Mark era un hombre que podía encarnar el prototipo de belleza masculina: ojos claros y sonrisa siempre a punto. Dani había visto su rostro infinidad de veces en carteles y en la prensa, y también le había visto en muchas ocasiones en televisión. Hasta ese momento, no se había fijado en él como hombre. Pero mientras le hablaba del pasado de su madre, Mark comenzó a hacerse real para ella.
El senador sacudió la cabeza.
– Es increíble la nitidez con la que recuerdo todo lo que ocurrió aquel día. Invité a tu madre a almorzar. Cuando la camarera nos condujo hasta una de las mesas de la cafetería, dio por sentado que éramos una familia. Supongo que eso debería haberme molestado, pero recuerdo que me hizo pensar en lo bien que me sentía con Marsha y con sus hijos. Estuvimos hablando durante horas -miró a Dani con cierta tristeza-, y ese mismo día me enamoré de ella.
Las preguntas se arremolinaban en la mente de Dani. Estaba a punto de comenzar a formular la primera cuando se abrió la puerta y entraron varias personas, entre ellas, Heidi empujando un carrito con sándwiches y bebidas.
– Oh, estupendo -dijo Mark mientras se levantaba-. Ya llega el almuerzo. Dani, ¿conoces a alguna de estas personas?
Dani estaba empezando a contestar en el momento en el que Alex entró. Se puso de pie inmediatamente, como si necesitara alejarse de él… o de lo que recordaba de él.
Hacía un par de días que no se veían; justo desde que Alex había aparecido en el Bella Roma, había cenado con ella y la había besado.
Lo de la cena se podía justificar, pero Dani todavía no le había encontrado ningún sentido al beso que habían compartido. Por supuesto, su vida sentimental llevaba siendo un desastre de proporciones épicas durante más de un año, de modo que, ¿por qué iba a empezar a cambiar?
Se preparó mentalmente para el impacto sexual que Alex tenía en ella y le miró a los ojos. A pesar de la naturalidad del «hola» con el que la saludó Alex, en su interior se desató un torbellino de calor que se detuvo en rincones verdaderamente interesantes antes de continuar.
– Alex -dijo con aparente calma, ignorando la imagen que se formó en su mente, en la que aparecía el recién llegado haciendo el amor con ella en esa misma mesa.
Mark le presentó a las otras tres personas. Había dos hombres y una mujer, todos alrededor de los treinta años, todos de aspecto enérgico y profesional. Se sentaron alrededor de la mesa. Dani no se dio cuenta de que aquél no iba a ser un encuentro privado entre padre e hija hasta que Alex no separó una silla y se quedó mirándola fijamente, indicándole que se sentara. De modo que iba a ser una más entre una multitud.
Sintió el peso de la desilusión en el pecho. ¿Había interpretado mal aquella invitación? Intentó recordar lo que Mark había dicho y comprendió que en ningún momento había dado a entender que estarían solos. Había sido ella la que lo había dado por sentado.
Bueno, aquello no era lo que esperaba, pero no importaba. Un almuerzo de trabajo también podía ser interesante.
Se sentó al lado de Alex, enfrente de su padre. Repartieron los sándwiches y las bolsas de patatas fritas y después, uno de los tipos, cuyo nombre no había entendido bien, se inclinó hacia delante.
– Podemos analizar las cifras -dijo-. Hacer una encuesta sencilla sobre el gobernador de Kansas. De momento, la sensibilidad del medio oeste continúa siendo un misterio para nosotros.
– Sí, tener algunos datos nos ayudaría -corroboró la mujer.
– No son cifras lo que necesitamos -replicó Mark-. Por lo menos todavía. Alex, ¿qué piensas tú de la encuesta?
– A la larga tendremos que hacerla.
Dani se sentía como si estuviera en medio de una reunión secreta. Cuando Mark se volvió hacia los otros dos hombres, ella se inclinó hacia Alex.
– ¿De qué están hablando?
– De ti.
Dani pestañeó asombrada. ¿Estaban hablando de ella?
– ¿Y qué tengo que ver yo con todo esto?
Alex la miraba de una forma tan impersonal que cualquiera habría dicho que no se conocían. La miraba como si nunca la hubiera tenido entre sus brazos, como si nunca hubiera compartido con ella un beso que a los dos les había dejado sin aliento.
¿Cómo era capaz de hacer algo así? Dani no sabía si debería sentirse ofendida o impresionada.
