Harley abrió la puerta de su elegante y lustroso coche, un Jag XKE color verde bosque que podía ir de cero a cien kilómetros en menos de lo que se tarda en contener la respiración. Aparcado entre un Dodge hecho polvo y una sucia furgoneta donde se leía garabateado «lavadme», el Jaguar relucía como una esmeralda entre piedras. Se colocó tras el volante y encendió el motor.
Cargado con todos aquellos caballos, el coche estaba listo para rugir por la carretera. Durante los pocos minutos que siguieron, mientras los relucientes neumáticos chirriaban por el asfalto, Harley tenía el control de su destino, era su propio dueño.
Luego, maldita sea, tenía que ver a Kendall.
Capítulo 10
– Señor, ayúdame -murmuró Kendall, con el abdomen encogido y paseándose por el porche de la casa en la playa de su padre.
¿Por qué no podía dejar escapar a Harley? ¿Por qué aquella obsesión podía con ella? Paige tenía razón, podría haber tenido a cualquier chico que hubiera querido, pero el único que le importaba era Harley Taggert.
No se trataba sólo de que era un Taggert, sino que también era agradable y dulce; bueno, lo había sido. Hasta que conoció a Claire, aquella inútil mosquita muerta de la familia Holland. ¿Qué, qué había visto Harley en ella?
Cuando Kendall se enteró de que Harley iba romper con ella, enloqueció. Quería casarse con él y no estaba acostumbrada a no salirse con la suya.
Tenía el estómago revuelto, y estaba a punto de llorar. Colocó las manos sobre la baranda, mirando más allá de las dunas movedizas cubiertas de hierba, hacia las oscuras aguas del Pacífico. Aquella vista, que desaparecía en el horizonte, siempre le había causado un efecto tranquilizador, ayudándola a ver su vida desde una cierta perspectiva. Pero aquella tarde no era así. No cuando las cosas estaban fuera de control. Una pareja caminaba por la playa, cogidos de la mano, riéndose. Iban descalzos y hacían dibujos con los pies en la húmeda arena de la playa, mientras la marea espumosa se arremolinaba y les rodeaba a la altura de los tobillos. El perro que iba con ellos, un setter irlandés de color pardo y patas largas y fuertes, brincaba por encima de las olas, yendo a por los palos que su dueño le lanzaba y trayéndoselos.
Los enamorados parecían felices. Tanto como Harley y ella lo habían estado anteriormente. Antes de que apareciese Claire. Se le hizo un nudo en la garganta y luchó contra la terrible necesidad que sentía de llorar. Jamás se había sentido tan desdichada ni tampoco había deseado algo como deseaba a Harley.
Oyó un coche detenerse frente a la cabaña y abrió la puerta corrediza al escuchar pisadas en la escalera del porche. Parecía que se le fuera a salir el corazón del pecho. Había venido. Aún le importaba.
– ¡Harley! -gritó. Su nombre le resonó en la garganta cuando vio aparecer a Weston, en carne y hueso, con una sonrisa relajada de oreja a oreja-. Ah. -La decepción invadió hasta lo más profundo de su corazón.
– Pensé que estarías aquí.
– ¿Te ha… te ha enviado Harley?
Weston sonrió, formando aquella curva perfecta que había derretido tantos corazones.
– No. He venido por mí mismo.
– Pero ¿cómo sabías que yo estaba…?
Weston apoyó la cadera contra la barandilla del porche y se cruzó de brazos.
– Si dejas un mensaje en la oficina todo el mundo se entera.
– Yo no dejé…
Weston hizo un gesto con la mano para que dejara de preguntar.
– Da igual. Sólo he venido a darte un consejo.
Los músculos de la espalda de Kendall se contrajeron.
– No recuerdo habértelo pedido.
– Créeme, lo necesitas. -Weston la miró y suspiró-. Sabes, Kendall, me sorprendes. Siempre había creído que eras una chica lista, que sabía lo que quería y cómo conseguirlo.
– Con Harley es diferente.
– ¿Por qué?
– No es tan fácil.
– Claro que sí.
Frustrada, se pasó los dedos por el pelo.
– ¿Cómo?
– Bueno, aprovecha el hecho de que él no es tan listo, y no me discutas eso, ¿eh? -le dijo levantando la mano en el momento en que ella iba a protestar-. Ambos conocemos sus límites -Sonrió diabólicamente.
– ¿Qué me sugieres?
– Que le hagas caer en una trampa.
– ¿Qué? -¿Le había oído bien?
– Quédate embarazada.
Kendall frunció los labios.
