Dani ni siquiera se molestó en volverse para ver quién estaba hablando. Agarró un cuchillo de cocina y dijo:
– Y yo tengo un cuchillo que estoy deseando probar.
Se oyó a un par de hombres gimiendo.
Nick sonrió.
– Espero que sepas utilizarlo.
– Sí, sé perfectamente cómo hacerlo.
Aquello mantuvo en silencio a los cocineros durante un buen rato. Dani sabía que siempre y cuando hiciera bien su trabajo y ellos descubrieran que podían confiar en que no haría nada que dificultara su tarea, conseguiría ganarse su respeto. Era consciente de que llevaba tiempo ganarse el respeto de un equipo de cocina y estaba más que dispuesta a esforzarse para conseguirlo.
– ¿Quieres hacer algún cambio en los platos del día? -preguntó Nick con naturalidad.
A Dani le entraron ganas de echarse a reír ante lo absurdo de aquella pregunta, pero mantuvo el semblante inexpresivo. En realidad Nick no quería saber su opinión. Si intentaba dársela, probablemente la sacaría para siempre de aquel lugar. La división del trabajo era muy estricta. El jefe de cocina se encargaba de dirigir aquel espacio, el director general se encargaba de todo lo demás. La autoridad de Dani pasaba a un segundo plano en el instante en el que cruzaba las puertas abatibles de la cocina.
– No -contestó con dulzura-. Me parecen magníficos. Que disfrutes del almuerzo.
Empujó las puertas y se puso a trabajar.
Nick y ella tenían que aprender a trabajar juntos si no querían convertir las horas de trabajo en una pesadilla. Al ser ella la nueva, le correspondía demostrar su valía, cosa que estaba felizmente dispuesta a hacer.
Una de las ventajas de tener un trabajo nuevo era que la ayudaba a concentrarse. Después del encuentro con Mark Canfield, no había sido capaz de pensar en otra cosa hasta que había cruzado las puertas del restaurante. Alex Canfield parecía haberse apropiado de ella; había invadido por completo su cerebro. Intentaba decirse que era un hombre carente por completo de atractivo y con el que no merecía la pena perder el tiempo, pero sabía que se estaba mintiendo. Había algo en Alex que le llamaba poderosamente la atención. El hecho de que fuera hijo adoptado de su padre biológico añadía un nivel de confusión a aquella situación que le indicaba que tenía que huir inmediatamente de aquel hombre. Y, teniendo en cuenta los avatares de su vida amorosa durante el último año, era un consejo que debería seguir a rajatabla.
Cruzó el comedor del restaurante para dirigirse a su despacho. De camino hacia allí, pasó por la bodega, donde hizo un rápido inventario. El número de botellas coincidía con el de la lista del ordenador.
– Excelente -musitó mientras se acercaba al vestíbulo.
Hasta el momento, trabajar en el Bella Roma estaba siendo un sueño. No había nada que quisiera…
– ¿Dani?
Dani se volvió y vio a su hermano Walker. Le sonrió de oreja a oreja.
– ¿Has venido para ver cómo me iban las cosas? -le preguntó Dani mientras él la abrazaba y le daba un beso en la frente.
– Eso te gustaría a ti.
Walker, un ex marine, se había hecho cargo recientemente del imperio Buchanan. Era él el que dirigía la corporación que agrupaba los cuatro restaurantes de la familia. Había asumido el liderazgo de la empresa cuando Gloria, la gran matriarca de la familia, además de la abuela de Dani y de sus tres hermanos, había sufrido un ataque al corazón y se había roto la cadera. A las pocas semanas de haber ocupado aquel cargo, Walker había descubierto que aquélla era su verdadera vocación.
Dani se alegraba infinitamente por él. Walker era un gran tipo y estaba haciendo un trabajo excelente. En realidad ella nunca había estado interesada en dirigir aquel negocio. Sólo quería tener la oportunidad de demostrarse a sí misma que era capaz de hacerse cargo de uno de los restaurantes. Gloria le había puesto al mando del Burger Heaven, pero se había negado a ascenderle de categoría. Después de pasar años intentando complacer a una mujer que en realidad parecía odiarla, Dani había descubierto los motivos de aquel encono. La propia Gloria le había explicado que no era una auténtica Buchanan, que su madre había tenido una aventura con otro hombre de la que ella era el resultado.
De modo que Dani no tenía ningún parentesco real con la matriarca de la familia. Seguramente, teniendo en cuenta que Gloria siempre se había mostrado distante y crítica con ella, aquella revelación debería haberle aliviado, pero no había sido así.
