Cal se sintió como si le hubieran puesto un muro delante de repente. Hasta el momento no había querido pensar en cómo sería vivir allí sin ella, sin su sonrisa, su aroma o la profundidad azul de sus ojos.
– No -contestó despacio-. Supongo que no.
Natalie quedaría devastada si Juliet se llevaba a los gemelos a Londres, comprendió Cal. ¿Pero qué alternativa le quedaba? No podía quedarse allí como empleado de Juliet porque todo su sentido del orgullo y la independencia se rebelaban.
Si Juliet no se iba, abandonaría la idea de recuperar el rancho, decidió mientras cabalgaban despacio en dirección a la vivienda. Cuando acabara el período de prueba le diría que no quería quedarse, compraría otra propiedad y empezaría una nueva vida con su hija antes de que se apegara más a Juliet y a los niños.
Incluso aunque estuviera enamorado de Juliet, que no lo estaba, a juzgar por lo que le había contado de su matrimonio, no creía que quisiera repetir la experiencia y él no arriesgaría la felicidad de Natalie por alguien que no estuviera preparada a comprometerse por completo con él y con su hija.
No, le daría una oportunidad más a Juliet de ver lo dura que era la vida allí. La llevaría a una reunión de reses. No habría duchas ni inquietante seda. Pasaría calor, tendría agujetas de la silla y se llenaría de polvo y seguramente después de dos noches de dormir sobre una manta, estaría dispuesta a aceptar lo inevitable.
– ¿Puedes dejar a los gemelos por un par de noches? -le preguntó a Juliet aquella noche.
Ella estaba en su sitio habitual en la terraza con un vestido rojo sin mangas hasta el suelo abotonado por delante.
No había absolutamente nada provocativo en el vestido, pero Cal se encontró pensando lo fácil que sería desabotonarlo y deslizárselo por los hombros. Se apoyó contra la barandilla lo más lejos posible de ella.
– Tengo que preguntárselo a Maggie. ¿Por qué? ¿Qué pasa?
– Vamos a reunir al ganado de los pastos mañana. Sería de utilidad que pudieras venir.
Bueno, ¿qué había esperado? ¿Que iba a sugerirle una noche romántica bajo la luz de las estrellas?
– Pensé que no era útil para nada -dijo recordando los comentarios de Cal después de haber intentado reparar una alambrada.
– Cualquiera que pueda montar un caballo durante dos días será de utilidad. ¿Crees que podrás conseguirlo?
Él sólo le había visto montando aquel viejo penco y Juliet estaba deseando ver su cara cuando la viera cabalgar de verdad. Alzó la barbilla en un gesto que él ya estaba empezando a reconocer.
– Eso espero.
– Bien. He hablado con Maggie antes y estará encantada de quedarse hasta que volvamos.
– En ese caso, me encantará ir.
Se fueron al día siguiente con un par de caballos de carga y otros de refresco. Cal iba a ensillar a la yegua lenta para Juliet, pero ella sacudió la cabeza.
– No, montaré ése -dijo señalando un nervioso bayo que se apartaba de las sillas de la barandilla.
– No creo que sea buena idea.
Pero Juliet ya había agarrado las riendas del caballo y ante sus asombrados ojos, lo ensilló y lo montó. Dirigiéndolo con un movimiento maestro de riendas, lo espoleó y salió galopando hacia donde esperaban los hombres.
– ¿Por qué no me dijiste que sabías montar? – preguntó él en cuanto la alcanzó.
Juliet puso el caballo al trote y le dirigió una mirada de picardía con los ojos azules brillantes bajo el sombrero.
– No me lo preguntaste.
– No me lo dijiste -protestó Cal, pero fue incapaz de resistir la burla de diversión de sus ojos y a pesar de todo, esbozó una sonrisa-. Por supuesto, yo supuse que no sabías.
– Has supuesto muchas cosas acerca de mí.
La sonrisa de Cal se desvaneció.
– Tienes razón. Lo he hecho.
Hubo un extraño tono en su voz y Juliet lo miró con curiosidad. Sus ojos grises eran transparentes bajo el ala del sombrero y algo en su expresión la mantuvo cautiva. Como entre brumas sintió al caballo moverse bajo ella, pero las riendas estaban flojas entre sus dedos y el espacio abierto alrededor de ellos pareció encogerse hasta quedar sólo ellos sobre los caballos, tan cerca, que el pantalón de Cal rozaba el de ella.
