A Dani se le revolvió el estómago. Ningún niño debería pasar por una experiencia como aquélla. Jamás. El corazón se le desgarraba al pensar en todo lo que había sufrido Alex.

– Me encontró en marzo. En septiembre me matriculé en el colegio. Iba muy retrasado en todo, pero Katherine me ayudó a ponerme al día. Al año siguiente, la adopción fue definitiva. Katherine se convirtió en mi madre, en mi familia. He salido adelante gracias a ella. Estoy aquí por ella.

Dani tragó saliva.

– No sé qué decir.

– Todo eso forma parte del pasado. Ya está todo superado. No habría podido salvar a mi madre. Era sólo un niño. Pero ahora estoy en condiciones de proteger a mi familia y pienso hacerlo. Tenga que luchar contra quien sea.

Y Dani le creía.

– Katherine es una mujer maravillosa, de eso ya me he dado cuenta. No sé qué decirte sobre tu pasado, excepto que has salido increíblemente bien. La verdad es que tanto tú como tu madre sois asombrosos. Ya te he dicho antes que iré a ese acto benéfico y pienso hacerlo.

– No estoy intentando impresionarte. Sólo quiero explicarte la posición en la que me encuentro, por qué para mí es tan importante mi familia. Es muy poca la gente que está al tanto de mi pasado.

Lo decía como si no estuviera seguro de por qué se lo había contado a ella.

– No le diré nada a nadie -musitó.

A lo mejor a ella se lo había contado para impresionarla. O quizá solamente para explicarle su lealtad a Katherine. A lo mejor no pretendía impresionarla en absoluto.

Pero ya era demasiado tarde. Porque lo había conseguido. Jamás como entonces había estado tan intrigada por aquel hombre que había comenzado sin nada y había llegado hasta tan lejos. Aquel proceso hablaba de una fortaleza de carácter que no podía menos que admirar.

Otra razón para añadir a la lista de motivos por los que enamorarse de Alex Canfield. Y como siguiera añadiendo más, iba a correr el serio peligro de perder el corazón.


Esa misma semana, Dani regresó al cuartel general de la campaña para comer con su padre. En aquella ocasión, ya no esperaba una conversación a solas con Mark y fue mucho mejor para ella no haberse hecho ninguna expectativa porque terminó comiendo con todo el comité de campaña.

Estuvo con todas las personas que habían acudido a la primera reunión, pero, desgraciadamente, Alex no apareció, lo que supuso para ella una más que seria decepción.

– En las encuestas estás teniendo buenos resultados -le comentó John a Dani.

Dani le miró sin comprender.

– ¿Aparezco yo en las encuestas?

John asintió.

– Hemos puesto un par de preguntas en la encuesta y hemos cruzado los datos. Al principio, comenzamos a perder votos, pero en cuanto el senador concedió una entrevista, empezaron a mejorar las cifras.

Dani se sentía completamente al margen de todo lo que estaba ocurriendo allí. Miró a Mark.

– ¿Te hicieron una entrevista? ¿Te estuvieron preguntando por la aparición de tu hija?

Mark sonrió.

– Me pareció la mejor manera de manejar las cosas. Heidi, consíguele a Dani una copia de la entrevista -se volvió hacia Dani-. Podrás verla en casa.

– Claro.

De hecho, aquello podía convertirse en una nueva afición: conocer a su padre a través de los vídeos.

– El senador dio la imagen de un hombre sincero -dijo otro de los tipos trajeados que estaban en la reunión-. Es algo que los votantes aprecian.

Dani se preguntó entonces si habría alguna diferencia entre dar la imagen de hombre sincero y serlo de verdad.

– Le dijo al entrevistador que él habría querido retrasar el momento de dar la noticia porque quería disponer de más tiempo para conocer a su hija, pero que un periodista había engañado a Bailey para conseguir que hablara de ti. El periodista ha aparecido como un ser mezquino y Alex como un auténtico héroe. Y ahora, todo el mundo adora al senador.

– Las encuestas empezaron a subir justo después de la entrevista -añadió John con una sonrisa-, por suerte para nosotros.

– Sí, ha sido una gran noticia.

Dani no sabía qué pensar. Por una parte, lamentaba que su aparición hubiera causado tantos problemas. Pero por otra, se sentía un poco utilizada. Como si su situación estuviera siendo explotada a favor de una campaña electoral, algo que seguramente no era justo. Las campañas a la presidencia no se ganaban mostrándose retraído. Aún así, todo aquello le resultaba sobrecogedor. Eran demasiadas las cosas que le habían pasado últimamente.

