– Sí.
La boca de Kane volvió a buscar la de Claire, a la vez que la penetró con un ansia animal y salvaje que hizo derretir cada uno de los huesos de Claire.
Claire respiraba con dificultad, mientras Kane empujaba contra ella. El tonto corazón de Claire se elevaba cuando Kane se despegaba de ella para volver a penetrarla de nuevo, fuerte y lentamente. Claire no podía respirar, no podía pensar. Kane la besaba en los ojos y en el cuello. Las estrellas se volvieron borrosas. Poco a poco Claire fue capaz de seguir el ritmo de Kane. Más rápido. Más rápido. Más rápido. Suave, caliente, húmedo. Hasta que Claire supo que explotaría.
– Kane -gimió mientras presionaba contra él. La Tierra y la luna chocaron. El alma de Claire se elevó a la altura de las estrellas, mientras él la besaba enloquecido-. Oh, Dios, Kane.
Con un grito de triunfo, Kane cayó sobre ella, vertiendo su semilla, estrujándole los senos, agarrando a Claire con tal desesperación que hizo que a ella se le desgarrara el corazón.
– Perdóname. -susurró Kane contra su piel.
– ¿Por qué?
– Por desearte tanto
– Eso no es pecado -dijo ella con los ojos llenos de lágrimas.
– ¿No? -se colocó a su lado y la atrajo hacia él, balanceándola, besándole el cuello, suspirando sobre su cabellos.
Claire se quedó inmóvil tras oír aquellas palabras. ¿La estaba utilizando? ¿Era eso lo que intentaba decirle? La garganta de repente se le secó y se preguntó por qué la había poseído, ¿qué le había hecho bajar la guardia y dejar que Kane se acercase tanto a ella?
– Yo… debería irme.
– Aún no. -Los fuertes brazos de Kane la sujetaron por el costado.
– Pero, los niños…
– Están bien. Quédate sólo un minuto, Claire. Déjame abrazarte.
– ¿Por qué? ¿Para que te cuente algo sobre el pasado que aún no sepas? ¿Para que cambie mi versión?
– No. Simplemente necesito un poco de paz en mi vida. -Se apoyó sobre el codo, con el cuerpo desnudo y tendido junto al de Claire-. ¿Es eso tan difícil de entender? -Sus ojos, oscuros como la noche, se clavaron en los de Claire.
– Yo… quiero confiar en ti.
– Pues hazlo.
– Pero estás intentando acabar con mi padre, mi familia, todo en lo que creo.
– No, cariño -dijo alargando las palabras a la vez que le acariciaba el pelo-. Yo sólo busco la verdad.
– ¿Y crees que la verdad nunca puede herir a las personas?
– No. La verdad a veces duele muchísimo, pero es mejor que vivir en una mentira.
Claire se preguntó si aquello era cierto, pero llevaba viviendo con una mentira tanto tiempo que probablemente no podía percibir la diferencia.
– De verdad, tengo que volver a casa.
Se dispuso a coger la ropa, pero Kane la detuvo, agarrándola por la muñeca con una de sus grandes manos.
– Sólo créeme cuanto te digo que, pase lo que pase, no quiero hacerte daño.
– Pero lo harás -dijo, finalmente consciente del significado de aquel horrible susurro, a la vez que pudo sentir el frío aliento de Kane al pronunciar tales palabras. Aquel hombre estaba siendo empujado por una fuerza desconocida, y no descansaría, no se daría por vencido, hasta que descubriese la verdad-. Lo harás -repitió cogiendo su ropa-. Porque piensas que no tienes otra elección.
– Y no la tengo.
– Estás equivocado, Kane. Todo el mundo tiene otra elección.
«Sí, y tú escoges no contarle la verdad sobre Sean. Y ahora has vuelto a hacer el amor con el padre de Sean. Oh, Claire. ¿Es que nunca aprenderás?»
Capítulo 28
– Parece que tus hijos están sobreviviendo -comentó Kane mientras observaba a Claire en la cocina, que estaba sirviendo una dosis de cafeína para ambos.
Kane había tenido que apartar a Sean de la Harley a la fuerza. El crío no paraba de hacerle preguntas sobre la moto, quería montarse en ella una y otra vez, y solamente aceptó subir a su cuarto cuando Kane le prometió llevar la motocicleta otro día y enseñarle a conducirla. Al menos Sean empezaba a encontrarle agradable, aunque aún había desconfianza en sus ojos cada vez que Kane tocaba a Claire. El chico intentaba proteger a su madre.
