– Lo siento -dijo-. No pretendía estropearlo todo. No quería hacer ningún daño a nadie. Sólo quería encontrar a mi padre.
Alex tomó entonces su mano.
– Esto no es culpa tuya. Tú no has hecho nada malo.
El contacto de su mano era cálido. Dani estaba segura de que él sólo pretendía consolarla con aquel contacto. No podía echarle la culpa de que a ella le entraran ganas de restregarse contra él y ronronear como un gato.
– ¿Entonces ya no me odias?
– Nunca te he odiado.
– Pero has estado cerca. Reconoce que me odiabas un poco.
– No confiaba en ti, no es lo mismo.
– ¿Y ahora?
– Ahora creo que eres quien dices ser.
– ¿Y qué te ha hecho cambiar de opinión? ¿Mi deslumbrante personalidad?
Alex le soltó la mano y esbozó una sonrisa.
– ¿Qué otra cosa, si no?
Antes de que hubiera podido contestar, Dani miró el reloj y gimió.
– Llego tarde -dejó cinco dólares encima de la mesa y salió del reservado.
– Gracias por venir a hablar conmigo.
Alex tomó el billete y se lo metió a Dani en el bolsillo de la chaqueta.
– Siempre estoy dispuesto a rescatar a una dama.
Dani abrió la puerta del restaurante de Penny y entró a toda velocidad.
– Llego tarde, ya lo sé. Lo siento.
Penny se levantó y la abrazó.
– ¿Qué ha pasado? Estábamos empezando a preocuparnos.
Penny se refería a ella, a Lori, a Reid y a Elissa, la prometida de Walker.
– Tengo la mejor excusa de mi vida -contestó Dani mientras le tendía a Penny un periódico-. Me ha estado persiguiendo la prensa. He tenido que llamar a Alex para decirle lo que estaba pasando. Por lo visto, me he convertido en noticia.
Penny leyó el titular y después les mostró el periódico a Lori y a Elissa.
– Podría haber sido peor. Podrían haberte abducido los extraterrestres -la consoló Lori.
– Tienes razón -bromeó Lori.
– Desde luego -continuó Elissa-. Creo que te examinan hasta los dientes.
Dani se echó a reír, se quitó el abrigo y se dejó caer en el sofá, al lado de Elissa.
– Gracias, Elissa. Has conseguido hacerme ver mi vida con cierta perspectiva.
Penny se sentó en el suelo y sacó una libreta.
– ¿Y qué ha pasado para que se haya producido este escándalo en la prensa? ¿Quién se ha ido de la lengua?
Dani le explicó lo ocurrido. A las tres mujeres les indignó que alguien hubiera sido capaz de aprovecharse de Bailey.
– Habla con Walker -dijo Elissa con fiereza-. Se las hará pagar a ese tipo.
A Dani le intrigó que Elissa, siempre amable y delicada, estuviera tan dispuesta a atacar. Aunque quizá tuviera sentido. Walker en el fondo era un guerrero, seguramente necesitaba una mujer emocionalmente fuerte y segura de sí misma.
– Por lo visto ya lo ha hecho Alex -dijo Dani-. El hijo mayor del senador le ha dado un buen puñetazo a ese periodista.
Lori esbozó una mueca.
– Eso no puede significar nada bueno.
– Ha dicho que no sabía lo que iba a pasar. Que depende de si el periodista presenta o no una denuncia -aunque Dani tenía el presentimiento de que lo haría.
Eso supondría que la atención continuaría centrada en ella, aunque el problema hubiera sido que aquel periodista se había comportado como un auténtico canalla.
Penny miró a Dani.
– Así que el abogado frío y conservador tiene un lado apasionado.
Dani había pensado lo mismo que ella, pero no quería seguir hablando de ese tema con su cuñada. Por lo menos de momento.
– Ya está bien de hablar de mí -dijo con firmeza-. Hemos venido aquí para planificar una boda -se volvió hacia Elissa-. ¿Por dónde empezamos?
Elissa tomó aire.
– Va a ser una gran boda. Eso no pienso evitarlo porque es lo que he querido durante toda mi vida. Una boda de cuento de hadas, con montones de flores y luces. Quiero un velo larguísimo y llevar el pelo recogido.
Dani sintió una punzada de envidia. Elissa era una mujer feliz, enamorada, y estaba a punto de casarse. En realidad, Dani no tenía ninguna ganas de casarse en aquel momento, pero le encantaría enamorarse de un buen tipo.
