Como asaltado por la misma idea, Cal maldijo entre dientes y sacó las piernas de la cama para sentarse de forma brusca. Juliet pudo ver la curva de su espina dorsal y el hundimiento de sus hombros cuando apoyó los codos en las rodillas y se pasó las manos por el pelo con un gesto de desesperación.
Juliet se humedeció los labios.
– Supongo que ha sido una estupidez -dijo con cuidado.
Cal miró a la pared. Él no lo había sentido estúpido. Lo había sentido perfectamente bien.
– Supongo que sí.
Juliet deseaba arrodillarse y rodearle con sus brazos, besarle el cuello y atraerlo hacia ella de nuevo, cerrar los ojos y encontrarse donde no tuviera que pensar y lo único que importara fuera Cal, su boca, sus manos y la dureza de su cuerpo.
Pero por supuesto, no podía hacerlo.
En vez de eso, se incorporó despacio y agarró la bata del suelo. Cal la observó atarse el cinturón con manos temblorosas.
– Lo siento -dijo.
– No tienes por qué sentirlo -contestó Juliet en voz muy baja-. Tú abriste la puerta y yo entré. Debería darte las gracias -intentó sonreír-. Ya sabes, había pasado tanto tiempo…
¿Es que se pensaba que era algún tipo de gigoló?
– Me alegro de haber sido de utilidad -dijo él con un leve tono de amargura.
– No quería decir eso -Juliet se acercó para sentarse a su lado aunque sin rozarlo-. Mira, los dos queríamos hacerlo. Sólo que… no creo que sea buena idea que pase de nuevo.
Cal se dio la vuelta para mirarla con el cuerpo todavía ardiente por ella.
– ¿Te arrepientes?
– No -contestó ella con sinceridad-. Pero no quiero que las cosas cambien por culpa de eso.
– Nada va a cambiar -dijo con dureza él-. Yo sigo siendo tu capataz y tú mi jefa. ¿O tienes miedo de que olvide mi posición?
– No, no tengo miedo de eso, pero te necesito como capataz, Cal. Eso es más importante para mí que… bueno… ya sabes.
– ¿Que acostarte conmigo?
– Sí -admitió ella sin mirarlo.
– No necesitas preocuparte. Lo entiendo. Sólo ha sido algo físico para los dos, ¿verdad?
– Sí -dijo con debilidad Juliet-. Sí, eso es todo lo que ha sido.
– Entonces no veo por qué no vamos a seguir igual que antes. Aparentaremos que no ha pasado nunca.
– Creo que sería lo mejor.
Hubo una pausa y Cal se frotó la cara. Debería estar contento de que Juliet no fuera a engancharse a él o le montara algún lío, pero en vez de eso, lo único que quería era volver a la cama y besarla hasta que sus sensatas sugerencias se evaporaran.
– Vamos -dijo levantándose para ayudarla a ponerse en pie-. Será mejor que te vayas.
Sin sentir vergüenza de su desnudez, la llevó hasta la puerta y abrió. El sonido del pestillo le hizo recordar a Juliet cómo había empezado todo. Y ahora ya se había acabado y tenía que irse cuando lo único que quería era quedarse.
– No me mires así -dijo Cal interpretando mal su mirada de deseo-. No ha sido tan terrible, ¿verdad?
– No.
Bien sabía él que había sido maravilloso. Cal abrió la puerta.
– Buenas noches, jefa -dijo con una débil sonrisa.
– Buenas noches.
Juliet se dio la vuelta para irse, pero cediendo a un repentino impulso, se volvió y le dio un beso en la comisura de los labios. Sería la última vez que iba a besarlo, se dijo a sí misma.
– Gracias -susurró con suavidad antes de desaparecer.
Capítulo 8
SÓLO una cosa física. Juliet permaneció en la cama recordando los labios de Cal por su cuerpo y lo bien que se había sentido en sus brazos. Pensó en la excitación y el extraordinario y maravilloso júbilo que habían compartido. Sólo una cosa física.
Pero no iba a ser tonta, decidió. Cal era un hombre y ella una mujer, eso era todo. Habían cedido al deseo y ahora podían dejarlo a sus espaldas. Cal mismo había sugerido que aparentaran que no había ocurrido nada y eso era lo más adecuado.
Podría serlo, pero no era fácil, descubrió Juliet la mañana siguiente mientras lo tenía delante sin parpadear ni notársele la urgencia que le había poseído la noche anterior.
Cuando llegó Maggie se levantó con calma de su silla y llevó el plato al fregadero.
