Rebuscó en su bolso hasta encontrar la fotografía que Pippa había mantenido junto a la cabecera de su cama hasta el final de sus días. Estaba arrugada y un poco sobada de tanto manipularla y Clare la alisó sobre sus rodillas antes de entregársela a Gray.

– Esta es Pippa, mi hermana. Y quien está con ella es Jack. ¿No es así?

– Sí, es Jack -admitió. Estudió la foto. Jack tenía agarrada por el hombro a una atractiva joven, radiante de felicidad y se miraban el uno al otro como si el mundo hubiera cesado de existir a su alrededor-. Nunca me mencionó a su hermana -le dijo, bruscamente-, y no suele tener secretos para mí -devolvió la fotografía a Clare-. ¿Cómo se conocieron?

– Pippa encontró trabajo como cocinera en Bushman's Creek. No estoy muy segura cómo.

– Probablemente a través de la agencia. La finca está tan aislada que nadie se queda mucho tiempo y siempre necesitamos gente en la estación seca.

Clare pensó que si la finca se parecía un poco a Mathinson, no le extrañaba que nadie se quisiera quedar.

– Pippa estaba muy contenta de haber conseguido el trabajo. Siempre había soñado con trabajar en una finca de ganado en Australia -suspiró al recordar a su hermana hablando de la finca-. Ya antes de terminar en el instituto hablaba sobre este país, y en cuanto ahorró para el billete de avión y obtuvo el permiso de trabajo, vino a buscar un empleo. Primero empezó en Sydney, poco después se desplazó hasta la costa de Queensland y hace un año y medio aproximadamente me escribió para decirme que había conseguido trabajo en una finca que se llamaba Bushman's Creek -Clare se volvió hacia Gray, sorprendida-. No debe de haber estado aquí en esa época porque, de lo contrario, recordaría a Pippa. No es alguien que pase desapercibido.

– Sí -admitió muy a su pesar-, pasé tres meses en el sudeste de Asia, entrevistándome con posibles compradores. Puede haber estado en la finca por aquel entonces.

– Pasó aquí unos tres meses y los definió como los más felices de su vida. Me habló sobre la finca, lo aislada que estaba y lo duro que tenía que trabajar todo el mundo. Al oírla pensé que debía de ser un sitio horrible, pero a ella le encantó -se quedó callada un momento, sujetando la fotografía-. Y además estaba Jack. Aquí se ve claramente lo felices que eran juntos. Pippa me dijo que había sido amor a primera vista. No se separaban ni un momento y ya estaban hablando de matrimonio cuando, un día, tuvieron una discusión muy fuerte sobre una trivialidad. No sé lo que paso, ni lo que se dijeron, pero debieron de hacerse mucho daño. Pippa era muy cambiante. Tan pronto estaba radiante de alegría como sumida en la más profunda tristeza -Clare esbozó una sonrisa cansada-. No creo que entendiera nunca el significado de la palabra moderación o equilibrio, y tampoco le gustaban los compromisos -miró a Gray. Tampoco él parecía un hombre demasiado dado a comprometerse, pero sin duda era diferente a Pippa. ¿Cómo iba a poder explicarle a un hombre como Gray la intensa y vital personalidad de su hermana?-. Tiene que entender cómo era Pippa. Ponía mucha pasión en todo lo que hacía. Podía ser la persona más amable, chistosa y maravillosa, pero también la más difícil. No tenía término medio. Así que no me extraña que reaccionara con tanto dramatismo después de discutir con Jack. Pensó que todo había terminado entre ellos, metió sus cosas en una bolsa y volvió a casa -Clare suspiró al recordar la manera en que su hermana había irrumpido en su tranquila y ordenada vida-. Hasta dos meses después no descubrió que estaba embarazada.

Gray había estado escuchando en silencio, inclinado hacia delante, con el sombrero entre las rodillas, pero al oír aquello levantó la vista.

– ¿Por qué no se puso en contacto con Jack en cuanto lo supo?

– Traté de convencerla para que al menos le escribiera, pero no lo conseguí -miró a Alice y vio que seguía mordisqueando tranquilamente su juguete y estaba babeando. Sacó un pañuelo de su bolso, la limpió y continuó-: Pippa estaba todavía dolida por la discusión. Además habían pasado dos meses desde su partida y no había recibido noticia alguna de Jack, así que asumió que ya no le interesaba y era demasiado orgullosa como para pedirle ayuda. Pensó que si le contaba lo del bebé se sentiría presionado a tener una relación que no deseaba. El nacimiento de Alice le hizo, a mi entender, darse cuenta, sin embargo, de cuánto lo amaba todavía -Clare siguió hablando muy despacio-, de que aquello era algo que debían haber compartido, así que decidió regresar a Australia con la niña y ver si Jack y ella podían volver a ser felices juntos, pero… -sintió que se le quebraba la voz y respiró profundamente-, pero un par de meses después del nacimiento de Alice, Pippa se encontró un bulto. Le diagnosticaron cáncer, y… bueno, no tuvo suerte. No pudieron hacer nada por ella. Todo fue muy rápido -el dolor le oscureció los ojos-. Murió a los tres meses.