– Animar a Sean para que conduzca tu moto no es una buena idea -le advirtió Claire cuando Kane se lo propuso. Pero Sean estaba en el séptimo cielo, y según Kane, el crío necesitaba una ilusión en su vida. Obviamente, echaba de menos a sus amigos de Colorado. Los únicos chicos con los que se había relacionado en Chinook eran unos marginales y unos delincuentes juveniles. «Igual que tú.»
– Aquí tienes -dijo Claire ofreciéndole una taza de café, licor y nata montada-. Vamos mejor fuera.
Caminaron juntos hacia el porche y se sentaron en el viejo columpio. Los sonidos de la noche les rodeaban: una mariposa nocturna volaba contra la ventana, los coches pasaban a gran velocidad por la carretera, los peces chapoteaban en el lago, un tren rugía en la lejanía, y la música de un cede heavy metal vibraba a través de la ventana abierta de la habitación de Sean, en la segunda planta.
– Tienes razón. Sean y Sam están sobreviviendo aquí. Sam mejor que Sean, pero él es mayor, tenía más amigos -continuó Claire.
– Encontrará su sitio.
– Mmm. Los críos son fuertes.
Al escuchar aquella expresión, Kane comprendió la angustia de Claire al recordar el dolor por el que habían tenido que pasar sus hijos.
– ¿Más fuertes que tú? -Kane tenía colocado un brazo sobre los hombros de Claire, acariciándole la nunca.
Claire suspiró e inclinó la cabeza hacia atrás, dejando a la vista su cuello largo y claro, lo que provocó en Kane unas ganas tremendas de echársele encima. ¿Qué había en aquella mujer? Kane la miraba y perdía el control. La sangre se convertía en fuego en sus venas. Siempre había sido así. Probablemente siempre lo sería.
– ¿Más fuertes que yo? Puede ser. -Bebió de la taza.
Kane intentó no mirar la forma provocativa de sus labios.
– Háblame de él.
– ¿De quién? Ah, ¿de Paul? -Claire arrugó la nariz, y encogió un hombro-. ¿Qué quieres saber?
– ¿Cómo le conociste?
Claire frunció ligeramente el ceño, apartó la mirada de él y la dirigió al bosque.
– Era profesor en una escuela donde yo estaba sacándome el título de bachillerato. Se había divorciado de su segunda mujer. Debí haber sido más lista pero desafortunadamente no lo fui.
Bebió de nuevo y se preguntó hasta qué punto podía confiar en Kane. Era el momento de contarle la verdad, de decirle que el chico con el que había pasado la mayor parte del día era su hijo, pero no podía. Aún no. Cuando se enterara de que Sean era su hijo, su vida se complicaría más de lo que ya lo estaba. Por lo tanto, Claire sólo le contó lo imprescindible, omitiendo gran parte de la historia.
Le explicó que, tras la muerte de Harley y del reclutamiento de Kane, dejó Chinook y se mudó a Portland, donde acabó el bachillerato. No mencionó que estaba embarazada, ni que pensara tener al niño sola. Si sus padres se hubiesen enterado les habría parecido algo terrible. Así pues, Claire lo mantuvo en secreto. Ni Dutch ni Dominique, los cuales aún no se habían divorciado, supieron la verdad. No obstante, si sus padres se hubiesen enterado, a ella le habría traído sin cuidado. Aquel niño, cuyo padre pensaba que era Harley, era especial para ella. Más tarde, el hecho de que fuera, obviamente, hijo de Kane, sólo consiguió convertirlo en algo aún más deseado.
– A Paul le gustaba estar casado. Le gustaba tener una mujer cocinera, limpia, que cuidara de su casa y que fuera atractiva para presentarla en las fiestas de trabajo. Le gustaba la idea de estar casado con una mujer joven. Además, dado que me apellido Holland, probablemente pensara que algún día heredaría gran cantidad de dinero. Lo que no me dijo era que la causa de sus divorcios habían sido sus aventuras con chicas jóvenes, de las cuales algunas apenas llegaban a los dieciséis años.
– Vaya tío -murmuró Kane, dando un trago a su bebida.
– Recuerda que yo tenía sólo diecisiete años. Casarme con él fue algo irracional.
Pero se encontraba a la deriva y asustada. Paul se convirtió en su ancla. Al menos al principio. E hizo ver como que el hijo que Claire esperaba era suyo. Incluso mintieron a todo el mundo sobre la fecha de nacimiento de Sean, dijeron que había nacido en julio, cuando en realidad había nacido a finales de abril. Dado que Harley había muerto el agosto anterior, y que Claire estaba lejos de su familia por entonces, nadie supo la verdad. Sus padres no vieron a Sean hasta que tuvo cerca de un año, y Sean no sabía la verdadera fecha de su nacimiento, puesto que Claire manipuló el certificado que tenía que presentar en el colegio.
