Abuelos. Dani no había pensado en una familia extensa ¿Tendría también otros parientes? Antes de que pudiera preguntarlo, Katherine le aclaró.
– El padre de Mark murió cuando Mark tenía cinco o seis años. Y que yo sepa, no hay ningún otro pariente.
– Oh -Dani no sabía qué sentir al respecto.
De momento, le bastaba con intentar asimilar la existencia de Mark.
Katherine abrió el album más viejo.
– Aquí tienes las fotografías de Mark cuando era pequeño -le explicó mientras las iba señalando.
Katherine iba pasando las páginas, contándole quiénes eran los que aparecían en las fotografías. Dani intentaba decirse que aquélla era su familia, pero la verdad era que todos le resultaban unos perfectos des conocidos.
– Ah, estáis aquí.
Dani alzó la mirada y vio a Mark entrando en la habitación. Katherine se levantó y se acercó a su marido. Cuando se inclinó para besarle, Dani vio la emoción que reflejaban sus ojos.
Estaba realmente enamorada de él, pensó, extrañamente complacida por aquel dato. No sabía por qué, pero era como si el hecho de que Mark y Katherine disfrutaran de un matrimonio feliz, de alguna manera mejorara su situación.
Mark le sonrió a su esposa y se volvió después hacia Dani.
– Espero que no te esté enseñando todas esas fotografías antiguas. A Katherine le encanta documentar con imágenes cualquier acontecimiento.
– Estoy disfrutando mucho -dijo Dani.
– Estupendo -Mark miró de nuevo a Katherine-. ¿Cuánto tiempo falta para la cena?
– Una hora.
– Dani, ¿quieres venir a mi despacho? Podemos hablar de la familia. Si quieres, podemos ver juntos esas fotografías -se volvió hacia Katherine-. ¿Te parece bien?
– Por supuesto
Mark volvió a besar a su mujer y le palmeó el trasero.
– Por aquí -dijo, indicándole a Dani con un gesto que le siguiera.
Dani agarró los álbumes de fotos y comenzó a caminar tras él.
Bailey la interceptó en el pasillo.
– Dani -la llamó-, ¿puedo hablar contigo?
– Claro, ¿qué quieres?
Bailey inclinó la cabeza.
– Falta muy poco para mi cumpleaños.
Dani sonrió.
– Si, lo sé.
– ¿Podrías regalarme unos zapatos de tacón como los tuyos?
Dani vaciló. No tenía la menor idea de que pensaría Katherine al respecto. A ella le parecía natural que una niña de quince años quisiera sentirse mayor utilizando tacones.
– Tendré que hablar antes con tu madre, pero si a ella le parece bien, creo que es una buena idea.
– ¿Podremos ir de compras? ¿Tú y yo?
Dani sonrió entonces de oreja a oreja.
– Me encantaría. Pregúntaselo a tu madre y, si ella te deja, quedaremos un día. Podemos ir a un centro comercial, comer allí y pasar la tarde juntas. ¿Qué te parece la idea?
– Genial -Bailey tomó aire-. Voy a preguntárselo ahora mismo.
Giró y comenzó a caminar, pero de pronto se detuvo, se volvió y abrazó a Dani.
– Eres la mejor.
– Y tú eres genial -contestó Dani, esperando que Katherine le dejara ir de compras con ella.
Siguió a Mark a su despacho, una habitación enorme y llena de estanterías. Los colores oscuros y el cuero creaban un ambiente muy masculino.
Mark se sentó detrás de un enorme escritorio de madera y le hizo un gesto a Dani para que ocupara una de las sillas que tenía enfrente.
– Esas fotografías me hacen sentirme viejo -musitó Mark, señalando los álbumes que Dani había llevado consigo.
Dani dejó los álbumes encima de la mesa y se sentó.
– Katherine lo tiene todo muy bien organizado. La conocí cuando estaba en la universidad. En aquel entonces, yo me creía la bomba. Tenía todo mi futuro planificado. Hasta que la conocí a ella. Katherine procede de una familia de dinero, de una familia que ha tenido dinero durante muchas generaciones. Yo le gustaba, pero a sus padres no les hacía mucha gracia que su hija saliera con un pobre hombre que no pertenecía a su círculo.
Se reclinó en la silla y fijó la mirada en el vacío, como si estuviera contemplando las imágenes de un pasado que sólo era visible para él.
– Era preciosa. Todavía lo es. Y una mujer fuerte, mucho más fuerte que yo.
A Dani le intrigaba la imagen que estaba dando Mark de sí mismo. Estaba de acuerdo con él, pero le sorprendía que lo admitiera.
