– Gatito -dijo.

Dani les pasó un brazo por los hombros a cada uno de ellos y continuó leyendo. Mientras les leía la historia de aquellos dos gatos que daban la bienvenida a su casa a un bebé humano, se preguntó por el sufrimiento que implicaría criar un niño para el que la vida siempre representaría un desafío. ¿Serían Bailey y Oliver capaces de sacar adelante sus propias vidas, de casarse cuando se enamoraran, de envejecer…?

¿Y Quinn? Físicamente parecía igual que cualquier otro niño, pero no era capaz de aprender como los demás. Y estaba también Ian, un adolescente brillante que vivía atrapado en un cuerpo que no era capaz de controlar.

Poco a poco iba siendo consciente de la suerte que tenía al haber encontrado una familia como aquélla, pero también de todo lo que podría llegar a sufrir por ella.


Cuando Dani terminó de leer el cuento, Oliver y Sasha se fueron corriendo a jugar. Dani se acercó entonces a la cocina para ofrecerse a ayudar.

– Ya que has tenido la amabilidad de invitarme a cenar, pero estoy dispuesta a ganarme mi sitio en la mesa.

Katherine se echó a reír.

– Sí, pero tú trabajas en un restaurante. ¿Cómo voy a estar segura de que no vas a burlarte en silencio de cómo hago las cosas?

– Jamás se me ocurriría burlarme de ti. Además, yo me ocupo de la dirección. En realidad no cocino.

Katherine iba vestida ese día con unos pantalones de lana y una blusa que probablemente era de seda. Con el pelo recogido y los pendientes de perlas, parecía recién salida de la revista Campo y ciudad. Pero cuando Sasha entró corriendo en la cocina, no tuvo ningún inconveniente en agacharse para darle un abrazo.

– Me gustaría mucho comer una galleta -dijo la niña.

– Pero estoy segura de que podrás arreglártelas perfectamente sin ella. La cena estará lista en menos de una hora.

Sasha protestó.

– Pero todavía falta mucho tiempo, y tengo hambre.

– Estoy segura de que sobrevivirás.

Sasha miró a Dani con expresión suplicante.

– ¿Quieres darme tú una galleta?

Dani negó con la cabeza.

Sasha suspiró pesadamente y se marchó.

Katherine tomó entonces el cuchillo que había estado utilizando para cortar brócoli.

– Está en una etapa en la que todo lo dramatiza. No me sorprendería que terminara encima de un escenario -miró a Dani-. Supongo que sabes que Sasha es seropositiva.

Dani asintió.

– ¿Y no te da miedo tocarla? Antes la has tenido sentada en tu regazo.

Dani torvo la sensación de que le estaba poniendo a prueba.

– No, no me preocupa en absoluto.

– La gente tiene muchas ideas falsas en torno al VIH.

– Sí, como de otras muchas cosas -contestó Dani con voz queda-. Supongo que tú tienes que enfrentarte constantemente a los prejuicios.

– Sí. Mucha gente cree que decidí adoptar a estos niños porque tenían problemas, pero no es cierto. A todos y a cada uno de ellos los elegí porque habían conseguido conmoverme.

Y Dani la comprendía perfectamente. En sólo dos días, habían conseguido llegarle al corazón.

Ella había preferido aplazar su sueño de tener hijos al principio de su matrimonio con Hugh. Con cuidarle a él, ya tenía más que suficiente. Con el tiempo, Hugh había ido haciéndose más autónomo, así que ella había comenzado a estudiar las diferentes opciones que tenía para ser madre, entre ellas, la fecundación in vitro. Cuando Hugh le había dicho que quería divorciarse, había dejado de pensar en la maternidad. En aquel momento, por primera vez en su vida, comenzó a comprender qué quería decir la gente cuando hablaba del reloj biológico. Porque estaba empezando a sentir el suyo.

– Alex me comentó que tenía que ir a un acto benéfico -le dijo-. Siento que tengas que enfrentarte públicamente a mi aparición en vuestras vidas.

– No lo sientas -le dijo rápidamente Katherine-, estoy segura de que todo saldrá bien.

– Nunca he hecho nada de ese tipo. Jamás he hablado en público y nunca he estado en uno de esos actos tan importantes.

– Suena peor de lo que es -respondió Katherine con una sonrisa-. Creo que iremos juntas a un almuerzo. Es lo más fácil. En cuanto a lo de hablar, te preparará el discurso alguno de los colaboradores de Mark, y después te ayudará a ensayarlo. Hablaremos diez minutos como mucho.