– Vamos a cargar ganado en los remolques hoy -le dijo a Juliet como si nunca la hubiera besado-. ¿Vas a venir o quieres quedarte en casa?
– Por supuesto que voy.
No quería hacerlo, pero tampoco quería que él pensara que lo de la noche anterior le había afectado más que a él. Tuvo que hacer un esfuerzo por concentrarse en las vacas en vez de mirar a Cal, pero al menos la voz le salió normal cuando habló con él.
Lo que estaba temiendo era que llegara la noche y se fuera Maggie después de cenar. Si Cal daba un sólo paso, Juliet sabía que no sería capaz de resistir a pesar de todo lo que había dicho de sensatez. Y si se iba a la oficina, ¿se sentiría aliviada o decepcionada?
Pero cuando llegó el momento, Cal no hizo ninguna de las dos cosas.
– He estado revisando las cuentas -dijo mientras ayudaba a Juliet a recoger-. Creo que deberías sembrar algún cultivo el año próximo.
Así que Juliet tuvo que sentarse a escucharle hablar del sorgo cuando lo único que deseaba era que la llevara a su habitación y cerrara la puerta como había hecho la noche anterior. Y cuando terminó de hablar, él recogió los papeles, le dio las buenas noches con frialdad y se fue a la cama solo.
Con el paso de los días, Juliet empezó a sentirse irritada. Sí, era ella la que había sugerido que olvidaran lo sucedido, pero al menos Cal podía tener la decencia de demostrar que a él también le estaba costando.
Hizo un esfuerzo heroico por mostrarse normal delante de los niños, aunque por las miradas de curiosidad de Natalie parecía que no estaba teniendo tanto éxito como creía. Y cuando ella y Cal estaban a solas, estaba irritable y nerviosa por tener que disimular lo mucho que el cuerpo deseaba sus caricias.
Sabía que estaba siendo irracional, pero no podía evitarlo. Quien dijera que era mejor probar la miel una vez que nunca, no sabía de lo que estaba hablando.
Cal la ignoró al principio, pero después empezó a palpitarle un músculo en el mentón. Ya era bastante duro aparentar que nunca había hecho el amor con Juliet como para tener que aguantar su irritación. ¿Cómo iba a olvidarlo teniéndola siempre delante para recordarle la suavidad de seda de su piel y la dulzura de su boca? Ella podía alzar la barbilla todo lo que quisiera, pero él sabía que bajo aquel gesto frío ardía un fuego y una pasión que quitaban el aliento. ¿Cómo iba a olvidar aquello?
La tensión entre ellos fue en aumento con el paso de los días hasta que explotó por fin cuando Juliet cometió el error de revocar una decisión de Cal acerca de los planes de trabajo de la siguiente semana enfrente de los hombres. Sólo lo hizo porque la había estado tratando como a una vieja amargada toda la semana y sus explicaciones estaban poniéndose cada vez más paternalistas.
Contradecirlo frente a los vaqueros fue un golpe bajo, pero sólo había querido recordarle la situación. En cuanto las palabras salieron de sus labios, Juliet se arrepintió, pero era demasiado orgullosa como para admitirlo. Cal apretó los labios con una mueca peligrosa, despidió a los hombres con sequedad y asiendo a Juliet del brazo, la obligó a alejarse.
– ¿Quién dirige este rancho? -preguntó con voz cargada de desdén.
Juliet se frotó el brazo resentida, pero no pensaba dejarse acobardar por su furia.
– Yo.
Entonces alzó la barbilla con orgullo.
– ¡Y un cuerno! Yo dirijo Wilparilla. Tú no tienes ni idea de nada.
– Sé que Wilparilla es mío. ¡Un hecho que parece habérsete olvidado!
– ¿Cómo iba a olvidarlo? No tengo posibilidad contigo a mis espaldas todo el tiempo.
– Eso era parte de nuestro acuerdo -empezó ella.
Pero Cal no la dejó terminar.
– Lo que acordamos fue que te enseñaría a dirigir un rancho. Eso es lo que he estado haciendo aunque habría sido mucho más fácil si hubiera hecho sólo mi trabajo sin tenerte en medio.
Juliet estaba blanca de rabia.
– ¡No sabía que tenía que arrodillarme para darte las gracias! En lo que a mí respecta sólo has estado haciendo el trabajo por el que te pago. Si no estás contento con eso, sugiero que acabemos el período de prueba ahora mismo.
– ¿Es de eso de lo que va todo esto? -preguntó Cal con furia-. ¿Presionarme y después amenazarme en cuanto pongo objeciones? ¿Es ésa la idea?
