Dani estaba cada vez más preocupada por Bailey. Comenzó a avanzar hacia el coche.

– Yo no soy subnormal -dijo Bailey alzando la cabeza-. Soy una persona normal.

– Pues no lo parece -el chico que estaba a la izquierda agarró a Dani del brazo-. ¡Eh! ¿Qué crees que estás haciendo? ¿Adónde vas?

Dani apartó el brazo con fuerza.

– A mi coche.

– Pues me parece que te equivocas. De momento vas a quedarte aquí.

– ¡Déjala en paz! -gritó Bailey con fiereza-. No te tenemos miedo.

Dani no estaba en absoluto de acuerdo con ella. Estaba muerta de miedo. Al ver de cerca a los chicos, había podido darse cuenta de que tenían las pupilas dilatadas. Genial. Habían consumido alguna droga. Eso significaba que estaría seriamente mermada su capacidad de razonar.

Presionó el botón de las llaves del coche, pero no pasó nada. Seguramente estaba demasiado lejos. Si pudiera llegar hasta él, podría activar la alarma y aquel ruido bastaría para alejar a aquellos tres adolescentes.

Dio un paso adelante. Los chicos continuaban acosándolas. El que respondía al nombre de J.P. se interpuso entre Bailey y ella.

– A la gente como tú no deberían dejarle vivir -dijo con el rostro a sólo unos centímetros del de Bailey-. Deberían ahogarlos nada más nacer. Como a los animales que nacen con algún defecto.

– Eres un cabeza hueca -gritó Bailey, y le empujó.

Dani se volvió para interponerse entre ellos, pero los otros chicos la agarraron del brazo. Ella se retorcía para intentar liberarse, pero no lo consiguió.

J.P. avanzó hacia Bailey y posó las manos en su pecho.

– Vaya, mirad esto. La subnormal tiene buenas curvas -bajó las manos hacia el cinturón de su pantalón-. Vamos a divertirnos un poco. Empezaré yo -miró a Bailey con una sonrisa-. Seguro que todavía eres virgen, ¿verdad? Pues te va a gustar lo que te voy a hacer.

En ese momento, Dani perdió por completo el control. Fue como si de pronto fuera poseída por una furia y una necesidad de proteger a una persona indefensa que superaban todo lo que había experimentado en su vida.

– ¡Apártate de ella! -gritó.

Se liberó de sus captores y comenzó a blandir las bolsas como si fueran armas. Gritaba mientras golpeaba a uno de los chicos con la bolsa en la que llevaba la caja de zapatos y le lanzaba una patada a J.P. que intentaba acercarse a ella. Pero J.P. alzó el brazo, y antes de que ella hubiera podido alcanzarle, le dio un puñetazo en pleno rostro.

El dolor fue como una explosión. El impacto del golpe la lanzó contra un poste y allí volvió a golpearse la cabeza con dureza. Vio una luz brillante, oyó un sonido sordo y vio lo que parecía un coche corriendo hacia ellas.

– ¡Socorro! -dijo con un hilo de voz mientras iba cayendo contra el suelo de cemento-. Necesitamos…

Y de pronto el mundo desapareció.

Capítulo 17

Dani se despertó y se descubrió a sí misma apoyada contra uno de los postes del aparcamiento. Sabía exactamente dónde estaba y lo que había pasado.

– Bailey -gritó.

El hombre que tenía frente a ella sosteniendo una linterna delante de sus ojos sonrió.

– No ha pasado nada -le explicó-. Bailey está bien. Tú eres la única que ha sufrido algún daño. Me temo que se te va a poner el ojo morado.

– Genial -dijo Dani, buscando con la mirada a la adolescente.

Le dolía la cara, y también la cabeza, pero en aquel momento, nada de eso importaba.

Había cerca de una docena de personas a su alrededor. Algunos trabajadores del servicio de urgencias, policías y unos cuantos clientes que lo observaban todo a cierta distancia. Dani continuó buscando con la mirada hasta que vio a Katherine y a una joven a la que no conocía junto a Bailey.

– Bailey está bien -susurró aliviada.

– Claro que está bien. Es una chica fuerte. Su madre dice que se lanzó sobre ti como una leona, dispuesta a atacar a esos chicos.

– Ya se han ido, ¿verdad? -preguntó Dani, deseando que les castigaran por lo que habían intentado hacerle a Bailey.

– Les agarrarán. Tenemos una descripción exacta de los tres. Bailey se ha fijado mucho en ellos.

Katherine desvió la mirada para fijarla en el rostro de Dani. Le dijo algo a Bailey y a la otra mujer y corrió hacia ella.