Juliet sabía que debía desviar la mirada, pero no podía moverse. Simplemente se quedó allí mirándolo a los ojos. Era como si el tiempo se hubiera detenido, dejándola suspendida en el silencio donde el único sonido eran los latidos de su corazón y la única realidad era Cal, con su cara muda, sus fríos ojos y aquella boca que acosaba sus sueños.
El sol caía a plomo y el aire y la tierra olían a hierba seca. El caballo de Juliet relinchó rompiendo el embrujo. Tragando saliva, apartó la vista con decisión.
– Ya sabía montar a la edad de los gemelos -le contó como si aquella mirada no hubiera ocurrido nunca y su cuerpo no estuviera temblando-. Mi padre era entrenador de caballos de saltos y me sentó en mi primer ponie antes de saber andar. Cuando me fui a trabajar a Londres, solía volver a casa todos los fines de semana para montar, pero entonces conocí a Hugo y… Bueno, ya sabes el resto de la historia.
– Podrías haber montado aquí.
– Sólo que me quedé embarazada al poco de venir. Y después tuve a los gemelos. No podía montar con uno en cada brazo.
– ¿Y no podía Hugo cuidar a los gemelos de vez en cuando para que pudieras dar un paseo? -preguntó Cal enfadado.
– Apenas estaba nunca aquí. Y no había nadie más.
Por primera vez, Cal comprendió lo sola que había estado Juliet.
– Lo siento.
– Ahora ya no importa -dijo ella muy animada-. Estoy montando por fin -miró a su alrededor al vasto silencio, cada árbol profundamente recortado contra el brillante cielo azul-. ¡Había soñado tanto con esto!
Sara había tenido miedo a los caballos, recordó Cal sintiéndose desleal. No quería recordar lo que a Sara le disgustaba el campo. Prefería recordar lo guapa que había sido, lo abierta, amistosa, sencilla y lo que la había amado. Era una equivocación comprender que ella, nacida australiana, nunca había parecido pertenecer tanto allí como Juliet.
La observó sobre la silla, perfectamente en control, completamente relajada, dejando que su cuerpo se balanceara al ritmo del caballo. ¿Cómo habría podido llegar a pensar que no podría adaptarse a Wilparilla?
La recogida de ganado fue larga, caliente y polvorienta como él había vaticinado, pero cada vez que miró a Juliet durante los dos días siguientes, sus ojos estaban resplandecientes.
La vio emerger de nubes de polvo y cuando se quitaba el sombrero, tenía el pelo pegado a la cabeza. Montaba como una amazona y hacía todo lo que le decían. Cuando él estaba discutiendo los planes con los hombres, ella se mantenía en segundo plano, pero al cabo de los tres días, ya conocía a todos hombres por su nombre. Juliet le contó más tarde que era la primera vez que se los presentaban. Por la noche, cuando se sentaban alrededor del fuego, escuchaba en silencio las historias y se tumbaba en su manta sin quejarse de la dureza del suelo.
Cal estaba intensamente agradecido de la presencia de los otros hombres. Algo había ocurrido desde que Juliet y él se habían mirado. Él lo había sentido flotando en el aire, atrayéndolo hacia sus profundos ojos azules. No sabía lo que era, pero la sensación le inquietaba, como si estuviera perdiendo el control de sí mismo y de ella.
Así que empezó a tener cuidado de no sentarse a su lado por las noches, pero por mucho que lo intentara, su mirada se desviaba hacia donde estaba ella. Y cada vez que lo hacía, coincidía que Juliet lo estaba mirando también.
Al final, fue un alivio encerrar al ganado en el corral entre nubes de polvo. Juliet desmontó su caballo y al llevarlo hacia el establo, se encontró frente a Cal. Los dos se miraron y algo urgente e intenso saltó en el aire entre ellos que le hizo a él dar un paso adelante.
– Juliet -dijo con un tono extraño.
Pero antes de poder seguir, alguien llamó a sus espaldas y los dos dieron un respingo.
– ¡Eh, jefe! ¿Podemos irnos ya?
Juliet esperó a que Cal contestara, pero él había visto al vaquero sonreír a Juliet.
– Te llama a ti.
Asombrada, Juliet miró al hombre que esperaba expectante. Debería sentirse honrada, pero no podía haber buscado peor momento.
– Por supuesto que pueden. Gracias.
El hombre alzó una mano con un movimiento lacónico y se fue.
– ¿Qué estabas diciendo?
Pero la forma en que el vaquero la había llamado jefe le devolvió a Cal a la realidad. Él era el capataz de Juliet y aquélla no era ya su propiedad.