– Tenemos que saber cómo nos enfrentaremos a la situación cuando se sepa que eres la hija del senador.
¿La situación? Así que ella no era más que una situación.
– No voy a decírselo a nadie -respondió, fulminándole con la mirada-. Deja de pensar lo peor de mí.
– No estoy pensando lo peor de ti -respondió Alex-. Este tipo de información siempre termina filtrándose. Forma parte de la política de hoy en día. Nadie quiere que suceda, pero sucederá. Tenemos que estar preparados.
– Hasta ahora, ¿quién lo sabe?
Mark miró a Alex, que a su vez miró a su alrededor.
– Nosotros, Katherine y la familia de Dani.
– Pero nadie de mi familia va a decir nada -dijo Dani, pensando que debería advertirles que no lo hicieran-. Y no tenemos ningún contacto con la prensa.
– Katherine quiere decírselo a los niños -advirtió Mark.
– No me parece una buena idea -dijo uno de los hombres-. Los niños hablarán.
– Pero es lo que Katherine quiere -replicó Mark-. La familia es muy importante para ella.
Y, evidentemente, también Katherine era importante para él. A Dani le gustó su actitud. También le había gustado que hubiera dejado claro que se había enamorado de su madre y que en aquel momento estaba dispuesto a plegarse a los deseos de su esposa. Eso significaba que era un buen hombre, ¿no?
Le habría gustado poder pasar más tiempo con él, a solas. Pero cuando un hombre optaba a la presidencia de un país, el tiempo era limitado. Así que tendrían que ir conociéndose poco a poco.
Miró a su alrededor. No había nada en aquel lugar que evidenciara que se estaba preparando una campaña para la presidencia. Pero era precisamente eso lo que estaba pasando. Su padre biológico quería optar a la presidencia del país.
Le bastaba pensar en ello para que le entraran ganas de reír como una adolescente. Ella era una chica tan normal que casi podía resultar aburrida. No pertenecía a un mundo tan complicado como aquél. Pero allí estaba, convertida en un miembro inesperado del clan Canfield.
El almuerzo duró menos de una hora. Antes de que Dani hubiera podido rodear la mesa para hablar con su padre otra vez, Mark salió de la sala de reuniones acompañado por los hombres de traje.
Dani le siguió con la mirada, intentando no sentirse desairada.
Alex recogió la libreta con la que había entrado en el sala.
– Tiene un par de llamadas que hacer. No es por ti.
Dani estaba destrozada; apreciaba las palabras amables de Alex y se pregunta si tendría el aspecto de un cachorro triste y abandonado.
– Gracias. Todo esto es muy diferente para mí. Me va a costar acostumbrarme.
– Cada vez te resultará más fácil.
Alex hizo un gesto para invitarle a salir de la habitación y, cuando Dani pasó por delante de él, posó la mano en su espalda.
Fue un gesto educado, casi frío, pero el cuerpo de Dani lo interpretó como si fuera mucho más. Podía sentir cada uno de sus dedos presionando su espalda y la necesidad de entregarse a aquella caricia fluyó en su interior con tanta fuerza que tuvo que concentrarse para no ceder a ella.
– Bueno, digamos que de momento tú me llevas mucha ventaja -contestó, esperando no parecer ni nerviosa ni estúpida-. De todas formas, no me vendría mal hablar un poco de lo extraño que es que no seamos parientes y, sin embargo, los dos podamos llamar a Mark «papá».
Alex le sonrió.
– Yo le llamo «senador».
– Y probablemente yo también debería hacerlo, ¿no?
– Tú no eres uno de sus empleados.
– No, a no ser que tu padre esté pensando en meterse en el negocio de la restauración -suspiró-. ¿Sabes si hay algún libro o algo parecido que se titule Cómo tratar con inesperados padres biológicos para estúpidos? Porque creo que no me vendría nada mal.
Alex sonrió de oreja a oreja y ella le devolvió la sonrisa. Fue una respuesta casi involuntaria a un hombre que no sólo era atractivo, sino que le gustaba. Se miraron a los ojos y, de pronto, Dani se descubrió a sí misma reviviendo el beso que habían compartido en tiempo real.
Había sido maravilloso. Mejor que maravilloso. Había sido un beso apasionado, excitante y tentador.
Y también un terrible error. Había más de quince razones por las que no deberían estar juntos bajo ningún concepto. Era…
Doblaron una esquina y vio a Katherine caminando hacia ellos. Dani se separó inmediatamente de Alex, al tiempo que intentaba luchar contra una repentina y extraña sensación de culpa. En realidad no estaba haciendo nada malo.
