Dani abrió la boca para decirle que no tenía por qué molestarse. Que ella ya había disfrutado más que suficiente. Además, estaba demasiado sensible.

Pero hubo algo en la delicadeza del roce de sus dedos que le resultó sorprendentemente erótico, y antes de que hubiera podido pronunciar aquellas palabras, se descubrió a sí misma expectante y dispuesta a recibir nuevos placeres.

Alex continuó así durante varios minutos, ligeramente hundido en ella y acariciándola muy lentamente. Apenas se movía, pero había suficiente fricción entre sus cuerpos como para atrapar toda la atención de Dani. Adelante y atrás, hacia atrás y hacia delante. Y volvió querer más.

De modo que cuando Alex se hundía en ella, intentaba arrastrarle hacia lo más profundo de sí. Veía dilatarse las pupilas de Alex, veía cómo todo su cuerpo se tensaba mientras continuaba acariciándola.

Dani le sonrió.

– Esto está mucho mejor.

– Quiero que vuelvas a alcanzar el orgasmo. Si acabo demasiado pronto…

Pero Dani estaba ya a medio camino.

– Creo que podremos hacerlo a la vez -todavía estaba muy sensible después del primer orgasmo y, si Alex continuaba presionando, no tardaría mucho en alcanzar un segundo-. Quiero sentirte dentro de verdad -le advirtió-. Deja de jugar.

Alex se puso entonces de rodillas, la miró a los ojos y decidió obedecer. La llenó tan rápido y con tanta intensidad que hasta la última de las terminales nerviosas de Dani reaccionó a aquel contacto. La sensación de estar siendo penetrada por Alex no podía ser más excitante. Le rodeó la cintura con las piernas, intentando acercarle a ella todo lo posible. Alex bajó la cabeza y la besó.

La presión continuaba creciendo dentro de ella. Las embestidas eran cada vez más intensas y la acercaban peligrosamente al final. Dani intentaba contenerse, disfrutar de lo que estaba sintiendo durante el mayor tiempo posible. Notó entonces que Alex se tensaba e interrumpía el beso.

– No puedo aguantar más -dijo entre dientes.

– Estupendo.

Empujó una vez más y Dani gimió; y le bastó sentir que Alex se estremecía para llegar al borde del orgasmo. Se abrazó a él mientras una nueva oleada de placer la envolvía. Jadeó y podría haber gritado incluso. Sinceramente, no le hubiera importado en absoluto. Aquel hombre se merecía un grito o dos como recompensa después de lo que había hecho.

Segundos, o quizá minutos después, Alex se tumbó a su lado en la cama. Le acarició la cara, le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y la besó. Después, se echó a reír.

– ¿Qué pasa? -le preguntó Dani.

– Se me ha olvidado que tenías que atarme. ¿No te acuerdas? Se suponía que eso tenía que hacerte sentirte más segura y a salvo.

Ah, sí. Dani recordó entonces lo preocupada que estaba porque no se atrevía a confiar en otro hombre.

– Supongo que podemos dejarlo pasar.

El humor brillaba en la mirada de Alex.

– Pero yo estaba deseando probar algo nuevo.

– Lo dejaremos para la próxima vez -le prometió, preguntándose si Alex estaría realmente tan asombrado como parecía y tan ilusionado como ella ante la posibilidad de que pudieran volver a disfrutar de una velada como aquélla.


Dani imaginaba que había vuelto a recuperar la respiración cerca de la una de la mañana. Habían dejado el fuego encendido, dando a la habitación un agradable resplandor anaranjado. Continuaba en la cama, acurrucada contra él y apoyando la cabeza en su pecho.

– ¿Estás bien? -le preguntó Alex mientras le acariciaba la espalda-. Estás muy callada.

– Estoy deleitándome en mi satisfacción.

– Eso es bueno.

– Más que bueno -contestó Dani, recordando cómo la había hecho temblar, estremecerse y gritar.

– Para mí también,

Así que podía añadir la química a la lista, pensó Dani. Aunque quizá debería apuntar las complicaciones que podían derivarse de esa química en el lado negativo.

– Si alguien se entera… -comenzó a decir.

Alex se echó a reír.

– Dímelo a mí. Desde luego, sería una información muy interesante.

– Pero a mí no van a sacarme nada.

Alex la miró. Se inclinó después hacia ella y le dio un beso en la punta de la nariz.

– No hace falta que me digas eso, Dani. Confío en ti.

