El libro había llegado a las librerías la semana anterior con muy poca publicidad. Lily había tenido cierta esperanza de que se convirtiera en un éxito, más que nada por lo mucho que había trabajado para escribir aquellas páginas. A pesar de todo, era consciente de que muy pocas mujeres necesitarían un libro como aquél. La mayoría de los hombres no necesitaban que los sedujeran. Normalmente, se mostraban bastante dispuestos para una relación sexual cuando, donde y con quien fuera.

– Yo necesito este libro -murmuró Lily. Lo abrió y leyó por encima el primer capítulo.

Paso número uno: elegir el objetivo. No se puede seducir a todos los hombres. Un hombre completamente seguro y feliz en su relación con la mujer de su vida podría aceptar de buena gana el hecho de flirtear con una mujer desconocida, pero no sentirá la tentación de ir más allá, aunque te quites toda la ropa y te ofrezcas a él.

Lily parpadeó. Entonces se miró en el espejo. Por lo que ella sabía, Aidan podría estar saliendo con una mujer o estar comprometido en secreto. Aunque parecía estar interesado, era bien conocido por todo el mundo que los hombres de Hollywood eran infieles por sistema. Hojeó el libro y encontró la sección referida al flirteo. La leyó en silencio.

El flirteo es un acto de cuidadoso equilibrio. Mostrar demasiado interés puede provocar que el hombre en cuestión salga huyendo. Mostrar demasiado poco supondrá no pasar nunca de los preliminares. Establece contacto visual y mantenlo unos segundos más de lo que se considera apropiado antes de apartar la mirada. Inclínate mientras hablas y, si puedes, tócalo como sin querer. Una inteligente combinación de seguridad y misterio es capaz de tentar a cualquier hombre.

Lily no se lo podía creer. Sí. Ella había escrito aquellas palabras, pero las había inspirado una cuidadosa investigación, no sus propias experiencias en la vida real. Dejó el libro sobre el borde del lavabo y se puso de pie. Se miró en el espejo una vez más. Decidió que tendría que quitarse las gafas. Se las metió en el bolso y, a continuación, se quitó la goma elástica de la cola de caballo con la que se había recogido el cabello. Con dedos temblorosos, se desabrochó dos botones de su blusa, dejando al descubierto un poco más de piel y el inicio de un sugerente escote.

– Mucho mejor -murmuró. Sin embargo, no era Lily Hart la que la contemplaba desde el espejo. Si pudiera convertirse en otra persona, en una mujer completamente distinta, tan sólo durante las seis horas siguientes. ¿Tan difícil podría resultar representar un papel? En Los Ángeles, todo el mundo fingía constantemente, tratando de hacerse pasar por algo que no se era para conseguir lo que deseaban.

¿No iba ella a ser capaz de dejar a un lado sus propias inhibiciones para ver si escondía una seductora en su interior? Como mujer soltera que vivía en Los Ángeles, tendría que espabilarse un poco si quería conseguir a un hombre como Aidan. ¿Por qué no aprovechar la situación para ver adónde la conducía ésta?

En un momento de su vida, toda mujer tenía una fantasía. ¿Cuántas veces se había preguntado cómo sería cambiarse por una supermodelo o una bella actriz, ser el objeto de deseo de todos los hombres? No tenía nada que perder. No volvería a ver a Aidan Pierce después de aquel vuelo.

– Señoras y caballeros, el capitán ha encendido la señal para que se abrochen los cinturones. Les rogamos que se aseguren de que todas sus pertenencias están bien colocadas en los compartimientos superiores o debajo del asiento. Nuestro personal de cabina pasará a recoger sus bebidas.

«Ahora o nunca», pensó Lily. Por una vez en su vida, debía dejarse llevar o aferrarse a lo que quería, aunque eso significara hacer algo salvaje y alocado. Aunque sus actos fueran impropios de ella.

Hojeó rápidamente el libro y leyó la lista de consejos que tan cuidadosamente había investigado. El aroma es importante. Metió la mano en el bolso y buscó su frasco de perfume. Destaca tus mejores rasgos. Se miró en el espejo. Siempre había creído que tenía una boca muy sensual. Tenía unos labios gruesos, de forma perfecta. Eran la clase de labios por los que las actrices de Hollywood pagaban mucho dinero. Sacó el lápiz de labios cuando guardó el perfume. Muéstrate segura sin resultar arrogante. Eso iba a ser más difícil. Resultaba fácil cambiar el aspecto exterior, pero llevaba ya mucho tiempo viviendo con sus dudas e inseguridades.