Algo que no tenía muchas posibilidades de suceder en aquel momento, se recordó a sí misma. El año anterior, su marido había decidido dejarle diciendo que no estaba suficientemente preparada para el matrimonio, una excusa como cualquier otra para no decir que le estaba engañando. Dani se había enamorado después y había sido seducida por un hombre aparentemente perfecto que, al final, había resultado estar casado. Y su última conquista había sido un tipo tranquilo que acababa de dejar el sacerdocio, un desafío que no había tenido ninguna gana de asumir. Su vida amorosa había sido un cuento con moraleja.
– Tienes que tener una boda tal y como la has soñado siempre -dijo Lori con firmeza-. Con un vestido maravilloso y todo lo demás.
– Estoy de acuerdo -respondió Penny-. Y por lo menos no vas a tener que preocuparte por la comida.
Dani gimió.
– No sigas por ahí -le dijo a Penny-. Eso lo tiene que decidir Elissa.
Elissa se movió incómoda en el sofá y posó la mano en el hombro de Penny.
– Lo siento -dijo con voz queda-. Debería haber hablado de esto contigo. El caso es que no quiero que te encargues tú de la comida de la boda.
La mirada de Penny se oscureció.
– Sí, lo sé, eso ya ha quedado muy claro.
Elissa continuó como si Penny no hubiera dicho nada.
– Para mí ha sido una decisión muy difícil, sabiendo que eres la mejor chef con la que podría encontrarme, pero también vas a ser mi cuñada. ¿Y qué clase de cuñada sería si te hiciera trabajar el día de mi boda? Quiero que ese día también tú puedas disfrutar. No quiero ser egoísta. Y nuestros invitados tendrán que comprenderlo.
Penny se encogió de hombros.
– Eres tú la que tiene que tomar una decisión.
– Pero si no es mucho problema, me gustaría que te encargaras de la cena de la víspera de la boda. Sé que también supondrá algún trabajo, pero estamos hablando de entre quince o veinte personas. Supongo que no será mucha molestia.
– Claro que no -dijo Penny-. Me parece una buena idea. Y si quieres, puedo darte los nombres de algunos chefs. Conozco unos cuantos cocineros capaces de no arruinarte la boda.
Elissa sonrió.
– Te lo agradecería mucho.
Dani se inclinó hacia Lori.
– Impresionante. En otras circunstancias, Penny todavía estaría gruñendo. Lori bajó la voz.
– Penny y Reid ya habían hablado de esto hace tiempo. El fue el primero en advertirnos que Elissa quería que la familia se divirtiera y no estuviera trabajando en la cocina.
Reid y Penny siempre habían sido amigos, desde que Penny se había casado con Cal, durante su divorcio y después de que hubieran vuelto a casarse.
– ¿Y qué me dices de tus planes de boda? -le preguntó Dani a Lori.
Lori inclinó la cabeza y se sonrojó.
– Todavía no hay nada -contestó-. Pero yo no haría nada de esto. No es mi estilo. Seguramente nos iremos a alguna otra parte y nos casaremos en solitario.
– No te olvides de hacer fotografías -le advirtió Dani.
– Las haré.
Elissa le dijo algo a Lori y la conversación volvió a centrarse en la boda. Dani miró a las tres mujeres de las que sus hermanos se habían enamorado. Un año atrás, Walker y Reid estaban solteros y en aquel momento estaban a punto ya de formar sus propias familias. A lo mejor ella era la siguiente. Lo único que necesitaba era un buen hombre.
Inmediatamente apareció en su mente el rostro de Alex, pero lo apartó al instante. No, él no podía ser. Su padre iba a optar a la presidencia del país. La prensa la perseguía y él tenía una ex mujer lo suficientemente atractiva como para convertirse en una diosa. ¿De verdad quería esa clase de problemas en su vida?
Absolutamente no. Aunque tenía que reconocer que aquel hombre sabía besar…
– Necesitamos dar un giro a todo esto -dijo John.
John era el experto en medios de comunicación de Mark. Era un hombre decidido, una característica que Alex imaginaba fundamental para tener éxito en su trabajo.
– No podemos perder el control -dijo alguien-. Tenemos que manejar nosotros todo este asunto. Y rápido.
El «asunto» en cuestión era Dani Buchanan. Alex se preguntó qué pensaría ella de aquella reunión. Tenía la sensación de que odiaría ser el motivo de la misma y que le molestaría que la consideraran un asunto que había que manejar.
– Podemos presentarla en un acto benéfico -propuso John-. Katherine se pasa la vida organizándolos. Está en muchos comités y ese tipo de estupideces, ¿verdad?
Alex arqueó las cejas.
– Katherine está dedicando su vida entera a esa labor -dijo sin alzar la voz-. Supongo que eso lo eleva a un nivel superior al de una estupidez, ¿no te parece?
