– ¿Cuándo podré conocerle? -preguntó Molly con impaciencia.

– En cuanto vayas a visitarme -contestó Tanya mientras acababa de guardar las cosas-. Podrás venir a ver el rodaje. El director es encantador.

Unos minutos más tarde, Molly se fue a su habitación deseosa de llamar a sus amigas para contarles las noticias de su madre. Tanya todavía estaba ordenando la cocina cuando llegó Peter, que volvía a casa antes de lo habitual sabiendo que su mujer habría regresado. En cuanto la vio, la cogió en sus brazos y la besó ávidamente en la boca. Después, la sujetó muy fuerte contra su pecho. Estaban tan felices de volver a verse… Una hora antes de cenar, Peter y Tanya subieron a su habitación y echaron el pestillo a la puerta con discreción. Fue la mejor de las bienvenidas, en todos los sentidos.

Aquella noche, Tanya se encargó de la cena y preparó el plato de pasta preferido de la familia y una enorme ensalada verde. Peter asó carne en la barbacoa y todos se sentaron alegremente alrededor de la mesa. Tanya les contó la velada en casa de Douglas Wayne y nombró a las grandes estrellas que le habían presentado. Después de cenar, las chicas salieron con sus amigos y Peter y Tanya regresaron a su habitación.

Era una noche de viernes normal y Peter y Tanya se pasaron horas charlando abrazados. Antes de dormirse, volvieron a hacer el amor. Habían sobrevivido a la primera semana de Tanya en Los Ángeles y, en sus vidas, todo iba bien.

Capítulo 7

El fin de semana pasó demasiado deprisa para todos. El domingo por la mañana, Tanya se levantó deprimida y Peter tampoco parecía feliz. Aunque ella no se marchaba hasta la noche, solo de pensar que tenía que irse hacía que todos estuvieran alicaídos.

A la hora de comer, Megan perdió el control y discutió con su madre en la cocina por una camiseta que la lavadora había estropeado, una mera excusa para transmitir a su madre su enfado por que volviera a irse a Los Ángeles. Sabiendo que ese era el motivo de la furiosa reacción de Megan, Tanya intentó no perder los nervios, pero finalmente tuvo que pedirle que se comportara.

– Esto no tiene nada que ver con la camiseta, Meg -dijo Tanya sin rodeos-. A mí tampoco me apetece irme. Hago lo que puedo.

– No, no lo haces -le recriminó Megan-. Lo que estás haciendo es egoísta y estúpido. No tenías por qué escribir el guión para esa película. Reconócelo, mamá, eres una mala madre. Nos has abandonado a todos para poder escribir eso. No te importamos ni nosotras ni papá. Solo piensas en ti.

Tanya se quedó sin habla durante un rato y después notó que las lágrimas le nublaban la visión. Era duro tener que defenderse ante semejantes acusaciones y se preguntó si Megan tendría razón. Irse a Los Ángeles a escribir un guión era un acto de completo egoísmo.

– Lamento que veas así las cosas -dijo Tanya con tristeza-. Sé que es un mal año para hacerlo, pero ha sido ahora cuando he tenido la oferta y quizá no vuelva a tener una oportunidad así.

Confiaba en que lo entendieran y le perdonasen, pero quizá Megan era incapaz de hacerlo. Su rabia seguía sin amainar. Allí estaban las dos, en medio de la cocina, retándose con la mirada -la de Megan desafiante y la de Tanya desesperada-, cuando entró Peter. Había oído las palabras de Megan y venía desde el salón para exigirle que se disculpase con su madre. Pero Megan no solo no quiso hacerlo sino que afirmó que creía en cada una de las palabras que había dicho y, sin más, se marchó dando grandes zancadas escaleras arriba. Tanya miró a su marido y rompió a llorar. Peter la rodeó con los brazos.

– Solo está desahogando su rabia.

– No la culpo. Yo me sentiría igual que ella si mi madre me abandonase en mi último año de instituto.

– Estás en casa los fines de semana. Además, entre semana apenas están; llegan para cenar, llaman a sus amigas y se meten en la cama. En realidad no te necesitan -insistió intentando convencerla.

Pero Tanya siguió llorando, y a su tristeza se unía el dolor de tener que separarse de Peter.

– Les gusta saber que estoy aquí-dijo Tanya sonándose la nariz.

