Ella creía que Alex era diferente, que no era como los otros hombres con los que se había cruzado a lo largo de su vida. Había confiado en él, le había entregado su corazón. Pero había vuelto a equivocarse: Alex había demostrado ser un mentiroso sin escrúpulos como todos los demás.
Capítulo 15
Dani se acurrucaba en la esquina del sofá, dejando que Gloria la abrazara y la meciera hacia delante y hacia atrás
Todo le dolía y apenas podía respirar por culpa de los sollozos. Se sentía como si le hubieran dado una paliza y después le hubiera pasado un camión por encima, pero su caso era todavía peor, porque ella era la única responsable de lo que le había pasado.
– Confiaba en él -lloraba-. Confiaba en él. Pero debería haber tenido más cuidado. Todos son iguales. Todos. Yo creía que Alex era diferente. Pensaba que era mejor que Ryan y que Hugh, pero no es cierto.
Gloria le acariciaba el pelo mientras intentaba consolarla.
– Tranquila, Dani, todo saldrá bien.
– ¿De verdad? ¿Y tú cómo lo sabes?
– Lo sé porque eres demasiado fuerte como para dejar que este revés acabe contigo.
Dani intentó reír, pero de su garganta sólo salió un sonido estrangulado.
– Me temo que te equivocas. Estoy completamente destrozada. Peor aún, hecha añicos. No puedo continuar haciendo esto. No puedo seguir entregando mi corazón para que me lo pisoteen.
Agarró un puñado de pañuelos de papel, se sonó la nariz y comenzó a llorar otra vez.
Se sentía como si tuviera un agujero enorme en medio del pecho y tenía la sensación de que su mera esencia podía desparramarse sobre la alfombra y evaporarse. Estaba dolida a un nivel que iba mucho más allá del enfado. Ella había creído en Alex, eso era lo que realmente la mataba. Ella había creído completamente en él.
– Me dijo exactamente lo que tenía que decirme para convencerme -se lamentó Dani-. Como Ryan, pero Alex lo hizo todavía mejor, porque no hablaba directamente sobre mí. Siempre se refería a su familia y a su necesidad de serle completamente leal. Como si fuera un hombre intachable.
– Todavía no tienes la certeza de que no lo sea.
– Me ha engañado con su ex esposa después de haberme contado que ella le había estado engañado a él. De hecho, en gran parte nos sentíamos unidos porque a los dos nos habían engañado.
– ¿Pero por qué crees que iba a contarte una cosa así si todavía se estaba acostando con ella?
– Para embaucarme.
Gloria sonrió con tristeza y le acarició la mejilla.
– Ése es un plan muy complejo, Dani. ¿De verdad crees que merece la pena tomarse tantas molestias para estar contigo?
A pesar de todo, Dani se echó a reír. Después, se arrojó una vez más a los brazos de su abuela y empezó a llorar otra vez.
– Está embarazada de él. He visto la ecografía. Y también he visto su vientre hinchado.
– A lo mejor tiene gases.
Los sollozos dieron paso a un bufido burlón.
– Las mujeres como Fiona no tienen gases.
– Todo el mundo tiene gases. Tú no tienes la certeza de que esté embarazada, y si lo está, no sabes si ese hijo es de Alex. Fiona tiene su propio plan. Tú ya me comentaste en otra ocasión que quería volver con Alex. Sacarte de la competición es la manera ideal de allanarse el camino. Sin ti tendría más posibilidades de recuperarle.
– Quizá -respondió Dani, que seguía sin estar dispuesta a concederle a Alex el beneficio de la duda.
– Es posible que el padre sea otro.
Teniendo en cuenta lo guapa que era aquella mujer, Dani estaba segura de que habría miles de hombres que se ofrecerían como voluntarios para ser el padre de sus hijos.
– No sé qué pensar -admitió-. Me gustaría creer que todo es mentira, pero Fiona tenía muchos datos sobre la casa de Alex. Datos muy concretos y, sin embargo, él me había dicho que Fiona nunca había estado allí. Así que, por lo menos en eso, Alex me mintió.
– Estoy convencida de que tiene que haber alguna explicación lógica para eso.
Dani se sorbió la nariz.
– Te estás poniendo de su parte. Eso no vale.
– Estoy intentando ayudarte a ver que no tienes todos los datos. Si al final resulta que Alex de verdad te ha traicionado, le pediré a Walker que contrate un mercenario para que le haga morder el polvo.
