– ¿De verdad? Parece difícil de creer viéndola ahora. ¿Qué fue lo que pasó?
– Era desgraciada. Yo no dejaba de preguntarle si algo iba mal y ella siempre decía que no, pero a veces la encontraba llorando -se detuvo recordando la culpabilidad que había sentido por no haber notado antes lo infeliz que era su hija-. Fue culpa mía. Debería haber comprendido lo mucho que odiaba su escuela. Nunca encajó en ella y los niños pueden ser a veces muy crueles con los nuevos.
– ¿La estaban acosando?
– No creo que fuera tanto como eso, sólo que nunca sintió que pertenecía allí. Creo que echaba de menos su casa. Sólo tenía cinco años cuando nos fuimos a Brisbane, pero había pasado toda su vida en el campo y no se adaptó como yo esperaba. Yo tampoco me adapté muy bien -admitió-. Echaba de menos el aire libre, pero aparentaba que no por el bien de Natalie.
– Si Natalie era feliz en el campo, ¿por qué os fuisteis?
– Porque era lo que Sara hubiera querido. Yo me crié en un rancho, pero Sara era de Brisbane. Era la hermana de un amigo mío del colegio. La conocí cuando ella tenía diecisiete años y tardamos cinco años en casarnos, pero ella venía a menudo a visitarme. Le resultó muy duro al principio. Es diferente venir de visita a vivir todo el día sola a muchos kilómetros de la tienda más cercana si estás acostumbrado a vivir en una ciudad. Se sentía sola.
– Sí, lo entiendo -dijo Juliet.
Pero su situación había sido diferente. Hugo había pasado tanto tiempo fuera del rancho que ella había estado sola por completo. Ella no había sido la esposa de Cal ni lo había tenido al lado al final de cada día, contento de verla, tomarla en sus brazos y hacerle el amor hasta que mereciera la pena toda la soledad del mundo. Juliet pensaba que no le habría costado tanto adaptarse si hubiera estado casada con Cal en vez de con Hugo.
– La verdad es que lo intentó -prosiguió Cal-, pero nunca se sintió en casa aquí y después de que naciera Natalie empezó a hablar de hacer una vida normal. No creía que fuera saludable para una niña crecer tan aislada y de alguna manera creo que tenía razón. Natalie era feliz, pero no sabía lo que era jugar con otros niños y eso lo hizo más difícil cuando nos fuimos a la ciudad. Si hubiera tenido hermanos, podría haber sido diferente pero no tuvo la oportunidad de averiguarlo.
– ¿Qué pasó?
– Sara murió al dar a luz a un niño. Solía preocuparse de estar tan lejos de un hospital, pero todos esos médicos con la tecnología más avanzada no pudieron hacer nada por ella cuando hizo falta. Paro cardiaco por eclampsia, me dijeron.
– ¡Oh, no! -Juliet se llevó la mano a la boca-. ¿Y qué pasó con el niño?
– Le hicieron una cesárea de urgencia, pero era demasiado tarde. Murió unas horas después. Se llamaba Ben. Eso era lo que Sara hubiera querido.
A Juliet le conmovieron más aquellas secas frases que cualquier expresión de dolor y se sintió avergonzada de su manifestación de lástima por sí misma aquella noche en la terraza. ¿Qué había sufrido ella comparado con Cal que había perdido a su mujer y a su hijo el mismo día?
Sin pensarlo, alargó la mano y rozó la de él.
– Lo siento mucho -dijo en voz baja.
Cal volvió la cabeza al sentir su roce y vio que tenía lágrimas en los ojos. Sin querer, enroscó los dedos alrededor de los de él.
– Está bien -dijo como si fuera ella la que necesitara consuelo-. Ya han pasado seis años. Te vas… acostumbrando, supongo. Y tenía a Natalie. Simplemente seguí viviendo.
– ¿Cómo lo conseguiste? -preguntó Juliet-. No debía ser mayor que los gemelos ahora.
– Tenía tres años -Cal parecía haberse olvidado de que todavía sujetaba su mano-. Mi madre y mi hermana me ayudaron, pero al final tuve que contratar a una niñera. El problema es que no se encuentran buenas amas de llaves y si hacen el trabajo bien, no se quedan mucho tiempo.
– Natalie me contó que se enamoraban de ti.
– ¿De verdad? -se rió sin demasiado humor-. Tuvimos uno o dos episodios vergonzosos, sí. Conseguían enamorarse sin que yo les diera pie. Creo que simplemente se aburrían y enamorarse debía ser más excitante que cuidar a Natalie y mantener la casa limpia.