En aquel momento, para Dani diez minutos eran una eternidad.

– Genial -musitó, pensando ya en los titulares de los periódicos que tendrían que contar que se había detenido para vomitar en medio de su discurso.

– No pasará nada, y yo te ayudaré. Cuando se acerque el momento, hablaremos de la ropa que tienes que ponerte y yo me aseguraré de que no tengas nada entre los dientes cuando sonrías para las fotografías.

Dani se sentía al mismo tiempo complacida y avergonzada.

– No tienes por qué hacer nada de esto. Podrías haberme pedido que no pusiera un pie en tu casa y, en cambio, me haces sentirme bienvenida.

– Eres la hija de Mark, Dani. Eso significa mucho para mí.

– Eres una mujer increíble.

Katherine rió con pesar.

– Ojalá tuvieras razón. Pero me temo que soy como todo el mundo. Una mujer que intenta sobrevivir día tras día.

Pero Dani lo dudaba. Katherine era una mujer con clase. Y estaba convencida de que, ella en su lugar, no habría sido tan generosa y amable.

– ¿Quién sabe? -dijo Katherine mientras metía el brócoli en la cazuela-. A lo mejor terminas disfrutando de este tipo de actos. Hay personas que se sienten muy cómodas en ellos. Como Fiona, la mujer de Alex. ¿La conoces?

Dani se quedó helada.

– ¿Su mujer? Yo creía que…

– Sí, están divorciados -admitió Katherine mientras echaba agua en la cazuela-. No sé qué les pasó. Sinceramente, Alex nunca ha querido entrar en detalles. Fiona todavía está desolada. Yo le he pedido a mi hijo que reconsidere su decisión y creo que estoy consiguiendo convencerle, o al menos eso es lo que me digo a mí misma.

Dani no sabía qué decir. Cuando Fiona le había hablado como si fuera miembro de la familia Canfield, Dani había pensado que sólo lo decía por molestarla. Después de haber oído a Katherine, ya no estaba tan segura.

Pero Alex la había besado, se recordó a sí misma. Y no parecía un hombre que jugara con ese tipo de cosas. ¿O sí?

Maldijo en silencio. No, otra vez no. Era imposible que estuvieran engañándola otra vez. ¿Pero cómo estar segura de que Alex no era como tantos otros?

– El matrimonio puede llegar a ser muy difícil -musitó, consciente de que Katherine estaba esperando una respuesta.

– Estoy completamente de acuerdo. Yo le he hablado a Alex de lo importante que es que se den un tiempo para asegurarse de la decisión que han tomado. En cualquier caso, todavía no he perdido la esperanza.

Sí, Fiona había dicho algo parecido. ¿Significaría eso algo? ¿Estaría viendo Dani problemas donde no los había o la verdad acababa de estallarle en pleno rostro? ¿Sería Alex demasiado bueno para ser verdad?


Gloria apoyó los pies en la mesita del café y apuntó con el mando a distancia hacia la televisión.

– Es un material sin clasificar, pero teniendo en cuenta que es una entrevista a un político, no creo que tengamos que preocuparnos por la violencia o el sexo -dijo mientras presionaba el mando.

Comenzó la cinta.

Dani tomó un puñado de palomitas del cuenco que habían colocado entre ellas.

– Si aparece alguna mención a la vida sexual de mi padre, me levantaré inmediatamente. Ésa no es precisamente la imagen que me apetece que quede grabada en mi cerebro.

– No creo que la entrevista la haga desnudo. Aunque si es atractivo, a lo mejor salir en tanga le ayudaba a conseguir votos.

Dani no sabía si reír o llorar ante lo que acababa de decir su abuela.

– Gloria Buchanan, no me puedo creer que hayas dicho una cosa así.

– ¿Por qué no voy a ser capaz de apreciar a un hombre atractivo con tanga? No estoy muerta. Por lo menos todavía.

– Aun así, resulta casi repugnante.

– ¿Así que se supone que además de con la cadera rota tengo que estar ciega?

– No, pero no tienes por qué hablar de hombres en tanga.

Gloria le guiñó un ojo.

– Yo sólo peco de corazón.

– Mucho mejor.

Dani comió un puñado de palomitas. Seis meses atrás, le habría parecido imposible disfrutar de la convivencia con su abuela. Seis semanas atrás, habría sido una situación forzada. Y, sin embargo, allí estaba en aquel momento, sintiéndose absolutamente cómoda con ella.