– Señoras y caballeros, les habla el capitán. Calculo que estaremos en el aire dentro de cinco minutos. El tiempo es bueno y tardaremos aproximadamente unas cinco horas y media en llegar al aeropuerto JFK. Relájense y disfruten del vuelo. Llegaremos a nuestro destino casi sin que se den cuenta.

Cinco horas y media para vivir una fantasía, una aventura que podría cambiar por completo el resto de su vida. En aquella ocasión, no tendría nada de lo que arrepentirse. Aquella vez, iría a la búsqueda de su fantasía y la haría real. Tal vez haciéndolo se transformara por fin en una mujer nueva.


Aidan miró el reloj. Entonces, se giró para mirar pasillo abajo hacia el lugar en el que estaba el cuarto de baño. Lily había desaparecido en él hacía casi diez minutos. Pensó en advertir a la azafata para que fuera a ver si se encontraba bien. Parecía tan asustada ante la perspectiva de volar, que Aidan temía que se hubiera puesto a vomitar o que incluso se hubiera desmayado en el cuarto de baño.

Cuando subió al avión, lo había hecho con la perspectiva de disfrutar de un vuelo tranquilo y sin contratiempo alguno. Como su reunión en el vuelo había sido cancelada, había creído que podría relajarse y dormir un poco. Llevaba casi un año sin parar trabajando en su última película.

Se miró los pantalones. Estaban empapados de la mezcla de su bebida con la de Lily. La azafata le había entregado un montón de servilletas para que se secara, pero Aidan se había resignado a estar incómodo durante el resto del vuelo.

Jamás había conocido una mujer tan nerviosa como Lily Hart. Aunque estaba acostumbrado a que mujeres de toda clase lo acosaran para conseguir un autógrafo y había recibido incluso un buen número de proposiciones deshonestas, tanta tontería le resultaba profundamente irritante. Entonces, ¿por qué le resultaba tan encantador en Lily?

Tal vez era porque, en el caso de su compañera de vuelo, no había ningún artificio. No estaba representando un papel. Ella tenía de verdad un montón de miedos e inseguridades. Ninguna mujer le hubiera derramado encima dos copas a propósito sólo para seducirlo. Ni se habría encerrado más de diez minutos en el cuarto de baño.

Contuvo el aliento y se reclinó en su asiento. Cerró los ojos. Era muy hermosa, a pesar de aquellas gafas de maestra y del descuidado peinado. No podía negar que la encontraba atractiva. Llevaba demasiado tiempo en Los Ángeles y las mujeres allí habían empezado a parecerse todas: largo cabello rubio, cuerpos esculpidos en un gimnasio y bronceados a base de crema, y con tan poca personalidad que casi resultaba imposible entablar una conversación con ellas.

Al principio, salir con hermosas actrices había sido fantástico. En el instituto, jamás había conseguido que una chica guapa se fijara en él. Entonces, era muy delgado, con poco estilo y, además, llevaba gafas. En la universidad, había mejorado un poco. En la actualidad, había logrado corregir todos sus problemas apuntándose a un gimnasio, con una competente estilista de Hollywood y operándose los ojos con cirugía láser. Como resultado, podía atraer a toda mujer que se propusiera. El problema era que, cuando las conseguía, dejaban de interesarle.

¿Qué diablos era lo que estaba buscando?

– Alguien de verdad -murmuró-. Algo de verdad.

Se había desencantado de su vida en general, de su trabajo, de las mujeres e incluso del coche que conducía. Había dirigido películas de éxito, pero no se trataba de películas importantes. No significaban nada. No perdurarían en el tiempo. Sus relaciones seguían más o menos el mismo patrón: resultaban muy llamativas, pero carecían por completo de sentimientos verdaderos. Demonios, incluso se había comprado su coche sólo por la imagen que le ayudaba a tener, a pesar de ser un todoterreno que se bebía prácticamente la gasolina. ¿Por qué nada de lo que hacía en su vida era como quería?

Tal vez precisamente por eso Lily Hart le había resultado tan intrigante. Era una mujer de verdad, con todas sus manías y rarezas. Había hecho el ridículo delante de él, pero, a pesar de todo, a él le parecía encantadora.

Además, era muy bonita. Casi no llevaba maquillaje. Su pálida piel, como de marfil, carecía por completo de imperfecciones. Llevaba el cabello oscuro apartado del rostro, lo que hacía que sus rasgos resultaran aún más llamativos. Sin embargo, era la boca lo que más le atraía. Tenía una forma perfecta, que no había sido creada por ninguna cirugía o inyección.