– Lo siento -dijo Gray.

– Sí, yo también -suspiró-. Durante esos tres meses no hizo más que pensar en Jack y Alice. Me hizo prometer que le diría a Jack cuánto lo había amado y que le pidiera que se hiciera cargo de educar a su hija. Quería que Alice creciera con su padre en el lugar en el que ella había sido tan feliz.

– ¿Y se lo prometió?

– Sí. Por eso estoy aquí.

Gray se puso de pie y fue a apoyarse contra la barandilla, la mirada perdida en el infinito.

– No es que no le crea, entiéndame -dijo tras un momento de silencio-, pero, ¿puede probar que Alice es hija de Jack?

– ¿Y por qué iba a inventármelo? -le preguntó, sorprendida.

Se volvió para mirarla, apoyado contra la barandilla, con los brazos cruzados.

– ¿Tal vez por dinero? -sugirió, con una mirada cínica.

– ¿De qué dinero me habla? ¡Por lo que me contó Pippa, no es que vivan en el más puro lujo asiático en Bushman's Creek!

– No, pero entre mi hermano y yo poseemos una cantidad considerable de tierras y Alice, como hija de Jack, podría reclamar su parte.

Clare no daba crédito a sus oídos.

– ¡No me interesan sus tierras! -le dijo con los ojos brillantes de furia-. ¿Quién se cree que soy?

– El problema es que no lo sé -le dijo, con una calma que la irritaba todavía más-. Hasta anoche no había oído hablar nunca de usted ni de su hermana, y ahora espera que me crea que mi hermano es el padre de una criatura de la que no sabe nada. ¿Cómo sé que está diciendo la verdad?

– Por la fotogra… -empezó a decir, pero él la interrumpió.

– Una fotografía no es una prueba de paternidad.

– Jack puede hacerse las pruebas de ADN, si quiere, pero me parece que en cuanto vea a Alice, sabrá que es hija suya. Solo tiene que mirar a la foto para darse cuenta de lo que hubo entre ellos, y no creo que Pippa hubiera podido amar a nadie que le pudiera dar la espalda en una situación como esta.

– Puede ser -le dijo Jack sin acabar de convencerse-, pero esa es una decisión que solo puede tomar Jack. No puede pretender que me responsabilice de una criatura en su nombre.

– Lo comprendo -Clare se empezaba a sentir muy cansada, pero sacó fuerzas de flaqueza y se fue a apoyar a la barandilla-. Lo único que le pido es que se ponga en contacto con Jack y le pida que regrese lo antes posible. No creo que sea mucho pedir.

La miró primero a ella y luego a la niña, que seguía jugando tan contenta.

– No -admitió-, pero tal vez me lleve un poco de tiempo localizarlo. No sigue un itinerario fijo, así que tengo que llamar por teléfono a algunos contactos y esperar que aparezca por allí y reciba el mensaje lo antes posible -miró a Clare y la vio apartarse el cabello de la cara. Bajo sus hermosos ojos grises, las ojeras delataban el cansancio que sentía. Cuando lo miró tuvo claro que solo su gran fuerza de voluntad la mantenía en pie-. Creo que será mejor que regrese a Inglaterra y espere allí a Jack.

Clare se irguió, apartándose de la barandilla.

– ¡No pienso hacer nada parecido! Alice y yo llegamos ayer y, aunque tuviera fuerzas para subirme en un avión y viajar otras veintitrés horas, no lo haría. No podría permitirme pagar otra vez el viaje de Alice cuando Jack aparezca, en el caso de que se quiera hacer cargo de ella. Además me gustaría estar con ella un tiempo para ayudarla a adaptarse.

– Entonces, ¿qué piensa hacer?

– ¿No podríamos quedarnos Bushman's Creek con usted?

Gray miró en silencio aquellos suplicantes ojos grises, en los que parecía que alguien hubiera dibujado con un pincel negro el borde del iris y se apartó bruscamente de ella.

– Bushman's Creek no es un lugar apropiado para usted y la niña.

– ¿Acaso quiere hacerme creer que no hay mujeres y niños allí?