Era casi un milagro.


– Nuestro entrevistado de esta noche es el senador Mark Canfield -comenzó a decir el presentador-. Un posible candidato a la presidencia, aunque la reciente aparición de una hija ilegítima podría representar un desafío para su campaña.

Dani agarró otro puñado de palomitas.

– Jamás me había considerado ilegítima. Suena tan Victoriano.

– En tu partida de nacimiento figura el nombre de tu padre -le dijo Gloria-, así que no tienes que preocuparte por eso.

– Entonces, ¿en realidad no importa? ¿Es sólo una cuestión de percepción?

– Naturalmente. Y eso ya deberías saberlo.

Dani pensó en ello y volvió a prestar atención a la pantalla.

Mark dejó que el otro hombre hablara y después comenzó a explicar con admirable calma cómo un periodista había utilizado un cachorro para conseguir que una niña con síndrome de Down traicionara el secreto de la familia.

Era un buen orador y ofreció una vivida imagen de una niña incapaz de comprender la crueldad del mundo. Con sus palabras, consiguió que la actuación de Alex apareciera como la intervención de un caballero andante acudiendo a defender a los débiles y el descubrimiento de la existencia de Dani como una especie de milagro.

– Es bueno -dijo Dani después de tragar un puñado de palomitas-, más que bueno.

– Es un profesional, ¿qué esperabas?

Dani no estaba segura.

– No lo sé. Pero da una imagen tan perfecta que a veces no me parece humano.

– No le juzgues porque sea bueno en su trabajo -le advirtió Gloria.

– ¿Por qué no podía ser un fontanero, o un matemático?

– Porque la vida no siempre es como queremos.

Dani alargó la mano hacia las palomitas.

– No soy capaz de comprender a Mark. De hecho, no les comprendo a ninguno de ellos. Viven en un mundo que yo no entiendo.

– No te arrepientas de haberles conocido -le advirtió Gloria-. Es tu padre y has vivido durante demasiado tiempo sin conocerle. Tienes que darte una oportunidad. Poco a poco irá siendo todo mucho más fácil.

– Espero que tengas razón -contestó Diana-. A veces pienso que me gustaría desaparecer. Tengo la sensación de que, si continúo aquí, va a terminar desencadenándose un auténtico desastre. ¿Y si al final por mi culpa no le eligen presidente?

– No seas tan derrotista. Tú no tienes nada que ver con las elecciones.

– Eso tú no lo sabes.

– Ni tú tampoco. Yo soy tan proclive a preocuparme como cualquiera, pero creo que tienes que darte un poco de tiempo. Para preocuparse siempre hay tiempo.

– No sé cómo puedes ser tan racional.

En aquel momento, a ella le resultaba imposible mantener una actitud racional. Aun así, su abuela tenía razón. Dani no podía estar segura de que su aparición hubiera perjudicado a su padre. Al fin y al cabo, hasta el momento todo había ido bastante bien. Lo único que tenía que hacer era esperar a ver cómo se desarrollaba todo. ¿Pero qué pasaría si al final ocurría lo peor?


Katherine terminó de echarse crema en la cama. Después, se quitó la cinta con la que se sujetaba el pelo. Alzó la mirada y vio a Mark desnudándose en el vestidor.

Como siempre, le bastó mirarle para emocionarse y, el hecho de que se estuviera desnudando, avivó las ganas de hacer el amor con él. Comenzaron a aparecer en su mente imágenes de ellos dos desnudos, acariciándose, besándose, con los cuerpos en tensión.

Muchas de sus amigas hablaban del sexo como si fuera un deber, un trámite que cumplir antes de quedarse dormidas, pero para ella nunca había sido así. Continuaba deseando a Mark tanto como cuando se habían conocido. Y tenía la sensación de que tendría ochenta años y él continuaría excitándola.

Se acercó a la puerta del vestidor.

– He estado hablando con Dani sobre nuestra aparición en un acto benéfico. Está un poco nerviosa, pero creo que lo hará bien.

– Estupendo -contestó Mark sin mirarla siquiera-. ¿Sabes si mi traje negro de rayas está en la tintorería?

Aquella pregunta tan inocente consiguió llenarle los ojos de lágrimas.

– ¿Eso es todo? ¿Lo único que puedes decir es «estupendo»? ¿No tienes idea del daño que me está haciendo todo esto? ¿No comprendes que estoy destrozada por lo que la presencia de esa mujer significa?