– Yo nunca…
– Claro que sí -la interrumpió, con un gesto en el rostro de repentino aburrimiento-. Pude oír vuestra última conversación. Le tienes contra las cuerdas, ahora acaba el trabajo. -Weston se subió encima de la baranda, con la espalda al océano, y la observó-. No me digas que no tienes agallas, Kendall, porque no te creo. Creo que eres una mujer que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo.
Kendall se mordió el labio y pensó.
– ¿Qué pasa… qué pasa si no existe tal bebé?
– Pues hacéis uno.
Ella nunca había pensado que Weston fuese idiota, pero actuaba como si todo lo que tuviera que hacer fuese sacar una varita mágica y…
– No puedo simular eso.
– Yo no he dicho simularlo, he dicho hacerlo.
– Creo que necesitaré a Harley para eso.
Weston la miró fijamente, como si fuera increíblemente estúpida.
– Vamos, Kendall. Harley es débil. Todo el mundo lo sabe. Lo único que tienes que hacer es seducirle.
– ¿Seducirle? ¿Sólo eso?
– Créeme, no podrá decir que no.
Kendall consideró su propuesta. Tenía mérito, cierto, pero no quería aceptar ningún consejo de Weston. Él nunca había hecho nada sin tener un propósito, su propósito. Le miró de reojo, mientras ajustaba la sombrilla de una mesa exterior. Entonces preguntó:
– ¿Y a ti qué más te da todo esto?
Weston miró el océano por encima del hombro, pensando en la respuesta:
– Supongo que no me creerás si te digo que lo hago porque me preocupo por mi hermano.
– No. Prueba otra vez. ¿Qué ganas tú?
– De acuerdo. Harley es como un grano en el culo. Ahora está embobado con Claire Holland. Dice que se va a casar con ella…
Kendall dio un grito ahogado. Sintió un pinchazo en el corazón. Nunca antes había mencionado que quisiera casarse con ella.
– … y eso sería un desastre.
– ¿Para ti?
– Sí, y para toda la jodida familia. Papá está tan exaltado con el tema que apenas puede concentrase en el negocio. Le va a dar un ataque al corazón. Paige está disgustada, y apuesto cualquier cosa a que al viejo Dutch le gusta tan poco como al resto. La enemistad entre las dos familias comenzará de nuevo, y eso probablemente acabe con papá.
Aquel argumento no sonaba convincente. A Weston nunca le había importado nadie en su familia. Lo primero en su vida era él, y no había segundo ni tercer puesto en su lista de preocupaciones.
– Hay algo más, ¿no? Es algo personal.
Weston apretó los dientes.
– Harley no puede estar con una Holland -dijo francamente.
– ¿Por qué no?
Estrechó los ojos y se volvió a dirigir a ella.
– Porque no se merece a ninguna, ni siquiera a Claíre.
– ¿Pero a mí sí que me merece? -¿Había ido hasta allí para insultarla?
– Mira, te estoy ofreciendo una manera para que consigas lo que quieres, eso es todo.
– Para que así Harley no se case con Claire y te estropee tus planes, cualesquiera que sean.
– Eso es, más o menos.
– ¿Y si no se deja seducir?
– Consigue una prueba de embarazo falsa, cásate con él, y que te deje embarazada la noche de bodas. Piensa algo, Kendall, no es tan difícil.
Kendall se mordisqueó los labios.
– ¿Qué pasa si tardo tres o cuatro meses en quedarme embarazada? Se daría cuenta…
Weston soltó unos tacos en voz baja, y cuando volvió a mirarla, lo hizo con una mayor y renovada intensidad.
– ¿Quieres un niño para cerrar este trato? -le preguntó.
– Bueno… Supongo…
– Entonces te daré uno.
– ¿Qué? -la boca se le secó. No podía creer haber oído bien.
– Te dejaré embarazada.
Bajó de la baranda y se aproximó a ella. A pesar de la repugnancia que Kendall sentía hacia él, la emoción le recorrió la columna vertebral.
– ¿Tú?
– Tengo los mismos genes que Harley. El mismo tipo de sangre. No habrá ninguna duda sobre la paternidad.
– Oh, Dios. -El corazón le latía a mil por hora. Se miraron a los ojos el uno al otro-. ¿Qué… qué consigues tú con todo esto? -tragó saliva mientras él la recorría con su mirada, y luego volvía a pararse en los ojos.
– Tu eterno afecto y gratitud.
– No creo que pueda…
– ¿Ni siquiera para conseguir ser la esposa de Harley?
Weston le cogió la mano, la colocó en sus labios, y le besó el interior de la palma.
Kendall sintió que las rodillas se le doblaban, pero tiró de la mano rápidamente, como si aquel beso le hubiera quemado la piel.