– Estábamos pensando en que podríamos hacerte una entrevista.

Dani acababa de agarrar un sándwich. En cuanto oyó aquellas palabras, lo dejó de nuevo en el plato y se quedó mirando de hito en hito a aquel hombre cuyo nombre desconocía.

– ¿Perdón?

– Una entrevista. En People, quizá. Eres exactamente la clase de historia que les apasiona.

El hombre continuó hablando, pero Dani ya no le estaba escuchando. ¿Una entrevista para People? Toda la sangre pareció subírsele a la cabeza. O quizá se le fue de la cabeza. En cualquier caso, comenzó a marearse y el corazón a latirle violentamente.

– No quiero hacer ninguna entrevista -susurró.

Acudir a un acto benéfico con Katherine era una cosa, pero tendrían que pasar por encima de su cadáver para que le concediera una entrevista a People.

Mark la miró a los ojos y sonrió.

– Respira, Dani. No quiero que te caigas desmayada encima del sándwich.

– ¿Qué? -Dani tomó aire. Y sintió que se le despejaba la cabeza.

Mark se volvió hacia uno de esos tipos trajeados.

– Dejaremos lo de la entrevista de momento.

– Pero…

Mark negó con la cabeza.

– Nada de entrevistas. Es preferible dejar a Dani fuera de todo esto.

– Muy bien -contestó el tipo mientras garabateaba unas notas en su libreta.

La reunión continuó. Dani mordisqueaba el sándwich con desgana. Se sentía incapaz de entender a Mark. Tan pronto se mostraba distante y político como le decía que no hacía falta que se expusiera en una entrevista a nivel nacional. No alcanzaba a comprender quién era el verdadero Mark Canfield.

Unos minutos después, se dio por terminada la reunión. Mark le hizo un gesto para que se quedara cuando todos los demás salieron.

– ¿Cómo estás llevando todo este asunto? Katherine dice que tiene que estar siendo muy difícil para ti.

La puerta se abrió en aquel momento y entró Alex en la sala de reuniones.

– ¿Interrumpo? -preguntó.

Dani le miró fijamente. Sabía que había ocurrido algo malo, podía sentirlo.

– No -contestó Mark-. ¿Qué ha pasado?

– Ya se ha hecho oficial. El periodista va a presentar cargos contra mí.

Dani se levantó indignada.

– Pero eso es absurdo. ¿Cómo es posible que a un hombre que hizo lo que hizo ese periodista con tu hermana no le pase nada y tú, que, al fin y al cabo, lo único que has hecho es defenderla, seas el malo de la película?

– Te agradezco tu apoyo -dijo Alex-, pero le di un puñetazo. No es algo de lo que me guste presumir.

Mark alzó una mano.

– No te preocupes. Y tampoco tú. Esto no tiene que ver con lo que le pasó a Alex, sino con la campaña. Es una maniobra de distracción, pero conseguiremos salir de este lío.

Dani podía no ser una experta en política, pero no estaba segura de que aquellos cargos tuvieran nada que ver con la campaña. Y tampoco estaba segura de que a Alex le hiciera mucha gracia que algo que podría acabar con su carrera profesional fuera considerado una maniobra de distracción.

– Ya me encargaré yo de arreglarlo -dijo Alex.

– Tenemos que hablar -dijo Mark-. Afortunadamente, tenemos acceso a los mejores asesores legales -miró el reloj-. Ahora mismo tengo otra reunión -le sonrió a Dani-. Así es mi vida, siempre de reunión en reunión. Gracias por haber venido. Me alegro de que hayamos podido pasar algún tiempo juntos.

– Sí, claro -contestó Dani, pensando que pasar cuarenta segundos a solas con su padre no era seguramente la mejor manera de afianzar su relación.

– Alex, acompaña a Dani a la salida, ¿quieres?

– Claro.

Dani esperó a que Mark estuviera fuera para volverse hacia Alex.

– Creo que soy perfectamente capaz de encontrar el camino hasta mi coche. Además, es de día, de modo que no creo que me vaya a pasar nada.

– No me importa.

– Oh, ahora sí que me voy a enamorar de ti. Qué dulce y seductor. «No me importa». Sí, definitivamente, son las palabras que toda mujer está deseando oír.

Alex sonrió.

– ¿Te he dicho ya que no me pareces una mujer fácil?

– Sí, y gracias por el cumplido.