– Estoy tratando de decirle que las condiciones de vida que tenemos no se parecen en nada a aquellas a las que usted está acostumbrada. Se tarda casi cuarenta minutos de avión en llegar desde aquí y después dos horas de carretera. En la época de lluvias, tan solo se puede acceder por aire. Estará muy lejos de tiendas, médicos y otras cosas a las que está acostumbrada y la verdad es que además en este momento no tengo tiempo para ocuparme de usted. Nos encontramos en una de las épocas de mayor trabajo del año.

»Tengo quince mil cabezas de ganado por ahí -continuó, al tiempo que señalaba con la cabeza el horizonte-. Debo reunirías y prepararlas para la venta en el mercado de ganado. La última gobernanta se marchó hace varias semanas y nadie se ha encargado de la limpieza desde entonces. Hacemos las comidas por turnos y la manera más amable de definirlas es como «básicas» -movió la cabeza de un lado a otro-. Creo que nuestro modo de vida le parecería demasiado incómodo. Si de verdad quiere quedarse a esperar a Jack, le aconsejo que se vaya con la niña a uno de esos lugares turísticos de la costa.

– No creo que me lo pueda permitir tampoco -Clare enrojeció al tener que admitir lo precaria que era su situación económica-. Tengo un buen trabajo en mi país, pero Pippa no tenía nada ahorrado y se gasta mucho dinero con los bebés. Además durante la enfermedad de mi hermana pedí días sin sueldo para atenderla y me gasté todos mis ahorros. Los billetes de avión los pagué con la tarjeta de crédito, así que no puedo permitirme pagar un hotel ni alquilar una casa hasta que aparezca Jack. Además -continuó con valentía-, me parece que podría serle de utilidad.

La mirada de Gray la recorrió de arriba abajo: desde los pendientes, pasando por el sencillo pero estiloso vestido hasta las elegantes sandalias.

– ¿De utilidad? -repitió, levantando una de sus cejas, de un modo que la hizo enrojecer-. ¿De qué manera?

La expresión de su cara no había cambiado, pero se dio cuenta de que se divertía. Tal vez eran las arruguitas de los ojos que se habían acentuado un poco o un casi imperceptible brillo en su insondable mirada. Sin poderlo evitar Clare pensó que si le hacía gracia, por lo menos podía tener la decencia de sonreír como era debido.

– Podría ser su gobernanta -afirmó, levantando la barbilla, desafiante-. Soy perfectamente capaz de cocinar y limpiar.

Como única respuesta Gray le tomó las manos y le pasó los pulgares por las palmas.

– Me da la sensación de que no está acostumbrada a hacer trabajos duros.

Su roce era bastante impersonal y Clare se sintió desconcertada al notar un cosquilleo. Las manos de aquel hombre eran fuertes, frías, ásperas y muy oscuras en comparación a la palidez de su piel inglesa. Era como si tuviera los dedos cargados de electricidad y le enviara pequeñas descargas que le recorrían todo el brazo. Al darse cuenta de que se estaba poniendo roja, se apresuró a retirar las manos, furiosa.

– Encargarse de unas cuantas vacas no es nada comparado con cuidar de un bebé veinticuatro horas al día -le espetó, para ocultar su confusión-. Estoy acostumbrada a ensuciarme las manos.

– Pero no está acostumbrada al calor, el polvo, las moscas y el aburrimiento -le respondió Gray, aparentemente indiferente al modo brusco en que había retirado las manos-. No estoy seguro de que se de cuenta de lo duras que pueden ser las cosas por allí.

Sin saber muy bien qué hacer con las manos una vez había conseguido liberarlas, cruzó los brazos, en un gesto que la hizo parecer a la defensiva, sin pretenderlo.

– Soy más dura de lo que parezco -le dijo.

Gray no pareció impresionado.

– Estoy hablando de dureza física, y en este momento no me parece muy dura -le dirigió una mirada crítica-. Me da la sensación de que está a punto de desmoronarse.

– Es por el largo viaje de avión y la diferencia horaria -le dijo, mientras se preguntaba por qué seguía sintiendo las manos quemándole donde él la había tocado-. Llegamos a Australia ayer por la mañana y no he podido descansar mucho desde entonces. Cuando consiga dormir una noche entera volveré a encontrarme bien. Mire -le dijo, al ver que no parecía muy convencido-, puede que no sea su gobernanta ideal, pero usted mismo ha dicho que no tiene tiempo para buscar a nadie más y estoy dispuesta a trabajar duro para pagar mi alojamiento. No molestaré. De hecho me vendrá bien estar ocupada para no pensar demasiado. Ha sido muy franco al hablarme de las condiciones de vida de la hacienda, y no voy a decirle que me va a gustar como a Pippa, porque somos muy diferentes y nunca me ha gustado el trabajo duro, pero haré lo que haga falta para ir a Bushman's Creek.