– Nada -dijo con expresión pétrea-. Nada de nada.
Capítulo 7
CAL hizo un gesto hacia la casa.
– Vete tú por delante. Yo tengo cosas que hacer aquí.
Sin decir palabra, ella se dio la vuelta y se alejó hacia la vivienda. Cal maldijo para sus adentros. Había estado a punto de decirle lo mucho que la deseaba y ¿en qué desastre se hubiera metido entonces?
– ¡Mami! ¡Mami!
Kit y Andrew salieron corriendo a recibir a Juliet y ella se agachó a abrazarlos. Sus hijos eran lo único que importaba, pensó mientras los besaba.
Natalie se puso casi tan contenta de verla como los gemelos. Se arrojó a sus brazos y Juliet la abrazó conmovida por el calor del recibimiento.
– ¿Ha vuelto papá?
– Está en el establo. ¿Por qué no vas a buscarlo?
Estaban todos tomando en té con Maggie en la cocina cuando apareció Cal con Natalie brincando a su alrededor. Él parecía cansado y su sonrisa fue constreñida cuando se agachó escuchar a su hija. Saludó después a Maggie, pero a ella ni la miró.
– ¡Cal!
Los niños saltaron de las sillas y cruzaron la habitación para engancharse a sus piernas.
Juliet lo observó reírse ante la exuberante bienvenida antes de levantarlos a cada uno bajo un brazo mientras ellos gritaban deleitados y sintió una oleada de deseo que borró todo lo demás menos las ganas de tocarla, sentir sus brazos alrededor de su cuerpo y su boca contra la de ella.
La silla arañó el suelo cuando Juliet se levantó de forma brusca.
– Me voy a dar una ducha -dijo para salir prácticamente corriendo de la habitación.
Cerró los ojos bajo el chorro de la ducha agradecida del frescor del agua. Sabía que Cal la deseaba y era demasiado tarde como para negar que ella también lo deseaba. Pero eso no significaba que tuviera que ceder a la tentación. Cal era simplemente el primer hombre que había pasado por allí y no iba a acostarse con él sólo porque estuviera a mano.
Además era un hombre que se iría en cuanto tuviera una tierra propia, un hombre que la dejaría como Hugo la había dejado.
El recuerdo de Hugo afianzó su resolución. No pensaba depender física ni emocionalmente de un hombre de nuevo. Cal era su capataz y eso era lo único que sería.
Cal facilitó las cosas evitándola lo más posible durante los dos días siguientes. Juliet solía excusarse con los preparativos del cumpleaños de los gemelos, aunque apenas tenía nada que hacer salvo una tarta y envolver los regalos, pero cualquier cosa era mejor que estar con Cal aparentando que no se habían mirado y habían visto el deseo en los ojos del otro.
Natalie estaba más excitada por el cumpleaños que los niños, que apenas se acordaban y dibujó una elaborada tarjeta y ayudó encantada a envolver los paquetes.
– ¿Papá? ¿Podemos llevar a los chicos a nadar a la charca por su cumpleaños? -preguntó sin previa advertencia cuando entró Cal el sábado por la tarde en la cocina.
Cal vaciló un instante.
– No veo por qué no -dijo después de mirar hacia Juliet.
Ella se había dado la vuelta cuando él había entrado. Su mera presencia le producía cosquilleos en la columna dorsal.
– A Kit ya Andrew les encantará ir a nadar, ¿verdad, Juliet?
Juliet se dio la vuelta a regañadientes.
– No lo sé -empezó pensando que lo último que deseaba él era llevarla a ninguna parte.
– Es bastante segura, ¿verdad, papá?
Él asintió.
– Sí, es un buen sitio para los niños.
– A los gemelos les encantará -insistió Natalie.
Juliet no tuvo valor de descorazonarla.
– Estoy segura de que sí. Parece una idea estupenda, pero no hace falta que tu padre venga en su día libre.
– Pero papá es el único que conoce el camino -exclamó con desmayo la niña-. Tú quieres venir también, ¿verdad, papá?
Por un breve instante, Cal se encontró con los ojos de Juliet y entre ellos pasó el mensaje mudo de que lo harían por los niños.
– Por supuesto. ¡Intenta mantenerme fuera!
Juliet esbozó una sonrisa.
– ¿Hacemos una merienda? ¿Está lejos?
– Demasiado lejos para que los gemelos vayan a caballo. Iremos en el todo terreno.
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