– Esto es de locos. De ninguna manera…
– Piénsatelo. Serás la señora de Harley Taggert.
– Con tu bebé.
– Podrías abortar…
Casi vomita. Se tapó la boca con la mano.
– Estás más que enfermo.
– Sólo intento ayudarte.
Kendall se volvió, pero rápidamente Weston la envolvió con sus fuertes brazos por la cintura, de manera que los pechos le descansaron en sus antebrazos.
– Piénsalo, Kendall -le susurró al oído mientras el océano retumbaba junto a las dunas y el sol del caluroso mes dejulio desaparecía por el horizonte-. Podríamos divertirnos, y luego… bingo, tú tendrías a Harley. ¿Qué podría salir mal?
– Todo -dijo indignada, aunque a la vez sintió un hormigueo sobre la piel que le estaba rozando Harley-. Podría estropearlo todo.
Él se rió en su oído.
– No lo creo, nena. Tú ya te has encargado de eso. -La soltó y comenzó a caminar, pero antes de doblar la esquina de la casa, le dijo por encima del hombro-: pero si eres feliz dejando escapar a Harley entre tus dedos, y que de esa manera pueda casarse con Claire Holland, no me culpes. No, cariño, tú serás la única culpable de todo.
La voz de Harley parecía preocupada.
– Lo siento, Claire, luego te llamo, ha sucedido algo. Negocios. Papá no me dejará librarme.
Cerrando los ojos, Claire se enrolló el cable del teléfono en los dedos e intentó no gritar. Algo iba mal, definitivamente. Todas aquellas dudas que intentaba mantener a raya avanzaban poco a poco, invadiéndola.
– Tu padre sólo intenta mantenernos alejados.
– Lo sé, pero te veré. Sabes que lo haré.
– Ya hace una semana.
Claire casi podía sentir la preocupación en su mente. ¿Le estaba mintiendo? ¿Evitándole? ¿Por qué simplemente no rompía con ella? La desesperación le encogía el alma. Amaba a Harley, le adoraba, sin embargo…
– Nos vemos luego… Bueno, probablemente esta noche no, pero pronto. Te lo juro. Claire, te echo de menos.
«¿Me echas de menos? ¿De verdad?»
– ¿Harley…?
– ¿Qué?
¿Había indicios de enfado en la voz de Harley? Claire iba a decirle que le quetóa, pero se lo pensó mejor. Estaba demasiado distraído, demasiado distante.
– Nada.
– Bueno. Mira, podríamos ir a navegar, esta noche.
– Eso… eso me gustaría.
– Nos vemos en el club náutico a la diez… no, a las diez y media. Ya sabes qué amarradero.
– Sí, pero…
– Siento no poder quedar antes. Te quiero. Ya lo sabes.
– Yo también te quiero -le dijo, pero las palabras sonaron huecas y falsas, pues era lo que se esperaba que dijera.
Luchando contra un dolor de cabeza, Claire miró por la ventana y vio el sol hundirse tras las cumbres de las montañas situadas al oeste. ¿Desde dónde había llamado Harley? ¿Quién estaba con él? ¿Por qué había vuelto a cancelar su cita?
«No te quiere de verdad.» Aquella idea era demasiado dura para aceptarla, necesitaría demasiado amor propio para superarlo. Se sirvió un vaso de limonada y presionó el frío recipiente contra su frente.
La casa estaba vacía y caliente. Hacía muchísimo calor y Dutch se negaba firmemente a poner el aire acondicionado en la vieja casa. En la cocina hacía un calor infernal, incluso con las ventanas abiertas costaba respirar.
Aparte del reloj del abuelo haciendo tictac en la pared frontal, el suave zumbido del frigorífico y el crujido ocasional de la madera antigua, las habitaciones estaban en completo silencio. Miranda se había marchado muy temprano, sin dar explicaciones, como hacía a menudo aquellos días. Dominique había insistido para que Dutch pasara con ella el fin de semana en Portland, visitando a viejos amigos, viendo una obra de teatro y disfrutando de la ciudad. Tessa había salido pronto con algunos amigos, a ver una película, pero probablemente era mentira, como todo aquellos días.
La sombra de la noche caía a través de las ventanas. Claire salió al exterior y se sentó en la vieja mecedora que había en el porche. Cuando la puesta de sol dio paso al crepúsculo color púrpura, unos cuantos murciélagos pasaron rozando la superficie del lago y los peces saltaron en el agua haciendo ruido. De repente, todas las estrellas empezaron a aparecer, y Claire volvió a preguntarse qué estaría haciendo Harley y con quién. Tenía ya demasiadas excusas, y Claire estaba empezando a pensar que estaba liado con otra chica, posiblemente Kendall Forsythe.
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