– No se te ocurra pensar siquiera en renunciar a nosotros -musitó Reid.
– Por supuesto que no -le prometió Dani-. Pero de pronto tengo una nueva vida: un padre al que no conocía, hermanos nuevos y un trabajo que me encanta en el Bella Roma. ¿Y vosotros qué tal estáis?
Walker se aclaró la garganta.
– Yo me paso la vida contratando gente, haciéndome cargo de la empresa -miró a Dani-. Sé que esto era lo que querías hacer tú, pero también dijiste que habías cambiado de opinión
Era tan propio de Walker preocuparse por ella, pensó Dani feliz, sintiéndose querida y apoyada por sus hermanos
– Yo nunca quise hacerme cargo de la compañía -le corrigió-. Lo que quería era dirigir un restaurante. Y ahora estoy más cerca de conseguirlo. Por supuesto, no es el Buchanan's ni tampoco el Waterfront, pero es un buen restaurante. Me alegro de que te hayas hecho cargo del negocio y la verdad es que también me sorprende un poco que Gloria haya estado tan dispuesta a dejarte a cargo de la corporación.
– Se está haciendo mayor y es consciente de que no puede manejarlo todo sola.
– ¡No me estoy haciendo mayor! -exclamó con voz potente su abuela desde el marco de la puerta.
Dani miró a Gloria Buchanan, tan perfectamente arreglada como siempre y ligeramente inclinada para apoyarse en el bastón que necesitaba para caminar.
– Si quisiera podría seguir llevando yo sola la empresa -continuó Gloria-. Sencillamente, he decidido no hacerlo.
Los hermanos de Dani se levantaron cuando Gloria entró en la habitación. Reid acompañó a su abuela hasta una butaca y todo el mundo se sentó.
Dani miro a aquella mujer que había jugado un papel tan importante en su infancia. Durante mucho tiempo, hacer las cosas bien para poder impresionarla lo había significado todo para ella. Las raras alabanzas que de ella obtenía eran especialmente importantes, precisamente por lo mucho que escaseaban. Pero desde que había llegado a la adolescencia, Dani no había vuelto a recibir un solo elogio por parte de su abuela.
Siempre había sido una mujer difícil y cruel, pero aun así, Dani continuaba echando de menos a Gloria. Seguramente, eso significaba que Dani necesitaba una buena terapia.
– En primer lugar, quiero daros las gracias por haber venido -dijo Gloria sonriéndoles.
Se inclinó después hacia delante y le tomó a Dani la mano.
– Sé que estás muy ocupada.
Aquella caricia le provocó a Dani una fuerte tensión en el pecho. Años atrás, un gesto de amabilidad como aquél habría significado un mundo para ella. Pero después de tantos años de rechazo, había hecho todo lo posible para que dejara de importarle lo que aquella anciana pensara de ella. En aquella última etapa de su vida, Gloria estaba intentando recuperar su relación con ella y Dani no estaba segura de qué hacer al respecto. ¿Debería volver a confiar en su abuela?
– Quiero hablaros de mi patrimonio -continuó diciendo Gloria.
– ¿Por qué? -preguntó Walker bruscamente-. ¿Qué es lo que no nos has dicho?
– Nada, no te emociones tanto, no me voy a morir todavía. Es, sencillamente, que quiero poner algunas cosas en orden. No voy a vivir eternamente.
Dani se preguntaba si los últimos problemas de salud que Gloria había sufrido le habrían hecho más consciente de que era mortal.
– Tengo un gran patrimonio -dijo Gloria-. Sólo mis acciones en la corporación de la familia ya valen varios millones. He hecho algunas inversiones, tengo esta casa y varias propiedades más, y he decidido dividirlas entre todos vosotros.
Dani quería salir corriendo de allí. No quería oír nada más. Se alegraba por sus hermanos, pero, puesto que en realidad ella no era nieta de Gloria, no tenía ningún motivo para…
– He dividido mi patrimonio en cuatro partes -añadió Gloria.
Ninguno de sus hermanos reaccionó, pero Dani se sintió como si acabara de fulminarla un rayo. No podía oír, no podía hablar, y era incapaz de comprender lo que estaba pasando allí.
– ¿Por qué? -preguntó sin pensar-. Yo no soy una Buchanan.
Gloria se volvió hacia ella.