Dani sintió una nueva oleada de calor en su interior, pero en aquella ocasión no tuvo nada que ver con la tensión sexual: estaba directamente relacionada con lo que sentía hacia ese hombre. Porque, teniendo en cuenta cuál había sido su pasado, sabía que no confiaba fácilmente en nadie.

– Me alegro. A lo mejor podríamos…

El sonido inconfundible de un teléfono la interrumpió. Dani alzó la cabeza.

– Es mi móvil.

Era tarde. Una llamada a aquellas horas no podía significar nada bueno.

Dani saltó desnuda de la cama, agarró lo que le pareció una camisa de Alex y fue corriendo al salón a buscar su bolso.

– ¿Diga? -contestó en cuanto sacó el teléfono del bolso-. ¿Qué pasa?

– Dani, soy Kristie.

Dani se quedó helada. Kristie era la enfermera que se quedaba con Gloria por las noches.

– ¿Qué ha pasado?

– Tu abuela se ha desmayado. He llamado a urgencias y han llegado ya los paramédicos. Se la están llevando al hospital. Respira perfectamente y las constantes vitales están bien. No creo que sea otro ataque al corazón, pero no estoy segura.

Dani sintió que la habitación comenzaba a girar.

Casi inmediatamente, apareció Alex a su lado, urgiéndola a sentarse en el sofá.

– Muy bien -contestó Dani, intentando no dejarse llevar por el pánico.

¿Y si Kristie estaba equivocada? ¿Y si Gloria había sufrido otro ataque al corazón? Dani no podría soportar perderla, y menos en un momento como aquél, cuando acababan de reencontrarse después de tantos años de distanciamiento.

– Ahora mismo voy para el hospital -dijo Dani-. Gracias por la llamada.

– De nada. Llamaré a tus hermanos desde la ambulancia.

Dani colgó el teléfono.

– Mi abuela se ha desmayado -le explicó-. En este momento la están llevando al hospital. Tengo que ir a verla.

– Iré contigo.

No había nada que a Dani le apeteciera más que poder apoyarse en Alex, pero antes de mostrar su acuerdo, recordó quién era, quién era su familia y lo interesada que estaba la prensa en él.

– No puedes -le advirtió-. ¿Y si te descubre la prensa?

Alex hizo una mueca con la que parecía estar diciéndole que le importaba un bledo lo que pudiera decir la prensa, pero la verdad era que los dos tenían que tenerla en cuenta.

– Llámame -le pidió-. Cuéntame exactamente lo que ha pasado.

– Lo haré.

Cinco minutos después, estaba vestida. Alex la llevó hasta el coche, enmarcó su rostro entre las manos y la besó.

– Si me necesitas, allí estaré.

Dani le creyó a pies juntillas.

– Mis hermanos también estarán en el hospital, no estaré sola. En cuanto tenga alguna noticia, te llamaré.

Alex retrocedió, Dani se metió en el coche y puso el motor en marcha.

Mientras se alejaba por el camino de la casa, iba preocupada por Gloria, pero, al mismo tiempo, feliz por la noche que había pasado con Alex. Eran sentimientos encontrados que parecían estar luchando por dominarla. Al final, la preocupación por su abuela ganó.

Estaba tan concentrada pensando en lo que podía pasarle a su abuela que no prestó ninguna atención al extraño movimiento que se produjo al final del camino. Era ya demasiado tarde cuando se volvió y vio tanto a los coches como a las personas que había a su alrededor, todas ellas con cámaras fotográficas.

Se separaron para que pudiera pasar, pero aun así, tuvo que aminorar la velocidad de tal manera que pudieron fotografiarla y hacerle todo tipo de preguntas sobre el hecho de que hubiera pasado la noche con el hijo del senador.

Capítulo 11

Cuando Dani llegó al hospital, estaban ya allí sus hermanos, Penny, Elissa y Lori. Lori estaba sentada junto a una sollozante Kristie, que se levantó en cuanto Dani entró en la sala de espera.

– Lo siento mucho -dijo con la voz atragantada por el llanto-. Oh, Dani, se ha desmayado de pronto. Estaba tan bien. Hace un par de días estuvimos hablando de cuándo terminaría mi contrato. Desde que estabas allí, se sentía más segura por las noches. Organizaba sus comidas, las horas de fisioterapia, se administraba las medicinas. Estaba perfectamente.