– ¿Qué puedo decir? Cometí un error.
– Y finalmente te has librado de él.
– De no ser porque es el padre de los niños. -Bueno, al menos el de Samantha.
– Pero a Sean le pusiste el nombre por Taggert. Sean Harlan St. John.
– Otro error -dijo Claire.
En principio había pensando que el bebé debería apellidarse Taggert, pero finalmente decidió que lo mejor para el niño sería que nadie lo supiera. Más tarde, cuando se hizo evidente que Sean era en realidad hijo de Kane, no supo qué hacer. Decidió centrarse en su matrimonio e intentar que las cosas funcionaran. Hacía todo lo que Paul le pedía. No planearon el segundo embarazo, y Paul no parecía estar contento con el hecho de tener otro hijo al que mantener, a pesar de que ese fuese realmente suyo. El bebé nació, una niña, y Paul aceptó la responsabilidad. Mientras tanto, Claire hacía malabares para llevar su vida hacia delante: iba a la escuela, corría de aquí para allá detrás de los niños y limpiaba la casa con el fin de aprobar las inspecciones de Paul. Más tarde, empezó a trabajar como profesora. Pasaba cada vez más horas fuera de casa y, con el tiempo, su matrimonio hizo aguas. Claire había crecido, se había vuelto más independiente y empezaba a tener sus propios pensamientos. Paul no lo aceptaba. Cuando Sean llegó a la adolescencia, Paul se volvió inflexible. No soportaba que Sean tuviese problemas con la justicia, pues le habían detenido por vandalismo y pequeños robos. Y entonces aparecieron las chicas. Colegialas atractivas se lanzaban a los brazos del guapo Sean. Finalmente, la vieja tara en el carácter de Paul resurgió en su fea cabezota. Se trataba de su deseo por las chicas jóvenes. Terminó seduciendo a Jessica Stewart, una de las novias de Sean. Pero aquella relación le estalló a Paul en la cara cuando Jessica no sólo se lo contó a sus padres, sino también a la policía. Más tarde otras chicas hicieron lo mismo y denunciaron a Paul.
– No me divorcié de él hasta que presentaron los cargos, aunque llevábamos separados mucho tiempo. Pensaba que era mejor continuar casados, por los niños.
– ¿Y ahora? -preguntó Kane, acercándose más a ella.
Suspirando, apoyó la cabeza en el hombro de Kane.
– Y ahora pienso que debería haber sido más lista, y dejarle la primera vez que supe que me estaba engañando, cuando Samantha tenía unos dos años. Pero era joven y dependía de él. La única opción que me quedaba era arrastrarme ante mi padre y rogarle que me ayudara. -Contempló el bosque oscuro y negó con la cabeza-. No quería hacer eso. Nunca.
– Por eso permaneciste junto a un hombre que te trataba como si fueses basura.
– No. Estábamos separados. Es sólo que no encontré el valor suficiente para divorciarme de él hasta que me di cuenta de que no teníamos ningún futuro juntos. Aunque no estuviese enamorada de él, pensaba que el matrimonio debía ser para siempre -sonrió amargamente-. Una fantasía romántica de juventud, supongo. Randa siempre dijo que mi vena romántica sería mi perdición. Parece que tenía razón. -Inquieta, bebió de la taza, pero el café se había enfriado y notó el sabor fuerte a alcohol.
– Así que no le querías.
«Nunca como te quise a ti!»
– No se trataba de amor, Kane. Sino compromiso. Con él. Con los niños. Con la familia. -Emitió una risilla ahogada-. Pero él no pensaba lo mismo. Finalmente me di cuenta, y aquí estoy, divorciada, sin trabajo, intentando criar a dos niños testarudos. -«Y mintiéndote. Oh, Dios, Kane, ojalá lo supieras. Ojalá pudieras adivinar que Sean es tu hijo, y no de Paul. Ni de Harley. ¡Tuyo!»
Claire se estremeció. Todos sus secretos se estaban desenmarañando. En cuanto Kane encontrara un hilo del que poder tirar, todas sus mentiras se descubrirían. Ya fuese por Kane o por Styles. ¿Y entonces qué? Claire se negaba a pensar en las consecuencias. Daba gracias a Dios por no tener una bola de cristal para ver el futuro.
Kane la besó en la sien y Claire reprimió un sollozo. No era justo volver a enamorarse de él, cuando estaba segura de que la verdad saldría a la luz, y de que él la odiaría hasta el fin de sus días.
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