A pesar de su falta de relación sanguínea, Dani sabía que Gloria siempre sería su abuela, por lo menos en lo que hacía referencia a su propio corazón, pero teniendo en cuenta cómo se había comportado hasta entonces, era poco probable que pudieran llegar a tener una relación de abuela y nieta.
Dani se decía a sí misma que no le importaba. Y, por lo menos, de aquella información había extraído algo bueno.
Tras saber que Mark Canfield podía ser su verdadero padre, se le abría la posibilidad de tener toda una familia nueva a la que sentirse unida. Lo malo era que había pasado toda su vida siendo una Buchanan y, en realidad, tampoco le apetecía ser otra cosa.
Walker la soltó.
– ¿Qué tal van las cosas por aquí?
– Genial. Me encanta mi trabajo. Bernie es el mejor y el personal de cocina está intentando impresionarme. Eso significa que estoy empezando a ganármelos. ¿Y qué haces tú por aquí? ¿Has venido a ver si podías comer algo decente para variar?
Aquella pregunta le hizo sonreír.
– ¿Acaso crees que un poco de pasta con salsa roja puede competir con las delicias que prepara Penny?
Penny estaba casada con Cal, el hermano mayor de Dani. Era una cocinera extraordinaria y trabajaba en el Waterfront, la marisquería de los Buchanan.
– Si lo dices así… -gruñó Dani, consciente de que Penny era una cocinera genial-. Pero aquí tenemos un montón de cosas que vosotros no ofrecéis. Y ahora que pienso en ello, creo que deberíamos abrir un restaurante italiano. Son muy populares y los beneficios que dejan son fantásticos.
Walker se la quedó mirando fijamente.
– No he venido aquí para hablar de negocios.
– Pero sería muy buena idea montar un restaurante italiano.
– Una idea excelente, de hecho, si quieres que ignore el hecho de que estás intentando convencerme de que compita con tu actual jefe.
¡Uy! Dani miró a su alrededor para ver si alguien les había oído. Maldita fuera. ¿Cuándo iba a empezar a darse cuenta de que ya no era una Buchanan? ¿De que no le debía a la familia ninguna lealtad y debería emplear todas sus energías en el Bella Roma?
– De acuerdo, comprendido. Pero si no has venido aquí por el pan de ajo, ¿a qué has venido?
– Por Elissa.
Dani le agarró del brazo.
– ¿Se encuentra bien? ¿Ha ocurrido algo?
– No, está perfectamente. Seguimos adelante con los planes de boda. Ella quiere una boda de cuento de hadas, con miles de flores y lucecitas. Y yo quiero hacerle feliz.
Hasta ese momento, a Dani le habría resultado imposible imaginarse a su hermano hablando de lucecitas de colores y de flores con el semblante tan serio. De hecho, habría jurado que ni siquiera sabía lo que eran. Pero desde que se había enamorado de Elissa, era un hombre diferente. Más abierto, más sensible, más consciente de la existencia de las flores.
– Estoy segura de que la boda será preciosa.
– Elissa quiere que vayas. No va a tener dama de honor. Al parecer, es demasiado complicado. Pero tendrá un montón de ayudantes y le gustaría que tú fueras una de ellas. De todas formas, no quiere presionarte, así que me ha pedido que te lo sugiera yo, para que, en el caso de que quieras negarte, te resulte más fácil hacerlo.
Dani sonrió.
– ¿De verdad? ¿De verdad quiere que vaya a su boda?
– Claro que sí. Le caes muy bien. Además, eres parte de la familia, y no se te ocurra decir que no. Ya estoy cansado de ese tema. Eres tan Buchanan como cualquiera de nosotros. Eres mi hermana. Y aunque hubiera sido una nave extraterrestre la que te hubiera dejado en mi casa, seguirías siendo mi hermana.
Su vehemencia podría haber preocupado a cualquiera que no le conociera, pero Dani sabía que era su forma de decirle que la quería. Podía no estar segura de cuál era su lugar en el mundo o su verdadero apellido, pero no tenía ninguna duda de lo mucho que les importaba a sus hermanos.
– No vas a deshacerte fácilmente de mí -le advirtió-, no te preocupes.
– No me queda más remedio que preocuparme. Soy mayor que tú, así que es lo que me toca. Pero bueno, dime, ¿vas a venir a la boda o no?