– Enamorarse de alguien que no te ama no suele ser muy divertido -señaló Juliet con simpatía por aquellas chicas.
Podía entender lo fácil que podía ser enamorarse de él, sobre todo si alguna vez les había sonreído como él lo hacía.
– Para mí sí que no fue divertido. En cuanto comprendían que no estaba interesado, decidían que la situación era demasiado incómoda y se iban obligándome a buscar a otra nueva. A mí no me hubieran importado tanto los cambios, pero estaba preocupado por Natalie. Cuando empezaba a encariñarse con alguna chica, tenía que empezar a conocer a otra.
– Sí, una niña necesita más estabilidad.
– Al final ni siquiera me molesté en buscar a otra ama de llaves y me llevaba a Natalie a todas partes, pero sabía que no podía seguir así para siempre. Con el tiempo iba a necesitar a una mujer al lado. Sabía que eso era lo que Sara hubiera dicho. Ella quería que la niña fuera a una buena escuela y conociera a sus primos de Brisbane, como ha hecho.
Cal se dio cuenta entonces de que seguía sujetando la mano de Juliet y se sonrojó un poco. La soltó apresurado con un murmullo de disculpa. Juliet se sintió ridículamente avergonzada. Le ardía la palma donde él se la había sujetado y la apoyó en la rodilla cuando lo que deseaba era seguir teniéndola entre los fuertes dedos de Cal.
Hubo un turbador silencio que rompió Juliet después de un momento.
– O sea que vendiste tu viejo rancho para llevarte a Natalie a Brisbane.
Él suspiró.
– Ahora que miro para atrás, hubiera deseado haber hecho las cosas de diferente manera, pero en ese momento me apreció la única opción. Fue una de las decisiones más duras que he tenido que tomar en toda mi vida, pero me pareció la única forma de darle a Natalie cierta seguridad y criarla como su madre hubiera querido. Lo intenté en serio. Creé mi propia empresa para poder trabajar desde casa y me aseguré de darle todas las cosas que no podíamos hacer en el campo, como ir al cine o encargar una pizza y los dos nos decíamos lo mucho que nos divertía poder hacerlo. Hasta que un día me la encontré llorando -Cal puso una mueca-. Natalie es una niña muy valiente y casi nunca llora, pero mientras yo aparentaba estar bien para que las cosas fueran fáciles para ella, ella estaba haciendo lo mismo por mí. Cuando se lo saqué todo, me dijo que lo que quería era volver a casa.
– ¿A vivir en el campo?
– Sí.
Cal comprendió que debía tener cuidado. Juliet sabía escuchar. Él nunca había hablado de la muerte de su esposa y de su hijo, pero había sido muy reconfortante contárselo a Juliet. Sería demasiado fácil acabar de contarle toda la historia y no quería saber lo que pasaría si ella descubría que Wilparilla había sido su hogar.
– Entonces me enteré de que necesitabas un capataz y no me importó aceptar el trabajo con tal de hacer a Natalie feliz y ahora lo es. Eso es lo único que me importa por el momento. Tendrá que ir algún día a la escuela, por supuesto, pero parece no irle mal con la escuela a distancia y de momento es suficiente que los dos estemos aquí.
Era la primera vez que había contado algo tan personal desde que estaba allí y Juliet se preguntó cómo podría sentir tal familiaridad con alguien de quien sabía tan poco.
– No sabía que habías sido propietario de un rancho. Supuse que habías sido capataz antes -vaciló al notar en la expresión de Cal que no quería profundizar en el tema-. ¿Estaba cerca de aquí tu propiedad?
– Sí.
Juliet se preguntó si sentiría por su tierra lo mismo que ella por Wilparilla.
– ¿Y no te importa saber que ahora lo tiene otra persona?
– Sí. A veces -Cal miró a Juliet casi con asombro. ¿Cuándo había pasado su obsesión por recuperar Wilparilla en algo que ya no era tan esencial?-. Pero no siempre.
– Hubiera creído que no podrías ser capataz después de haber tenido tu propio rancho -dijo ella despacio-, ¿por qué no te volviste a comprar otra tierra?
Aquél era un terreno peligroso y Cal se encogió de hombros.
– Los ranchos de ganado no salen al mercado tan a menudo.
– ¿Pero estás buscando?
– Por el sitio adecuado. -Y… si lo encuentras, ¿te irás?
Juliet se sintió desolada al pensar en lo vacío que podía quedar Wilparilla sin Cal allí. No debía apoyarse en él tanto.
