– Miranda, por el amor de Dios, ¿qué…?

– Hunter -dijo con lágrimas cayéndole de los ojos-. ¡Oh, no, Hunter!

Intentó negarse a aceptar lo que veían sus ojos, pero no podía, porque allí, en aquella mano sin vida, se encontraba el anillo que Hunter Riley llevaba justo antes de desaparecer. Miranda, temblorosa y luchando por no derrumbarse, se dio cuenta de que Hunter no había huido a Canadá. De alguna manera, por alguna razón, alguien le había asesinado.


Sentado a su escritorio, Kane apretó los dientes mientras observaba las pruebas de las mentiras de Claire. Los archivos del Estado de Oregón sobre el nacimiento de Sean Harlan St. John no coincidían con la fecha que le había dicho Claire. Ella le había contado que Sean había nacido en julio. Sin embargo, el niño había nacido a finales de abril, justo nueve meses después de la muerte de Harley. Así pues, Sean no era un St. John, sino un Taggert.

¿O no?

Se le ocurrió otra idea, más condenatoria que la primera. Al principio la descartó, por si se tratase de imaginaciones suyas, pero más tarde volvió a su cabeza y decidió a tenerla en cuenta como una posibilidad real. ¿Por qué no podría ser Sean su hijo? ¿Acaso no había hecho el amor con Claire una y otra vez justo antes de irse al ejército, la mañana siguiente a la noche que murió HarleyTaggert? El período de tiempo encajaba a la perfección. ¿Era posible? ¿Podía tener un hijo?

Un sentimiento desconocido y poco grato le recorrió el cuerpo. Un hijo. ¡Podía ser padre!

– Joder.

Salió de casa en dirección al porche delantero. Las aguas del lago eran oscuras, debido a la oscuridad de la noche, y algunas estrellas habían empezado a parpadear en el cielo color púrpura. El chico se parecía a él, mucho más que a los Taggert, pero quizá sólo estaba hablando su ridículo orgullo masculino. Le gustaría pensar que él era el padre del hijo de Claire, en lugar de Harley Taggert. Pero no podía ser. ¿Acaso Claire no le había puesto el nombre a su hijo por Taggert? Sean Harlan St. John.

Arrugó el papel culpable de todo aquello en el puño. ¿En qué estaba pensando Claire, haciendo pasar a Sean como hijo de un hombre, cuando en realidad la verdad era que… quién demonios conocía la verdad?

Sólo Claire, quien le había mentido a él, al mundo entero, durante dieciséis largos años.

Introdujo la copia del certificado en el bolsillo delantero de sus vaqueros, se dirigió a zancadas hacia el camino de hierbajos que llevaba al embarcadero, subió al viejo bote y calentó el motor. Enseguida el motor se apagó, pues no tenía gasolina. Kane podía conducir en coche hasta el lado opuesto del lago, pero decidió que necesitaba tiempo para pensar, para calmarse. Así que empezó a caminar a paso lento, bordeando el lago Arrowhead. A pie tardaría cerca de una hora en llegar, pero por el momento lo que necesitaba era aclarar las ideas, que se le pasase el enfado.

Con la luz pálida de la luna como única guía, continuó avanzando, por las playas de arena y de rocas, a través de árboles y maleza, sin detenerse, decidido a llevar a cabo su propósito. Se acabaron las mentiras. De ahora en adelante sólo le importaba la verdad, por muy dolorosa o desagradable que resultase.

Claire iba a contarle todo lo que le estaba ocultando, fuese lo que fuese.

Sudoroso, vio la luz en la planta baja de la vieja casa. Había dejado atrás la cuadra y los prados donde los caballos, al notar su presencia, habían resoplado para después seguir pastando. Con el certificado de nacimiento ardiéndole en el bolsillo, se dirigió por el césped hacia el camino que llevaba a la puerta de la casa. Sin embargo, al aproximarse, unas voces llamaron su atención y se dirigió hacia el porche trasero, donde vio a las tres hermanas. Estaban sentadas alrededor de una mesa con una única vela que apenas alumbraba.

Kane estuvo a punto de saludarlas, pero se dio cuenta de que una de las mujeres estaba llorando en voz baja. Se quedó inmóvil. Ninguna de ellas le había visto aún, dado que la noche era oscura y un seto le proporcionaba escondite. Los niños no estaban por allí. Kane supuso que ya estarían en la cama, durmiendo en sus habitaciones, puesto que ya era más de medianoche.

– ¿Estás segura de que era Hunter? -preguntó Claire.

Su voz penetró en Kane como ninguna otra lo hacía.

– Sí, sí. -Miranda sorbió-. Su ropa, su anillo… -sollozó. A continuación se recuperó.

La cabeza de Kane daba vueltas. ¿Hunter? ¿Hunter Riley?

