– Aquí no, desde luego.
– A eso me refería exactamente.
Dado que estaban siendo sinceros, Lily sabía que debería contarle toda la verdad, hablarle del día en el que lo vio en el aeropuerto y de que llevaba más de un año pensando en él. Sin embargo, decidió que la sinceridad de una mujer debía tener sus límites. O tal vez podría considerar aquellos detalles como su propio intento por mantener un cierto halo de misterio.
– ¿Por qué no le pides a Luisa que nos prepare algo de desayunar? Yo tengo que llamar a Miranda.
– Son las cuatro de la mañana en California -dijo él.
– Lo sé -replicó Lily-, pero nunca es demasiado temprano para una pequeña venganza.
Aidan le dio un beso en los labios.
– Dale las gracias de mi parte y dile que siento que no tengamos ya oportunidad de trabajar juntos.
Lily observó cómo Aidan se marchaba del despacho. Aunque sabía que lo más probable era que su proyecto con Miranda no llegara nunca a cuajar, resultaba agradable saber que lo habría abandonado de todos modos por ella. Aunque no quería darle al gesto más importancia de que la tenía, el hecho de que la hubiera antepuesto a ella le hacía sentirse muy bien.
Agarró el teléfono y se sentó de nuevo en la silla. Tras colocar los pies sobre el escritorio de Miranda, marcó el número de teléfono de su madrina. Sabía que el teléfono que tenía en la mesilla de noche la despertaría enseguida.
Cuando por fin contestó, Miranda habló con voz somnolienta.
– ¿Sí?
– ¿Miranda? ¿Te he despertado? Es que no podía esperar para contarte esto -dijo, sin esperar a que su madrina respondiera-. Supongo que podría haber esperado unas cuantas horas, pero esto es demasiado importante.
– ¿Lily? ¿Eres tú?
– Miranda, me voy a casar. Estoy enamorada. Sé que es algo precipitado, pero tú siempre me estás diciendo que debo ser más espontánea. Además, estamos enamorados. Es decir, sólo hace un día que nos conocemos, pero lo supimos inmediatamente. Sé que podemos hacer que nuestra relación funcione.
– ¿Lily?
– Tengo que dejarte, Miranda. Gracias por todo. Sé que quieres que sea feliz y por fin lo soy.
Lily soltó la carcajada. Si había algún modo de vengarse de Miranda por meterse en su vida, llamarla a las cuatro de la mañana era un buen modo de hacerlo. En cuanto al resto, sólo tendría que aguantar unas cuantas horas más.
Dejó el teléfono encendido y colocó el aparato dentro de un cajón. Si Miranda trataba de devolverle la llamada, le saltaría directamente el contestador automático. Si trataba de llamarla al móvil, simplemente no contestaría.
Cuando entró en la cocina, encontró a Aidan sentado en un taburete, con un ejemplar del New York Times del día anterior entre las manos. Luisa estaba ocupada preparando tostadas al estilo francés. Lily agarró un cruasán de la cesta y se sentó al lado de Aidan.
– ¿Has conseguido hablar con Miranda? -le preguntó él.
– Sí -respondió, tras meterse un trozo de cruasán en la boca-. Luisa, si Miranda te llama al móvil, no respondas.
– ¿Y por qué iba yo a hacer algo así? -replicó la mujer mientras la miraba por encima del hombro.
– Como favor personal hacia mí. Además, sólo será durante unas cuantas horas. Tal vez podría intentar llamarte a ti. No respondas tampoco -le dijo a Aidan.
– Está bien -repuso él aunque la observó muy extrañado.
Muy satisfecha de sí misma, tomó la sección de libros del Times.
– Luisa sabe preparar las mejores tostadas francesas. ¿Tenemos salchichas de esas pequeñas que compras en la granja?
Aidan extendió la mano y tomó la de ella. Entrelazó los dedos con los de ella y se la llevó a los labios. Allí, le dio un beso en el reverso de la mano. Ella lo miró encantada y sonrió.
– Me gusta esto de desayunar contigo -dijo.
– A mí también -replicó Aidan.
Aidan se estiró en la cama. Las carísimas sábanas resultaban muy suaves sobre su piel desnuda.
Lily estaba tumbada a su lado, con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
– Somos demasiado perezosos -susurró ella mientras le acariciaba suavemente el vientre.
Habían desayunado y se habían vuelto a meter en la cama. Hicieron el amor antes de volver a quedarse dormidos. Aquélla era la idea que Aidan tenía de unas verdaderas vacaciones. ¿Qué más podía desear un hombre? Una cama suave, una hermosa mujer interesada en agradarlo y un lugar en el que pudiera estar confortablemente desnudo durante la mayor parte del día. Lo único que necesitaba para que fuera realmente perfecto era cerveza de barril y una televisión bien grande.