Alex posó la mano en su espalda.

– Vamos. Luchemos contra esos francotiradores e intentemos llegar hasta tu coche.

El contacto cálido de su mano en la espalda le hizo desear acercarse a él. Prácticamente habían salido ya del edificio cuando Heidi llamó a Alex.

– El senador te necesita en la reunión.

Alex miró a Dani.

– ¿Crees que podrás arreglártelas sola?

– Llevo una buena armadura.

– Estupendo.

Le tomó la mano y se la apretó ligeramente. Hubo algo en sus ojos que le hizo pensar a Dani en estar desnuda junto a él. Algo que debía de ser tan placentero como peligroso. Casi inmediatamente, desapareció Alex de su lado.

Pero la diversión continuó. Al llegar al aparcamiento, estuvo a punto de tropezar con Fiona, la bella. Aquella mujer alta, perfectamente vestida, la miró con el ceño ligeramente fruncido.

– ¿Dani? -le preguntó-. Porque eres Dani, ¿verdad?

– Sí. Hola. Acabo de comer con el senador.

– Estupendo. Me parece muy bien que estéis intentando conoceros. La familia es algo fundamental y me alegro mucho de que formes parte de la mía.

Dani se la quedó mirando fijamente. ¿Parte de su familia? ¿Fiona también formaba parte de la familia Canfield? Pero si Alex y ella estaban divorciados…

– Yo creía que ya no estabas casada con Alex -dijo con cautela.

Fiona negó con la cabeza,

– Sí, lo sé, hemos pasado un mal momento. ¿Tú has estado casada? Porque si es así, sabrás cómo son estas cosas. Éramos muy jóvenes e imprudentes, pero estábamos enamorados. Desesperadamente enamorados. Ahora estamos empezando a pasar algún tiempo juntos otra vez. Albergo grandes esperanzas -alzó la mano derecha y cruzó los dedos-. Y Alex también.

– Me parece genial -dijo Dani, sintiendo un nudo en el estómago.

Seguramente Fiona estaba intentando engañarle. Le parecía imposible que Alex estuviera besándola como la besaba y, al mismo tiempo, saliendo con su ex esposa.

Quería pensar lo mejor de él, pero la verdad era que no podía decir que conociera de verdad a aquel hombre.

– Y no es sólo Alex -continuó diciendo Fiona-. Es toda la familia al completo. Katherine y yo somos como hermanas. Me encanta trabajar con ella porque estamos intentando hacer algo para cambiar el mundo. Además, yo nunca le he causado problemas a la familia. Porque te aseguro que a los Canfield no les gusta esta clase de notoriedad, por si acaso tienes alguna duda al respecto.

– No tengo ninguna duda -replicó Dani mientras se colocaba el bolso en el hombro.

– No me odies -le dijo Fiona-. Sólo estoy haciendo de mensajera. Supongo que tienes que saber que a todo el mundo le afectaría mucho que fueras tú el motivo por el que Mark no saliera elegido.

Y, sin más, le sonrió y se dirigió hacia las oficinas.

Dani permaneció donde estaba, incapaz de dar un paso y agradeciendo no haber almorzado demasiado. Porque eso significaba que tendría menos que vomitar más tarde.


Cuando oyó el teléfono móvil, Dani pensó en la posibilidad de ignorarlo. No necesitaba más problemas en un mismo día. Pero cuando miró el teléfono y vio un número que no reconoció, la curiosidad se impuso a la aprensión.

– ¿Diga?

– ¿Dani? Soy Katherine, ¿cómo estás?

Katherine era la única persona a la que Dani estaba intentando evitar últimamente y, sin embargo, se alegró de oír su voz.

– Estoy bien, gracias. ¿Cómo están los niños?

– Muy bien, y, en realidad, son ellos la razón por la que te llamo. Ya saben que eres su hermana y la pobre Bailey está muy afectada por todo lo que ha pasado. Cuando pienso en ese periodista, me entran ganas de meterlo en el microondas y conectarlo a la máxima potencia. Pero no te llamo por eso. Creo que sería estupendo que pudieras conocer mejor a los niños.

Dani no sabía qué contestar a eso.

– Me… me encantaría.

– Perfecto. ¿Podrías venir a cenar una de estas noches? Consultaré mi agenda y te llamaré. Creo que Mark me comentó que tú trabajabas.

– Sí, soy ayudante de dirección en el restaurante Bella Roma. Me encargo sobre todo de coordinar los almuerzos, pero también trabajo un par de noches a la semana.