– Pero no hemos venido aquí a hablar de Katherine -continuó diciendo Mark-. Supongo que quieres oírme hablar de tu madre.
– Sí, me gustaría -dijo Dani.
Pero la verdad era que se sentía ligeramente desleal; como si, al hablar de Marsha, le estuviera faltando a Katherine al respecto.
– Marsha no quería tener nada conmigo -admitió Mark-. Era una mujer casada y no quería engañar a su marido. Fui yo el que la convencí de que lo hiciera -se encogió de hombros-. No estoy orgulloso de lo que hice, pero tampoco puedo decir que me arrepienta. Ni de haber conocido a ella ni de haberte tenido a ti. De hecho, me gustaría haberte conocido mucho antes.
– A mí también -contestó Dani.
Pero mientras lo decía, se preguntaba si sería del todo cierto. Mark le habría complicado considerablemente la vida. Si miraba hacia su propio pasado, no podía encontrar un momento adecuado para la aparición de su verdadero padre.
– A tu madre le aterraba que nos descubrieran -continuó Mark-. Cuando puso fin a nuestra relación, pensé que lo hacía porque el estrés de nuestra aventura había podido con ella. Jamás se me ocurrió pensar que podría estar embarazada.
– Tiene sentido. Mi abuela habría convertido su vida en un infierno si se hubiera enterado -Gloria había cambiado, sí, pero Dani estaba segura de que veintiocho años atrás, debía de ser una auténtica bruja.
Pero, pensó al instante, en realidad Gloria lo sabía. O por lo menos lo imaginaba. Durante años, había sabido que ella no era una Buchanan. ¿Cómo lo habría averiguado? A lo mejor se lo había dicho alguien… ¿Y cómo era posible que Mark no hubiera sabido nunca nada?
De pronto, tuvo la absurda sensación de que su padre debería haber sabido de su existencia. De que, de alguna manera, debería haber sentido que estaba viva y a sólo unos kilómetros de él.
Sabía que era absurdo, pero aquella certeza no le impedía seguir pensando en ello.
– Han cambiado tantas cosas -dijo-, para todos nosotros. Y tú eres candidato a la presidencia. Todavía me choca cada vez que lo pienso.
– Y a mí también -contestó Mark con una sonrisa. Casi inmediatamente, desapareció de su cara todo rastro de humor-. Dani, soy un hombre influyente y tú eres mi hija. Quiero ayudarte en todo lo que pueda. Puedo darte dinero, presentarte a quien necesites, lo que sea. Estoy a tu disposición.
Dani parpadeó varias veces sin estar muy segura de qué podía decir.
– Ah, gracias. Pero no necesito nada.
– Aun así, la oferta sigue en pie. Siempre lo estará para ti.
¿A eso se refería Alex cuando había dicho que había sido su padre el que había conseguido que le retiraran los cargos? Aunque estaba segura de que Alex se alegraba de no haberse quedado sin futuro profesional, sabía que habría preferido que Mark no interviniera de ninguna manera en aquel asunto.
Dani tampoco quería que Mark hiciera nada por ella. En vez de un padre influyente, quería un padre con el que poder establecer algún vínculo emocional. E, ironías del destino, tenía la sensación de que eso era lo único que Mark no era capaz de ofrecerle.
Katherine era el corazón de la familia Canfield. En ese instante, Dani supo que todo habría sido diferente si hubiera sido Katherine la madre con la que se hubiera reencontrado.
Pero era absurdo pensar en algo así. E imposible. Katherine jamás habría abandonado a uno de sus hijos. Tampoco podía decir que Mark lo hubiera hecho, puesto que, al fin y al cabo, ni siquiera sabía de su existencia. Aun así, con Katherine había conseguido conectar de verdad y estar a su lado le hacía echar de menos a su propia madre.
Dani no recordaba a Marsha Buchanan. Todavía era un bebé cuando su madre había muerto. Había sido Gloria la que les había criado a ella y a sus hermanos. Pero qué diferente habría sido todo si Marsha hubiera vivido. O quizá no hubiera sido tan distinto. Probablemente, Gloria habría continuado dirigiendo sus vidas.
Las familias podían llegar a representar una gran complicación, pensó Dani. Y ella tenía dos. ¿Qué demonios iba a hacer con ellas?
Cal entró en el despacho de Walker poco después de las tres de la tarde. Reid ya estaba allí, recostado en uno de los sofás de cuero oscuro que su hermano había comprado. La habitación estaba decorada en tonos tierra, un cambio agradable respecto del antiguo despacho de Gloria, que era completamente blanco.