– ¿Así que nunca se fue a Canadá? -preguntó esta vez Tessa

– No creo. No sé -Miranda iba retomando el control. Por la mente de Kane rondaban numerosas preguntas.

¿Había vuelto a la ciudad?

– Quienquiera que le matase, no quería que le encontraran nunca.

¿Matarle? ¿Riley había muerto?

Kane no movió un solo músculo. Se sintió culpable por escuchar a escondidas, no podía irrumpir en aquella conversación privada, pero tampoco podía dejar de escuchar.

– ¿Piensas que fue asesinado? -preguntó Claire, incrédula.

– Por supuesto. Gozaba de buena salud, y aunque la policía no sepa cómo… cómo murió, le enterraron en el bosque y nadie supo nada de él durante… ¿cuánto? Quince, no, dieciséis años.

– Por Dios -dijo Tessa.

– Oh, Randa, lo siento mucho -suspiró Claire.

– Sólo una persona sabe lo que sucedió. -La voz de Miranda se hizo más fuerte y condenatoria-. Weston Taggert me mintió. El día que fui a verle, a preguntarle sobre Hunter. Me contó que estaba en Canadá, trabajando para Industrias Taggert. Y era mentira.

– ¿Crees que Weston le mató? -preguntó Tessa mientras encendía un cigarrillo. La llama del encendedor le iluminó el rostro. También tenía los ojos empañados en lágrimas.

– O sabe quién lo hizo.

– Todo esto es horroroso. -Tessa expulsó una columna de humo hacia el tejado del porche y el aroma a tabaco llegó hasta Kane-. ¿Qué podemos hacer?

– Ir a la policía -dijo Claire convencida.

Kane podía ver su rostro a través de las ramas del seto: medio a oscuras a la luz de la vela, seguía igual de bello.

– No sé si podemos.

– ¿Por qué no? Mira, Randa, estamos hablando de asesinato. Y según lo que sabemos, lo hizo Weston.

– Hay algo más -dijo Miranda-. Vi un objeto no muy lejos del cuerpo.

Kane, maldiciéndose en silencio, continuaba escuchando.

– ¿Qué? -preguntó Tessa.

– Un cuchillo. Ya lo había visto antes.

– ¿Era el arma del crimen? -Tessa dio una profunda calada al cigarrillo, cuyo extremo rojo intenso brilló en mitad de la noche.

– No lo sé. Pero era el cuchillo de Jack Songbird. Aquel que nadie pudo encontrar después de su muerte.

– ¿Así que piensas que Jack mató a Hunter? -La creativa mente de Tessa ya estaba llegando a sus propias conclusiones.

– No, no. Hunter aún estaba vivo cuando enterraron a Jack, pero… pero quienquiera que matase a Hunter, probablemente mató a Jack.

¿Y a Harley Taggert? Kane tenía la mandíbula tan tensa que le dolía. ¿Qué demonios estaba sucediendo allí? Debería interrumpir repentinamente a las hermanas, ordenarles que le contasen la verdad. Sin embargo, no podía invadir su privacidad y dolor.

Claire se inclinó y tocó a Miranda en el hombro, y Randa, siempre la dura del grupo, pareció hundirse. Un lamento suave de profundo duelo escapó de su garganta.

– Yo le quería. -Randa sacudió la cabeza y se envolvió el torso con los brazos, como si intentara autoprotegerse. La fiscal dura había desaparecido y había dado paso a una mujer angustiada y triste-. Le quería más de lo que pensaba que era posible -musitó.

– Lo sé -susurró Claire.

– El amor duele. -Tessa expulsó el humo de su cigarrillo. Luego apagó la colilla en una bandeja situada sobre la mesa.

– A veces -asintió Claire, y respiró hondo-. Esta nueva investigación seguro que lo reabrirá todo, sabéis, todo el caso de Harley Taggert, el de Jack y el de Hunter.

Tessa resopló.

– Kane Moran y Denver Styles ya se han encargado de eso. Dios, ese Moran es como un grano en el culo, y Styles… ese tío me da escalofríos. Nunca sabes en qué está pesando.

– A mí Weston Taggert me da escalofríos -dijo Claire.

– Amén. -Miranda cerró los ojos y empezó a balancearse ligeramente, como si tratase de consolarse.

– De acuerdo, escuchad. Todo lo que sucedió aquella noche va a salir a la luz. Kane, Denver Styles y papá no son los únicos que están interesados en que así sea -dijo Claire.

– Claire tiene razón -comentó Miranda, su voz tenía un tono catastrófico-. La gente empezará a preguntarse qué sucedió.