Estaba tan concentrada en comportarse de forma natural y en no parecer culpable que tardó varios segundos en fijarse en la mujer increíblemente atractiva que acompañaba a Katherine.
Los cuatro se detuvieron para saludarse.
– ¡Dani! -exclamó Katherine, como si realmente estuviera encantada de verla-. Cuánto me alegro de verte -se inclinó para darle un beso en la mejilla-. Quiero ser la primera en darte la bienvenida a la familia.
La amabilidad de Katherine era todo un misterio para Dani. ¿Aquella mujer era real?
– Gracias, es usted mucho más que amable.
– Sí, soy muchas cosas, y no todas buenas -contestó Katherine entre risas-. Dani, ésta es Fiona, mi ex nuera. Fiona, ésta es Dani Buchanan, la hija de Mark.
– Hola -contestó Dani mientras iba procesando aquella información.
– Encantada de conocerte -contestó la atractiva pelirroja con aire ausente.
Toda su atención estaba fija en Alex. Así que era la ex nuera de Katherine. Dani se volvió hacia Alex, ¿sería entonces su ex?
Fiona pasó por delante de Dani y agarró a Alex del brazo.
– Necesito hablar contigo, cariño. ¿Tienes un minuto?
Y se lo llevó antes de que hubiera podido contestar.
Katherine los siguió con la mirada.
– Todos sentimos mucho que las cosas no funcionaran entre ellos. Pero a lo mejor con el tiempo…
Dani miró alternativamente a Katherine y a la pareja. ¿Alex había estado casado con aquella belleza? Por supuesto, él no se habría conformado con una mujer normal y corriente. Pero después de aquella diosa, ¿cuál iba a ser la siguiente de la lista? ¿Halle Berry? ¿Scarlett Johansson?
Katherine volvió a centrar su atención en Dani.
– ¿Qué tal ha ido el almuerzo con Mark?
– Ha sido interesante. Muy centrado en la política. Están preocupados por lo que pueda pasar cuando la gente se entere de que existo. Pero yo no voy a decírselo a nadie, por supuesto.
Katherine le palmeó el brazo.
– Las filtraciones de información se han convertido en una forma de vida. Ya te acostumbrarás a ello. Ahora, dejemos que sean ellos los que se preocupen por la estrategia. ¿Te ha contado Mark que ya se lo he dicho a los niños?
¿Ya se lo había dicho?
– No, sólo ha comentado que pensaba decírselo.
– Están encantados de saber que tienen otra hermana. Hagas lo que hagas, no les des tu número de móvil si no quieres que te vuelvan loca a todas horas -Katherine se echó a reír-. Me gustaría que vinieras a cenar pronto a casa para que podamos ir conociéndonos. Ahora eres una de los nuestros, Dani, para bien y para mal, así que vete preparando. Ahora que te hemos encontrado, no vamos a dejar que te escapes fácilmente.
– De acuerdo, iré a cenar cuando usted quiera -dijo Dani, sobrecogida por todo lo que estaba pasando.
– Y ahora tengo que marcharme corriendo. Te llamaré cualquier día de éstos.
– Y después se marchó -dijo Dani mientras se sentaba en una de las sillas del despacho de Penny, en el Waterfront.
Faltaban todavía varias horas para que se abriera el restaurante y el ambiente era muy tranquilo. Su cuñada frunció el ceño.
– Katherine me parece una mujer magnífica. ¿Dónde está el problema?
– No, no es ella, tienes razón. Es una mujer maravillosa. Es sólo que… están pasando demasiadas cosas. Hace un mes, apenas era consciente de la existencia de Mark Canfield. Y ahora resulta que soy su hija y, además, parte de una familia numerosa. Todo es muy raro. No sé qué pensar.
Penny sonrió.
– Pero esto era lo que querías, averiguar cuál era tu familia. Aunque tengo que decirte que para mí continúas siendo una Buchanan y no pienso dejar que te alejes de nosotros.
– Todo el mundo parece querer una parte de mí -bromeó Dani.
– Hay problemas peores.
– Sí, lo sé -agarró una taza de café que había dejado sobre el escritorio y bebió un sorbo-. Fiona es una mujer sorprendente. Una auténtica belleza. La clase de mujer que hace que todas las que están a su lado se sientan invisibles.
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