– ¡No seas ridículo! -gritó Juliet dándose la vuelta.
Pero Cal la asió del brazo y le dio la vuelta para que lo mirara a la cara.
– Esto es por lo de la otra noche, ¿verdad? Tuviste tu diversión y ahora estás avergonzada y quieres deshacerte de mí para poder emplear a otro tonto que se enamore de esos enormes ojos azules tuyos.
– ¿Cómo te atreves?
– Me atrevo porque me necesitas mucho más de lo que yo te necesito a ti. Si no fuera por mí, a estas alturas ya habrías perdido Wilparilla y lo sabes.
– Ahora escúchame…
Pero Cal la detuvo con un dedo en el pecho.
– ¡No, escucha tú! Te he aguantado mucho, Juliet y ya he tenido suficiente. Si no fuera por Natalie y por Maggie, te diría donde te puedes meter tu período de prueba, pero ellas están felices y asentadas y no voy a alterar su vida antes de tiempo. Eso significa que voy a esperar a que pasen los tres meses y entonces empezaré a buscar un rancho propio, que pueda dirigir con éxito sin tener que darte explicaciones ni a ti ni a nadie.
Bajó la mano con expresión de disgusto.
– ¡Y podrás buscarte otro hombre para divertirte cuando me haya ido! -terminó para salir a grandes zancadas en dirección a los hombres con la espalda rígida de rabia.
El ambiente en la cena esa noche fue tormentoso. Los dos estaban tan enfadados que no hicieron ningún intento por disimularlo delante de Maggie, que después de mirarlos a la cara se resignó a una silenciosa cena y escapó lo antes posible.
Juliet salió a la terraza haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas de furia y frustración, miseria y confusión. No iba a llorar por Cal. No iba a hacerlo. Entonces, ¿qué le quedaba? Ella no lo necesitaba, dijera él lo que dijera. Podía encontrar a otro capataz, alguien que pudiera seguir con el trabajo y no trastocara su vida y después la acusara de utilizarlo. Juliet contuvo un sollozo.
Cal, que había vuelto de un intento vano de quitarse su propia rabia y frustración con un paseo, la vio allí de pie, tensa como la cuerda de un arco y de brazos cruzados. ¿Y qué le importaba a él que estuviera sola y disgustada?, se preguntó con la intención de pasar por delante de ella y entrar en la casa. Pero cuando ella se dio la vuelta hacia él, la expresión de sus ojos disolvió su rabia y sólo dejó la convicción de lo mucho que la deseaba.
Cal lanzó un suspiro de aceptación.
– Juliet -dijo con suavidad caminando despacio hacia ella-. Juliet, ¿qué nos estamos haciendo a nosotros mismos?
Alargó la mano y le descruzó los brazos para tomarle las manos entre las suyas y Juliet sintió que la horrible tensión se evaporaba mientras la atraía hacia él.
– Te deseo -susurró con voz ronca y profunda-. Y tú me deseas, ¿verdad?
Cal la había atraído hacia la dura seguridad de su cuerpo hasta que la cara de Juliet descansó casi contra su garganta. Ella asintió, incapaz de negarlo por más tiempo.
– No nos hagamos más daño. ¿Por qué no aprovechamos lo más posible lo que tenemos?
Juliet podía oler su piel y sentir su respiración, tan tentadoramente cerca que era imposible pensar en más que en sus labios, que estaban a unos milímetros de su cuello. Si se inclinaba una pizca, podía besarle bajo la oreja.
– Yo sólo… no quiero que creas… -fue lo único que consiguió decir.
– ¿No quieres que crea que significa algo? No lo haré.
Los dedos de él se apretaron contra los de Juliet cuando se agachó para besarla en el hombro donde se curvaba hacia el cuello sonriendo cuando notó su escalofrío de respuesta.
– Ninguno de los dos quiere involucrarse -murmuró contra su barbilla.
– No jadeó Juliet ladeando la cabeza ante el devastador contacto de sus labios.
– Sólo somos nosotros dos -susurró deslizando los labios hacia su oreja-. No tenemos por qué explicárselo a nadie.
– No -acordó ella aunque apenas sabía lo que estaba diciendo y aún le importaba menos.
Los suaves besos de Cal le estaban produciendo deliciosos escalofríos de anticipación por la espina dorsal y, como si tuvieran voluntad propia, sus brazos le rodearon por el cuello para atraerlo más.
– No tenemos por qué cambiar -dijo él contra la comisura de sus labios-. Durante el día, yo seré tu capataz y tú mí jefa, pero por la noche… por la noche seremos sólo un hombre y una mujer.
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