John pareció sentirse momentáneamente incómodo.
– Claro, lo que tú digas. Lo que yo quiero señalar es que es una mujer visible. ¿Qué tal si Dani y ella aparecen juntas en algún acto benéfico? Podrían presentarlo juntas. Puede ser lo que ellas quieran. Un almuerzo, por ejemplo. Algo positivo.
Mark asintió lentamente.
– Estoy seguro de que Katherine estaría de acuerdo en algo así.
No le iba a gustar, pensó Alex. Pero lo haría si Mark se lo pedía.
– ¿Y Dani? -preguntó John-. ¿Ella estaría dispuesta?
Mark miró a Alex.
– ¿A ti qué te parece?
Alex se preguntó desde cuándo se había convertido en el experto en Dani Buchanan. ¿O se habría dado cuenta su padre de la tensión sexual que había entre ellos? Alex había hecho todo lo posible por no demostrar su interés, pero no sería aquélla la primera vez que Mark le sorprendía.
– En cuanto se dé cuenta de lo que está en juego, lo estará.
– Estupendo -John introdujo alguna información en su Blackberry-. Tenemos que darle la vuelta a la historia. Ahora mismo se nos ha escapado de las manos y la prensa se está ocupando de ella. Necesitamos recuperar el control. Seguramente querrán averiguar quién era la madre de Dani y cuándo te acostaste con ella. Eso no nos conviene. Por supuesto, sabemos que no estabas casado y eso nos ayuda, pero aun así, no es una información favorable. Tendré que trabajar en ello.
La reunión continuó durante otros diez minutos. Cuando terminó, Mark le pidió a Alex que se quedara un momento.
– ¿Ha pasado algo más con ese periodista? -le preguntó en cuanto estuvieron a solas.
A Alex no le sorprendió que Mark estuviera informado.
– ¿Quieres saber si de verdad le di un puñetazo? La repuesta es sí.
– Todavía no ha salido nada en la prensa, pero he recibido una llamada. Estás metido hasta el cuello en esto.
Alex ya sabía que aquel golpe tendría consecuencias funestas. Aun así, sintió una desagradable tensión en el estómago. Si le denunciaban y la denuncia prosperaba, estaban perdidos. Aunque si tuviera que volver a hacerlo, lo haría. Ese canalla se lo merecía.
Mark se levantó y le fulminó con la mirada.
– ¿En qué estabas pensando para hacer una cosa así?
– En ese momento no era capaz de pensar. Alguien se estaba aprovechando de Bailey. Quería defender a mi hermana.
– ¿Y crees que Bailey es capaz de apreciar lo que has hecho? ¿Crees que ella entendía lo que estaba pasando? Esto podría acabar con tu carrera de abogado.
– Sabré cómo manejarlo.
– Siempre y cuando nadie tenga ganas de ir a por ti, ¿no? -Mark comenzó a caminar nervioso por la habitación-. Maldita sea, Alex, vas a arruinar tu carrera. ¿De verdad no te importa?
Alex se levantó.
– Ya sé que mi actuación tendrá consecuencias. Pero te he dicho que podré manejarlas y lo haré.
– Tienes que aprender a pasar determinadas cosas por alto.
Aquellas palabras no deberían haberle sorprendido. Al fin y al cabo, Mark era un político consumado.
– En lo que concierne a mi familia, no estoy dispuesto a pasar nada por alto.
– En ese caso, espero que estés preparado para renunciar a la abogacía, porque es posible que te veas obligado a hacerlo.
Dani entró en el restaurante y no le sorprendió encontrarlo abarrotado. En el aparcamiento no cabía un coche más. Lo que no esperaba era ser atacada por varios periodistas con sus respectivas cámaras y grabadoras digitales.
– ¿Se ha reunido hoy con su padre?
– ¿Desde cuándo es consciente de su parentesco con el senador Canfield?
– ¿El marido de su madre estaba al tanto de esa aventura?
Dani tomó aire y alzó las manos.
– Si se callan un momento, me gustaría hacer una declaración.
El silencio fue instantáneo.
Eso era el poder, se dijo Dani divertida. Debería acordarse de utilizarlo a su favor. Dani se aclaró la garganta.
– Éste es un restaurante privado. No es un lugar público. De modo que, si están dispuestos a pedir una cena, preferentemente cara, y a dejar una propina generosa, son más que bienvenidos. En caso contrario, tendrán que marcharse -miró el reloj-. Tienen treinta segundos para decidirse. Después, llamaré a la policía y les detendrán por estar allanando una propiedad privada.
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