– Eres tan dulce, tan persuasivo… Tienes tanta capacidad de comunicación…
– ¿Eso es un sí?
– Era un sí. Me encantaría ser una de las ayudantes de Elissa.
– Estupendo. ¿Qué tal ha ido tu encuentro con el senador?
Dani le condujo a una mesa y se sentó.
– Interesante. Extraño. La verdad es que no he sentido ninguna clase de conexión ni nada parecido.
Le habló de Mark y de la rapidez con la que había aceptado lo que le había contado.
– Alex insiste en que me haga una prueba de ADN y creo que es una buena idea. De esa forma, todos estaremos seguros de que es mi padre.
– ¿Alex es su hijo?
– Sí, su hijo adoptado.
– ¿Y te ha causado algún problema?
Dani sonrió de oreja a oreja.
– ¿Estás ofreciéndote a deshacerte de él si causa problemas?
– Estoy dispuesto a ayudarte si lo necesitas.
A Dani le gustó aquel gesto.
– Creo que puedo manejar a Alex -pensó en la determinación de sus ojos-. O por lo menos intentarlo. Además, no quiero que te pelees con él. Por lo menos todavía. Es un hombre muy guapo.
Walker hizo una mueca.
– Creo que preferiría no saberlo.
– No te preocupes. No pasará nada. Ya he aprendido la lección. A partir de ahora, no quiero nada de relaciones. De todas formas, es un hombre que ha conseguido llamarme la atención. Pero no va a servirme de nada. Me considera una molestia. Un inconveniente que podría echar a perder la campaña electoral de su padre.
– ¿Y tú qué piensas?
– Yo creo que está sacando las cosas de quicio. Lo único que a mí me interesa es saber si Mark Canfield es o no mi padre. Si es mi padre, me gustaría conocerle. Y nada más. Aunque la verdad es que Mark me ha invitado a cenar esta noche en su casa. Quiere que conozca a su esposa.
– ¿Y qué va a pensar ella de todo esto?
Dani esbozó una mueca.
– No tengo ni idea, pero supongo que nada bueno.
Katherine Canfield entró en casa por la puerta del garaje seguida por su ex nuera. Como siempre, Fiona iba elegantemente vestida, con un traje que realzaba su esbelta figura y el color rojo de su pelo. Katherine bajó la mirada hacia su propio vestido de diseño. A pesar del ejercicio que hacía a diario y de que vigilaba constantemente su dieta, su cuerpo estaba empezando a cambiar. Nunca había pensado que le importaría envejecer, pero cuando se enfrentaba a la realidad de su cintura y a la desagradable demostración de que la fuerza de gravedad no era precisamente su amiga, pensaba con añoranza en la elasticidad de la juventud.
– Ya tengo preparada la lista de invitados -dijo Fiona con eficiencia-. Todos, salvo tres diseñadores, han confirmado su presencia y pienso presionar hasta el último momento para que también ellos acepten. Estoy decidida a aumentar los beneficios de este año en por lo menos un veinticinco por ciento.
– Tanto el hospital como yo apreciamos tu entusiasmo -dijo Katherine mientras se quitaba los zapatos.
Había estado presentando sus planes para el desfile de moda destinado a recaudar fondos para el hospital y después habían ido a tomar el té. Llevaba horas sin sentarse y sus pies estaban comenzando a hacérselo saber, otro síntoma de envejecimiento.
A la edad de Fiona, habría sido capaz de hacer todo eso y de pasarse después la noche bailando.
– Deberíamos limitarnos a enviar un cheque -dijo Katherine mientras se servía un vaso de agua. Después le sirvió otro a Fiona-. Eso supondría mucho menos trabajo.
Fiona sonrió.
– Siempre dices lo mismo, pero estoy segura de que no hablas en serio.
– Tienes razón.
Aunque las tareas benéficas ocupaban la mayor parte de su tiempo, le encantaba saber lo mucho que podían cambiar las cosas gracias al dinero recaudado.
El sonido de alguien corriendo le hizo volverse. Anticipando el encuentro, Katherine dejó el vaso sobre el mostrador, se agachó y abrió los brazos.
Segundos después, Sasha entraba corriendo en la cocina y volaba hasta ella.
– Mamá, mamá, por fin has vuelto. Te he echado mucho de menos. Yvette me ha leído un cuento y he estado viendo un vídeo de una princesa con Bailey. Hemos comido una hamburguesa con queso y luego Ian nos ha leído otro cuento y ha hecho voces.
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