Aidan se reprendió mentalmente. ¿Por qué se había centrado inmediatamente en su aspecto? ¿Era eso lo que le había hecho la ciudad de Los Ángeles, convertirlo en un hombre necio y superficial? La mujer que iba a estar sentada a su lado no era sólo un montón de rasgos que se habían unido sólo para que él disfrutara observándolos. Hollywood era una ciudad insidiosa, como si se tratara de una droga que atraía a las personas sólo para conseguir que la vida de éstas se convirtiera en algo sin valor alguno.

Por eso se había sentido obligado a regresar a Nueva York. La Gran Manzana representaba una dosis de realidad que siempre conseguía aclararle la mente y hacerle centrarse en sus pensamientos. Necesitaba recordar los días en los que necesitaba rebuscar monedas en el sofá sólo para poder tomarse un café.

El avión comenzó a moverse lentamente hacia la pista de despegue. Aidan se levantó del asiento y se dirigió hacia la puerta del cuarto de baño. Llamó suavemente a la puerta.

– Lily, ¿te encuentras bien?

Un segundo más tarde, la puerta se abrió. Aidan se encontró mirándose en los ojos verdes más hermosos que había visto nunca. Dio un paso atrás, convencido de que se había equivocado de puerta. Entonces, se dio cuenta de que estaba mirando a Lily. Ella se había quitado las gafas y se había soltado el cabello. Los rizos oscuros se le enroscaban alrededor del cuello. Su rostro, que antes había presentado un aspecto pálido y tenso, presentaba un ligero rubor y los labios estaban maquillados con un seductor carmín de color rojo.

Aidan se aclaró la garganta.

– Debes venir a sentarte. Vamos a despegar.

Ella sonrió, mirándolo con los ojos ligeramente entornados.

– Gracias -murmuró.

Aidan se hizo a un lado para que ella pudiera pasar. Entonces, la siguió por el pasillo del avión. Sin poder evitarlo, se fijó en su trasero. La tela de la falda se le ceñía a las curvas como si se tratara de una segunda piel. Lily se sentó, recogió su bandeja y se puso el cinturón de seguridad.

– ¿Te encuentras mejor?

– Sí -respondió ella tranquilamente-. Mucho mejor.

– ¿Qué estabas haciendo ahí dentro?

– Ah… meditando. Es estupendo para aliviar el estrés.

Aidan no podía creer el cambio que se había producido en ella. Parecía haber dominado sus nervios de tal manera que él se preguntó si se habría tomado un par de tranquilizantes mientras estaba en el cuarto de baño. Sin embargo, cuando el avión entró en la pista y comenzó a tomar velocidad, vio que ella se tensaba, prueba evidente de que su tranquila apariencia era sólo superficial.

Aidan extendió la mano y agarró la de ella, entrelazando los dedos.

– Mírame -dijo. Ella se giró e hizo lo que él le había pedido-. No apartes los ojos de los míos y escucha mi voz. No hay nada que temer. Yo he tomado este vuelo cientos de veces y sigo con vida.

– Tú… Tienes unos ojos preciosos -murmuró ella-. Y unas pestañas muy largas.

– Yo estaba pensando lo mismo sobre ti -replicó él-. Y tu boca es…

– ¿Qué?

– Bueno, muy… Incita a besarla.

– ¿De verdad?

– Sí. De verdad.

Cuando notó que el avión alcanzaba la velocidad máxima, extendió las manos y le tomó el rostro entre ellas. Entonces, se inclinó hacia delante y la besó suavemente. Acarició con la lengua los dulces labios hasta que ella suspiró y los entreabrió.

A medida que avanzaban por la pista, el beso se hizo más intenso. Aidan comenzó a explorar los dulces rincones de la boca de Lily, bebiéndose su sabor. Trató de acercarla un poco más a él, pero el cinturón se lo impidió. Deseaba más, de un modo casi desesperado. La sensación que estaba experimentando al notar que el avión abandonaba el suelo se añadía a la adrenalina que se le había disparado.

Los motores rugieron, apagando así el rugido de su propio pulso en la cabeza. Un pequeño gemido se escapó de los labios de Lily, pero el beso no se interrumpió. Aidan sabía que, seguramente, estaban provocando una escena, pero no le importó. El instinto se había apoderado de él y le impedía detenerse.