– ¿Qué tal lo he hecho?
– Yo te daría un sobresaliente -respondió Aidan.
Lily se giró hacia él y le mordió suavemente el brazo. Aidan le había enseñado lo que le gustaba y Lily se había aprendido la lección muy en serio. Ella le había enseñado que había algunas mujeres a las que les resultaba muy erótico un largo masaje en los pies. Aidan nunca le había chupado los dedos de los pies a una mujer, pero a Lily le había gustado mucho.
– Yo te doy un notable alto -dijo ella.
– ¿Cómo? ¿Por qué? Yo creía que lo había hecho bastante bien.
– Porque así te esforzarás más la próxima vez para que te dé una nota más alta.
Aidan consultó el despertador que había sobre la mesilla de noche.
– Es casi la hora de comer.
– Tal vez deberíamos hacer algo -comentó Lily. Estiró los brazos por encima de la cabeza-. Podríamos ir a la ciudad.
– O podríamos permanecer en la piscina -sugirió él.
– O podríamos almorzar en la cama…
– ¿No te parece que te estás tomando esto de la investigación demasiado en serio? -bromeó él-. No nos podemos pasar todo el tiempo en la cama.
Lily se dio la vuelta y se tumbó bocabajo. Apoyó un brazo sobre el pecho de Aidan y descansó la barbilla sobre su hombro.
– Uno jamás se toma la ciencia demasiado en serio. ¿Qué te parece si la novia de sir Isaac Newton le hubiera dicho que se fuera a casa a comer en vez de dejarle que se quedara sentado debajo de aquel árbol estudiando la gravedad? Yo tengo una responsabilidad para con el mundo.
Aidan la estrechó contra su cuerpo y hundió la nariz en el fragante cabello de Lily. Hacía poco más de un día que la conocía, pero sabía muy bien lo que le gustaba sobre ella. No se tomaba nada demasiado en serio. Lo que le había dicho sobre Miranda Sinclair habría sido suficiente para amargar su relación, pero con sus palabras sólo había provocado que a Aidan le resultara aún más atractiva.
No tenía miedo de admitir que tenía sus defectos e incluso los señalaba con gran sinceridad. Sin embargo, a ojos de Aidan, ella era perfecta. Perfecta con sus imperfecciones. Lily era una mujer de verdad.
Cerró los ojos. No sabía dónde diablos iba a terminar todo aquello, pero estaba dispuesto a darle el tiempo y la atención que necesitaba.
– Estaremos aquí tumbados un poquito más. Entonces, decidiremos qué podemos hacer -comentó él.
Oyó el zumbido familiar de su teléfono móvil. Lily le había advertido de que Miranda podría tratar de llamarlo. Cuando repasó la lista de llamadas perdidas, vio que el nombre de Miranda aparecía en cinco de ellas. Sin embargo, la llamada que tenía en aquellos momentos era de su agente. Se sentó en la cama.
– Tengo que contestar -le dijo a Lily-. Voy a por un poco de agua. ¿Quieres?
Lily asintió y se acurrucó en las almohadas antes de cerrar los ojos. Aidan se dirigió a la pequeña cocina de la casa de la piscina. Allí, abrió el teléfono.
– Hola, Sam. ¿Qué ocurre?
– ¿Dónde has estado? ¿Por qué no respondes el teléfono?
– Lo siento. Lo tenía apagado.
– ¿Durante dos días?
– He estado ocupado. Estoy de vacaciones.
– Pues yo jamás estoy de vacaciones en lo que se refiere a tu carrera. Y tú tampoco deberías estarlo.
Aunque le encantaba tener un agente como Sam, que siempre estaba pendiente de su trabajo y que jamás dejaba pasar una oportunidad, había veces en las que Aidan necesitaba relajarse un poco.
– ¿Qué es lo que ocurre?
– Bueno, en primer lugar, déjame que primero te diga que yo jamás me implico en los asuntos personales de mis clientes, pero acabo de recibir una llamada telefónica muy extraña de Miranda Sinclair. Ella afirma que tú te vas a casar con su ahijada.
– ¿Casarme yo? -repitió Aidan con una carcajada-. ¿Y de dónde se ha sacado una idea como ésa?
– De su propia ahijada. ¡Tu prometida! Se comportó como una loca por teléfono. Me dijo que había estado intentando llamarte y que quería saber si yo sabía cómo ponerme en contacto contigo. Yo creía que ibas a hablar con ella sobre su nuevo proyecto.
