qué se arriesgarse empezándolo todo de nuevo?
– ¿Entonces no crees que haya sido su amante?
– No lo sé. No hay ninguna razón para ello. Por otra parte, si yo soy el verdadero objetivo y lo he sido desde el principio, significa que Jessie murió porque era mi esposa. Pensé que a lo mejor había sorprendido al asesino, como tú, y la mató para que no pudiera identificarlo. Me he asegurado de que todo el mundo sepa que no puedes recordar nada de la noche en que fuiste atacada, para que no tuviera ninguna razón para regresar. Pero cuando te cortaron los cables de los frenos, supe que era algo más. El boicot de tu coche estaba dirigido expresamente contra ti.
– Porque vamos a casarnos-, dijo ella, sintiéndose enferma por dentro. -¿Pero cómo ha podido averiguarlo tan rápido? ¡Si lo decidimos tan solo ayer por la mañana!
– Empezaste con los preparativos ayer-, dijo Webb, encogiéndose de hombros.-Piensa en toda la gente a la que llamaste y en toda la gente que ellos deben habérselo contado. Las noticias vuelan. Quienquiera que sea debe odiarme mucho, para ir primero a por Jessie, y después a por ti.
– Pero la muerte de Jessie tuvo que ser improvisada-, disintió Roanna. -Nadie podía saber que discutiríais esa noche o que tú te marcharías a un bar. Normalmente habrías estado en casa.
– Lo sé, -dijo él, expulsando el aire con fuerza, frustrado. -No puedo encontrar explicación para nada de ello. No importa como lo plantee, siempre hay detalles que no cuadran.
Ella se levantó de la cama y se acercó a él, necesitando de su proximidad. El la rodeó con sus brazos y la estrechó contra si, remetiendo la manta mejor alrededor de sus hombros. Ella descansó la cabeza sobre su pecho, aspirando suavemente el cálido y almizcleño olor de su piel. Era increíble que algo así le estuviera pasando. -¿Por qué crees que volverá esta noche?
– Porque ha hecho varias tentativas en poco tiempo. Sigue volviendo, intentando algo diferente cada vez. Loyal vigila desde los establos. Si ve algo, me llamará al móvil, y entonces avisaremos al sheriff.
– ¿Vas armado?
Él hizo un gesto con la cabeza hacia la cómoda. -Allí.
Ella giró la cabeza y en la penumbra pudo distinguir una forma más oscura sobre el mueble. De golpe supo qué había de diferente en su actitud. Axial debía haber sido su aspecto cuando rastreó a los ladrones de ganado en México: como un cazador, un depredador. Webb no era normalmente un hombre inclinado a la violencia, pero mataría para proteger lo suyo. No estaba excitado o tenso; el sordo latido de su corazón bajo su cabeza era regular. Estaba tranquilo, despiadadamente resuelto.
– ¿Y si no ocurre nada esta noche?- le preguntó ella.
– Entonces lo intentaremos otra vez mañana por la noche. Finalmente, lo atraparemos.
Ella permaneció de pie, junto a él durante mucho tiempo, mirando fijamente hacia fuera a la noche iluminada por la luna hasta que los ojos le dolieron. Nada se movía, y los grillos chirriaban tranquilos.
– ¿Estás seguro de que la alarma está conectada?
Él hizo un gesto hacia el cajetín de la alarma situado junto a las puertaventanas del porche. Una diminuta luz verde brillaba ininterrumpidamente. La luz roja se encendería si cualquier puerta fuera abierta, y si no se introducía el código en quince segundos, la alarma sonaría.
Webb parecía tener la paciencia de Job y la resistencia de un corredor de maratón. Permanecía inmóvil, aguardando, pero Roanna no podía estar sin moverse tanto tiempo. Caminó despacio alrededor de la oscura habitación, sujetando la manta alrededor de ella, hasta que Webb le dijo suavemente,- ¿Por qué no te acuestas y descansas un poco?
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