Había una fiereza en la voz de Gloria que le hizo sentirse a Dani segura y querida. No servía para aliviar el dolor que la estaba desgarrando por dentro, pero ayudaba un poco.
– Me gusta el plan -admitió.
– Entonces, ya estamos de acuerdo en algo. Pero de momento, necesitas más información. Tienes que hablar con Alex.
– Hoy no -respondió Dani al instante.
Apenas había conseguido aguantar todo el turno en el restaurante antes de escapar a casa de Gloria, donde se había derrumbado.
– Y creo que voy a tardar mucho tiempo en hablar con él.
– Pero tendrás que hacerlo.
– Quizá.
Dani se secó las lágrimas, preguntándose mientras lo hacía, cómo iba a superar el hecho de que Alex fuera el traidor que sospechaba. ¿De verdad no había un solo hombre bueno sobre la faz de la tierra o el problema era que ella estaba condenada a no encontrarlo?
Alex esperó a que todo el mundo hubiera salido de la reunión. Quería hablar con su padre. Mark descolgó el teléfono de su despacho y miró a su hijo.
– ¿Querías algo más?
– Quería hablar contigo de cómo conseguiste que me retiraran los cargos.
Mark sacudió la cabeza.
– No tienes por qué darme las gracias. Estuve encantado de hacerlo -miró el reloj-. Lo siento, pero ahora tengo que hacer una llamada.
Alex ignoró aquellas palabras.
– No estoy aquí para darte las gracias. Estoy aquí para preguntarte qué demonios crees que estás haciendo. No entiendo cómo eres capaz de inmiscuirte de esa manera en mi vida. Ni siquiera tuviste la cortesía de consultarme antes de intervenir. Tú te ocupaste de arreglarlo todo porque era lo que pensabas que tenías que hacer.
Mark se enderezó en la silla.
– Podrías mostrar un poco de gratitud. Si te hubieran conservado los cargos, habrías tenido que dejar la campaña y en tu firma de abogados no habrían querido que volvieras a trabajar con ellos. No sé que habrías hecho. Y en el caso de que hubieras salido condenado, es probable que no hubieras podido ejercer como abogado durante el resto de tu vida. Te he salvado, Alex, no lo olvides.
– Yo quería hacer las cosas a mi manera.
– ¿Ah, sí? ¿Y se puede saber cuál es tu manera?
– Dejar que el sistema funcione como debe.
– ¿El sistema? El único sistema que importa es el que nosotros podemos controlar. Te estás comportando como un niño. ¿De verdad quieres ir a la cárcel?
– Si es necesario, sí -contestó Alex.
Estaba decidido a no perder la calma. Conocía suficientemente bien el estilo de Mark como para reconocer la técnica que estaba utilizando. Mark conseguía que sus oponentes terminaran sintiéndose tan estúpidos que decidían retirarse antes de concluir la discusión. Pero Alex no iba a permitir que le distrajera.
– Yo quiero hacer las cosas como es debido.
Mark se levantó y rodeó su escritorio.
– Para ti, hacer las cosas como es debido es estar a la altura de tu potencial. Tienes una carrera brillante, no sé por qué vas a dejar que un periodista sin escrúpulos te la destroce. ¿Que hice unas cuantas llamadas? Por supuesto. Y puedes estar seguro de que volvería a hacerlas otra vez. Tú le das mucha importancia a la lealtad dentro de la familia, estás decidido a proteger a todos aquéllos que te importan, ¿verdad? Pues bien, yo también, así que eso fue lo que hice: protegerte.
Alex se levantó.
– Te involucraste en una cuestión legal que no era asunto suyo. Utilizaste tu posición para influir en el fiscal del distrito. ¿Eso no te molesta? Porque te aseguro que a mí me ha molestado, y mucho.
Mark se apoyó contra el escritorio.
– Había olvidado lo idealista que eres. Mira a tu alrededor. Esto no es una discusión intelectual en una clase de la universidad. Estamos en el mundo real. ¿Tú sabes por qué estás participando ahora mismo en mi campaña? ¿Por qué estás trabajando ahora conmigo? Porque tu firma de abogados quiere que estés aquí. Te dejaron marchar porque esperan que gane las elecciones y, de esa manera, tendrán más adelante un hilo directo con la Casa Blanca. Lo sabes tú y lo sé yo. En esta vida, todo es política, hijo mío. Es una realidad que tienes que aceptar.
– Pero en alguna parte tendrá que dejar de funcionar la política.
– ¿Por qué? -preguntó Mark, y parecía sinceramente confundido-. ¿Por qué tiene que parar en alguna parte?