– ¿Cómo está? -le preguntó al hombre que sostenía la linterna-. Se ha dado un golpe en la cabeza.

– Sí, señora, ya lo sé. Tiene buen aspecto. De momento vamos a llevarla al hospital y le haremos unas cuantas pruebas. Probablemente tenga que pasar allí la noche, pero está evolucionando muy bien. ¿Quiere hablar un momento con ella?

– Sí, por supuesto.

A pesar de que llevaba unos pantalones claros, Katherine se sentó en el suelo y tomó la mano de Dani.

– Dios mío -susurró con los ojos llenos de lágrimas-. ¿Cómo podré agradecértelo?

Dani contestó sollozante.

– No me des las gracias. Todo esto es culpa mía. Esos estúpidos me reconocieron porque me habían visto en el periódico. Empezaron a meterse conmigo y después se fijaron en Bailey. Entonces la emprendieron contra ella. Si le hubieran hecho algún daño…

Katherine alargó la mano para secarle las lágrimas que ni siquiera había sentido caer.

– Si le hubieran hecho algún daño, no habrían encontrado en la tierra un lugar en el que esconderse. Alex les habría encontrado y habría acabado con ellos.

Hablaba con tanta fiereza que Dani la creía a pies juntillas.

– Tú no tienes la culpa -continuó diciendo Katherine-. Por favor, no pienses eso.

– Pero ellos…

– Eran unos capullos -sonrió ligeramente-. Jamás dejaré que la prensa sepa que puedo hablar así, pero te aseguro que puedo ser muy dura. Hijos de…

– Ha estado tan serena -dijo Dani-. Yo estaba muerta de miedo, pero Bailey se ha enfrentado a ellos. Deberías estar muy orgullosa de ella.

– Lo estoy, y también de ti. He visto cómo la has defendido.

Dani se llevó la mano a la mejilla.

– Me temo que no he hecho muy buen trabajo.

– Eres increíble -Katherine le apretó la mano con cariño-. No sé cómo voy a poder agradecértelo.

– No me des las gracias. No sabes lo mal que me siento por todo lo que ha pasado. Estaba aterrada.

– La quieres mucho.

Dani asintió, pero deseó no haberlo hecho al sentir cómo le dolía la cabeza.

– Es mi hermana.

A Katherine se le llenaron los ojos de lágrimas.

– He sido tan mala contigo. Yo no… -tragó saliva-. No hay excusa para lo que he hecho.

Dani frunció el ceño.

– Acabo de darme un golpe en la cabeza y creo que me he desmayado. Supongo que eso explica por qué no tengo ni idea de lo que estás hablado.

– ¿No has visto un coche justo antes de perder la conciencia?

– Sí -contestó Dani, sin atreverse a mover la cabeza.

– Era yo. Julie y yo teníamos planes para esta tarde. Pero le he hecho venir aquí para espiarte.

– ¿Qué?

A esas alturas, Dani ya estaba segura de que tenía una lesión cerebral. Era imposible que Katherine hubiera dicho que había ido a espiarla.

– Estaba tan herida, tan amargada que hice una estupidez. Me habría gustado ser yo la que llevara a Bailey a comprarse el vestido -se cubrió la cara con la mano libre-. Estoy tan avergonzada… En ese momento, te veía como la personificación de todos mis fracasos. Necesitaba hacerte daño.

– ¿Nos seguiste? -dijo Dani sin estar muy segura de si lo había entendido correctamente-. Yo nunca le haría ningún daño a Bailey.

– Lo sé, lo sé. Lo siento mucho. He sido una estúpida, me he dejado llevar por los celos y he actuado de forma ridícula. Estaba herida. En realidad tú no tienes la culpa. Debería haberte dicho algo. Debería haberte dicho que quería ir con vosotras -Katherine bajó la mano-. Lo siento.

Dani la miró fijamente.

– Katherine, me habría encantado que vinieras con nosotras. Te admiro mucho. Ha habido veces… -tomó aire-. ¿Sabes? Muchas veces he pensado que habría preferido que tú fueras mi madre a que Mark fuera mi padre.

Katherine volvió a llorar otra vez.

– Oh, no. Yo no soy tan buena como tú crees.

– Nos has salvado. He visto a ese coche corriendo a toda velocidad hacia nosotras. Has sido tú la que has conseguido que huyeran esos tipos.

– Te he visto defendiendo a mi hija con tu propia vida -dijo Katherine-. Nunca podré pagarte lo que has hecho. Sobre todo después de lo que te he hecho yo a ti -se interrumpió y desvió la mirada-. Cuando me preguntaste por Fiona y por Alex, cuando quisiste saber si era posible que continuaran juntos, te mentí. Estaba dolida y quería hacerte daño. Pero en realidad no están juntos, Dani. No han vuelto a estar juntos desde que se separaron.