¿Era aquello a lo que Lily se había referido como «venganza»?
– No te preocupes. Lo arreglaré todo.
– Bien, pero es mejor que lo hagas con rapidez. El rumor se extiende como la espuma. Ya he recibido dos llamadas de US Weekly para confirmarlo. ¿Qué es lo que quiere que les diga?
– Que no es cierto -replicó Aidan-. No me voy a casar. De eso te puedo dar mi palabra.
– Está bien. Te he conseguido una reunión con los de Altamont Pictures. Tienen un proyecto nuevo muy interesante que creo que sería bueno para ti. No es una película de acción. La reunión es mañana.
– Mañana no puedo acudir a ninguna reunión.
– ¿Por qué no?
– Porque estoy en Nueva York. De vacaciones.
– Pues toma un avión de vuelta.
– No. Quiero quedarme aquí. Diles que tendrán que posponerla.
– Se trata de una gran oportunidad, Aidan. Me dijiste que querías algo diferente y te he conseguido esto. Si esto tiene que ver con una mujer, creo…
– Si realmente me quieren, esperarán. Tengo que dejarte. Te llamaré a finales de semana. Adiós, Sam.
Aidan apagó el teléfono y abrió el frigorífico. Sacó dos botellas de agua. Sabía que Lily simplemente estaba tratando de vengarse de Miranda, pero se preguntó por qué el hecho de que se hubiera mencionado la palabra «compromiso» y «matrimonio» no le preocupaba lo más mínimo. No hacía mucho tiempo que conocía a Lily, pero una cosa que sí sabía de ella era que le interesaba menos el matrimonio que a él.
En el último minuto, decidió meter el teléfono en el frigorífico antes de cerrar la puerta. Cuando regresó a la cama, se sentó en el centro y apretó la fría botella de agua contra el brazo desnudo de Lily.
– Te alegrará saber que la prensa va a anunciar nuestro compromiso muy pronto.
Ella abrió los ojos y se incorporó inmediatamente en la cama.
– ¿Qué has dicho?
– Que por Hollywood corre el rumor de que nos vamos a casar.
Lily se sentó en la cama y se cubrió el cuerpo desnudo con la manta.
– Oh, no…
– Oh, sí. ¿Sabes tú algo al respecto?
– No debía resultar así -explicó Lily. Se había ruborizado-. Ella no debía contárselo a nadie. Yo sólo se lo dije para vengarme de ella por meterse en mi vida.
– ¿Y qué fue exactamente lo que le dijiste, Lily?
La joven se sonrojó aún más.
– Llamé a Miranda y le dije que nos íbamos a casar. Entonces, os dije a ti y a Luisa que no respondierais a vuestros teléfonos si era Miranda la que llamaba para que pudiera sufrir un poco más. Yo iba a llamarla para decirle que estaba bromeando, pero entonces nos vinimos aquí y… bueno, se me olvidó.
– Me ha llamado a mí cinco veces y luego ha llamado a mi agente. Y debe de haber llamado también a alguien más, porque la noticia se ha filtrado a la prensa.
– Lo siento, lo siento… Te aseguro que no hablaba en serio cuando le dije eso. Fue lo único que se me ocurrió para fastidiarla. No sabes cómo es. Yo le digo siempre que parece una madrina sacada de una historia de terror.
– Sólo hay una cosa que podamos hacer.
– Sí, la llamaré enseguida y se lo explicaré todo.
– No. Creo que deberíamos casarnos -dijo Aidan tratando de mantener una expresión seria en el rostro-. Resulta más fácil que tratar de explicarlo todo. De todos modos, la prensa no nos creerá nunca. Sí. Creo que eso es lo que debemos hacer.
De repente, ella comenzó a sonreír.
– Eso sí que la enfurecería -dijo-. Miranda lleva planeando mi boda desde el día en el que me gradué de la universidad. No tiene hijos y se muere de ganas por empezar a redactar las listas de invitados.
– Parece que te quiere mucho.
– Así es. Eso ya lo sé, como también sé que sólo quiere verme feliz. Yo debería estar agradecida, pero algunas veces se excede.
– ¿Eres feliz ahora?
– Sí -respondió Lily tras mirarlo durante un instante.
– Bien. ¿Hay algo que yo pueda hacer para que seas aún más feliz?
– Bueno, podrías llevarme a la ciudad e invitarme a tomar un helado de coco. Hay una tienda en Eastport que vende los mejores helados.
– No resulta difícil agradarte.
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