Alex la fulminó con la mirada.
– Al diablo con la campaña. ¿Crees que la prensa va a olvidarse de ti porque te vayas de la ciudad? Continuarán con toda esa historia. En cuanto a Bailey, ni siquiera sabes lo que podría haber pasado. Esos chicos hicieron algo terrible y serán castigados por ello, pero tú no tenías ningún control sobre lo que estaban haciendo, ni tenías ninguna manera de predecirlo -se acercó a ella-. Vas a rendirte. Jamás pensé que serías capaz de hacer algo así.
Muy bien. Dani llevaba demasiado tiempo mostrándose comprensiva. Había llegado el momento de decir algo.
– Estoy haciendo lo que considero lo mejor para todo el mundo.
– No estás dispuesta a luchar por lo que realmente quieres.
– No estoy dispuesta a hacer daño a la gente a la que quiero. Deberías sentirte agradecido. Tú quieres mucho a Katherine y sabes lo mucho que ha sufrido por culpa mía.
– Katherine es más fuerte de lo que crees. ¿Y qué me dices del padre que estabas tan desesperada por encontrar? ¿No piensas terminar lo que has empezado?
– Mark no me necesita. Lo que él necesita es ser presidente. Te necesita a su lado, trabajando para alcanzar su objetivo. Lo último que le conviene es pelearse con la prensa por mi culpa.
Alex tomó aire.
– Ya no voy a seguir en la campaña. Todavía no se lo he dicho a Mark, pero me voy.
Dani le miró fijamente.
– No puedes. Mark te necesita.
– Mark tiene a su disposición personal muy preparado que puede hacerse cargo de la campaña. Ése no es mi mundo. Yo no quiero ser como él.
Evidentemente, Alex todavía no le había dicho nada a su padre, porque, de otro modo, Dani se habría enterado ya. Y cuando la prensa lo supiera, la cosa se iba a poner muy fea.
– Un motivo más para macharme -musitó-. Así la prensa se olvidará de nosotros.
– Y eso es lo único que importa, ¿verdad? -preguntó Alex con amargura-. Me alegro de saber de qué lado estás. Has entrado en la lógica de la política de forma muy rápida. Realmente, eres digna hija de tu padre.
Aquella acusación tan injusta le dolió casi tanto como el golpe que le habían dado en la cabeza.
– Eso no es justo. ¿Crees que para mí es fácil? Quiero a la familia a la que acabo de conocer. No quiero dejarla y te aseguro que tampoco quiero abandonar a mi familia de siempre. Estoy tomando una decisión muy difícil, pero lo hago por el bien de todo el mundo.
– A mí me parece que es la solución más fácil.
– En ese caso es que no eres capaz de entender nada.
Ella no quería que pelearan. Pensaba que Alex se entristecería al saber que se iba. No había imaginado que pudiera enfadarse.
Alex se acercó a la ventana y clavó en ella la mirada. Al cabo de unos segundos se volvió hacia Dani.
– ¿Y nosotros?
– No sé cómo puede funcionar lo nuestro -admitió Dani-. El precio a pagar es muy alto. Incluso en el caso de que dejes la campaña.
– Entonces, somos víctimas de esta guerra. ¿Todo tiene que terminar entre nosotros?
No, gritó Dani en silencio. No quería que su relación terminara.
– Me importas mucho.
– Oh, me estás haciendo sentirme muy especial.
– No -le pidió Dani, y se reclinó en el sofá-. No te pongas frío y sarcástico.
– ¿Y cómo debo ponerme? Yo pensaba que te importaba. Pensaba que nuestra relación era importante para ti. Pensaba que eras la única con la que se suponía que tenía que estar -caminó hacia ella-. Tú no eres la única que tiene un pasado sentimental terrible. Primero me enamoré de una mujer que me mintió y me engañó y después me he enamorado de una mujer que no es lo suficientemente fuerte como para luchar por lo que de verdad importa.
¿Enamorarse? Entonces… Dani alzó la mirada hacia él.
– ¿Alex?
– ¿Vas a ir a contarle a Bailey que te vas o prefieres que se lo diga yo? Ella cree que sois amigas, así que esta noticia no le va a hacer ninguna gracia. Pero Bailey siempre ha sabido enfrentarse a sus propios sentimientos. Esa chica tiene el corazón de una leona. Es algo que admiro en ella. Pensaba que era algo que teníais en común, pero por lo visto, estaba equivocado.
A Dani se le llenaron los ojos de lágrimas. No podía ver con claridad. Pestañeó varias veces y, cuando por fin pudo ver otra vez, se dio cuenta de que Alex se había marchado.