– A mí también. Pero estás aquí los fines de semana. Y no va a ser para siempre. Esta semana nos hemos organizado bien y antes de que te des cuenta, la película habrá terminado. ¿Y si ganaras un Oscar, Tan? Piensa en ello. Haciendo una película con Douglas Wayne, podría pasar. -El ya había ganado al menos una docena-. Por cierto, ¿qué tal es?

Aquel fin de semana, Peter le había preguntado en varias ocasiones cómo era el productor. Sabía que era un hombre atractivo y no quería pensar en que pretendiera conquistar a Tanya. Peter no era un hombre celoso, pero Hollywood era otro mundo, así que confiaba en que las intenciones del productor fueran honestas. A pesar de todo, se fiaba de su esposa.

– Es extraño. Egoísta, muy cerrado, casi diría que hermético. Odia a los niños, tiene un yate, un montón de cuadros y una casa maravillosa. Eso es todo lo que sé de él. Eso y que estuvo casado con una estrella de rock que murió en un accidente de aviación cuando ya estaban divorciados. No es precisamente un hombre afable y acogedor, pero es muy inteligente. El que me gusta mucho es el director, Max Blum. Parece Santa Claus y es muy dulce. Su novia murió de cáncer de pecho y tiene un gran danés llamado Harry.

– Realmente sabes cómo sacarles información personal, ¿eh? -comentó Peter riéndose. Había hecho una descripción muy detallada de cada uno de ellos-. Debe de ser porque eres escritora. La gente siempre te confiesa cosas que a mí tardaría un millón de años en contarme. Y además, sin que les preguntes.

La gente siempre le contaba a Tanya sus secretos más íntimos, algo que a Peter le fascinaba y había comprobado en innumerables ocasiones.

– Debo de ser empática. Además, soy madre, aunque últimamente parece que no se me da muy bien.

– No es verdad. Meg es muy dura.

Sus padres lo sabían muy bien. Megan exigía mucho de las personas a las que quería y juzgaba con mucha severidad a aquellos que le fallaban, incluidas sus amigas. Megan no solo era exigente con los demás, sino también consigo misma. Tanya creía que lo había heredado de su madre. En cambio, Molly era mucho más comprensiva y amable.

Tanya preparó la comida para todos pero Megan no se sentó a la mesa. Se despidió de su madre y se marchó a comer fuera. Probablemente no quería estar presente cuando Tanya tuviese que volver a marcharse. Cada persona se despide a su manera y a Megan no se le daban bien los adioses. Le resultaba más fácil enfadarse y salir dando un portazo que mostrar su pena entre lágrimas. Molly estuvo abrazada a Tanya hasta el último minuto y, camino del aeropuerto, la dejaron en casa de una amiga, no sin antes darle un último abrazo a su madre.

– Te quiero mucho… Pásatelo bien y saluda a Ned Bright de mi parte. Dile que le adoro… ¡Pero a ti más! -exclamó después de bajarse del coche, darse la vuelta ligeramente y salir corriendo hacia casa de su amiga.

Tanya y Peter disfrutaron de unos minutos de soledad y tranquilidad antes de llegar al aeropuerto. Peter le contó a su mujer el caso en el que estaba trabajando; Tanya le habló de los cambios que había hecho en el guión; después, se quedaron en silencio, felices de estar juntos. Aquel fin de semana habían hecho el amor mucho más de lo habitual y Peter bromeó al respecto.

– A lo mejor este asunto de Los Ángeles mejora nuestra vida sexual.

Parecía como si los días que estaban separados, se dedicaran a almacenar el amor que se profesaban y eso les ayudara a la hora del reencuentro.

Tuvieron que despedirse antes de pasar el control de seguridad -Peter no tenía tarjeta de embarque, claro está- y Tanya volvió a ponerse triste en el momento en el que su marido le daba un beso de despedida.

– Ya te echo de menos -musitó sintiéndose muy desgraciada.

Peter volvió a besarla con gran entereza y dijo:

– Yo también, nos vemos el viernes. Llámame cuando llegues.

– Lo haré. ¿Qué harás para cenar?

Las mellizas cenarían con sus amigas y Tanya había olvidado dejarle algo preparado para que pudiera calentárselo en el microondas.

– Le he dicho a Alice que pasaré por su casa. Esta semana ha venido un par de veces para ver cómo estaban las chicas, así que, como agradecimiento, encargaré un poco de sushi y cenaré con ella.

– Salúdala de mi parte. Quería llamarla durante el fin de semana, pero al final se me ha pasado. Dile que lo siento y dale las gracias por vigilar a las chicas.