Alex lo comprendió entonces. Hasta ese momento, no había visto nunca a su padre como realmente era. Su padre no era un hombre malo o sediento de poder. Simplemente, veía el mundo de la manera que le hacía la vida más fácil.
Pensó en Katherine, que vivía su vida cumpliendo con su obligación no sólo porque era eso lo que se esperaba que hiciera, sino porque era lo que la definía. Pero aun así, quería a Mark con cada fibra de su ser. ¿Cómo podría su madre conciliar aquellas dos facetas tan diferentes de su vida?
Si estuviera allí en ese momento, estaba seguro de que Katherine le diría que querer a alguien implicaba aceptarlo tal y como era, con sus virtudes y sus defectos. Alex podía querer mucho a su padre, pero aceptar sus defectos le iba a resultar mucho más difícil.
Tenía dos opciones, aceptar lo que había pasado o abandonar. Sus entrañas le decían que lo dejara todo. Que él no era un hombre preparado para formar parte de aquel mundo. Pero su corazón continuaba recordando el momento en el que lloraba junto al cadáver de su madre porque no había sido capaz de salvarla. Su corazón le recordaba la promesa de guardar lealtad, aunque no supiera a quién. Siendo muy niño, Alex se había prometido que, si alguna vez volvía a tener una familia, permanecería siempre a su lado, protegiéndola, que jamás la abandonaría. Y su corazón recordaba a Katherine enseñándole que el deber lo era todo.
No tenía opción. Se quedaría junto a su padre porque era lo que tenía que hacer.
Dani ni siquiera sabía en qué canales emitían programas relacionados con la política los domingos por la mañana, pero estuvo recorriendo diferentes canales hasta que vio en uno de ellos a varios hombres y mujeres vestidos de oscuro y con aspecto serio. Se sirvió una taza de café y se preparó entonces para ser informada sobre el escenario político del país.
En realidad, nunca había tenido un interés especial por la política, pero tampoco había tenido nunca un padre que aspirara a ser presidente de la nación, así que, mejor tarde que nunca. Y, por lo menos, ella siempre había votado.
Bebió un sorbo de café y escuchó a uno de los invitados al programa hablar de la crisis en Oriente Medio. Casi inmediatamente perdió el hilo de la intervención. Seguramente porque estaba agotada. Llevaba cuatro días sin dormir apenas. No había vuelto a ser la de antes desde su conversación con Fiona.
Había estado evitando las llamadas de Alex, algo que no podría hacer eternamente, pero no sabía qué decirle. Una parte de ella tenía miedo de enfrentarse a él porque sería desagradable, pero, sobre todo, porque la aterraba oírle admitir que sí, que era un canalla y que habían vuelto a engañarla otra vez. Hasta que no tuviera confirmación de lo contrario, era suficientemente débil como para seguir pensando lo mejor sobre él.
– No sé cómo puedo ser tan estúpida -musitó en el silencio de la habitación mientras en el programa daban paso a la publicidad-. Tengo que procurar ser más fuerte.
Y lo sería. Cuando llegara el momento. Hasta entonces, podía permitirse un poco de debilidad.
El programa comenzó de nuevo con un cambio de tema. Apareció la fotografía de Mark Canfield y Dani subió inmediatamente el volumen.
– Aunque todavía faltan dieciocho meses para las elecciones a la presidencia -le oyó decir al conductor del programa-, en Washington la situación está al rojo vivo, ¿no es cierto Bill?
La cámara enfocó entonces a otro de los participantes en el programa.
– Sí, así es. El senador Canfield, que hasta ahora había aparecido como el preferido de los votantes, se enfrenta a una situación excepcional. Tiene problemas en su propia casa. Cerca de dos meses atrás, supimos de la existencia de una hija de una relación previa…
A Dani estuvo a punto de caérsele el café cuando vio una fotografía suya en la pantalla del televisor. Soltó un juramento.
– Danielle Buchanan -continuaron explicando en la televisión-, llegó de forma completamente inesperada y dio un vuelco a la campaña. El senador tuvo que sincerarse con el público y las encuestas demostraron que el votante de los Estados Unidos aprecia la sinceridad. Los expertos creen que uno de los principales motivos de esta reacción fue la actitud de su esposa, Katherine Canfield, una mujer que ha demostrado ser una esposa y una madre perfecta. Ella acogió a Dani entre sus brazos, tanto literal como figurativamente. Y si una esposa puede perdonar a un marido, entonces también puede hacerlo una nación.
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