Dani, apoyándose con la mano en el suelo, se irguió ligeramente. Se frotó la sien e hizo una mueca al acercar después la mano a su rostro inflamado.

Lo ocurrido y la información que Katherine acababa de darle se mezclaban de manera confusa en su cerebro, como si fueran las piezas de un rompecabezas incompleto. No le encontraba sentido a nada; lo único que realmente alcanzaba a comprender era que, una vez más, le había hecho sufrir a Katherine. Y…

Un momento. ¿Alex no estaba con Fiona? Pero aquélla era una cuestión demasiado importante como para asimilarla en ese momento. Buscó un tema algo más fácil.

– Siento haberte causado problemas -susurró Dani-. Y parece que continúo haciéndolo.

Katherine emitió un sonido que era en parte una risa y en parte un sollozo.

– ¿Eso es todo lo que piensas decirme después de la confesión que acabo de hacer? Me comporté de una forma horrible. Como un ser despreciable. Te mentí.

– Fue una reacción natural, lo comprendo.

– Dios mío, ¿cómo puedes ser tan buena, tan comprensiva? ¿No puedes enfadarte conmigo? Podrías hasta pegarme…

– Me duele demasiado la cabeza como para ponerme agresiva.

Katherine se inclinó hacia ella y la abrazó.

– Dani, por favor, perdóname.

– Te perdono.

– No puede ser tan fácil.

– A lo mejor sí.

– Pero si te mentí acerca de Alex.

– No entiendo lo que ha pasado con Alex -admitió-. Fiona fue extremadamente convincente y después, cuando yo le lancé a Alex todas aquellas acusaciones, él apenas se defendió. Por eso tuve la sensación de que era cierto todo lo que Fiona me había dicho.

– A lo mejor no alcanzaba a comprender que hubieras dado crédito a una información así y le decepcionó que no confiaras en él. Alex es un hombre orgulloso, Dani. Para él, el honor lo es todo. Pero es un hombre por el que merece la pena luchar.

– Podría haberme dicho la verdad -dijo Dani, deseando que dejara de dolerle la cabeza.

– ¿Y no te la dijo?

– A lo mejor… -en aquel momento no era capaz de recordar.

– Me gustaría ofrecerme a ayudarte, pero creo que últimamente me he inmiscuido demasiado en tu vida -le acarició a Dani el brazo.

Alex no estaba con Fiona. ¿Sería posible? ¿Y por qué no había intentado convencerle de la verdad? ¿Por qué se había limitado a desaparecer? Muy bien, era cierto que no la había engañado, pero también que no estaba dispuesto a luchar por lo que habían compartido. De modo que quizá fuera preferible que hubiera terminado todo.

El problema era que no se sentía mejor, sino infinitamente peor.


– Yo nunca me había subido a una ambulancia -dijo Bailey, que iba sentada al lado de Dani-. Me alegro de que no hayan puesto la sirena. Haría mucho ruido.

Dani también se alegraba. Probablemente la sirena habría acabado con ella.

– ¿Estás bien? -preguntó Bailey-. Estás muy pálida y tienes el ojo hinchado. Ha sido increíble cómo te has peleado.

– Sí, a mí también me cuesta creerlo. Estoy segura de que mis hermanos van a hacer todo tipo de bromas sobre mí.

– Se alegrarán de que no te haya pasado nada. Yo también me alegro.

Dani alargó la mano para tomar la de Bailey.

– Has sido muy valiente. El médico que me ha atendido me ha contado cómo me has protegido y has conseguido alejar a esos chicos.

– No iba a permitir que nos hicieran ningún daño.

Dani le sonrió.

– Estoy muy orgullosa de que seas mi hermana.

Bailey esbozó una sonrisa radiante y posó la cabeza en el pecho de Dani.

– Lo mismo digo. Te quiero mucho, Dani.

Dani sintió un nudo en la garganta.

– Yo también te quiero mucho -le acarició a Bailey la melena-. No vamos a permitir que esto lo estropee todo, ¿verdad? Me refiero a lo del vestido y al baile.

Bailey se enderezó inmediatamente.

– Por supuesto que voy a ir al baile. Tengo un vestido precioso y mamá me va a peinar. Me ha dicho que puede dejarme unos pendientes. ¿Crees que estaré tan guapa como ella?

Dani pensó en lo que Katherine le había confesado, en lo mal que se había sentido al saberse fuera de la vida de su hija. Y deseó que Katherine hubiera estado allí para oír lo que Bailey acababa de decirle.