– Y Ruby y Jack Songbird empezarán a molestar acerca del cuchillo de Jack. Periodistas de todo el país y rivales en la carrera de papá como gobernador, e incluso los ciudadanos que recuerden lo sucedido aquella noche, comenzarán a hacer preguntas, a meter sus narices. Van a descubrir la verdad.

– Oh, Dios -susurró Tessa y empezó a temblar.

– Nos ceñiremos a la historia. -La voz de Miranda volvía a sonar calmada. Volvía a tomar el control de la situación.

– Pero la historia carece de fundamento -Claire estaba de pie, paseando por el porche. Su silueta oscura se reflejaba en las ventanas iluminadas, caminando de un lado para otro-. Y yo ni siquiera sé qué pasó aquella noche.

Kane sintió una sensación de alivio. Claire no había tomado parte en aquello, fuese lo que fuese. «Pero te mintió, ¿no? ¡Sobre tu hijo!»

Claire tocó a Miranda por el hombro de nuevo.

– Nunca me contasteis lo que sucedió.

– Es mejor que no lo sepas -dijo Miranda, mientras Claire continuaba paseando.

– ¿Bromeas? Me he vuelto loca durante años, preguntándome por qué estábamos mintiendo, intentando imaginarme lo que sucedió. -De repente se detuvo y se arropó con los brazos, como si intentara proteger su corazón de la verdad.

Kane expulsó aliento. No había asesinado a Harley. No es que Kane hubiese pensando alguna vez que Claire hubiera tenido algo que ver, pero sabía que le había mentido. A él y al mundo entero. Sin embargo, Claire ni siquiera sabía por qué.

– Es… es por mi culpa -dijo Tessa, con voz débil.

– No, Tessa, no…

– Cállate, Randa. Aceptaste la responsabilidad de todo esto por protegerme.

«¿Tessa? ¿La asesina?»

Tessa metió los dedos de ambas manos entre su pelo rubio y corto.

– Aquella noche estaba borracha e iba con Weston. Estábamos en la casita de la piscina cuando Randa entró y se puso histérica al vernos.

– Debí haberlo matado -dijo Randa.

– Randa ya había intentado hacer que rompiese con él. Me había dicho que Weston era un perdedor. Pero aquella noche yo había bebido mucho y cuando él vino a verme… Oh, mierda, era una imbécil, siempre yendo detrás de él, ya sabes.

Claire no hizo ningún comentario, sólo se quedó mirando a su hermana pequeña.

– No pude soportarlo -le comentó Miranda-. Weston casi me había violado aquella noche en su oficina. Conseguí librarme de él dándole un rodillazo en la entrepierna. Así que cuando le vi con Tessa… enloquecí. Intenté separarles y Weston… decidió darme una lección, así que… Oh, Dios…-su voz tembló-…así que cuando le ataqué se desabrochó el pantalón y… y… Claire, me violó tan brutalmente que yo…

– Perdió al bebé -susurró Tessa.

Kane apretó el puño. Se le hizo un nudo en el estómago.

Claire se quedó paralizada.

– ¿Perdiste al bebé?

– Estaba embarazada de Hunter.

– ¡Oh, Randa! -Claire avanzó hacia la silla de Randa, cayó de rodillas y abrazó a su hermana fuertemente-. Yo… lo siento tantísimo.

– Eso no es todo -añadió Tessa-. Yo me quedé allí mirando cómo lo hacía. Estaba demasiado borracha, demasiado aturdida para hacer algo, excepto mirar cómo la golpeaba, le arrancaba la ropa, la echaba en el sofá, le bajaba las bragas y… y… Oh, Randa, lo siento, no sabes cuánto, cuánto lo siento.

– Shhh.

A Kane le entraron arcadas y pensó que estaba a punto de vomitar. Si volviese a ver a Weston Taggert se encargaría personalmente de darle una paliza a aquel cabrón, y luego acabaría con su vida. Pero todavía no había acabado.

– Estaba… estaba tan alterada, que cuando pude mover las piernas fui a por Weston -dijo Tessa-. En cuanto llegué a su casa, le vi salir otra vez. -Respiró hondo y con dificultad-. Le seguí hasta el puerto deportivo.

– Oh, Dios.

– Tessa, no -dijo Miranda, con los ojos completamente abiertos-. No es una buena idea.

– Pero es la verdad, maldita sea. Pensaba que estaba siguiendo a Weston en dirección al barco, pero estaba oscuro y yo iba borracha y… y él parecía distinto. Supongo que confundí a Harley con Weston, así que le golpeé con una piedra que había cogido. Él se dio la vuelta… y era Harley y… cayó por encima de la barandilla. Yo no quería… no quería… -Empezó a llorar y a toser-. Le vi intentando luchar para no hundirse, agitándose pero… pero… no podía nadar. Era como si estuviera atrapado y… y… Oh, Dios… salí corriendo. Le dejé allí. Yo… yo…