– Por supuesto que eres una Buchanan. Siento haberte dicho lo que te dije. Siento haber sido tan cruel contigo. No tengo excusa, de verdad. Me gustaría haberme comportado de forma diferente. No puedo cambiar el pasado, pero puedo intentar asegurarme de que a partir de ahora sepas que de verdad me importas. Mi patrimonio se dividirá en cuatro partes iguales. Reid y Lori se quedarán con esta casa dentro de unos años, en cuanto hayan abandonado su ridícula casa flotante y estén preparados para formar una familia. Walker ya se está haciendo cargo del negocio, así que recibirá más acciones. Dani se quedará con mis joyas, y con su correspondiente parte de la empresa. Cal, tú recibirás todas mis acciones del Daily Grind. Y, por cierto, quiero que sepas que soy la mayor accionista.
Cal la miró con el ceño fruncido.
– Conozco a los principales accionistas de la cafetería, y tú no eres una de ellas.
– Me temo que no conoces el nombre de la empresa que me representa.
Cal soltó un juramento.
– Eres realmente buena.
– No, pero debería haberlo sido. No espero poder enmendar ahora todos mis errores, no he cambiado tanto. Pero quería que supierais con lo que podéis contar.
Reid se levantó y tiró de la mano de Gloria para que también ella se levantara. Entonces la abrazó. Dani también abandonó su asiento y alguien tiró de ella para que se uniera a aquel abrazo. Muy pronto, todos estuvieron abrazados.
Minutos después, se puso fin a la reunión. Sus hermanos se marcharon, pero Dani decidió quedarse un rato más. Gloria volvió a sentarse.
– Háblame de tu encuentro con tu padre.
Dani le hizo un breve resumen de lo que había pasado.
– Pensé que sería algo más intenso -admitió.
– A veces no somos conscientes de cuáles eran nuestras expectativas hasta que no nos vemos en situación -le dijo Gloria-. En cualquier caso, ese Alex parece interesante.
Dani se echó a reír.
– ¿Estás haciendo de casamentera? Porque si es así, yo que tú no me tomaría tantas molestias. Ya sabes que tengo una suerte pésima con los hombres. Además, no tengo nada que hacer con ese hombre. Entre otras cosas, porque somos hermanos.
– No tenéis ningún lazo de sangre. ¿Cómo es Katherine?
– Una mujer elegante, amable… -Dani suspiró al recordar la paciencia que tenía aquella mujer con todos sus hijos-. Esa familia parece salida de una película. Parece mentira que las cosas transcurran tan tranquilamente con tantos hijos. Ian va en silla de ruedas y dos de los chicos tienen síndrome de Down. Trisha es sorda y sé que los demás también son niños con necesidades especiales, aunque no sé exactamente qué problema tienen.
– La verdad es que no soy capaz de entender cómo es posible que una mujer opte por arrastrar semejante carga -dijo Gloria-. ¿Quién puede necesitar tantos niños con problemas? Es ridículo. Esa mujer es una auténtica mártir. ¿Qué pretende? ¿Terminar en una estampita?
Aquella reacción era tan propia de Gloria que Dani no pudo evitar una sonrisa.
– Ya veo que no has cambiado del todo.
Gloria suspiró.
– Al parecer no, pero estoy trabajando en ello. He coincidido con Katherine en varias ocasiones. Es una mujer elegante y encantadora, razones por las cuales nunca hemos congeniado.
– Ha sido muy amable conmigo. Si yo hubiera estado en su lugar, no sé si habría sido capaz de reaccionar de la misma forma.
– Quizá no. En cualquier caso, cuídate. Esta situación es muy complicada -Gloria sacudió la cabeza-. Aunque ya sé que harás lo que te apetezca. Siempre has sido muy cabezota.
– Supongo que en eso he salido a ti -dijo Dani, y apretó entonces los labios-. Quiero decir que…
Gloria le agarró inmediatamente la mano.
– Déjalo, no tienes por qué retractarte. Claro que en eso has salido a mí. A lo mejor porque llevas toda la vida viendo lo cabezota que soy. Dani, sigo siendo tu abuela. Tenemos una historia en común. Me gustaría que me perdonaras por todo lo que te he hecho, ¿crees que podrás hacerlo?
Dani no estaba segura. ¿Perdonar a alguien significaba confiar en esa persona? Porque a ella le costaba creer que Gloria no iba a volver a hacerle ningún daño. Aun así, en aquellas circunstancias, le pareció más oportuno decir:
– Claro que sí.
Dani estuvo revisando las recetas para la cena. No estaba mal para ser un miércoles, pensó mientras tomaba nota mentalmente. La pasta especial de Nick había sido un gran éxito y también había tenido una buena salida su selección de vino.