– ¿Qué es eso tan importante que no podías decirme por teléfono? -preguntó Cal mientras se acercaba Reid.
– El director de Buchanan se va -dijo Walker-, necesitamos un sustituto.
– Dani es la mejor opción -respondió Cal-, siempre ha querido dirigir ese restaurante.
– Estoy completamente de acuerdo contigo, pero no va a aceptar el puesto. Pensará que se lo ofrezco porque es mi hermana y no creo que esté dispuesta a dejar el Bella Roma cuando prácticamente la acaban de contratar.
Tenía razón, pero debían encontrar la manera de convencer a Dani de que era allí donde debería estar.
– Le diremos a Gloria que se lo pida -propuso Reid-. Seguro que a ella le hará caso.
Walker sonrió lentamente.
– Sí, a lo mejor eso podría funcionar.
Dani bebió un sorbo de champán. El sabor era sutil, pero refrescante, con un rastro de… de algo que no acababa de definir.
– ¿Cómo lo haces? -le preguntó a Penny, que estaba sentada en un butacón con Allison en brazos.
Penny alzó la mirada con expresión de absoluta inocencia.
– No sé a qué te refieres.
– Le has echado algo al champán. Unas gotas de… Maldita sea, no consigo adivinarlo. Es casi imposible mezclar el champán con cualquier otra cosa. Pierde las burbujas. Pero tú has sabido conservarlas…
– Me siento intensamente halagada.
– ¿Cómo lo has conseguido?
– No pienso decírtelo. Lo utilizarías en el Bella Roma y es una fórmula secreta.
– Eres odiosa, ¿lo sabes?
Penny sonrió.
Elissa alzó su copa.
– A mí no me importa cómo lo haya hecho, lo único que quiero es otra copa. Esto está riquísimo.
– Estoy de acuerdo -añadió Lori-. Además, es la primera vez en mi vida que tomo champán a las dos de la tarde. Me gusta tu estilo.
– Gracias -contestó Penny-, el estilo siempre es importante.
– Te está halagando para que le prepares algo parecido en la cena del día anterior a la boda -dijo Gloria-. Además, quiere que te arrepientas de no haberle insistido en servir tú el banquete.
Dani miró a su abuela. Estaba segura que tenía razón en las dos cosas.
– Por supuesto, me encantaría preparar tu cóctel para la cena -admitió Penny-, pero en cuanto a lo demás, no sé a qué te refieres.
Elissa suspiró.
– No vas a perdonarme nunca, ¿verdad? Aunque lo haya hecho para que puedas disfrutar de la boda.
– Lo superaré -dijo Penny, haciéndose la ofendida-, a la larga.
– No dejes que te coma la moral -le advirtió Gloria a Elissa-. Cuando no se sale con la suya, puede ser una auténtica bruja.
Se hizo un silencio absoluto en la habitación. Lori y Elissa intercambiaron miradas, como si no estuvieran seguras de cómo interpretar aquel comentario. Penny se quedó mirando fijamente a Gloria, probablemente pensando en una posible respuesta.
Dani no estaba segura de si su abuela estaba intentando mostrarse divertida o de si aquél era uno de sus habituales ataques de sarcasmo. Al fin y al cabo, ninguna transformación era nunca completa.
Decidida a mantener el buen humor de la velada por el bien de Elissa, miró a Gloria y dijo:
– Tiene de quién aprender.
Gloria bebió un sorbo de champán.
– Desde luego.
Penny soltó entonces una carcajada y alzó su copa en dirección a la anciana.
– He aprendido de una auténtica maestra.
– Yo creo que lo has aprendido completamente sola, pero estoy dispuesta a atribuirme el mérito -Gloria se volvió entonces hacia Elissa-. Tengo algunas ideas sobre la boda. No quiero presionarte, así que, por favor, si te molesta, puedes decirme que cierre el pico -frunció el ceño-. La gente joven ya no utiliza esa expresión, ¿verdad?
– No, en realidad no -dijo Lori alegremente-, pero no te preocupes. Yo tampoco estoy ya muy al tanto de lo que dicen los jóvenes.
– Lo mismo digo -añadió Elissa-. A no ser que tenga en cuenta las expresiones de Zoe, aunque la pobre sólo tiene cinco años. Bueno, Gloria, ¿qué ideas tienes para la boda?
Parecía un poco nerviosa mientras hacía la pregunta.
– ¿Estás recibiendo demasiados consejos? -le preguntó Dani.
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