Así, sin más. Había oído lo que tenía que decirle y se había marchado.
Dani escondió el rostro entre las manos y se entregó a las lágrimas. No quería marcharse. Pensar en abandonarlo todo le estaba matando. No quería marcharse, pero no veía otra solución a sus problemas.
Capítulo 19
– ¡Katherine! No esperaba verte hoy -Mark se levantó y rodeó su escritorio-. ¿Ha ocurrido algo? ¿Bailey ha…?
– No, Bailey está bien -contestó Katherine mientras su marido le daba un beso en la mejilla.
Siempre parecía alegrarse de verla; otro motivo más para quererle.
Mark le rodeó la cintura con los brazos.
– Últimamente he estado muy ocupado -le dijo Mark mientras le acariciaba la espalda-. Entre el tiempo que paso en las oficinas y los viajes a Washington casi no te veo. Te he echado mucho de menos.
Las caricias de Mark bastaron para activar todas sus terminales nerviosas.
– Yo también te he echado de menos -respondió Katherine-. Pero sabíamos que esto sería así si decidías optar a la presidencia.
– Es el precio de la gloria.
Mark se inclinó para volver a besarla. Fue un beso tierno, pero tan cargado de sensualidad que Katherine estuvo a punto de derretirse. Sólo Mark, pensó, era capaz de provocarle esa sensación. Siempre Mark. Lo amaba más de lo que parecía posible. Tanto que hasta se sentía en secreto culpable por quererle más que a sus hijos. Pero eso no le impedía reconocer sus defectos.
Tomó aire y se apartó de él.
– Tenemos que hablar.
Mark posó la mano en su trasero y presionó suavemente.
– ¿Podemos hacerlo desnudos?
Katherine se echó a reír.
– Podría entrar cualquiera de tus colaboradores, ¿de verdad te apetece que te vean haciendo el amor con tu esposa?
– ¿Por qué no? -preguntó Mark. Se enderezó mientras hablaba, tomó la mano de Katherine y la posó sobre su erección-. ¿Qué le digo entonces a este tipo?
– Que le veré esta noche.
– Me parece una respuesta justa -la condujo hasta el sofá que había al lado de la pared-. ¿De qué quieres que hablemos entonces?
Katherine clavó la mirada en el hombre al que amaba, fijándose atentamente en todos aquellos rasgos tan familiares. Todavía recordaba la primera vez que le había visto. Su rostro le había llamado la atención en una habitación abarrotada de gente e inmediatamente había sabido que nada volvería a ser igual.
– ¿Qué habría pasado si Marsha no hubiera decidido poner punto y final a vuestra relación? -preguntó de pronto, iniciando una conversación que no era cómoda para ninguno de los dos-. Si hubieras seguido con ella cuando fui a buscarte, ¿la habrías dejado por mí? Porque habrías tenido que tomar una decisión.
Pensaba que Mark podía enfadarse por aquella pregunta, pero lo que hizo su marido fue acercarse a ella y acariciarle la cabeza.
– No nos hagas esto -dijo con voz queda-. No hay respuesta, Katherine. Ya lo sabes. Es una situación que no se dio y lo que pueda decir ahora no tiene ningún valor. Siempre creerás lo que quieras creer.
Tenía razón, por supuesto. Mark la conocía mejor que nadie.
– Ella te dio algo que yo nunca he podido darte.
– Estás hablando de un hijo. Tú me has dado muchos hijos. Ocho exactamente. Pero, aunque pueda parecerte un egoísta, lo más importante para mí es que me has permitido ser yo. Yo soy el hombre que soy gracias a ti. Es posible que eso no signifique mucho para nadie, pero sé que soy mejor persona gracias a haberte amado durante todos estos años. Tú eres lo mejor de mí, Katherine, siempre lo has sido. Me ves cegada por el amor y vivo intentando estar a la altura de tus expectativas.
Aquellas palabras le llegaron hasta lo más hondo de su corazón. Se sentía de pronto expuesta e inmensamente agradecida.
– ¿De verdad?
– Sí. Nunca se puede elegir de verdad. La vida ha ido transcurriendo día a día y ahora mira lo que tengo. ¿Habría elegido a Marsha? No lo sé, desde luego, no puedo arrepentirme de haber tenido a Dani, pero jamás la cambiaría por ninguno de nuestros hijos. ¿A quién tendría que renunciar? ¿A Julie? ¿A Alex? ¿A Oliver? ¿Qué sonrisa tendría que dejar de ver? ¿La de Bailey? ¿La de Sarah? Ellos también son mis hijos. No puedo vivir sin ninguno de ellos. Ni sin ti. Tú siempre has sido lo más profundo de mí, Katherine. Y te amo.