– Sí -dijo Cal aunque pensaba que no sería él el que se iría. Sería Juliet. La idea le inquietó ahora-. De todas maneras, no hay perspectivas inmediatas. Sé lo que quiero y no creo que esté a la venta todavía. No me iré sin cumplir mi período de prueba de todas formas.
Juliet se había olvidado ya del período de prueba. Le parecía que había pasado mucho tiempo desde que ella había insistido tanto en que Cal la tomara como a su jefa. Ya había llegado a considerarlo como un socio y sus palabras fueron como una jarra de agua fría que le recordaron la realidad. Cal era su empleado, no su socio. Él no lo había olvidado y lo mismo debía hacer ella.
– Me alegro de oírlo aunque espero que encuentres lo que buscas. Aunque entiendo que no será fácil. En cuanto Hugo murió, empezaron a acosarme los buitres haciendo ofertas para comprar Wilparilla -se sonrojó de disgusto al recordarlo-. Se mató en un accidente de coche en Sydney y apenas acababa de llegar de allí cuando me llamó mi abogado para hacerme la primera oferta y he tenido varias desde entonces.
Cal parpadeó para sus adentros.
– ¿Y nunca te sentiste tentada de aceptar ninguna?
– ¡Nunca! Sé lo que pensaban. Creían que era una patética mujer sola que nunca sobreviviría aquí por mi cuenta. Esperaban que aceptara el dinero y saliera corriendo y sin duda pensaban que sólo esperaba una oferta mejor.
Eso era lo que él había pensado. Cal recordó su rabia cada vez que su abogado lo había llamado para decirle que su oferta había sido rechazada sin condiciones.
– ¡No iba a dejar que me acosaran en mi propia tierra!
– Está claro que quien quiera que te hiciera esas ofertas no te conocía. Si no, no se habría molestado.
– Sí, bueno… Si alguien te pregunta que si estoy interesada en vender Wilparilla, ya le puedes decir que no tengo intención de irme a ninguna parte.
– Lo haré -dijo Cal.
Por suerte Juliet había desviado la mirada ante el grito de uno de los niños y no vio su expresión de ironía.
– ¡Papá! ¡Mira esta piedra!
Natalie llegó corriendo para enseñarle lo que había encontrado en el arroyo. Kit y Andrew, ansiosos por compartir la gloria, rodearon también a Cal.
Juliet observó la forma en que Andrew se apoyaba en él confiado y Kit danzaba como un loco para llamarle la atención. Después alzó la mirada hacia la cara de Cal. Estaba admirando su descubrimiento y cuando lo vio sonreír se sintió sacudida por una punzada de deseo tan desnudo que se sobresaltó.
Quería que se fueran los niños para poder deslizar la mano por su muslo con la misma naturalidad que Andrew. Deseaba apoyarse contra él y besarle el cuello. Quería que se diera la vuelta y le sonriera, saber que le devolvería el beso y que más tarde, cuando los niños estuvieran en la cama, la desnudara, la tendiera en el suelo bajo la luz de la luna y le hiciera el amor hasta que llorara de felicidad.
Se levantó antes de que su imaginación volara más.
– Creo que será mejor que volvamos ya -dijo con voz quebrada.
Juliet permaneció en silencio todo el camino de vuelta. Su alegría anterior se había evaporado dejándola insegura acerca de sus sentimientos. No quería volver a sufrir el daño que le había hecho Hugo. Había sobrevivido enterrando una parte de sí misma y tenía miedo de que si dejaba a alguien intimar demasiado, romperían el sello que la mantenía fuerte.
Cuando Juliet pensaba en su mano en la de Cal sabía lo fácil que era bajar sus defensas y se encogía ante la idea.
Cal sintió el distanciamiento de Juliet y se dijo a sí mismo que se alegraba. Se arrepentía de haberle contado tanto como había hecho. Ella había dejado bien claro que no pensaba vender Wilparilla y ¿qué sentido tenía quedarse allí si no tenía la oportunidad de recuperar el rancho?
Si tuviera sentido común, abandonaría la idea de quedarse allí como capataz. Cuanto más se quedara, más duro sería recordar que recuperar Wilparilla significaría que Juliet se fuera de allí. En su momento le había parecido una buena idea, pero cada vez que miraba la cara feliz de Natalie hablando con los gemelos, más tenía la sensación de que le rompería el corazón si la hacía abandonar de nuevo el rancho.
Capítulo 6
ERA muy fácil decidir mantener la relación impersonal y fría, pero muy difícil ponerlo en práctica, comprendió Juliet esa tarde. Estaban todos en la cocina cenando y los gemelos, haciendo muecas para hacer reír a Natalie.
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