A Dani le había costado casi una semana convencer a Bernie de que sugiriera diferentes vinos para cada comida. Él decía que los clientes podían encontrar ofensivo que les recomendara el vino con el que acompañar sus platos, que podían pensar que los consideraban demasiado estúpidos como para decidir por sí mismos.
Dani había replicado que a la gente le gustaba que le dieran ideas que le permitieran probar vinos que, de otra forma, quizá no tuvieran oportunidad de conocer.
Habían llegado al acuerdo de añadir un vino para la mitad de los platos de la carta y esperar a ver si se vendían. Después de su éxito, Dani tenía la sensación de que Bernie estaría dispuesto a añadir algunos más.
Aquella pequeña victoria le causó un gran placer. Quería hacer bien su trabajo. Al fin y al cabo, era su primer trabajo al margen del imperio de Buchanan, de modo que, para ella, era toda una prueba.
– Dani, uno de nuestros clientes quiere hablar contigo. No ha dicho por qué.
Dani le sonrió al camarero.
– Gracias, Eddie. ¿En qué mesa está?
– En la quince.
– Ahora mismo voy.
Una petición para ver al responsable del restaurante podía significar cualquier cosa: desde un elogio por lo excepcional del servicio hasta una perorata por lo mal que se había sentido tratado el cliente. Pero el Bella Roma era un restaurante que funcionaba a la perfección, de modo que Dani no estaba preocupada.
Rodeó la esquina y, en cuanto llegó a la mesa, dijo.
– Hola, soy Dani Buchanan, ¿en qué puedo ayudarle?
Pero en ese mismo instante reconoció a su cliente. Tanto su traje gris como sus ojos y su gesto decidido eran inconfundibles.
– Qué sorpresa -le dijo a Alex.
– Había oído decir que la comida era buena.
Dani vio que tenía la carta en la mano.
– Veo que todavía no has pedido. ¿Quieres que te haga alguna sugerencia?
– ¿Vas a escupir en mi plato antes de traérmelo?
Dani sonrió.
– Eso depende de los motivos que te hayan traído hasta aquí.
– A lo mejor sólo quiero conocerte mejor.
– Oh, por favor, es posible que no haya estudiado Derecho, pero no soy ninguna estúpida.
– Estudiaste en Cornell, un lugar en el que no es fácil entrar, y jamás he dicho que seas una estúpida.
Mientras bajaba la mirada hacia él, a Dani se le ocurrió pensar que, en realidad, no le importaba que se hubiera presentado en el restaurante. Curioso. También advirtió que, en el fondo, disfrutaba discutiendo con él. Los dos eran rápidos e ingeniosos.
Pero Alex todavía no había contestado a su pregunta: ¿qué estaba haciendo allí?
– No, pero lo has insinuado.
Alex señaló la silla que tenía frente a él.
– Podrías sentarte conmigo.
– O podría no hacerlo.
Alex miró a su alrededor.
– Son más de las nueve. Ya no vais a servir más cenas. Come algo conmigo, así podremos conocernos mejor. Y hasta dejaré que seas tú la que elijas los temas de conversación.
Dani lo dudaba seriamente. Alex no había sido en absoluto amable con ella la última vez que habían estado juntos. Le miraba con sentimientos contradictorios. Por una parte, comprendía su necesidad de proteger a su familia, pero, por otra, odiaba que la considerara su enemiga. Aun así, sacó una silla y se sentó.
– Yo pediré la comida -le dijo.
– ¿Por qué será que no me sorprende?
– Y el vino.
– ¿Y después partirás la comida en pedacitos y me la meterás en la boca?
– Sólo si no sabes comer decentemente.
En ese momento, se acercó Eddie a la mesa.
– El señor Canfield y yo vamos a cenar juntos, Eddie -pidió la cena, eligiendo sus platos favoritos y una botella de Sangiovese para acompañarlos.
– Buena elección -le dijo Alex cuando Eddie se marchó-, aunque el vino es un poco caro.
– Merece la pena. Además, tú eres rico. Puedes permitírtelo.
Alex arqueó las cejas.
– ¿Estás dando por sentado que voy a pagar yo?
– Has sido tú el que me has invitado a cenar contigo.
– Pero tú trabajas aquí.
– Genial, así que lo que quieres es aprovecharte de que a mí me hacen descuento.
Alex asintió.
– Por supuesto -le tendió el cesto del pan-. ¿Te gusta trabajar aquí?
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