– Me parece que lo hace encantada. Creo que echa de menos a sus hijos y que le resulta menos duro si tiene que venir a echar un vistazo a las nuestras camino de su casa. Se queda apenas un par de minutos. Está demasiado ocupada con la galería.

Era una suerte para Alice tener una empresa propia. La muerte de Jim había sido un duro golpe y, aunque había mostrado una fortaleza impresionante, Tanya conocía su dolor. Ella la había ayudado a salir adelante durante el primer año, el peor. Y ahora, en la medida de sus posibilidades, Alice estaba intentando corresponder. Era un justo intercambio entre amigas que siempre se habían prestado ayuda. Tanya agradecía la presencia de Alice en aquellos momentos.

Antes de pasar el control, Tanya dio la vuelta y corrió hacia Peter para darle un último beso. Después, se apresuró para llegar a la puerta de embarque con la bolsa de viaje al hombro. Fue la última en entrar en el avión y, nada más sentarse, apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos pensando en el fin de semana. Había sido maravilloso estar en casa con Peter y las chicas y detestaba tener que marcharse de nuevo.

Cuando el avión enfiló la pista de aterrizaje, apagó el teléfono y, una vez en el aire, se quedó medio dormida. Había sido un fin de semana intenso emocionalmente y Tanya estaba cansada. Además, la pelea con Meg la había dejado exhausta. ¿La perdonaría algún día? ¿Volverían las cosas a ser como antes? Confiaba en que así fuera. Pero a Megan le costaba tanto perdonar… su rencor podía ser eterno.

Seguía pensando en su hija cuando bajó del avión, salió de la terminal y cogió un taxi. La idea de que la recogiese una limusina en el aeropuerto no le apetecía en absoluto, así que no había avisado a su chófer de su regreso. Todavía le resultaba extraño aprovecharse de las ventajas de su contrato.

Entró en el bungalow y, sorprendida, descubrió que le parecía un lugar agradable y familiar. Había cogido más fotos de su familia para distribuir por las habitaciones: de Peter, de los chicos y una de Alice con James y Jason. El fin de semana, había podido hablar con su hijo y se le notaba feliz. Estaba tan ocupado con su nueva vida universitaria que no tenía tiempo de llamar a su familia, para disgusto de sus hermanas.

En cuanto se sentó, llamó a Peter al móvil. Todavía estaba cenando en casa de Alice, así que Tanya habló también con ella. Aquella conversación hizo que se sintiera aún más sola. Le habría gustado poder estar con ellos cenando sushi. Alice le aclaró que sin ella la cena no era lo mismo y que la echaban mucho de menos. Tanya le explicó que se había llevado una foto de ella para que le hiciera compañía en Los Ángeles.

Después de colgar, Tanya encendió la tele y se sintió terriblemente sola. Para relajarse, decidió darse un buen baño, por lo que puso en funcionamiento el jacuzzi de la enorme bañera. Más tarde, conectó el ordenador y trabajó un poco más en el guión. Tenía programada una reunión con el director y el productor a las ocho y media de la mañana del día siguiente y una con los actores al cabo de dos días. Iba a ser una semana de duro trabajo, ya que tendría que recoger los comentarios sobre el guión de todos ellos y tratar de incorporar los cambios necesarios. Pero, por supuesto, tenía muchas ganas de seguir todo el proceso y de oír sus opiniones. Tanya trabajó hasta las dos de la madrugada y pidió que la despertasen a las siete.

Cuando sonó el teléfono, se incorporó de golpe, pero inmediatamente dejó caer la cabeza sobre la almohada con un gruñido. Le parecía que acababa de cerrar los ojos. Llamó a Peter inmediatamente. Ya le echaba de menos. Su marido se había levantado, se había arreglado y estaba a punto de preparar el desayuno para las mellizas. Al hablar con su marido, su sentimiento de culpa afloró de nuevo. Ella no estaba con las chicas y él sí. Pero se abría un largo período en el que sería él quien prepararía el desayuno y quien estaría largas noches sin ella en su cama de Marín. Un curso escolar completo sin Tanya. Ella lo vivía como si fuera una pena de cárcel.

Mantuvieron una breve conversación antes de afrontar sus respectivos días de trabajo.

– Te echo mucho de menos -lamentó Tanya con tristeza-. Me siento fatal al pensar que tienes que encargarte tú de todo.