Mark siempre había sido muy hábil con las palabras, pero en aquella ocasión, Katherine le creyó. Creyó lo que le estaba diciendo. Sus palabras fueron un bálsamo para ella, sanaron sus heridas y le dieron la certeza de que no se había equivocado al amar a Mark.
– Tú eres la luz de mi vida. Sin ti estaría perdido -le confesó Mark, y la besó.
Katherine le devolvió el beso, poniendo en sus labios toda la pasión que le embargaba en aquel momento.
Mark se echó a reír.
– Eh, ahora me estás causando problemas a propósito.
– Quizá tengas razón -le acarició la cara-. Pero es porque creo que dentro de muy poco vas a estar muy enfadado conmigo.
– ¿Por qué?
– Por lo que voy a decirte. Por lo que estoy a punto de pedirte.
Mark cambió inmediatamente de humor.
– Tú nunca me has pedido nada.
– Lo sé -y era algo de lo que se enorgullecía. Sabía que era absurdo, pero no podía evitarlo. Tomó aire-. Alex quiere dejar la campaña. No tiene madera de político. No quiere desilusionarte, pero ya no puede continuar a tu lado.
Mark se echó hacia atrás y soltó una maldición.
– Le necesito. Es muy bueno en su trabajo.
– Dani quiere irse de Seattle. Se siente responsable de lo que le pasó a Bailey y de la bajada que has sufrido en las encuestas. Lo único que ella quería era encontrar a su familia y ahora cree que nos ha destrozado la vida y que la mejor manera de arreglar las cosas es marchándose.
Mark la miró con expresión interrogante.
– ¿Y tú qué crees?
Katherine le tomó las manos.
– Creo que eres el único hombre al que he querido y al que querré. Que por ti haría cualquier cosa. Estaría dispuesta a morir por ti, Mark, lo sabes. Pero creo que ya no puedes continuar con esto. El precio a pagar está siendo demasiado alto. Ya es hora de que renuncies a tu sueño.
Mark palideció. Pareció encogerse, sobrecogido por una inesperada decepción. A Katherine le dolía casi físicamente haber pronunciado aquellas palabras y habría dado cualquier cosa por dar marcha atrás, pero no podía. Había otras muchas vidas en juego. Podía estar dispuesta a morir por su marido, pero no a hacer sufrir a aquéllos que amaba.
Se preparó para una discusión, para la furia y la dureza de las inminentes acusaciones de Mark. Sabía lo mucho que deseaba dejar su huella en el mundo. Pero, sorprendido por la firmeza de su esposa, Mark le apretó la mano y susurró:
– Si eso es lo que quieres…
– ¿Qué?
Mark sonrió.
– Confío en ti, Katherine. Siempre he confiado en ti. No me pedirías una cosa así por simple capricho. Sabes lo que esto significa para mí y a lo que tendré que renunciar. Pero soy consciente de que hay cosas más importantes. Tendré que escribir un comunicado y hacer una aparición ante la prensa. Haré la típica declaración de que quiero pasar más tiempo con mi familia. Curiosamente, esta vez será verdad.
¿En serio? ¿No pensaba oponerse?
– ¿Así, sin más?
Mark la besó.
– Sí, así sin más. Katherine, te quiero. Algún día tendrás que empezar a creértelo.
Katherine tomó aire y corrió a sus brazos. Tenía los ojos llenos de lágrimas.
– Gracias.
– No, no me des las gracias. Has sido una mujer maravillosa. Yo apenas he tenido que hacer nada para que nuestra relación funcionara -le acarició lentamente la espalda-. ¿Y si te dijera que la puerta de mi despacho tiene cerrojo?
Katherine siempre había llevado un gran peso por dentro, la pesada carga de ser la única enamorada de su relación. Pero, por primera vez después de tantos años, aquel peso había desaparecido. Se sentía ligera, feliz, llena de posibilidades.
– Te diría que echaras el cerrojo y comenzaras a desnudarte.
Alex se sentó a la mesa en el bar Downtown Sports. Había estado allí unas cuantas veces, pero entonces para él sólo era un lugar en el que encontrarse con los amigos. En aquel momento, sin embargo, era consciente de que formaba parte del imperio Buchanan, era un lugar importante para Dani y, por lo tanto, importante para él.
Una camarera rubia se acercó a tomarle nota.
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