Dani sabía que Kristie estaba intentando ayudar y, quizá también, sentirse ella mejor, pero para Dani, aquella conversación iba acompañada de un billete sin retorno a la tierra de la culpabilidad

Se había mudado a casa de Gloria y, seguramente, ella esperaba que pasara allí la noche. Sin embargo, la noche anterior no había vuelto a casa la había pasado con Alex. Y si quería ser sincera consigo misma, tenía que reconocer que desde que había llegado a la casa del hijo del senador, no había pensado ni una sola vez en su abuela.

Por supuesto, le había informado a Gloria de sus planes y ella le había dicho que disfrutara en tono de broma, pero ninguna de ellas esperaba que se quedara a pasar la noche con Alex.

Dani miró el reloj. Apenas eran las dos de la madrugada, pero era suficientemente tarde como para hacerle sentirse culpable.

– La culpa no ha sido tuya -le dijo a Kristie-, la culpa ha sido mía.

Lori negó con la cabeza.

– Ahora no vamos a discutir sobre eso. Ni tú ni yo podríamos habernos esperado una cosa así. Ni siquiera su médico había imaginado que pudiera pasar algo parecido. En cualquier caso, a lo mejor estaría bien que nos contaras qué es lo que ha pasado exactamente, para que así podamos saber hasta qué punto tenemos que preocuparnos.

Kristie se secó las lágrimas.

– Estás siendo muy lógica.

– Me parece que en este momento es lo que tenemos que hacer -replicó Lori.

– Pero no hace falta que me lo digas así.

Las dos mujeres se abrazaron.

Dani se alegró de que la discusión hubiera terminado, pero se sentía fatal. Se acercó a Cal y dejó que su hermano la abrazara.

– Debería haber estado en casa -musitó.

– ¿Quieres contarme dónde estabas? -le preguntó Cal.

– En realidad no. Lo único que importa es que me estaba divirtiendo.

Penny se acercó a ella y le dio una palmadita en el brazo.

– Déjalo ya. Tú no eres la culpable de lo que ha pasado y sentirte mal no va a servirte de nada. Lo que tenemos que hacer es esperar a oír lo que diga el médico.

Dani la miró con el ceño fruncido.

– Hablas igual que Lori.

– ¿De verdad? -Penny pareció muy complacida-. Porque me gusta mucho. Es una mujer muy sensata.

– ¿Estás insinuando que yo no lo soy? -gruñó Elissa mientras se acercaba a ellas-. Porque yo soy una mujer muy dura.

– Prácticamente de titanio -se mostró de acuerdo Walker mientras le pasaba el brazo por los hombros a su prometida.

– Por lo menos podemos ponernos histéricas juntas -dijo Dani, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no derrumbarse.

Las ganas de llorar eran muy fuertes, pero estaba decidida a controlarlas. Quería mantener el control para estar preparada en el caso de que hubiera que hacer algo.

– Míralo por el lado bueno -dijo Reid-. La última vez que Gloria se desmayó, a nadie pareció importarle. Ahora estamos todos juntos, preocupados por ella. Eso tiene que ser bueno.

Dani asintió lentamente. Entendía el razonamiento de su hermano, pero, de alguna manera, todo era mucho más fácil cuando no se sentía tan unida a su abuela. Cuando no tenía tanto que perder.


Alex llegó a casa de sus padres a las seis de la mañana. Dani había llamado para decirle que todavía no se sabía nada de Gloria y, justo después de que hubiera colgado, el teléfono había vuelto a sonar. A esas horas, lo último que esperaba era una llamada de su padre.

– Tengo los periódicos de la mañana -le dijo Mark a modo de saludo-. ¿A qué hora podrías estar aquí?

Alex se sentó en la mesa de la cocina, enfrente de sus padres. Odiaba sentirse como si tuviera dieciséis años y acabaran de descubrirle haciendo alguna estupidez. La necesidad de comenzar a moverse nervioso y dar una explicación para justificarse eran abrumadoras, pero consiguió controlarse. Más difícil le resultó dejar de lado la sensación de que les había desilusionado.

Se recordó a sí mismo que era un abogado de éxito, que tenía ya treinta años y no tenía por qué dar explicaciones a nadie. Pero ni él mismo era capaz de creérselo.

Quería defenderse, pero ¿contra qué? De modo que se limitó a aceptar la taza de café que su madre le dio y esperó a que hiciera alguno de ellos el primer movimiento.

Ninguno parecía tener prisa por hablar. Había algo extraño en la mirada de Katherine, como una acusación velada, como si le estuviera preguntando por qué, de entre todas las mujeres posibles, había tenido que ser Dani.